Eduardo y Jimena no podían evitar la mirada hacia el pañal que llevaba su hermano bajo la ropa. El bulto frontal entre sus piernas era bastante evidente. Luego Eduardo dejó salir su risa un poco. Jimena le dijo a su hermano mayor:
─¿Pero por qué hiciste eso? Es raro. Mamá y papá siempre comentaban esas cosas que sospechaban de ti, hasta ahora se ve que tenían razón─.
René no dijo nada, solo estaba observando detenidamente la televisión.
─¿Te hiciste popó en tu pañal?─. Le dijo Eduardo, conservando sus risas.
─¡Mira mejor cállate!─. Le gritó René.
─¡Es cierto, ahorita lo vi que mamá le estaba cambiando como bebé, así acostado con las piernas arriba y tenía todo el trasero sucio…
─¡YA!
En el momento en que Rene quiso levantarse para darle un pequeño golpe a Eduardo, apareció Casandra y les dijo:
─¡Para ustedes dos, no molesten a su hermano así, porqué los pondré en pañales a los dos y estarán como él y así de castigados. Así que cuídense con lo que le hacen o le dicen. Además, quiero que le hablen bien, le mimen mucho, porque ya no tiene edad de joven, ahora es un pequeñito que no sabe nada de la vida─.
Jimena y Eduardo ya no dijeron nada, solo se quedaron en silencio. René se sentía incómodo, quería salirse de su casa corriendo por la puerta pero las personas le podrían divisar el pañal bajo su ropa así de fácil por lo mucho que se le marcaba. A lo que solo se puso de pie para irse a la mesa de afuera, la que tenían al lado de la piscina. Sus hermanos le quedaron viendo de nuevo los grandes bultos.
Allí se quedó afuera, pensando en las locuras que había hecho, arrepintiéndose de haber tratado de robar esos pañales en su misma fábrica. Hasta que dieron las diez de la noche.
Casandra llegó caminando, René no le miraba a los ojos, y cuando su madre se posó ante él, le extendió lo que llevaba en las manos. El joven vio que era un biberón con leche y chocolate, calientita y llena de espuma, que hasta parecía refresco.
─¿Qué es eso?─. Preguntó él, con su tono irritante.
─Mi Renito, es tu leche, tu breve cena para que te duermas tranquilo─. Respondió ella, poniéndosela al chico en una de sus piernas.
─Pero no quiero leche, sabes que me cae pesada y me aguada el estómago. Menos en biberón─. Repuso René, con el mismo estilo.
─Mmmm, pues si no la quieres ahora, será más al rato que tengas algo de antojo por la noche, ya ves que siempre sales a beber algo por la madrugada, por eso te he hecho tu leche─. Le dijo Casandra.
Seguido le tomó la mano a su joven, haciéndole ponerse de pie. Ella le llevó así hasta su cuarto.
Jimena y Eduardo ya se preparaban para dormir. Ellos dos se cambiaban allí mismo en su lugar de descanso. Eduardo se desvestía hasta quedarse en su calzón de un solo color, poniéndose su pijama de tela fresca.
─Oye, ¿y qué se sentirá traer pañal?─. Preguntó Eduardo a su hermana. Jimena también se desvestía a un lado de la litera aunque su hermano le viese, siendo tan sensual a su edad así como su madre, mostrando sus calzones color rosa al igual que cuando tenía una pijamada con sus amigas.
─No sé, dile a mamá que te ponga uno así como a Rana, y así lo comprobarás por ti mismo─. Le dijo Jimena, vistiéndose con su pijama igual a la de su hermanillo, pero color rosa.
Eduardo sonrió por el hecho que Jimena compartía su gusto cómico por decirle Rana a su hermano mayor. Pero negó la idea en su mente de pedir un pañal para dormir. Apagaron la luz del cuarto y sus celulares en sus alarmas y se metieron a la cama.
Casandra llegó con su joven al cuarto, escuchando que sus dos chicos menores se habían acostado ya de forma ritual, apagando la luz.
─Acuéstate─. Le indicó a René, señalando a la cama.
René obedeció, viendo que su madre ponía su biberón con la leche entre sus almohadas.
Ella le desabrochó su botón de la bermuda y le retiró la prenda, dejándole el pañal a la vista. Le empujó para que se acostara. René pensó que le iba a cambiar el pañal aun estando seco, pero luego sintió las manos de su madre pasar por su pañal, en su entrepierna, luego por sus pompas.
─Bien, si te dan ganas de hacer pipí, o popó de nuevo, ya sabes que pare eso está tu hermoso pañal, hijito. Vas a dormir así, para que no pases calor. Allí quedará tu leche para que la tomes en la madrugada─. Repuso ella. Luego levantó las sábanas y René entró quedándose boca arriba. El jovencillo recibió bien el beso en su frente que su madre le dio, luego ella caminó a apagar la luz.
“Esto es patético”, pensó René, con esa furia en su interior que no podía revelar con el más mínimo intento.
Los momentos que se quedó sentado en la cama pensando en todos sus amigos, lo que estaría por venir, le hizo tomar diferentes posturas en su cama, agradeciendo que por fuera llegase más aire fresco a rozar con su piel. Tampoco negaba que la comodidad del pañal fuese real, le gustaba escuchar cómo tronaba ese plástico colorido cuando cambiaba de posiciones, pero seguía en lo mismo de que todo eso era una gran exageración.
De tanto pensar y pensar con molestia, se quedó dormido.
AL DÍA SIGUIENTE…
La hora de las 7 ya iba en curso. Afuera en toda la colonia hacía frío y no había mucho movimiento, únicamente algunos niños que iban en camino a las tortillerías y tiendas para comprar las encomiendas para sus desayunos.
René abrió los ojos de forma lenta, había soñado con sus temas en la escuela, los que de repente se volvían un poco exagerados, pero cuando retornó a su realidad con el dilema en su casa, todo se le olvidó de un tajo. Se sentó lentamente en la cama, observando sus piernas desnudas, y el pañal que le cubría su intimidad.
De forma habitual las ganas de orinar le volvieron. Estas se le acumularon y le hicieron erizar la piel por el ardor al contenerlo. Pensó en arrancarse el pañal y hacerse en otro lado, salir corriendo al baño en oportunidad que era temprano. La idea se le hizo buena, sonrió un poco y contuvo las ganas por más minutos. Salió de su cama haciendo a un lado sus sábanas y se acercó a la puerta. La abrió lentamente, escuchando que abajo había ruidos de alguien caminando. Se mantuvo mirando por la pequeña abertura que le daba vista a la sala, donde podía ver los sillones; escuchó la tenue música instrumental de ambiente y vio a su madre caminando ya lista para su día domingo, con su ropa normal de estar en casa, lo que no le quitaba nada de atractiva.
René bailó allí de pie arrugando la cara. Se desesperó mucho pues su vejiga ya le ardía. No quería empeorar más las cosas, no con su madre, sino con su cuerpo por resistirlo, y cerró la puerta, para mojarse en el pañal en su privacidad.
Caminó hacia la cama y se volvió a meter bajo las sábanas. Estiró las piernas y no dudó en dejarlo salir todo lentamente. Cerró los ojos para sentir su pipí escurrirle, y así fue.
Enseguida se alivió, dejó salir sus ganas de mojarse lentamente, y su pipí amarilla fue poniendo en ese color el algodón blanco que le cruzaba toda su entrepierna, y puso igual la parte que cubría sus pompas. Por el alivio, no pudo detenerlo, todo salió tan bien que le hizo sentir cosquillas y un suspiro.
Al término, el chico tocó su pañal, sintiendo que se había hecho grande y más pesado. Se hincó en la cama para palparlo mejor, afirmando que sí absorbían bien, eran tan buenos como los que hacían en la producción regular, solo que con impresiones infantiles y colores pastel.
“debería quitármelo yo mismo”, pensó él, volviéndose a acostar.
Pasó un ratito más, y dieron las 8 de la mañana, donde René se dormía por minutos y despertaba. Luego de quedarse pacíficamente dormido, llegó Casandra abriendo la puerta sin hacer mucho ruido. René escuchó sus pasos cuando se le aproximaba con las manos en la cintura. Y abrió los ojos de golpe.
Ambos conectaron mirada. Casandra le sonrió y le hizo ojitos.
─¿Cómo durmió mi Renito? Espero que muy bien, vamos a prepararte para tu domingo y primero, a cambiarte ese pañal─. Dijo ella.
René estaba cubierto con la sábana, y no quiso moverse. Ella le retiró la sábana, poniendo los ojos en el hinchado pañal.
─Mi Renito se mojó, que bien. Vamos a darte un baño para que se te vaya ese fuerte olor a pipí, luego a desayunar─. Repuso ella.
Así que le indicó que se pusiera delante de ella ahí mismo en la cama. René se acomodó con pena, pues no se acostumbraba a que le viesen el pañal tan lleno como en ese instante. Su madre le retiró las cintas y bajó la parte frontal, viendo el algodón amarillo y el pene flácido de su hijo, el que se veía muy bien sin ningún bello.
─¿No quieres hacer popó por ahora? Porque si es así, te pongo otro pañal antes de bañarte─. Repuso Casandra. René le negó moviendo la cabeza y haciendo una mueca por el hecho que le mencionaban todo eso sin ningún tipo de cuidado.
Seguido Casandra le retiró el pañal. Lo hizo bola y llevó a su joven desnudo hacia el baño, tomándole de la mano como lo hacía desde el día anterior. En el lugar, René se quedó de pie en la bañera, y ella le indicó que se sentara. El joven así lo hizo y ella le abrió a la llave, llenando la tina hasta que el agua le llegó a su hijo hasta el ombligo. Teniéndolo libre, le lavó la cabeza con mucho jabón, le talló con la esponja su espalda, su pecho. Cuando llegó la parte de lavarle su pene, le indicó que se hincara. Y le retiró su prepucio para tallar con sus manos esa ligera zona, lavando bien y tarareando sus canciones favoritas que sonaban con piano con la música de ambiente. Le dejó su pene así abierto, conectándose miradas, reconociendo en sus ojos que su querido joven no estaba para nada de acuerdo con que todo eso sucediera.
─Mejor acostúmbrate a esto, porque nos estaremos viendo con esto seguido, sea yo o tu padre, además no tienes nada que temer ni tener vergüenza. Ahora sigue tu colita, vamos, acostado, y levanta las piernas sobre tu pecho lo más que puedas, como para poner pañal─. Dijo Casandra.
René no dijo nada, únicamente conservó su molestia en la mente, viendo que la espuma se le caía de la cabeza. Esperó a que el agua se le fuese a la tina y se recostó boca arriba, alzando sus piernas como su madre indicó, pero ella al ver que no lo hizo bien, con un brazo le levantó más para indicarle la posición. Aunque René se resbalase por la abundante espuma, Casandra le lavaba sus pompas con su mano derecha, y con la izquierda le sostenía sus piernas, esparciendo bien el jabón infantil en líquido que olía a fresas. Al final de lavar rápido sus pompas, René se hincó y su madre le volvió a cerrar su pene bajando su prepucio. Le enjuagó abriendo la regadera.
Le secó afuera y retornaron al cuarto.
Casandra sabía bien que su joven querría liberar sus ganas de ir al baño, ella conocía bien a sus tres hijos y ya podía saber a qué horas ellos iban al sanitario para despejarse de ambas cosas. A lo que le pondría otro pañal a su querido joven.
René se acostó en la cama, dejándose llevar, pues no podía hacer nada ante lo que ocurría. Casandra le destapó y le terminó de secar en esa posición. Sacó otro pañal del paquete y preparó solo con talco a su joven, poniéndole mucho en su pene, volviéndoselo blanco; le puso también mucho en sus pompas, para que estuviese fresco hasta el momento de otro cambio.
Cuando el jovencillo estuvo listo con su pañal, se puso de pie. Casandra le terminó de vestir con uno de sus calzones de tela, una playera y sus zapatos para que estuviese en casa.
─¿No te tomaste tu leche? No te voy a dar otra bebida por todo este día hasta que te acabes esto. Vamos, acábala, sé que te gusta mucho tu leche chocolatada, siempre te tomas la leche aunque te haga mal, no quiero que se eche a perder─. Dijo Casandra con tono serio, poniéndosela en la mano a René.
─¿Voy a estar así por todo el rato del desayuno?─. Pregunto el chico, mirándose sus piernas desnudas.
─Así es, no quiero que te vayas a hacer en el calzón. Tú no puedes usar el baño, eso es algo complejo, no sabrías ni cómo limpiarte. ¿Recuerdas? Eres un pequeñito─. Le respondió Casandra, con tono tierno.
René respiró hondo de impotencia por no saber que decirle. Y miró la leche que le costaba beberse. Caminó delante de su madre, sintiendo el grueso de ese nuevo pañal. Casandra disfrutaba hacerle eso a su hijo, admitía que se le miraban bien sus pompas al caminar, se le movían mucho más en una forma graciosa; solo omitió esa pequeña risa y esperó a que René saliera por la puerta del cuarto, pues él observaba abajo.
─Vamos, no hay nadie, tus hermanos ya saben de esto y ya te han visto tu pañalito, en cualquier momento te verán más y debes perder la pena, no hay nada que temer mi Renito─. Dijo Casandra.
Así que René se animó a bajar así, llevando su biberón en la mano y vestido con su pañal.
Los dos llegaron a la mesa y Casandra ubicó a su joven en una silla normal.
─Te voy a calentar de nuevo tu leche y si quieres, para que tú mismo te relajes, enciende la televisión y pon algo bueno. Luego te prepararé unos huevos con salchichas y unos plátanos con yogurt para que desayunes─. Repuso Casandra, decidida y poniéndose en acción en su amplia cocina.
René afirmó con un cerrar de ojos. Se molestaba porque su madre le indicaba todo lo que tendría que estar por hacer, cuando antes, él lo hacía todo, incluso sus desayunos.
Así que se mantuvo esperando en la mesa que ella volviera con el biberón con leche. Cuando Casandra se lo dio en su mano, se retiró a preparar el desayuno para todos. René caminó hacia la televisión, para poner algo que le hiciera relajarse.
Y así pasaron treinta minutos. René se distraía viendo caricaturas, y de repente le acosaba la idea de probar la leche en su biberón. Al ver que su madre salió hacia los patios, abrió el bote y le dio un sorbo por el chupón flexible, reconociendo el rico sabor. El aroma de todo el rico desayuno le hizo sentir hambre, su estómago ya rugía como león por estar acostumbrado a comer antes de irse a la secundaria por las madrugadas antes que saliera el sol. Con ver su biberón, no quería beberlo con la real función, y con el fin de apaciguar su hambre, supo que ese líquido no tendría nada de malo, era alimento, por lo que abrió la botellita, retirando el chupón flexible y bebiéndolo como jugo a grandes tragos.
Luego se dio unas palmadas en el pecho para sacarse el aire, eructando. Se rio un poco y cerró rápido el biberón.
El buen olor de todo había hecho levantarse a Jimena y Eduardo. Los dos salieron del cuarto. Jimena ingresó al sanitario, y Eduardo fue a la cocina, bajando las escaleras, poniendo el corazón de René a latir a prisa.
Eduardo llegó y vio a su hermano sentado, con las piernas desnudas y con el pañal cubierto por su calzón.
─No digas nada─. Dijo Rene, tratando de sonar serio y humilde en su petición.
Eduardo solo se rio un poquito, y se recostó en el sillón largo para también ver televisión.
─¡Eduardo te bañas antes de comer, por favor!─. Le gritó su madre desde donde estaba.
René se sorprendió por el hecho que su hermano menor, el tercero, recibía órdenes como las que él recibió hasta hacía unos días, antes de todo el inicio de su castigo usando pañales.
Eduardo se fue hacia el cuarto donde dormía con Jimena para prepararse con su nueva ropa y bañarse.
Pasó un rato más, en que Diego había llegado a su casa en su auto. En cuanto ingresó, le dio su abrazo de buenos días a su hijo mayor, quien se hallaba en la sala vistiendo sus pañales, como había sido el acuerdo; después de darle un abrazo como era habitual, no se perdió de darle una palmada en sus pompas cubiertas de algodón. Y luego se fue a poner una caja gigante bajo las escaleras, la que llevaba cosas que habían encargado a distintas tiendas por teléfono; toda esa indumentaria era parte del castigo de su joven. El cual había sido un servicio veloz.
Llegó el momento en que todos los presentes estaban listos para comer, se sentaron en la mesa y Casandra puso una silla ante ella, donde le indicó a René que se sentase.
El joven hizo caso, pues no quería que le llamaran más la atención. Pero la vida se le llenó de terror cuando vio que su padre ponía su plato con comida ante él. Luego entendió lo que estaría por pasar.
─Vamos a darle a mi Renito su comida─.
René vio que su plato estaba servido en una forma distinta en un plato nuevo, el cual era colorido. Sus huevos revueltos iban acompañados de sus plátanos hechos puré, con mucho queso y crema. Su madre preparó una porción de alimento con una tortilla, para dárselo en la boca.
Eduardo y Jimena comenzaron a comer lo suyo de forma normal.
─Como no quieres abrir la boquita, vamos a tomarle unas fotos a Renito y las vamos a enviar a Jordi ahora mismo, para que las manden en el grupo escolar─. Dijo Casandra, sosteniendo la ración de comida en su mano, mirando a los ojos a su joven.
René sabía que sus padres sí eran capaces de enviar fotos que le tomasen a su grupo escolar, pero lo que no quería, era que Jordi se enterara de su castigo.
─Hijo, tienes que comer. Te comentamos de las cosas obvias, así que no rompas esa advertencia─. Le añadió Diego.
René pensó que el hecho que su padre se pusiera del lado de su madre con ese momento, era que estaba perdido. Luego vio que ni Eduardo ni Jimena se reían de él, a lo que pensó que no pasaría nada malo si comía lo suyo al momento que su madre se lo daba en la boca, para poder vivir el resto de su vida sin ser atacado en otras cosas.
Y abrió grande, sin quitar su gesto serio, empezando a masticar.
─¡Bravo… bravo!─. Dijeron los dos padres y aplaudiendo de ver a su Renito comer.
Cuando el desayuno acabó, René se bebió su ración de leche en su mamila en la misma forma, siguiendo el estilo que le indicaron, el de usar el chupón flexible, y tampoco hubo burlas.
Todos se quedaron observando la televisión, enterándose de las condiciones del clima en la ciudad.
Pronto las rutinas habituales llegaron a René, las que le hicieron sentirse incómodo en la silla al lado de su madre. No dijo nada pero bien sabía que era hora de darle espacio al desayuno, sacando lo que había sido de las hamburguesas.
Entonces se puso de pie, diciendo “gracias” como de costumbre, y llevó sus platos al fregadero.
Casandra le vio irse sabiendo lo que estaría por pasar, así que solo se quedó con Diego sirviéndose más café, para comer su último pan tostado con mermelada.
René llegó a la barra de la cocina, conteniendo las ganas de hacerse popó. Él podía ver a sus familiares sentados en la mesa a poca distancia, y no quería que en ese lugar percibieran sus resultados en el aire. Así que se echó una caminata hacia las escaleras y llegar a su cuarto. A medias de la subida, le gritó a su madre:
─¡Mami… déjame usar el baño… por favor!─. El estilo con que lo dijo hizo que su frente se arrugase.
─¡Pero mi Renito, tu baño lo traes puesto! ¡Hazte en tu pañal… yo subo ahorita a cambiarte, solo quédate acostado en la cama!─. Le dijo ella, con mucha alegría que no pareciera importarle que su joven flexionara sus piernas y las estirara por las urgencias.
René supo lo inútil que había sido razonar con esa petición. A lo que se fue a su cuarto.
Cerró sin poner llave y entonces, se puso de cuclillas allí mismo, liberando su largo segmento de popó en el pañal, el que le borró las líneas que se le dibujaban en sus pompas. También comenzó a hacerse pipí de forma rápida. Le costó sacarlo todo, pues la presión que el calzón ejercía contra el pañal dificultaba la salida de la masa sucia, pero al final, quedando rojo y con la cara sudada, logró terminar de hacerse encima.
Hacerse popó en el pañal era bastante raro, aún no lo aceptaba de esa forma. El hecho de sentir su masa sucia apretándose contra la piel de sus pompas le hacía sentirse bien, por aliviar esas dudas de lo que era usar pañales, pero también indignado, por ser alguien de quince años brutalmente dependiente de sus padres.
Caminó a limpiarse el sudor del rostro con una playera.
Cuando sentía sus olores a sucio, le enojaba, quería hacer el mayor berrinche para que le regresara su libertad, pero no iba a pasar, solo empeoraría las cosas. Así que se fue a quedar de pie en la orilla de su cama. Definitivamente tendría que pensar en cómo él castigar a sus padres, para que quienes estuviesen en la palma de alguien, fuesen ellos.
Pasó un ratito de minutos y entonces llegó Casandra, quien sentía el aroma a pañal sucio y a talco.
Ella le señaló la cama para que hiciera lo obvio.
René se sentó, aplastando la popó por todas sus pompas, sintiendo que ya llegaba hasta sus entrepiernas. Seguido se acostó boca arriba abriendo un poco sus piernas.
─Bien, vamos a limpiarle la colita a mi Renito, antes que se roce y se le irrite su pajarito─. Dijo Casandra. Sacando los utensilios.
Así que le retiró el calzón, le abrió las cintas y despegó, revelando la suciedad. René supo que para acabar rápido tendría que cooperar y levantó sus piernas sobre su pecho. Su madre le limpió con la parte frontal la mayor parte de popó; luego hizo lo mismo con papel higiénico. Por último con las toallitas húmedas, erizándole la piel a su joven y haciéndole una considerable erección al pene depilado de su hijo. Casandra bien sabía que René no disfrutaba del todo ser limpiado por ella de sus partes íntimas, pero reconocía que el frotarle la zona erógena a su joven, hacía que su bonito pene tomase esa admirable forma. Lo que en parte ayudó mucho, porque también le contrajo su prepucio para limpiarlo con una toallita húmeda y retirar los restos de pipí.
Ella se llevó sus minutos limpiándole las pompas a René; le untó un poco de crema blanca y puso poco talco, luego, le subió su calzón de tela, diciéndole que le iba a dejar reposar un poco para cuando tuviesen que salir en ese día por la tarde.
René se sintió feliz, pero de nuevo enojado por tener que andar con calzones por su casa. A lo que luego se acordó que ahora él era un niñito pequeño.
Pasó un tiempo en ese día, y Diego se fue con sus tres chicos al cine, no sin antes haberle puesto otro pañal a René de forma ritual. El joven se había amarrado una playera de manga larga por la cintura para disimular lo grandes de sus pompas, las cuales sin pañales se apreciaban bonitas y grandes, con pañal, aún más.
En cuanto se fueron, Casandra permitió la llegada de unos personales de su fábrica de pañales, los que le ayudaron a sacar las cosas de su hijo mayor. En ese lapso de tiempo que estuvieron fuera, los hombres vaciaron el cuarto de René, solo dejaron la cama. Sacaron todo lo que no iba a estar allí y se lo llevaron en un camión de mudanza; los vecinos creyeron que estaban por irse.
Casandra les ordenó que primero pintaran las paredes de color blanco, retirándole manchas de lapicero y suciedad que llegó con el tiempo; seguido, cuando secó la pintura instantánea, pusieran muchos estampados en las paredes; el suelo fue cambiado a una alfombra de color naranja, suave como para acostarse en cualquier momento. Cerca de la lámpara colgaron un globo rotatorio con los personajes de Disney. En una esquina donde estaba la computadora de Rene dejaron una gran canasta de juguetes nuevos, incluso limpiaron los viejos guardados en el ático. Al lado de la cama, dejaron una pequeña mesa larga, muy bajita, parecía un catre, la que acondicionaron con cojines bajitos y sus cajones integrados, para guardar cosas elementales. En las esquinas dejaron unas pastillas aromatizantes que liberaban aromas a bebé, hechas con las mismas sustancias con que aromatizaban los pañales que ellos producían. Todo fue coordinado por Casandra, quien se aseguraba que todo quedase a como lo había imaginado para su hermoso Renito. Por último, llegó un camión grande de su misma fábrica, el cual bajó diez cajas de pañales en distintos estampados, otros en puro blanco; también sacaron una sola caja mediana donde iban cinco botellas de talco y toallitas húmedas, los que los ubicaron en las gavetas de la mesa bajita.
De las doce del día a las cinco de la tarde de ese domingo, en que René se fue con su padre y hermanos al cine y a comer por la plaza, pasando nervios de que le viesen su pañal bajo la ropa por llevar sus pompas grandes, todo su cuarto y algunas otras secciones de la casa, perdieron ese toque juvenil, y adquirió uno totalmente infantil, así como Casandra había indicado.
Ella ya no veía las horas de presumirle a su hijo las remodelaciones, y cambiarle el pañal, que seguro estaría ya pesado por tanta pipí o pronto a estar sucio de popó…