La niñera y el niño

El Ama que elige el papel de niñera disfruta de poseer un control absoluto sobre su sumiso. En esta fantasía, el sumiso y el Ama establecen una relación extraordinariamente íntima y estrecha. Aquí no puede existir la distancia emocional que existe entre el Ama y el sumiso en las fantasías de la Amazona o la Diosa. Esa distancia emocional sería absolutamente inapropiada en este caso.


La fantasía de la niñera supone, sobre todo para la parte sumisa del juego, una regresión a la parte más entrañable de la infancia, una época de sensaciones abrumadoras en la que todo lo que sucede es nuevo para el sumiso y en la que la palabra responsabilidad no tiene sentido alguno. ¿Esto qué quiere decir? Que un bebé no puede decidir ni trabajar ni elaborar un plan. El bebé sólo puede sentir. Es puro instinto, puro degustar placeres innatos: orinarse sin problemas, tomar un biberón… Pero todo ese instinto debe encauzarse. Y encauzar ese instinto implica tener que emplear ciertas técnicas de castigo que dependerán, única y exclusivamente, del capricho del Ama.

Para entender bien el funcionamiento de la fantasía de la niñera hay que entender la mentalidad y el comportamiento de los bebés. El bebé es un pequeño dictador que demanda continuamente comida y atención. Todo eso deberá proporcionárselo el Ama. Lo que nunca proporcionará será sexo. El sexo no tiene cabida en esta fantasía.


Lo que sí tiene cabida en la fantasía de la niñera es la variedad de opciones que se plantean a la hora de llevarla a la práctica. Esa variedad de opciones parten sobre todo de la diferencia de edades que puede tener el niño cuyo papel asume el sumiso. Desde el típico bebé hasta un niño con una edad de entre tres a cuatro años, las opciones de juego que se presentan son muy variadas. Un niño mayor exigirá más castigos; un niño pequeño, más cuidado.

Tanto en un caso como en otro, las ropas a emplear serán muy importantes para escenificar la escena. En primer lugar deben existir pañales. No hay bebé que no los lleve. Quien quiera participar en esta fantasía deberá, también, llevar un pañal. Los pañales de gran tamaño para incontinencia de adultos están disponibles en cualquier farmacia. Baberos, gorritas y botines pueden ser, también, de gran utilidad a la hora de escenificar la fantasía de la niñera. Hay páginas web en las que, además, pueden conseguirse ropas de bebé en talla adulta.


El Ama puede usar un disfraz de niñera o un uniforme de enfermera de clínica de maternidad. En cualquier caso, el disfraz del Ama debe transmitir una sensación de calidez, limpieza, seguridad y comodidad que debe reforzarse con la ambientación del lugar en el que se vaya a representar la escena. Este lugar puede ser una habitación infantil con todo tipo de juguetes, animales de peluche, sonajeros, chupetes, orinales, sillitas para comer, cepillitos de madera… Un cd con música infantil y unas nanas pueden servir, también, para ambientar la escena.

Las habilidades de una niñera

¿Qué características debe reunir un Ama para ser una buena niñera? En primer lugar, que sienta verdadero cariño a su cargo. Eso le permitirá disfrutar de los cantos, las caricias y los juegos infantiles que comparta con el sumiso.

En segundo lugar, el Ama-Niñera debe ser capaz de imponer la disciplina necesaria para educar al bebé. Al imponer esa disciplina, el Ama-Niñera debe comprender que, con su rebeldía, el bebé no intenta marcar su hombría. Por eso no espera sufrir duras pruebas como puede suceder en otro tipo de fantasías de dominación.

La niñera deberá saber cambiar pañales. Para ello debe saber lavar el culito del bebé, debe saber secarlo y debe saber aplicar una pomada que evite escoceduras. Este ritual puede ser el foco del que partan una gran cantidad de juegos eróticos. Ésa es la forma más usual que tiene el sumiso de esta fantasía para alcanzar el orgasmo.

En la fantasía de la niñera, el Ama debe estar dispuesta, también, a dar de comer al bebé. Con biberón preferiblemente, pues el dar el pecho puede tener unas claras connotaciones sexuales y éstas, como ya hemos indicado, no deben tener cabida en esta fantasía.

La niñera debe saber, también, dar nalgadas. La autoridad del Ama no puede cuestionarse en ningún momento. Los berrinches deben castigarse. Un cepillo o la palma de la mano deben servir para dar una buena serie de nalgadas al bebé rebelde que se ha saltado las normas. Los golpes que se propinen en este castigo (que deben ser propinados en las nalgas o en la parte superior de los muslos) deben ser suaves como corresponde a la piel de un bebé. Una intensidad mayor para este tipo de castigo es algo propio de otras fantasías de dominación en las que el castigo pueda ser mayor y más físico. Esa intensidad puede ser mayor cuando el sumiso lleve colocado el pañal.

Tras aplicar el castigo y para aumentar la sensación de humillación del sumiso (en el caso de que éste represente el papel de un niño con edad suficiente como para mantenerse en pie) puede resultar muy apropiado el mandarlo a un rincón, con el culo al aire, para que pueda mostrar claramente la rojez de la piel debida al castigo y a los azotes.

Otra forma de castigo propia de la fantasía de la niñera es la aplicación de un enema. La aplicación de un enema tiene sus propias normas de seguridad. Tenerlas en cuenta y saber cómo se realiza es fundamental para que un juego divertido no se convierta en algo incómodo físicamente o, directamente, doloroso.

El enema, dentro de esta fantasía, puede tener, también, una función curativa. Muchos bebés han padecido cólicos. Cuando se quiera representar esto, el Ama deberá mostrar su interés por la salud del bebé y felicitarle cuando, una vez aplicado el enema, éste haya vaciado sus intestinos en el orinal que se haya destinado a ello. El uso posterior de toallitas húmedas para limpiar lo que haya podido quedar sucio puede ser una buena idea para añadir a esta fantasía.

Finalizado el castigo, el Sumiso-Bebé, transcurrido un tiempo más o menos prudencial, debe ser reconfortado por el Ama-Niñera. Colocar un pañal mientras se le acaricia las partes íntimas puede ser una manera de reconfortar saltándose el imperativo de no introducir lo sexual en la fantasía. Pero las normas están para saltárselas, máxime cuando gracias a la ruptura de las normas se consigue un placer mayor. Después de todo, no está tan mal volver a mojar el pañal, esta vez con un líquido un poquito más… adulto.