Problemas en casa.
Hace unos días mi hijo, Juan Pablo, me pregunto si podía invitar a sus amigos a dormir en nuestra casa el viernes antes de vacaciones de semana santa, yo recomiendo mucho a los padres organizar las pijamadas en casa, porque así puedes asegurar de los muchachos con los que tu hijo se relaciona y mantenerlo seguro. Para mi suerte todos los chicos que invito eran chicos muy decentes, educados y con padres preocupados por su seguridad.
La mayoría de los padres hablaron conmigo antes del viernes para conocerme y asegurarse si había una emergencia, donde comunicarse y en general saber que hace su hijo. El primer problema fue cuando el mejor amigo de Juan, no podía venir a su fiesta por que sus papas, saldrían el fin de semana y llegarían hasta el domingo a medio día. Mi hijo es muy apegado a este muchacho Tony, y de hecho sus padres y yo nos llevábamos muy bien, así que hable con su padre, que también se llama Tony, y le dije que su hijo se podía quedar el tiempo que quisiera, y que no habría problema si pasa otro día con nosotros.
El señor Tony acepto encantado al parecer la idea era dejar a Tony con sus abuelos, y pondría contento al muchacho pasar el fin de semana con mi hijo en casa, que con sus abuelos.
En fin un día antes de la fiesta me fui al supermercado y compre botanas para alimentar a un ejército y también comida saludable para contrarrestar tanta porquería que comerían seguramente, algunas botellas de té helado, refresco y ya todo estaba listo.
Al otro día al finalizar la escuela fui por los muchachos, fue raro regresar con la camioneta inmersa en gritos y forcejeos, cuando generalmente regreso con mi relativamente tranquilo hijo.
Al llegar los muchachos dejaron una montaña de mochilas en la sala y se fueron al patio a comenzar su fiesta, entre chicos y en una casa donde muy rara vez se encuentran mujeres, los chicos se sienten muy confiados, se desnudaron en el patio y se pusieron sus trajes de baño, se metieron a la alberca, mientras yo recogía toda su ropa para evitar que se moje con el agua que brinca de sus chapuzones y clavados.
Y así es la vida de un padre soltero con un hijo de 13 años, doblando 6 pantalones, 6 camisas y 6 calzoncillos.
En fin los muchachos se pasaron muchas horas en la alberca, hasta que la comida estuvo lista. Como ya habían consumido muchísima comida chatarra les prepare para la comida relativamente saludable, pechuga de pollo, arroz y ensalada. Desde un principio para evitar problemas les dije a los niños que “el que no se comiera la ensalada lo pondría sobre mis rodillas y le daría una buena paliza”.
No era cierto, pero si quería que comieran algo sano y por suerte todos se comieron su ensalada casi tragándola como cocodrilos. Pero finalmente estaba en sus estómagos.
Lo más difícil fue mantenerlos fuera de la alberca la hora que se tiene que reposar la comida. Puse un timer en la mesa de jardín, y espere sentado a un costado, para estar seguro de que no se rompieran mis reglas. Los niños entraron a la casa y jugaron sus juegos de video por un momento, pero no había suficientes controles para todos, así que pronto se aburrieron de eso y salieron nuevamente al patio. Entonces sacaron sus teléfonos celulares y checaron su correo y facebook con el wifi de la casa. Impresionante como viven los chicos de hoy, pero los mantuve lejos de la alberca el tiempo suficiente.
Solo el timer, y antes de que dijera nada, tenía a los 6 revoloteando como gallinas dentro de la alberca, me aleje para evitar ser bañado antes de tiempo y entre a la casa, me fui a mi estudio donde podía mover mi silla y echarle un ojo a los muchachos y me puse a trabajar un momento.
Unos 40 minutos después los gritos de los muchachos me alertaron, baje las escaleras corriendo tan rápido como pude, arriesgando la vida de paso, hasta llegar al jardín, al parecer uno de los muchachos tenía un calambre en una pierna, y se había asustado.
Saque al muchacho de la alberca, un joven muy pálido con sus mejillas rosadas, con cabello castaño claro, con un traje de baño rojo que apretaba su pequeño cuerpo. Al sacarlo pude notar que el muchacho tenía un calambre en la pierna, así que lo puse en el pasto con la pierna estirada, y le jale los dedos en dirección a su cuerpo. La emergencia no había estado en peligro, pero si se asusto por un momento.
Antes de que me diera cuenta, el muchacho estaba en perfectas condiciones, me miro con sus grandes ojos, una sonrisa, y regreso a la alberca de un salto.
Paso un tiempo hasta que los muchachos se cansaron de jugar pelota y corretear en el jardín, ahora estaba en la parte baja de la alberca platicando. La tarde estaba sobre nosotros, y el sol comenzaba a bajar.
Los muchachos querían acampar en el jardín, yo no estaba muy seguro de esto, porque aun en una casa de campaña podían ser un plato atractivo para los mosquitos. Pero de todos modos les deje al decisión a ellos, por si acaso prepare la sala por si lo llovía los chicos pudieran entrar a la casa.
Llegada la tarde les dije que si querían acampar, debían montar su campamento antes de que anocheciera. Salí de la casa por unos minutos, para ir a una tienda cercana, donde un muchacho deja una pila de leña, donde cualquiera puede tomar la que necesite, y dejarle dinero en una alcancía a un costado de la pila.
Regrese apresurado a la casa, preparado para encontrar un campamento armado y listo para la noche, en cambio los muchachos aun estaban a mirad del proceso, pero finalmente armaron la tienda exitosamente mientras yo prendía la fogata.
Saque bombones, salchichas, leche y galletas para que los chicos cenaran, y luego entre a la casa para tomar mi café.
Se metieron a la casa de campaña y prendieron una linterna, y como es costumbre comenzaron a contar cuentos de terror y a platicar. así que pensé que los muchachos podrían pasar el resto de la noche solos.
Me fui a mi habitación y prendí la televisión y mire las noticias, hasta estar casi dormido.
Esta vez me despertó la puerta trasera, cerrándose con fuerza. Me asome por la ventana y me encontré con una terrible imagen, la casa parecía estarse quemando, el humo salía de ella, y los muchachos estaban fuera de ella tratando de apagarla con el agua de la alberca.
Nuevamente baje tan rápido como pude, tome el extintor de la cocina, y Salí de toda prisa al jardín. Ahora la casa de campaña estaba en llamas, y el olor a plástico quemado y el humo eran muy espesos.
Apague el fuego, y me asegure de que estuviera totalmente extinguido, luego me di la vuelta, y revise a cada uno de los niños, todos estaban manchados de hollín y con cara de asustados, pero ninguno se había lastimado o quemado.
Una vez que me asegure de que todos estaban bien, la preocupación se torno en furia. Debí sacar una correa del taller, y dejar esa docena de nalgas tan rojas como pudiera, pero me tranquilice y exigí una explicación del incendio.
Mi hijo y su amigo Tony comenzaron a tratar de elaborar una buena explicación, pero era obvio que trataban de mentirme, así que revise la casa de campaña y encontré lo que parecía ser una colilla de cigarrillo, junto con algunas cobijas y almohadas, luego le revise a mi hijo y a su amigo los bolsillos y encontré dos cigarros mas, además de un paquete de cerillos de la cocina.
De inmediato mande a los niños al interior de la casa, y les prometí que esto no se quedaría así.
En mi país tenemos un dicho, “todos coludos o todos rabones” lo cual significa que en situaciones como esta, todos reciben el mismo trato, aunque solo uno de los niños sea mi hijo.
De todos modos hable con los padres de los niños, y todos acordamos que ellos debían tener el mismo trato, y me dejaron actuar de acuerdo a mi criterio, eso quiere decir que esta noche los 6 niños se irán a la cama, con un incendio en sus traseros similar al que ocasionaron en el jardín.
Pero antes debía darles un discurso de por qué no debieron hacer lo que hicieron, los cigarrillos son malos para la salud, y mucho peor en pulmones jóvenes, además de que tomaron algo que no era de su propiedad. Deje de lado la destrucción de la casa de campaña, porque eso fue parte de un accidente de eventos que ya habrían de pagar.
Así que los deje por un momento para que pudieran pensar en su castigo.
Regrese unos minutos después, y les dije las opciones que tenían, 40 nalgadas y 15 golpes con la correa sobre su pijama, o 25 nalgadas y 10 golpeas con la correa desnudos, o 18 golpeas con la correa sobre su trasero desnudo.
Los chicos lo pensaron por largo rato, hasta que se decidieron por la segunda opción.
Y así fue, mi hijo sería el primero, se paro frente a mí, le retire la parte de baja de su pijama, dejando a la vista de los presentes las perfectas, redondas nalgas de mi hijo, que ya habían pasado algunas veces por este mismo trato, pero siempre es un gusto repartir algo de disciplina a ese par.
Subí su playera y lo puse sobre mis rodillas, y comencé mi ataque, el se aferro a mi pierna izquierda mientras mi mano subía y bajaba sobre sus nalgas, dejando una estela de dolor en su cuerpo, conté las 25 nalgadas. Al final mi hijo tenía los ojos llorosos, y la cara roja, pero nada comparado con el color que tenía su trasero.
Lo levante y seguí con el siguiente, su mejor amigo Tony, este niño ya había estado sobre mis rodillas recibiendo un castigo de mi parte, cuando él y mi hijo se habían metido en problemas cuando lo invito a dormir unos meses atrás.
Así que el muchacho ya sabía lo que le esperaba, se quito el pantalón de su pijama y se puso sobre mis rodillas, al igual que mi hijo se aferro con fuerza de mi pierna, y apretó los dientes y las nalgas durante todo mi ataque.
De igual manera las 25 nalgadas, hicieron estragos sobre su cuerpo, aunque su piel era un poco más obscura que la de mi hijo, de todos modos, se podía observar el furioso color que había dejado mi mano sobre su cuerpo.
Y así seguí con los demás muchachos, hasta llegar al pálido muchacho que le había dado un calambre durante la tarde se llamaba Julio.
Todos los muchachos estaban adoloridos y lastimados, sin embargo este joven parecía estar muerto de miedo. Cuando se bajo el pantalón no pudo evitar que le temblaran las piernas, y con justa razón cuando se tiro en mis rodillas pude notar furiosas líneas rojas sobre su trasero. A este niño le habían dado una sebera paliza unos días antes, y el daño aun estaba sobre su cuerpo.
Me preguntaba que podía haber hecho el niño para merecer un castigo tan pesado. Te todos modos le di el mismo número de nalgadas, claro que ninguna se acercaba a lo que habían padecido los demás chicos.
De todos modos, su pálido trasero se torno rojo, y algunas líneas de su castigo anterior retomaron un color purpura. Antes de poner al chico sobre sus pies, le baje la playera para que los demás no pudiera ver su trasero.
Pensé detenidamente en parar el casito en ese momento, pero me decidí de seguir con él, y hacer algo más con Julio, ya que no podía infringir mas castigo sobre él.
Después de un pequeño descanso, fui atreves del jardín hasta mi taller, y regrese con una correa que ha probado la joven piel en múltiples ocasiones, y que esta vez tendría un largo trabajo.
Los muchachos estaban un poco asustados, pero este paso sería rápido, después un baño y finalmente podrían ir a dormir en la sala.
Rápidamente puse a mi hijo sobre el respaldo de uno de los sillones y le aseste rápidamente los 12 golpes, no le di tiempo de absorber cada golpe, simplemente los deje caer sobre su cuerpo, dejando marcas en su camino y seguramente mucho dolor, pero nada que no se tuviera merecido, a los 8 golpes, me pidió que parara, pero siguió en su posición.
Cuando termine con su castigo lloraba sobre el sillón pero cuando menos había terminado para él, rápidamente Tony se levanto y se puso en posición, este muchacho tomo su castigo mucho mejor que mi hijo, mantuvo su posición y apretó las nalgas en todo momento, al terminar el castigo también lloraba, pero me lo había facilitado el trabajo en gran medida.
Los otros 3 chicos, lloraron y patalearon, uno de ellos se movió y no pudo evitar cubrirse el trasero y brincar adolorido, pero lo regrese a su lugar y termine el castigo. Ese último chico se gano un par más por moverse, y lloro como un bebe al terminar. Ahora el problema era Julio. Su cuerpo estaba muy lastimado y seria inhumano castigarlo aun mas.
Pero les hubiera parecido injusto a los demás niños, así que lo puse en posición, y lo golpee la con suavidad, pero aun así el dolor era muy real. Le di solo 10 azotes, aun así su delicada piel se marco tanto como la de los demás, y finalmente termino lo pesado de la noche.
Les di unos momentos para tranquilizarse mientras les preparaba el baño, preparaba la tina cuando mi hijo entro al baño aun con lágrimas en sus ojos y me rodeo con sus brazos, apretó su rostro contra mi pecho y se disculpo entre sollozos por haber tomado mis cigarros y por haber quemado la casa de campaña. Siempre que castigo a mi hijo no dejo de reiterarle lo mucho que lo quiero, y que el castigo solo es para que piense detenidamente en las consecuencias de sus acciones, al final lo abrazo hasta que se tranquiliza, y podemos seguir con nuestras vidas.
Más tarde los 6 niños se dieron un buen baño para quitarse el tizne del fuego de encima, algunos en la tina y los demás en la regadera, los talle a discreción tratando de dejarlos limpios, fue un trabajo agotador, pero finalmente los niños se fueron a dormir relativamente aseados.
Llegue a mi cama y me desplome agotado.
Unas 7 horas después aquellos mini delincuentes ya estaban causando estragos y gritando por su desayuno, sin embargo ninguno parecía siquiera recordar el castigo de anoche por el contrario se movía como velociraptores por la casa, causando estragos.
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