domingo, 24 de enero de 2021

El castigo de René 8.2







Antes que Casandra llegara con su joven hijo que usaba pañales por castigo según ella, le dio a su reemplazo todo un tour por su casa, le indicó donde guardaban las cosas más útiles para el joven precioso.

René se había quedado despierto desde que el sueño se le fue. El pañal se lo había retirado porque se le hizo incómodo tenerlo puesto, le pesaba y derramaba un poco. Así que se levantó y se lo retiró el mismo. Como su madre se dilató se limpió con papel higiénico sus pompas y su pene, manteniéndose en el pantalón de pijama y su calzón.

Mientras el joven René estaba en su cama, vio que la puerta de su cuarto se abrió. Allí vio entrar a su madre, en compañía de su amiga.

El chico se impresionó por el hecho que estaba una persona distinta a todos sus conocidos en el área de su casa donde no tendría que llegar nadie, ni siquiera Jordi había tenido el privilegio de entrar. Por lo que la sorpresa se le fue cuando Cas le indicó que la señora Valeria sería su reemplazo para cuando tuviera que irse.

─¡Pero qué joven tan hermoso!─. Dijo Valeria. Ella se acercó y le acarició la mejilla a René.
─Pero creí que me atenderías tú… mami─. Dijo René.
─Si Renito, pero recuerda que tengo que estar en la empresa y se me está complicando estar en dos lados al mismo tiempo. Esto seguirá pero será Valeria quien me sustituirá esas horas─. Afirmó Cas.
─No te preocupes, nene, vamos a estar bien, yo te cuidaré en todo─. Dijo Valeria.
─Bien, supongo que tienen mucho para hablar, así que me retiro, voy a continuar con mis pendientes. Valeria cuando terminen de hablar, ponle su pañal porque ya no lo tiene y lo llevas a comer─. Dijo Cas. Retirándose.
René sabía que todo eso era un martirio total. Veía a Valeria y sentía un poco de vergüenza, no quería que le pusiera el pañal ni nada de lo que su madre hacía con él con mucha precisión.
Así que los dos se pusieron a platicar en ese rato. René respondía con naturalidad las preguntas de Valeria solo para no quedarle mal a la señora, quien era bonita, atenta al igual que Casandra.
René escuchaba que su madre se preparaba para irse, y sabía que cuando se fuera, quedaría en posesión de una hermosa desconocida, con ver los ojos de Valeria no sabía si salirse corriendo o quedarse bajo su cuidado.



Media hora después…



Casandra estuvo lista para irse. Ella llegó al cuarto de su joven hijo y vio que los dos estaban conversando bien, aunque René solamente escuchaba en silencio, con una mirada perdida y llena de dudas.
─Ya me voy, si se porta bien dale premios, si se porta mal, humíllalo como hacías con todos en los viejos tiempos. O sino, déjalo en puro pañal y traeré a Jordi en la tarde. Nos vemos─. Dijo ella. Se despidió de su amiga Valeria y de su joven hijo con un beso en su frente. René se sentía avergonzado, recibir esos mimos delante de una hermosa mujer madura era algo raro.

Cuando por fin se fue, Valeria dijo con una gran alegría:

─¿Qué te parece si en lugar de ponernos rudos y malos, conversamos todo el día? Quiero que para este encuentro nos tengamos confianza, no quiero que me odies, ni yo tratarte mal. Quiero que para cuando me toque ponerte tu pañalito me tengas toda la confianza del mundo─.
René sonrió, se sintió en confianza con escuchar esas palabras. Era bueno conversar con alguien primerizo en su vida, con una persona a quien le mostraría sus secretos más soberbios cuando llegara ese momento de ponerle su pañal.
─Está bien─. Respondió René.
─Bien. Entonces… vayamos a la cocina y te haré algo para que comas, pues no has comido, nos pasamos la mañana entera platicando y no te venimos a ver─. Comentó Valeria.
─Bien, vamos, porque sí tengo hambre─. Repuso el joven.
René se puso de pie y se fue al lado de Valeria, quien le superaba en estatura.


En la cocina, René se sentó y puso la televisión. Se mantuvo viendo las caricaturas, y escuchaba que la señora Valeria le estaba preparando unos ricos huevos con salchichas, igual con tocino y muchos panes. Escuchó la licuadora sonar con un rico batido de plátano.
René pensó claramente que la presencia de Valeria sería más que agradable en su vida.
Valeria llegó con todos los alimentos del joven a la mesa. Estaba encantada por atenderle con esos cuidados. Llevó toda una charola, donde iba su guiso y su bebida. Se sentía ansiosa de atender al joven Renito con sus cuidados indicados, por lo que para mantenerlo siempre saludable, había vertido una dosis de laxante en el licuado, una fórmula insípida que se usaba en los hospitales donde había trabajado como enfermera y cuidadora de adultos y niños.
─Me caes bien─. Afirmó René a Valeria, diciéndoselo con una alegría tan infantil. Eso era algo que no perdía a pesar de tener una edad joven.

Valeria le dio una caricia en sus mejillas y se sentó con él, para verle comer y seguir conversando…

René se comió todo el preparado en treinta y seis minutos…

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