lunes, 1 de febrero de 2021

El gusto de Nicole por llevar pañales 5

Nicole sabía que sus pañales se habían acabado, y ya era tiempo de ir a comprar más. Solo que le faltaba una cosa, reunir mucho dinero para ya no llevar dos, sino todos los que pudiera. La desesperación que le daba por tenerlos se le hacía fuerte por distintas horas del día en que aprovechaba a ser una niña todavía, pues de igual manera, de algunos raros lugares del mundo, le llegaban pensamientos hacia ciertos chicos de la escuela que antes no miraba pero ahora sí, le era extraño, pero le gustaba pensar en qué cosas invertían su tiempo, “o se ponían pañales como ella a escondidas del mundo”, y eso, le hacía sentir cosquillas en su cuerpo. Por lo que en un momento del día, por la tarde, ya se hacía de noche, y Nicole y una su prima, terminaban de jugar con las muñecas. Acción que a Nicole ya la tenía brutalmente aburrida, pues sus pensamientos fuertes le debilitaban los comportamientos naturales a su edad, solo quería estar sumergida en la seguridad de los pañales. Su desesperación por sus anhelos le hacía estar semi roja de su rostro y con sus mejillas redonditas. Entonces fue que llegaron sus tíos, y se llevaron a su prima. La despedida fue de lo más normal. Al cerrar la puerta escuchando que se iban en el auto, sabiendo que por fortuna estaba sola una vez más, entonces se le llenó el corazón de esperanzas. Todo lo redujo a un “por fin”, y se fue corriendo hacia su cuarto para ver cuánto tenía de dinero. Al estar allí, entonces sacó su alcancía con la forma de una hermosa hada. Le sacó el corcho de madera en la base, poniendo las monedas en la cama para contarlas. Al hacerlo, entonces vio que no le alcanzaba para ni para otro paquete de dos. Para no quedarse sin las ganas, recordó esos lugares estratégicos de su casa donde sobraban monedas al barrer y todo, corriendo a la velocidad de la luz por ellas. Fue a la lavadora, sacó más; bajo los sillones, sí habían. Al final, ya tenía para comprarse otro paquete de dos, como el de la vez anterior. Se montó en su bicicleta y pedaleó lo más rápido posible hasta el supermercado. Estando allí, con la mirada súper veloz, cuidada que no se encontrase algún conocido de cualquier parte por los pasillos. Su corazón le latía a mil, pero ella describía bien que no era por nervios, sino que era algo más que les pasaba a las chicas cuando querían cosas con la vibración de su ser, solo que no recordaba la palabra. En el área de bebés, entonces ubicó los que compró la vez anterior y se llevó uno con dos unidades, y huyó al pago y al retornó a su casa. De nuevo en casa, encerrada con llave, ya no quiso subir hasta su cuarto, por lo que ahí mismo en la sala, dejó su bolso pequeño y el pequeño paquete sellado, comenzando. Se quitó los zapatos de botita rosa, quedándose con sus calcetas moradas. Admitía que bajarse el pantalón era sensual, emocionante, descubriendo que las cosquillas que le hacían vibraciones en todo su cuerpo venían de su pelvis. Puso el pantalón en el sillón, y no tardó en quedarse en su ligero corpiño rosa y en su calzón blanco. Quiso bajarse el calzón así de pie, pero quería verse como niña súper pequeña, entonces se acostó sobre la alfombra, llevando los materiales. Así que ahí si se quitó su calzón blanco, poniéndolo al lado de su cintura. Acostada con sus piernas desnudas, rompió con fuerza el paquete, sacando un pañal rosa. Lo abrió, poniéndolo bajo sus pompas. Lo subió hasta cubrirse su vagina, cerrándolo con las cintas. Esos ruiditos del plástico le hacía sentirse bien, no sabía por qué respiraba fuerte, pero le gustaba. Al ponerse de pie, se acomodó bien el pañal a su pelvis, palpándolo en sus pompas y su entrepierna, sintiéndose la niña más feliz del mundo. Seguido se llevó su ropa en la mano hasta su cuarto. Terminó sus pendientes con el pañal puesto a la vista, caminando de un lugar a otro en su casa. Eso le hizo sentir ganas de hacer pipí, por lo que sentándose en el sillón, separó sus piernas y permitió que todo fluyera. Toda su entrepierna se ponía húmeda de su pipí amarilla que inflaba la tela; le gustaba que se iba empapando todo el pañal hasta llegar a sus pompas. Liberar las ganas de orinar y estar viendo una imagen de la película de Moana de Disney en un calendario le gustaba infinitamente. Y de nuevo sin saber de dónde ni porqué tanto así, Nicole sintió que toda su piel se empezaba a poner erizada, como si con una pluma le rozaran las piernas y su ombligo. Sentirse así le hacía dar brinquitos en el sillón, provocando que el pañal en su cruce por sus entrepiernas se le pegara y despegara, aumentando esas cosquillas por su cuerpo. Así que descubrió que ahí estaba de nuevo esa sensación, y al exhalar aire caliente, entonces supo que ya podía tocar otra vez como siempre. Viendo las figuritas del pañal en la parte frontal, introdujo sus primeros tres dedos de la mano derecha, dándose una caricia en su vagina resbalosa por su pipí; cerró los ojos pues las cosquillas aumentaron. Se frotó varias veces con la mano resbalosa, como a una lámpara maravillosa, a la que el genio ya hubiese salido a su labor. Como el pañal hacía sus ruidos por el plástico, Nicole quiso entonces volver a frotarse hasta lo más lejos, y su dedo medio, lo introdujo lentamente con facilidad, pues todo estaba húmedo y calientito. ─¡¡Mmmm!!─. Fue su gemido que no quiso ocultar. Eso le hizo sentir que sus pequeños pechos que ya iban en camino a ser grandes, se ponían duros, tomando un poquito de forma. Así que puso su dedo medio tenso, metiéndolo como si quisiese alcanzar algo en su pelvis, ¡¡Y más calambres como chispas le llegaron al cerebro!! Obligándola a cerrar sus ojos, exhalando de pasión. Nicole se apoyaba en su mano izquierda casi recostada en el sillón, con la otra se masturbaba con gran intensidad, dando gemidos estruendosos, respirando los olores a pipí que venían del pañal resistente a no romperse. Y todo ese movimiento corporal, hizo que todo el funcionamiento en su cuerpo se activara. Nicole dejó de frotarse con los dedos hasta el fondo, disminuyendo la velocidad, pero eso no bajó el calor y su sudoración. Ella sentía otra sensación, la cual hizo que se emocionara más, y agradecida con su vida, un intenso ¡¡SÍ!! Con la mirada perdida sin saber a dónde ver, se hincó en el sillón, sujetándose fuerte, comenzó a dar pujidos, afirmando que sí lo quería. Quería sentirlo en ese instante, quería sentirse satisfecha, liberarse, desmayarse con eso, quería estar sucia, masturbarse siendo la niña más sucia, y así pujó fuertemente, haciéndose toda la popó en el pañal, un gran volumen que venía por el desayuno bien servido. La gran bola de popó le infló más sus pompas, borrando la línea de sus figuras, sintiendo ese calorcito apretado, el cual no le hizo arrepentirse, le hizo enorgullecerse. El palpitar en su vagina seguía, y para no perderlo, se sentó en el suelo recostada en el sillón, empujando toda la bola de suciedad hacia sus entrepiernas, sintiendo que se deslizaba por toda la figura del pañal amarillo. El olor a popó y pipí le obligaron a querer tocarse, así que metió sus dedos de nuevo, sonriendo en su mente y en su rostro, haciendo volver las cosquillas correr y correr en todo su cuerpo. Nicole se tocaba fuerte con sus dedos, se frotaba, sintiendo un palpitar que le causaba cosquillas y respiraciones agotadoras pero ricas. Era como tener el corazón entre las piernas. Siendo consciente del tiempo, vio el reloj en la pared, sabiendo que ya tenía poco tiempo para aliviarse y darse una ducha, entonces, sin sacarse la mano del pañal totalmente sucio, continuando con su frote en esa mezcla mal oliente, se fue hacia el baño, llevando una bolsa plástica. Pero antes, quiso terminar con el último orgasmo intenso. La chiquilla de doce años se recostó en el suelo y la pared de la regadera. Nicole se frotó como nunca, resistiendo las ganas de gemir, y evitando que se escapara la corriente de cosquillas. Aguantó así por seis segundos, frotando a mil por ciento con la mano a su vagina sucia, y luego explotó recostándose en el suelo, con un gran: ─¡¡Aaaaaa… Mmmmm!!─. Su vagina llena de popó palpitaba y palpitaba como un corazón, ella sentía fuertísimas cosquillas hasta la punta de sus cabellos que no le dejaban abrir los ojos. Después de eso, se sacó la mano llena de suciedad. Nicole se llevó siete minutos para recuperar la tranquilidad, ese fuerte orgasmo le hizo recobrar la consciencia sin remordimiento. Le había más que gustado. Lentamente se abrió el pañal, bajándolo, viendo que no había parte del algodón sin estar sucio. Al fin terminó de respirar como si hubiese corrido un maratón completo. Se levantó. Hizo bolita el pañal y se quitó las calcetas y el corpiño. Éstos los echó a la bolsa con que desecharía el pañal, pues ya los había batido mucho de su popó con tocarlos. Nicole se lavó toda su intimidad con mucha agua y jabón, en lo que duró más de media hora al completar su cuerpo. Al final, se vistió con otro calzón de florecitas y su corpiño rosa para terminar de agilizarse dentro de su casa, tirando el pañal cubierto de bolsas plásticas hasta el fondo de la bolsa de la basura.

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...