lunes, 1 de febrero de 2021

El gusto de Nicole por llevar pañales 8

Años después…
 Y así como Nicole se acaba los pocos pañales que compraba en un momento pleno que para ella eran segundos, así se le fueron los años. De los doce años, pasó a tener veinticinco años, en los que se convirtió en toda una hermosa joven mujer. Había finalizado sus estudios en mercadotecnia, al igual que conseguido un buen trabajo en una empresa lejos de su ciudad, la que le contrató; por ese motivo, la hermosa Nicole se tuvo que mudar y dejar a sus padres, quienes se pusieron alegres porque su hija estaba tomando caminos de vida propios y porque los dejaba, pero ya tenía las decisiones propias y Nicole estaba decidida a irse, no solo por su trabajo, sino porque quería retomar un viejo y abandonado gusto. Pasó que un día, Nicole se tuvo que ver vista en la decisión de decirle adiós a los pañales porque su madre encontró sus posesiones en su cuarto. La mujer que cuidaba a su hijita le preguntó mucho sobre esos dos pañales en el closet, pero a la chica le costó mucho dar una respuesta coherente, su mente no le dio respuestas para negar y decir cosas banales, por lo que se tuvo que ver forjada a revelar su pasión por los pañales en cierto grado. Ese detalle enfureció a sus dos padres. Los dos adultos le recriminaron a su hija sus infantiles pensamientos y la hicieron parecer una chica tonta. Ese hecho hizo que Nicole pensara mal hacia los pañales, pero en el fondo se le quedaron arraigados. Después, la bella Nicole, creció y creció hasta tener 25 años… En una bonita mañana, Nicole salió de su casa para abordar todo a su propio auto, diciéndole adiós a su cuarto, el que poco a poco con su crecimiento fue dejando su apariencia de una niña hogareña, y tomó uno sencillo, femenino en todos los aspectos y bien cuidado en el orden. El lugar quedó casi vacío pues Nicole prefirió llevarse la mayoría de sus posesiones. Sus padres le dieron un gran abrazo y la vieron irse. Nicole viajó con música en su auto por cuatro horas, hasta que llegó a la ciudad donde estaba la sede de su empresa y su nuevo departamento para ella sola. En tiempos anteriores Nicole ya había ido a remodelar su vivienda, por lo que una rica cama, una sala, y provisionales elementos hogareños le esperaban en su orden. Ella abrió normal, feliz, emocionada por llegar a vivir completamente sola. Le dio un vistazo a todo su lugar, sintiéndose en duda de qué hacer primero, pero por ese día de llegada, la mejor bienvenida, era descansar las horas de manejo. Varios días después…. Nicole ya se había adaptado a su nueva ciudad. Todo en su trabajo fluía bien y como azares del destino, como si este mismo fuese un capricho que la mantenía en su lugar, un día sábado, cuando la bella Nicole se encontraba en un restaurante desayunando, llegó una familia, una pareja con tres niños de siete años. Vio que los padres se sentaron en la mesa de al lado y justo cuando quería ignorarlos, se dio cuenta que la niña del par de hermanos, estaba usando un pañal bajo su mallón color menta, el cual era visible aunque la niña trajese una blusa un poco larga que le cubría sus pompas. Nicole sabía cómo detectar un pañal, era como un sexto sentido, una habilidad tan buena que no muchos podían gozar. Eso le hizo sentirse como aquella vez en su vida como chica joven, cuando se hizo popó encima delante de sus padres, cuando le dieron una cachetada bien fuerte hasta casi hacerla llorar, al igual que sentirse mal por tener gusto por las cosas con mal olor. Eso pasó por sentir una envidia hacia otra pequeña que usaba pañales por razones raras. Nicole siguió comiendo y dejó de ver ese panorama, viendo su alimento como una mujer ofendida. Ella había ordenado un rico desayuno estilo americano, en el que estaban en su plato unos huevos revueltos, plátanos fritos con mucha crema y queso, tortillas, pan y un bulto de frijoles. Había más gente en el restaurante familiar, todos comían y mientras lo hacían, la bella joven Nicole masticaba sus porciones pensando en las sensaciones de los pañales. Eso le gustaba y a la vez no, pues afirmaba que era como volverse loca, era como querer algo en el instante y no poder poseerlo, ser un fantasma y traspasar los objetos que deseaba tocar. Momentos después, Nicole terminó de comer, pagó su cuenta y se fue hacia su auto. Al ir en el camino conduciendo, llegó hasta su calle que la llevaba a casa. El tránsito era lento, pues era una calle destinada al paso público y las personas acostumbraban a usarlo para ir a diversos sitios. Mientras Nicole iba avanzando en la fila, vio que unas personas llevaban a sus bebés tomados de las manos, enseñándoles a caminar, con ver eso, vio el pañal que usaban los bebés, intentó distraerse y pensó en sus pendientes laborales. Otro poco en la fila, Nicole vio que pasó una señora con un chico de unos seis años, pero éste bonito niño tenía unas pompas algo grandes y llevaba la ropa bien elegante. Nicole pensó que usaba pañales, pero luego volvió a distraerse para no profundizar, puso su radio y así avanzó seis minutos más. Luego, a Nicole le tocó el color rojo del semáforo para dar vuelta a su calle, y se detuvo. Mientras aguardaba, pasó una chica que le recordó a sí misma cuando se compraba sus objetos absorbentes a escondidas, pues la niña que caminaba en la acera llevaba a un bebé de unos tres años, que ya caminaba y no usaba pañales, pero la hermana cargaba de la mano derecha un paquete blanco y colorido. A Nicole le gustó la apariencia física de la niña que llevaba a su hermanito caminando de la mano, pues sintió que era ella misma. Pero los pañales en la mano de aquella pequeña nena le hicieron sentirse llena de la misma envidia, en ese instante la chica joven se sintió igual de caliente como antes, movía sus piernas en señal de desesperación y justo en ese momento, antes de cambiar el semáforo, decidió irse al supermercado para comprarse unos suministros para ella misma. ¡Tenía que ponerse en pañales de nuevo! Nicole condujo rápido hasta llegar. Ingresó con pasos rápidos y se dirigió al área de bebés. Echó un paquete de toallitas húmedas, una botella de talco, una crema para rozaduras y se fue al área de pañales para adultos, que estaba más a la vuelta de los bebés. Como ya tenía el dinero suficiente para comprarse los que quisiera, entonces decidió llevar tres paquetes de pañales para adultos. Se fue a pagar y retornó a casa. Nicole apenas abrió y cerró. En su sillón, se desnudó completamente, dejando su pantalón, su blusa, su sostén, dejando ver sus sensuales pechos, bien erizados; por último, bajó su calzón, dejando ver a todo su departamento su cuerpo fino, el de una diosa a punto de ponerse sus amados objetos de placer, sus pompas y su vagina sin ningún bello. Nicole quiso permanecer para toda su vida como una niña grande. Con ese deseo, los pañales serían la cereza del pastel. Nicole se acostó en el sillón, observando los pañales para adultos, detallando que eran iguales a los de bebés, más grandes, sin aromas pero cómodos. La emoción hizo relajarse a su cuerpo, por lo que se comenzó a echar mucho talco en su vagina, frotando lentamente, dándose masajes, haciendo llegar a unas cuantas cosquillas que rápido le recorrieron el cuerpo de diosa. Seguido, levantó sus piernas y puso crema en sus pompas, metiendo bien sus dedos para cubrir su precioso ano. Puso el pañal bajo sus pompas y cerró, cubriéndose su fuente de miel y placer. No dudó en irse a ver a su espejo, admirándose de nuevo, ahí estaba, con pañal, a sus 25 años de edad, usando algo para incontinencia pero a ella le valía, usaría tantos pañales como fuese posible. Bien por ese día, Nicole hizo sus quehaceres en su casa, para cubrirse el pañal y poder salir a comprar unas cosas sin que le vieran, se puso un vestido de mezclilla y unos tenis deportivos, algo ligero para andar caminando esperando bajara el deseo. Poco después, el producto de su cena en el día anterior, una rica torta con carne y verduras, junto con el desayuno hicieron su intento de salir. Nicole entró a su casa para poder gozarlo a gusto, ya era el medio día y había salido a caminar un poco para conocer aún mejor el nuevo barrio. Apenas cerró la puerta, y ante su vivienda se hizo popó en el pañal, dejando salir toda la bola calientita que le hizo oler mal. Ya no tenía pretextos para no hacerlo, no estaban sus padres, no tenía más familiares que llegaran repentinamente a arruinarlo, era una mujer hermosa y libre con su pasión. Cuando terminó de ensuciarse, su pasión ya la tenían caliente en todo sentido. Nicole no necesitaba pensar mucho para decidir hacer algo con la suciedad apretada en sus pompas. Caminó hacia su sillón y se sentó, llevando la carga sucia hacia el frente de su vagina. Emocionada por la vida libre, no dudó en masturbarse para sí misma. Metió su mano derecha con sus largos dedos, sintiendo la masa batida en todo el algodón amarillo del pañal. Tocó su propio clítoris, sintiendo los calambres más intensos por la maravilla de tener una vida a solas. Frotó como una lámpara toda su vagina, metiendo los grumos hasta el fondo, provocándose un rico orgasmo de mujer soltera. Sacó su mano sucia del pañal, observando su suciedad, sonriendo, afirmando ser una niña adulta tan sucia. Y se fue a bañar.

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...