domingo, 24 de enero de 2021

El castigo de René 11




En esa misma noche en que René se quedó durmiendo con su mejor amigo en su cama, la tranquilidad estaba reinando mucho, los dos dormían pacíficamente y solamente quedaron los restos de olor de las frituras que comieron con salsa picante y los refrescos vacíos, a los que les andaban las hormigas.

Eran las 2:35 de la madrugada, la calle estaba tranquila y de repente se escuchan los sonidos del silbato del velador que cuidaba la colonia. Justo en ese momento, René se despertó perdiendo el sueño poco a poco, lográndolo por las cosquillas que recorrían todo su cuerpo, de pies a cabeza, concentrándose mucho su piel erizada en sus piernas y en su pecho, ya que le estaban dando las ganas de hacer popó. Su razonamiento de todo le dijo que tenía que hacerlo en el pañal que su madre le puso para dormir, pero luego la compañía que estaba en su cama le dijo que tenía que pensarlo un poco más. No quería hacerse enfrente de Jordi, o sin al menos decirle algo. Así que recordando los pasados sucesos que debilitaron un poco su amistad en los viejos días, supo que si le comentaba no pasaría nada malo, de todos modos ya le había visto desnudo.

Se acercó un poco a su amigo, quien dormía profundamente, casi roncando. Le vio por unos segundos y se decidió a picarle uno de sus brazos. René le dio tres piquetes fuertes con su dedo para que fuera de una vez, y Jordi medio abrió los ojos.

─¿Qué pasa?─. Preguntó él.

René le dijo:

─Disculpa que te moleste, pero es que tengo ganas de hacer del baño, y hasta ahora como van las cosas, como ya sabes, si mi madre me ve en el retrete sentado, no sé qué me haga─.

Jordi se hincó en la cama casi al nivel de su amigo, observándole el pañal. Y le dijo:

─¿Vas a hacerte pis aquí mismo?─.

René le dijo que iba a hacerse las dos cosas, cerrando los ojos al mismo tiempo que hacía resistencia con los músculos en sus pompas, que contenían toda la masa calientita. Entonces Jordi le dijo:

─Bien, adelante. Ya sabes que no diré nada a nadie de lo mucho que vea─.

René tomó bien eso, así que se mantuvo ahí hincado, poniendo sus fuerzas para que todo saliera.

Jordi no dijo nada más, se frotó los ojos y estiró su mano derecha para encender la luz con el botón al lado de la cama. Antes de hacerlo, comenzó a escuchar que de las pompas de su amigo comenzaban a escucharse unos crujidos, sonidos de un plástico estirándose. Veía a René hacer sus esfuerzos, como si estuviera en el baño. Luego al encender la luz, no pudo evitar dirigir la mirada hacia el bulto frontal del pañal, el cual estaba amarillo, empapado, absorbiendo todo lo que del pene de René estaba saliendo.

René se mantuvo unos tres minutos sacándolo todo fuera de sí, sintiendo que se le apretujaba en sus pompas y se esparcía un poco por el cruce de algodón entre las piernas.

El aroma de la popó y la mezcla del talco con la pipí no tardó en llegar a las narices de los dos.

─¿Terminaste?─. Preguntó Jordi.  

René afirmó, pero antes de sentirse seguro, dio un empujón más y sacó el último grumo de suciedad un poco aguado. Con ver esos esfuerzos, Jordi tuvo los recuerdos de cuando descubrió a su amigo siendo cambiado por su madre en el auto, y los detalles que su mente le hizo tener cuando se visualizó a él mismo cambiando a René. Eso le encendió un poco su curiosidad y sus ansias de intervenir en algo como eso, así que le dijo a su amigo:

─Si quieres, te puedo cambiar el pañal yo mismo─.

René se puso rojo como tomate, de la misma forma que siempre cuando escuchaba algo que le involucraba muy íntimamente. Después de pensarlo unos segundos, afirmó que sería interesante posar para su amigo de la misma forma que con su madre. Y le dijo:

─Está bien.

Jordi no podía creer lo que estaría por hacer, mejor aún, no podía creer el nivel del acto al que se había comprometido. René se bajó de la cama, sentándose un poco, haciendo que su gran masa de popó se le batiera un poco más en sus pompas. Caminó por su cuarto iluminado, reuniendo las cosas guardadas en sus lugares.

Jordi se puso de pie, esperando que todo estuviera listo.

─Me voy a acostar, me quitas las cintas y poco a poco me limpias las manchas, primero con el papel higiénico, y luego lo mismo pero con las toallitas. Último me pones crema y talco. Y otro pañal─. Indicó René, muy conocedor por su amor y castigo hacia esos productos absorbentes.

Jordi captó bien las indicaciones, así que esperó que su amigo se recostara frente suyo con las piernas un poco abiertas. Le retiró las cintas, una por una. Seguido, sostuvo bien la parte frontal llena de humedad, y la bajó.

Descubrió al pene de su amigo ponerse un poco erecto por la emoción de ser descubierto con una gran suciedad bajo suyo, y toda una intimidad esperando ser limpiada.

René levantó sus piernas sobre su pecho, estirándolas un poco, permitiendo que Jordi comenzara a limpiar.

Jordi tomó varios trozos de papel higiénico, frotándole las pompas a su amigo, retirando las adheridas manchas de popó en esa piel, cuidando no mancharse. Era fácil hacerlo porque su mejor amigo no tenía bellos en esa zona, bien Diego se encargaba de retirarlos todos.

El aroma a suciedad era evidente para los dos, pero René no podía hacer nada para que no se sintiera. Jordi se adaptaba rápido, sonriendo en su interior, ya que reconocía que jamás se imaginó hacerle ese cuidado de limpieza a su mejor compañía en todos lados.

 

Después de casi veinte minutos, René quedó limpio de sus pompas; luego René se acomodó abriendo las piernas hacia los lados, para que su amigo le limpiara las entrepiernas, donde estaban algunas manchas de suciedad. Jordi le había limpiaba bien con las toallitas húmedas, frotando con firmeza, incluso le retiró las manchas que se habían quedado en los testículos de su amigo. Lo último que hizo fue ponerle crema blanca en todas sus líneas. No perdió la oportunidad de tocarle su ano para ponerlo blanco con la crema, tenía que hacerlo.

─Listo, ahora el pañal─. Dijo Jordi.

Los dos movieron el pañal sucio y las cosas que usaron. Jordi abrió un pañal limpio de los que estaban en los cajones, observando el gran tamaño de esos productos; definitivamente era uno para bebés, pero talla juvenil.

Puso la mayor cobertura bajo las pompas de su amigo, luego bajó sus piernas. René abrió un poco, permitiendo la vista de su erecto pene, el que por tanto movimiento en esa zona, por quien sea que le cambiara, su madre, su padre, Valeria o ahora su amigo, siempre terminaba un poco duro como una zanahoria.

Jordi le roció talco, frotándole bien para esparcirlo en las ingles y casi por el ombligo de su amigo. René sintió rico eso, la emoción de dejarse ver por su amigo era bastante placentera.

Jordi le subió la parte frontal, cubriendo todo. Ajustó bien las cuatro cintas cuidando que estuviera cómodo.

René se puso de pie, llevando el pañal sucio hasta el bote de la basura que estaba en el jardín, ubicándose bien en su oscura casa, la que se iluminaba bien un poco por la luz de la calle y por el brillo de la luna.

Se deshizo de todo y retornó a su cuarto.

Al estar ahí, vio que Jordi le sostenía un pañal en la mano.

─Oye amigo… espero no te incomode esta petición, pero, solo por hoy como una prueba algo loca… ¿Me pones este pañal?─.

René se alegró más por su amigo, en su interior se encendió ese sentimiento que le hacía imaginarse a Jordi usando pañales. Ahora lo podría ver así. Y le dijo:

─Claro, te lo pongo. Espero no te de pena─. Dijo René.

─No creo…

Jordi se comenzó a retirar la bermuda que usaba en ese momento, dejando ver su calzón negro que no tenía figuritas como los que usaba su amigo. Luego, contando con que era necesario desnudarse, se retiró su calzón con ligereza, haciendo ver a su pene que se ponía también un poco erecto. Para René fue sencillo ver lo obvio en su amigo, como no estaba castigado usando pañales todo el tiempo o algo relativo a eso, evidentemente el pene de Jordi estaba con bellos por toda la zona de la pelvis, solo que no eran tan largos ni abundantes. No negó que se veía bonito.

Como René ya sabía cómo usar un pañal sin ayuda de nadie, entonces le dijo a su amigo que levantara sus piernas sobre su pecho así como lo hacía él. Jordi lo hizo. Antes que las bajara, René se puso un poco de crema en los dedos y le fue untando en las pompas a su amigo, poniéndolo todo blanco. Por último, le roció mucho talco en su pene, el que era manipulable al estar bastante erecto. Le cubrió todo con la parte frontal del pañal, abrochando las cintas.

Cuando Jordi se puso de pie, se empezó a tocar el pañal, sintiendo el grado de presión en su cintura, aunque no era mucha, por ser su primera vez, sentía todo muy apretado.

─Volvamos a dormir─. Dijo René. Seguido se fue a lavar las manos al baño. Al caminar sonaba el plástico de su pañal.

Jordi afirmó eso. Mientras su amigo volvía se fue a ver al espejo, pensando rápidamente que era un bebé gigantesco. No tenía nada que decir ni añadir, se imaginó que sería cómodo usar ese pañal para dormir el resto de la noche.

Y así lo hicieron.

 

Al día siguiente, después de la escuela, René se fue con sus hermanos hacia la estancia donde estudiaban y podían entretenerse la mayoría del día. Como acto para refrescarse y sentirse cómodos, René se quitó la ropa quedándose con el puro pañal a la vista, conservando la playera y sus zapatos. Su piel respiraba mucho, le daba una gran comodidad.

El único que no traía pañal en ese instante era Eduardo, y el chiquillo se fue con Valeria, quien ya estaba ahí al lado de la alberca disfrutando de unas golosinas, bebiendo también un poco de Coca Cola. Jimena tenía un poco de calor, así que se fue a poner su traje de baño para ingresar a la alberca.

Eduardo se arrancó las prendas de ropa que usaba en ese lugar, a pesar que estuviera en una escuela súper privada para ellos tres, tenía que estar bien vestido para sus profesores. Así que puso sus prendas principales en la mesa que servía para que le pusieran el pañal, quedándose en calzones.

Valeria le despojó esa prenda, haciendo disfrutar a Eduardo de lo fresco en su piel.

─No me pongas crema ni talco, es que me haré pipí y popó en este momento, tengo ganas─. Dijo Eduardo.

Valeria le sonrió, así que para no hacer resistir mucho al chiquillo abrió rápido el pañal y se lo puso.

Eduardo se fue caminando hacia una parte solitaria del lugar, sintiendo el pasto abundante en todos los caminos. Cuando el niño estuvo listo para sacarlo todo, se puso en posición de cuclillas, y ahí pujó lentamente. Sintiendo su popó apretujarse en sus pompas, vio a su hermana que salía del vestidor, luciendo un bonito traje de baño estilo leotardo, color rosa, en la zona de su vagina tenía unas letras que decían LOVE y en sus pompas otras letras que decían AND LOVE.

Eduardo sonrió por su hermana, así que terminó de hacerse en el pañal para entrar con ella al agua.

 

Cuando Eduardo estuvo a listo para ser cambiado en la mesa, se fue caminando, sintiendo la gran masa sucia en sus pompas, la que se le veía como si llevara una bola de beisbol.

Valeria le abrió las cintas del pañal, revelando a la suciedad en las pompas y entrepiernas de ese niño, quien estaba destinado a ser completamente como su hermano mayor: alguien quien necesitaría de los pañales todo el tiempo.

Justo ahí fueron ingresando varios alumnos del Instituto Benforth, con unas mochilas, unos iban con sus padres y otros no. Los que llevaban a sus padres dilataron un poco para escuchar sus recomendaciones de que se portaran bien. Los que iban solos y ya conocían por haber ido antes, se fueron corriendo hacia donde estaba la alberca, les gustaba mucho esa niña del leotardo rosa, se la querían comer a besos, o si no, se fueron hacia los otros sitios.

Eduardo sentía mucha pena por tener que mantenerse con las piernas levantadas, mostrando todo lo sucio que le limpiaban, pero en el fondo le encantaba.

 

René vio que llegaron los usuarios de su instalación privada. Para pasar el rato con su hermana, se fue a sentar a la orilla de la alberca para remojar los pies.

Poco después llegó Eduardo, sin usar pañal, solamente se había quedado con un calzón blanco normal de niño para ingresar al agua, ya que no había empacado un bañador de bikini.

Los niños que les conocían saludaron a los tres hermanos, sin que les importara que el joven estuviera usando un pañal a plena vista. Solo por ver eso, a los niños les dio ganas de usar uno, así que se fueron a ponerlo. Casi la mitad de los recién llegados quisieron ingresar a la alberca, así que se desvistieron ahí mismo, quedándose en calzoncillos y se echaron un clavado, iniciando conversación con Jimena.

Cuando los niños estuvieron con sus pañales puestos y dentro del agua, sentían los recuerdos de su escuela, con la huelga, haciéndose en las clases o en el receso. René se admiraba de todos ellos, triunfaron con algo que cuando él estuvo ahí, ni en sus sueños se los pusieron.

Poco después llegó Jordi, quien también se puso un pañal. Ahí René se ofreció a ponérselo. Para sorpresa en ese día, René vio que Jordi estaba afeitado en la piel de su pene, todo estaba disponible como para pasar la mano y sentirle lo suave de su ser.

 

 

Diego y Cas habían estado hablando en privado por todo ese mismo día. Se había hecho de noche, no habían ido a la estancia por ellos pero se mantuvieron en comunicación por algunas pocas horas.

Cas ya estaba completamente decidida a levantar el castigo a su joven. Todo lo que le había hecho se había vuelto como un pozo sin fondo, las nuevas decisiones bien se adaptaban a él, sus hermanos tomaban parte, ya casi nada de nada tenía sentido aplicarlo con seriedad así como en el principio hacía ya tiempo. Todo lo que viniera a René con lo de los pañales no tendría fin.

Por lo que en ese mismo día, al recogerlos, sería ella quien propondría el final de todo. Y se fueron al lugar…

 

Al llegar, ya era de noche.


Cas vio que sus tres hijos estaban en la alberca. Bien René se había metido también en calzones, igual Jordi. Ahí mismo, diego les llamó a Eduardo, Jimena y Jordi para que su esposa hablara en privado con el causante de todo.

René se puso pálido del rostro, con ver a sus hermanos y amigo salir del agua, escurriendo y aflojándose los calzones del cuerpo, sabía que algo nuevo le iban a hacer, quizás su madre le diría que estaría en pañales para siempre. Algo que podría ser seguro.

Cas se sentó en la alberca, iniciando a hablar en voz baja con su joven:

─Hijo, te quería comentar que te retiraré el castigo que te puse. Todo esto de los pañales ya no tiene sentido seguirlo, al menos para mí, es decir, mírate, creo que ya llegamos a ese punto que fijé, en el que estarías feliz con ellos, por lo que ya no es necesario que yo siga con esto, que te cambie, te los ponga, etc… ─.

René de un momento a otro dejó de estar feliz y tranquilo, por un lado se sintió bien, pero no quería dejar los pañales, a pesar que éstos le limitaran la vida, le estaba doliendo la idea de dejarlos, ya se había hecho placentero usarlos y vivir a secretos del resto del mundo.

─Mmmm, pues no sé, es que ya me estaba acostumbrando bastante. Y entonces, ¿dejaré de usarlos por completo?─. Preguntó René, viendo al suelo, sin saber si ponerse feliz o no.

─Eso lo decidirás tú, por ejemplo, si quieres dejarlos, pues entonces lo hacemos, te devolvemos todo lo despojado y también tu vida, ya no te harás en los pañales, solo irás al baño normal, Valeria se irá, solo mantendremos este lugar de pie, porque le invertimos dinero. Solo que si quisieras seguir usándolos, te los cambiarías y pondrías tú, tal vez te los siga poniendo yo pero serán momentos raros, porque se te devolverá la intimidad─. Respondió Cas.

A René le dolió la idea de que Valeria se fuera de las vidas de sus hermanos y él. Le dolió la idea de tener que ir al baño por sí solo, ya que se había acostumbrado tanto a hacerse en el pañal con solo liberar la pipí y la popó sin detenerlo mucho, podría ser peor resistir las ganas sin tener una protección bajo la ropa.

─No voy a presionarte. Si quieres tómate tu tiempo, en los siguientes días nos dices. Ah y con la escuela, seguiremos viniendo aquí, a no ser que quieras reincorporarte con tu secundaria normal, haremos lo posible por que vuelvas con tus compañeros, eso si tú lo quieres, pero de ahí vendremos siempre aquí. Bien, creo que es todo. Cualquier cosa que quieras con los pañales, le dices a Valeria. Por lo tanto, tu padre y yo estamos fuera de esto y tú estás libre. También le diré a Eduardo ahora mismo─. Dijo Cas. Antes de irse caminando, le dio un beso en la mejilla a su joven, así como lo hacía en los finales de cambios de pañales.

René se quedó pensando, indeciso. Por un lado sentía bien que tuviera de nuevo esos momentos para ir al baño sin que nadie tuviera que hacerse cargo de limpiarle, por otro, amaba tanto los pañales como para ponerse a llorar como un niño pequeño.

La noticia le impactó tanto que cuando tuvo que salirse, lo hizo sin tanta alegría. Sus padres ya no estuvieron ahí cuando se puso su ropa. Desde ese momento todo estaba siendo tan normal para él que ya ni sabía si era en serio.

Al estar en casa, Eduardo ya sabía de la decisión de sus padres, pero a él le había valido un cacahuate, seguía usando pañal bajo su ropa. En ese momento usaba el pantalón de su pijama, más noche se cambiaría bien.

Diego y Cas hicieron la cena, llamaron a sus tres hijos. Comieron viendo un programa de comedia en la televisión. Los cuatro se reían y René lo hacía solo un poco. Ahora hasta sentía raro que no le hallasen puesto un pañal para cenar para que luego se fuera a dormir.

Rene no podía creer el nivel de las cosas, el desenlace de eso que le ocurrió, justo cuando su amigo Jordi se había unido a todo, ahora tendría que decirle que se cancelaría el nuevo estilo de vida cuando se reunieran.

Al final de ese día, Cas se durmió con su esposo de forma normal. Eduardo se mantuvo con el pañal puesto, el que lo orinó solo un poco, aún le resistía la mayoría de la noche.

A René le quedaban pocos pañales desde que había iniciado todo, pero por el hecho que sus padres no le fueron a poner un último como antes, le hizo acostarse sin las ganas de dormir ni de ponerse uno él mismo.

De tanto pensar si fue bueno no el final del castigo, sin saber ni del tiempo, se durmió.

 

Al día siguiente, Cas hizo el desayuno en la cocina y les habló a sus tres hijos, sin ingresar mucho, de la misma forma que sin saber lo de los pañales. Solo les dijo que se apresuraran a vestirse con la ropa.

Jimena salió y se fue al baño para darse una ducha, lavar bien su cuerpo con mucho jabón, frotándose su pronto juvenil cuerpo con las burbujas como si fuera la lámpara de Aladino.

René se levantó de la cama, sentía raro no tener nada entre las piernas para hacerse popó como todas las mañanas. Sentía raro tener que ir al baño, pero tenía que hacerlo, su madre ya no le pondría nada ni le cambiaría. Pensó en usar un pañal de los veinte que quedaban en su cuarto, pero le daba flojera ponérselo y hacer el proceso. Mejor se fue a esperar a que saliera su hermana.

Eduardo se deshizo del pañal y se subió su calzón, el que tenía impregnado los olores de pipí y talco. Se vistió con su ropa.

En la escuela, en su estancia privada, para René era aburrido tener que pedir permiso e irse a los baños. Sentía raro disparar sus chorros de pipí hacia el retrete o a los mingitorios en las cinco veces que se levantó en esas pocas horas, definitivamente se había acostumbrado a hacerse en los pañales.

Nada le impedía ponerse uno de los varios que habían todavía allí para él, pero le daba sentido usarlos cuando sus padres se los ponían o sino con Valeria, pero desde ahora ya no sería así.

 

Al salir, los tres se fueron a la piscina para pasar un rato, a pesar que les habían dejado varias tareas.

Jimena se puso su traje de baño, el mismo de siempre, lista para lucir su bonito cuerpo para los chiquillos que la amaban. Al ver a su hermano sentarse en una silla de las que servían para tomar el sol, caminó hacia el y le dijo:

─Rana, ¿Por qué no te pones tú mismo el pañal? Verás que con eso se te va a quitar el desánimo. Creo que porque mamá te haya dicho eso no quiere decir que sea el fin del mundo, solo que ya no se van a involucrar como lo hacían cuando te cambiaban─.

René valoró el consejo de su hermanita, suspirando. Luego le dijo:

─No sé, me gustaba cuando me los ponía ella, o Valeria─. Dijo el joven.

─Va a ser igual, y por si te hace sentir bien, me gusta verte con pañales, te ves más hermoso. Mejor aún, si vuelves a usarlos, yo me ofrezco a ayudar cuando tengas que cambiarte, pero seré muy torpe con las limpiezas, me vas a tener que dar mucha paciencia─. Dijo Jimena, sintiendo que era lo suficiente para hacerlo sentir de maravilla. Y se fue al agua a echarse un clavado.

René se quedó pensando.

Jimena tenía razón, tenía que comprender que sus padres no seguirían con lo que fue el castigo, por lo que si quería seguir usando pañales, tendría que ponérselos él mismo.

Le dio más vueltas al asunto en su mente, viendo que Eduardo disfrutaba de la tarde jugando con su pelota, sin nada de ropa que le cubriera el pañal que él usaba.

Poco a poco fueron llegando los que hacían uso de la estancia, los alumnos del Instituto Benforth, casi la mitad de la escuela llegaba a diario para disfrutar del espacio, sin importar que usaran pañales o no. Se había vuelto como un parque de diversiones.

Casi a las 5 de la tarde, René estaba rodeado de niños de todos los tamaños que estaban usando pañales, solo él era el único que no tenía uno puesto hasta esas horas.

De tanto ver y sentirse lleno de envidias, esas fuerzas le motivaron para irse por uno a los cajones. Con solo caminar al lugar, su cuerpo le decía que los necesitaba, sin sus padres en el proceso, podría seguirlos amando con todas las ganas y provocarse placer a solas, lo que ya tenía tiempo que no se hacía.

Se puso el pañal en uno de los espacios dentro de los baños, ya que no quería que los chiquillos de toda su vieja escuela primaria le vieran su pene erecto por las ganas del roce en esa piel. Como ya tendría privacidad, en casa se daría una rica masturbación en su cama o en el baño. Todo ese pensamiento de un chico joven, le devolvió el sentido y las ganas para realmente hacerlo. Así que con el pañal puesto, se fue con sus hermanos a la alberca donde platicaban con los demás de todo tipo de cosas, historias de terror, sus recuerdos pañaludos.

 

Con el tiempo, René y Jordi disfrutaban los pañales en casa cuando se quedaban hasta tarde viendo películas en el cuarto. Salían a todas partes con los pañales puestos, al cine, a comer hamburguesas, a conducir bicicleta. Se hacían en ellos por las calles y al llegar a casa, los cambiaba Valeria, a quien por suerte no habían despedido, era una joya como para perderla.

─¿A usted también le gusta mucho esto, verdad?─. Preguntó Jordi a Valeria en uno de esos días en los que ella les estaba terminando de cambiar el pañal cargado de popó en el cuarto de René.

Valeria se rio un poco, luego les mostró lo que usaba bajo sus bermudas, era una protección muy delgada, que casi ni se apreciaba, una capa mínima de algodón, pero era lo que era.

─Claro, siempre me ha gustado lo sucio. Ustedes no se preocupen─. Respondió Valeria, tomando su camino para ir a cambiar a Eduardo y dejarlo listo para dormir.

René se acostó para dormir. Feliz de tener a alguien que le pusiera los pañales. También había aprendido a ponérselos a solas, era necesario lo quisiera o no.

Lo que fuera que llegara a sus vidas, René y sus dos hermanos estaban listos para dejar salir todo en los pañales. Sí, Jimena se había unido por fin, a la chiquilla que poco a poco maduraba físicamente le agradaba tanto que algo le generara un gran calor entre sus piernas, con lo que pudiera jugar con sus dedos exploradores.

 

Ahora sí, René era un joven libre, con pañales bajo su ropa a cualquier edad de su vida.


Y nunca más los dejó.

Los azotes de Bennett 5

Bennett, ¿por qué sigues jugando X-Box? Te dije que abandonaras el juego hace 30 minutos.  Le dije a Bennett. Estoy furioso. Le dije a Benne...