sábado, 23 de enero de 2021

Hugo y sus travesuras 4






Eran las 11 de la mañana del sábado ,cuando Hugo escucho a su madre  decir: "Ven aquí un momento" fue tranquilamente creyendo que quería algún recado. Pero cuando llegó se llevo una grata sorpresa, su madre tenía un pañal en la mano.

Madre-¿Hugo tienes problemas y mojas la cama por la noche?

 Hugo-No, la verdad es.... que me gusta usarlos. (Hugo se puso muy rojo en ese mismo momento)

Madre-No pasa nada tranquilo, todo el mundo tienes sus gustos y unos son mas raros que otros pero no tiene nada de malo peor sería si fumaras o si bebieras cantidades ingentes de alcohol.

Hugo-Entonces......¿Me guardaras el secreto?

Madre-Claro que si, será nuestro secreto.
Le tiró el pañal a las manos y le dijo: la próxima vez guárdalos mejor ;)
Eso tranquilizo mucho a Hugo no creía que su madre reaccionaría así de bien .

Los días pasaron tranquilamente, hasta que un día la madre le pregunto: ¿Te gustaría que te cambiara los pañales?

El mostró una cara de felicidad en su rostro y asintió moviendo la cabeza, nunca pensó que su madre ademas de aceptarlo le quería cambiar. Enseguida saco los pañales y el talco y se tumbo en la cama con su chupete en la boca.

La madre dijo: "Parece que mi bebe lo tenía todo planeado". Mientras le baja los pantalones, y empieza a hacerle cosquillas en la barriga. Hugo no podía parar de reírse y se meo un poco antes de que la madre le pusiera los pañales hizo una mancha en el calzoncillo.
Ella le dio uno azotes suaves y con ternura en el culo y le dijo: "Parece que a este bebe hay que ponerle los pañales cuanto antes". Enseguida procedió a retirarle los calzoncillos y tirarlos a el suelo ya que estaban mojados, hacía mucho tiempo que no lo veía desnudo, enseguida comento: "Valla parece que el bebe no la tiene pequeña"(su pene estaba bastante contento hasta tenía un poco de esperma en la punta) su madre se la bajó y se la limpió con unas toallitas de bebe ademas le subió las piernas con una mano y también le limpio el culito. Dijo:"Ya esta limpio mi bebe.
Hugo no podía estar mas feliz siempre había querido que alguien lo cambiara y ahora lo estaba haciendo su madre con un cariño como nunca antes había tenido con el.

Espolvoreo mucho talco por sus genitales y ano, tanto que se veía todo blanco como si hubiera nevado. La madre le ajusto el pañal a la perfección. Mostró una sonrisa y procedió a marcharse, antes de que cruzara la puerta Hugo la llamo y le dijo: "Mama querrías darme el biberón".
Ella gustosamente respondió que si, lo coloco cobre sus piernas  y se sentó en la cama mientras procedía a dárselo. Hugo se quedo dormido justo cuando se lo acabo, su madre lo acostó y lo tapó cuidadosamente para que no se despertara y lo dejo solo en pañales y con el chupete en la boca.

Este juego lo realizaron muchas otras mas veces y los dos lo pasaban genial, aveces la madre se pasaba limpiándole el pene y acababa masturbando le pero a Hugo le gustaba mucho, otras le introducía pastillas para dormir machacadas en el biberón y cuando se dormía le colocaba un supositorio para que que se hiciera popo encima, Hugo aveces no entendía porque pasaba esto.
Al despertarse le decía que era muy gorrino y le daba unas palmadas cariñosas en el culo hasta que lo tenía rojo.

                                                                        

Hugo y sus travesuras 3

De esa manera Hugo usaba pañales de vez en cuando, pero no le duró toda la vida.
A los 12 años Hugo empezó la secundaria que era en otro sitio diferente y ya no tendría acceso a pañales tan fácilmente. Entonces empezó a investigar en Internet sobre pañales y donde comprarlos, enseguida encontró que habían pañales de su talla para personas con sus gustos, pero el se había fijado en unos que salían por la televisión llamados drynites, los anunciaban como pañales para los niños y adolescentes con enuresis.

Un día que sus padres no estaban en casa se animo a salir a comprarlos, ya sabía todos los supermercados que pañales vendían y se fue a el mas lejano de su pueblo donde no lo conocían y donde iba demasiado. Al llegar a la puerta de la tienda el corazón le iba a mil y casi no podía ni caminar, se dirigió a el pasillo correspondiente sin mirar a nadie y rezando porque nadie lo conociera, al llegar a caja por suerte no había nadie pasó el paquete rápido, la chica se le quedo mirando le sonrió y le dijo el precio, el como ya lo tenía todo preparado saco la mochila de clase y los metió hay.

Hugo salió de la tienda lo antes posible directo a casa, como se había ido lejos tenía un buen paseo de unos 15 minutos, al llegar a un banco se paro para poner el paquete bien, que lo llevaba incómodo, en ese momento se quedo empanado mirando el paquete y enseguida se empalmo, lo puso bien y continuo su camino hacia casa, aceleró un poco el ritmo ya que estaba ansioso de utilizarlos.

Al llegar a casa los sacó inmediatamente de la mochila y se puso a observar el paquete, después de unos 5 minutos se decidió ha abrirlo, nunca pensó que sacar el primero fuera una dificultad, al estar tan juntos le costó un poco. Pero ya lo tenía en sus manos, después de tanto tiempo ya podría utilizar un pañal tranquilamente sin tener que fingir ninguna herida, se tumbo en el sofá y levanto la piernas para luego ponérselos como unos calzoncillos, al colocárselos le quedaban perfectos, en su cara podía verse una felicidad inigualable, la misma que tienen los mas pequeños de la casa el día de reyes o de papa noel.(Entre los que me incluyo yo). Pero tenía un problema, tenía el pene tan duro en ese momento que se le salía por encima del pañal , pero lo pudo colocar de lado.

Corriendo y feliz se fue ha observarse en el espejo, le quedaban de lujo, todo lo que quedó de mañana se lo tiró en el sofá solamente con pañales aunque en dos ocasiones como el pene le sobresalía se hizo una paja con ellos puestos, pero tenía un problema no sabía donde guardarlos, entonces cogió el paquete y lo colocó detrás del sofá, como eran pañales muy discretos los llevo todo el día debajo de la ropa hasta la noche la cuál también la pasó con ellos, para orinar se los bajaba ya que no tenía muchos y quería utilizarlos mucho tiempo, pero cuando ya estaban a punto de romperse entonces  si que los utilizaba  y los llenaba hasta desbordarse, alguna vez hizo hasta alguna mancha en la cama pero lavaba la colcha y listo.

Después de un tiempo se compró también un chupete y talco, lo escondía todo en la cama de debajo, al ser hijo único solo la utilizaba en ocasiones especiales cuando venían amigos o se quedaban familiares a dormir. Todo le iba bien en la vida, los estudios, los amigos y utilizaba pañal siempre que quería. Pero un día todo cambio......


Hugo y sus travesuras 2

Después de lo sucedido aquél día Hugo se olvido de los pañales. O eso es lo que quería hacer creer a su familia porque siempre quiso volverlos a utilizar ,cada vez que iban a el supermercado se quedaba embobado mirándolos y pensando que algún día se atrevería a comprarlos.

La siguiente experiencia con los pañales fue cuando tuvo 10 años, estaba en 5ª de Primaria. Un día haciendo el pino en el recreo del colegio un compañero que iba corriendo se tropezó con su cabeza lo que le causó un fuerte golpe que le dejó en ese mismo instante bastante mareado. En seguida acudieron varios profesores y lo llevaron a la enfermería ,le pusieron una bolsa con hielo en la cabeza para calmar el chichón que le salió. Hugo enseguida se encontró mejor, de un primer vistazo observo la habitación ,nunca le había hecho falta entrar a la enfermería, observo en un armario con las puertas de cristal unos pañales que supuso que sería por si los niños pequeños sufrían algún accidente, quiso coger uno pero no pudo porque la enfermera estaba a su lado, pero tenía un plan.

El día siguiente bajando por las escaleras hacia el patio simulo trompearse con una piel de plátano aunque el golpe que se llevó fue real, de inmediato unos compañeros le acompañaron hacia la enfermería y le contaron todo lo que paso a la enfermera. Ella dijo: "Parece que le has cogido cariño a este sitio". Hugo fingió que le dolía mas de lo que en realidad era , la enfermera le colocó una pomada en la espalda y fue a llamar a su madre para que lo recogiera. En ese momento Hugo aprovechó para coger un pañal del armario y lo guardo debajo de sus pantalones.
Cuando volvió la enfermera le dio la mala noticia de que su madre no contestaba a el teléfono (cosa que el ya sabía puesto que estaba trabajando) enseguida se puso de pie de un salto y dijo: "Creo que esa pomada es milagrosa pues ya no me duele nada". Antes de que la enfermera pudiera pronunciar una palabra Hugo ya estaba fuera dirigiéndose al baño dispuesto a colocárselo.

Cuándo llegó al baño se metió en uno y cerró la puerta con pestillo, se denudó en un momento y dejó al aire un pene de tamaño mediano y contento con sus testículos sin nada de vello. Bajó la taza del váter y colocó el pañal encima, se sentó y lo cerro todo lo fuerte que pudo para notarlo mas. Ya casi se había acabado el patio así que volvió a clase  con el pañal puesto, como ese día tenía gimnasia llevaba chándal y no se le notaba casi nada excepto porque le salía un poco por delante, lo suficiente para que si alguien lo viera pusiera enseguida que era un pañal. Pero lo tapaba con su camiseta a rayas diagonales azules y blancas.

Durante las siguientes clases no presto atención puesto que estaba mas atento al pañal ,la profesora al darse cuenta le pego un grito el cual asustó a Hugo y mojo un poco el pañal, fue muy poco por fortuna y nadie se dio cuenta, el quería mojarlo completamente como la última vez pero le entro miedo a que lo descubrieran sus compañeros y se empezaran a reír de el, por ello no lo mojo mas aunque si se había llenado un poco lo suficiente para que solo lo notara el.

Como todos los días su madre fue a recogerle en coche, le pregunto que como estaba de la espalda que había escuchado el mensaje de la enfermera pero que no pudo ir a por el , respondió que ya estaba bien. Sabía que la madre enseguida lo llevaría al medico si le decía algo y el no quería ir y menos con pañal. Cuando se subió a el coche, al ser un sitio cerrado empezó a oler a meado, para que no se enterara su madre simuló que tenía calor y abrió la ventanilla, acto seguido sin que se enterara se sacó el pañal y en un momento de descuido lo tiró por la ventanilla del coche.

Hugo empezó a frecuentar mas la enfermería simulando caídas y  mareos de vez en cuando para así poder utilizar pañales, aveces si no lo mojaba nada se lo dejaba toda la tarde hasta que ya en su cuarto tranquilo lo mojaba entero.

Hugo y sus travesuras 1


Hugo tenía 6 años, era un niño muy travieso le encantaba correr por la casa y no estaba quieto ni un momento.
 Tenía los ojos marrones y el pelo castaño claro su rasgo mas diferenciado eran una pecas que tenia en la cara que eran muy visibles ya que era de piel pálida. Siempre estaba castigado ya que siempre intentaba conseguir lo que quería pero y le daba igual el método para obtenerlo. 
Una mañana de agosto que hacia mucha calor Hugo estaba mas cansino de lo normal porque se quería ir a la piscina, pero sus padres estaban limpiando la casa.Para llamar la atención se meo encima, en seguida hizo un pequeño charco en el comedor, sus padres se enfadaron mucho y lo castigaron de inmediato. Ellos siempre utilizaban la técnica castigar con algo parecido. Por ello como se había meado encima sus padres decidieron colocare un pañal  Dodot  de los que le quedaban en su armario de cuando era mas pequeño. De inmediato Hugo se negó pero no le quedo otra opción porque ya sabia que resistirse era peor. Su madre lo coloco sobre la cama y le bajo los pantalones y calzoncillos, después abrió el pañal y lo coloco debajo del culo de Hugo, espolvoreo talco y lo cerró. Acabo diciendo : espero que sea la ultima vez que haces esto. La verdad que los pañales a Hugo aun le venían de maravilla.
La madre se fue de la habitación y dejo a Hugo solo, se incorporo y se lo palpo unos instantes la verdad que tampoco estaba mal solo se le notaban un poco al caminar. Se fue directo a ver la televisión ya que no quería mas castigos y se puso su canal de dibujos favoritos, enseguida se lo olvido que tenía el pañal hasta que le entraron ganas de ir a el baño entonces decidió usarlo porque estaba viendo Tom y Jerry unos dibujos que le gustaban mucho. Primeo estaba un poco indeciso y echo unas cuantas gotas, pero poco a poco empezó a salir un pequeño chorro que acabo empapando todo el pañal, cuando termino estaba completamente empapado pero le dio igual y continuó viendo los dibujos.

Lo llevo todo el día mojado y cada vez que tenía ganas lo volvía a mojar, hasta que llegó a un punto que se salio por los lados mojando un poco los pantalones.Al darse cuenta de eso se empalmo aunque el no sabía que le había pasado pero notaba que algo le apretaba debajo de el pañal y así fue como le empezaron a gustar. Su madre al darse cuenta se enfado mucho y lo castigo durante una semana a llevar pañal y recibir 15 azotes cada vez que lo mojara y no utilizara el baño.

El castigo de René 5.1







René se había quedado dormido en su cama con el celular sobre el pecho sin sentir por el hecho que el sueño le había vencido totalmente.



Al día siguiente…



El joven despertó en posición boca abajo. Como siempre acostumbraba a liberar saliva al dormir, tenía su mejilla llena de humedad. Al abrir poco a poco sus ojos en la claridad del día, vio las decoraciones en su cuarto y entonces recordó las peripecias que le pasaron por el fin de semana. En un dos por tres, escuchó que abajo en la calle sus padres y sus hermanos estaban subiendo al auto para irlos a llevar a la escuela, por lo que intuyó que sus padres se habían olvidado de él para llevarlo a la escuela, o que se había dormido y que por eso no estaba con el uniforme escolar. Entonces se puso de pie, sintiendo el pañal seco que le cubría su intimidad. Eso no le importó y se asomó por la ventana, viendo que efectivamente, sus hermanos y padres se iban en camino a la escuela en el auto, alejándose del estacionamiento en su acera.

Rene no se explicó eso, siempre su madre llegaba a hablarle por las mañanas para que se pusiera de pie y se cambiara, pero ahora no había sucedido. Al ver la gran cantidad de pañales en el mueble y las decoraciones infantiles a niño en su cuarto, rápido el dilema con su castigo fue lo que le aturdió la mente y le hizo perder el sueño y las ganas de volver a dormir. El hecho que le hayan dejado en casa sin ir a la escuela, era algo que sin duda, sus padres le explicarían muy bien.

Entonces, se quedó sentado en la cama, sintiendo que el pañal se inflaba del algodón por el aire que le ingresaba al caminar, al mismo tiempo le llegaban a su nariz las nubes de talco que aún seguía en su piel, por el hecho de permanecer seco toda la noche.

El joven se quedó negando con la cabeza todo lo que le hicieron, los cambios a su cuarto, el obligarlo a usar pañales, hacerse pipí y popó en ellos, eso le daban ganas de irse corriendo y escapar de casa para buscarse la vida él solo, pero al reconocer que en verdad no sabía nada de la vida allá afuera, negó esa idea por completo. El sentir el frío de la mañana, pues apenas iban a dar las ocho, le hizo sentir ganas de hacerse pipí. El joven empezó a mover las piernas ahí sentado, luego se puso de pie, sin poder disminuir las ganas. Así que pensando en dejarlo salir, fue dejando escapar las primeras gotitas. Así fue, el pañal se puso un poco amarillo en la parte frontal, una mancha que no dejó de crecer, porque el joven sintió que con liberar esas intenciones, el chorro se hizo más intenso. Y entonces René se mojó completamente. Sintió cosquillas en su cuerpo por aliviarse las ganas de orinar, pues estas siempre le llegaban temprano; incluso en la escuela tenía que salir al sanitario. René sintió rico la liberación, incluso como estaba con camiseta, sintió las ganas de pasar sus manos sobre su pecho, erizándose la piel para aumentar las sensaciones de sobre todo, hacerlo en pañales, aunque a pesar de parecerle ridículo el castigo, sentía bonito mojarse en un pañal puesto a la perfección por su madre.

Mientras el joven se quedó ahí en su cuarto, entre sus piernas y en sus pompas el algodón del pañal con cubierta plástica se hizo más voluminoso, con su mancha amarilla por el pipí que se expandió por esas ambas partes.

Y René se quedó ahí recostado en su cama pensando en el futuro de su vida con los pañales, sus amigos y Jordi.



Cuarenta minutos después…




Casandra y Diego retornaron a su casa en el auto, estacionándose afuera.
René escuchó que de nuevo sus padres estaban en casa, a lo que se asomó en la ventana, sintiendo nervios por el hecho que todo su castigo estaría continuando así como lo indicaron. Lo peor de todo, su madre querría cambiarle ese pañal, eso sería bueno, pero vergonzoso a pesar que ya le había visto desnudo.
Casandra y Diego entraron, riéndose por escuchar algunos chistes en la estación del radio en el auto, y lo último que dijo Casandra, fue que se cambiaría de ropa para luego salir con su Renito a un desayuno.
Pasó ese tiempo, Cas salió con nueva ropa y su esposo también. Seguido los dos subieron las escaleras para ver a su joven.
Cas abrió la puerta. René se mantuvo sentado en la cama con las piernas flexionadas, y la almohada sobre las piernas.
─¿Cómo durmió mi querido Renito?─.  Preguntó Casandra.
René les respondió con gran duda y nerviosismo por no querer saber los siguientes planes para él.
─Bien. ¿Por qué no me llevaron a la escuela?─. 
Cas se rio un poco, luego le respondió a su joven:
─¿Cuál escuela? La secundaria no es para jovencitos pequeños, pronto irás a una escuela diseñada por nosotros mismos, donde te enseñarán con el estilo permitido y tendrás cosas para seguir en tu vida misma─.
Entonces René pensó en todos sus trabajos y tareas escolares por hacer con sus compañeros, los puntos que obtener y lo que la secundaria involucraba, sobre todo sus exámenes de grado y parciales. Y les dijo de nuevo:
─¿bromean? No puedo dejarla. Esto es demasiado─. René dijo eso sintiéndose enojado por el hecho de no tener distracciones, ya que la escuela le servía como medio de socialización y distracción con sus amigos y compañeros, sobre todos cuando hacían equipos y se ponían a conversar.
─Ya… no te preocupes. Ahora mismo no debes preocuparte. Ahora hemos venido a cambiarte y prepararte para salir, vamos a revisarte ese pañal─. Dijo Cas.
Ella entonces le hizo recostarse y diego le retiró la almohada de las piernas, con la que los dos pudieron saber que su joven estaba con el pañal en necesidad de cambio.
─Aparta las manos y has fácil tu cambio de pañal─. Dijo Casandra, palpando el colchón de su joven, sonriente por que habían absorbiendo bien, aunque sin saber que su hijo se había orinado de pie.
René no quiso decir nada ante el hecho que su padre estuviese observando la escena, puesto que le viesen desnudo ya no era novedad para los dos adultos. Así que solo pensó en obedecer a todo así como indicó su madre acerca de las acciones obvias.
Casandra despegó las cintas del pañal a su hijo, bajando la parte frontal. Diego le dio las toallitas húmedas a su esposa, observando que ella iba tomando una y con esa misma le limpiaba las entrepiernas a su joven de quince años, moviendo también su pene hacia los lados, junto con sus testículos para no dejar olores a pipí en su piel. Luego de eso, diego ayudó con levantar las piernas de René, dejando expuestas las pompas del jovencillo, donde Casandra igual iba limpiando con otras dos toallitas esa zona, pasando bien entre sus líneas y aseando bien su ano.
René sentía eso una tortura, que sus padres le limpiaran como un bebé o un niñito, pero no quería ponerse rudo ni desobediente.
Cuando Casandra terminó, Diego le dejó bajar sus piernas. Cas hizo bola el pañal y su esposo le dio otro.
─Arriba las piernas─. Repuso Cas, al mismo tiempo en que abría las extremidades del pañal.
René vio a los ojos a su madre, luego a su padre, y sin poder evitar la emoción corporal de tomar esas posturas en su cama, no pudo evitar los escalofríos que le hicieron ponerse más endurecido a su pene, el cual tomó sus formas completas, aunque su bonito miembro se podía aun mover flácidamente. Cas puso la parte trasera del pañal bajo sus pompas, y allí mismo ella le empezó a poner crema para rozaduras en sus pompas, deslizando bien sus dedos por sus líneas. René sentía rico todo eso, era como si a propósito quisieran ver las proporciones de su cuerpo. Luego René bajó las piernas. El pene casi erecto del joven no le importó a Casandra, y ella se lo roció talco completamente, esparciéndolo con sus manos. Al final, le cerró las cintas tras unos cuantos segundos lentos en los que esperó que el pene de su hijo redujera su tamaño, para así ponerlo con la punta hacia abajo.
Como Casandra y Diego tenían planeado salir, vistieron a su joven con un pantalón normal y una playera. Cualquiera que conocía cómo se apreciaban los pañales bajo la ropa podía saber que René llevaba uno, por lo redondo de sus pompas y el apreciable bulto frontal, pero el que no, le podría dar igual.
Como final de arreglos personales, le dieron cinco minutos a René para que se lavara la boca, y al término de todo, abordaron el auto de nuevo.
─¿A dónde vamos?─. Preguntó René.
─A un restaurante a desayunar─. Respondió Diego.
René se ruborizó por el saber que habrían personas que le podrían ver el pañal bajo la ropa por sus grandes y redondas pompas, pero también le hizo sentir bien que no estaría en clases de álgebra, química, geografía ni talleres por ese día, iniciando por lo que podría ser un rico desayuno.
Y así lo hicieron.
Al llegar, dejaron el auto y entraron. René caminaba sigiloso, sin dejar de ver a las personas, sintiendo que ellos podían saber que llevaba pañal bajo el pantalón.
Se sentaron y ordenaron sus desayunos, atendidos por un ágil camarero.
Casandra y Diego se pusieron a hablar sobre sus asuntos en el trabajo, y cuando hablaban sobre el crecimiento de sus ingresos en ventas de pañales, René sentía que lo hacían a propósito por el hecho de estar castigado usando esos mismo pañales que producían en gran cantidad, y que era por molestarlo con hacerles intuir a las personas alrededor que comían tranquilamente que su joven usaba pañales. Lo cual no era para nada así. René parecía un bonito joven común y corriente entretenido con su celular.

Luego de un rato, sus pedidos fueron entregados y comieron.

Al final, el mismo camarero retiró los platos y Casandra y diego se mantuvieron en silencio escribiendo las dudas de sus trabajadores por sus celulares.
René igual se mantuvo leyendo los mensajes de sus compañeros de salón, quienes preguntaban sobre tareas, cosas por llevar, y algunas cosas tontas para hacer ruido en grupos de mensajería.
Pero pronto, su mayor tormento intestinal le llegó a su paz. Volvió a mover las piernas ahí sentado, sintiendo que la piel de sus brazos se volvió como de gallina, y las cosquillas por la urgencia que se hacía frecuente cada minuto le llegaban hasta su cabeza.
Luego le preguntó a Cas en voz baja:
─Oye, ¿podemos irnos ya?─.
─¿A dónde?─. Dijo Cas, con voz bajita también.
─A casa, quiero ir al baño─.
─Pues hazte donde ya sabes─. Repuso ella con el mismo tono.
─No quisiera, además no hay dónde limpiarme─. Dijo René.
─Pues para eso estoy yo, Renito, yo te limpiaré, si quieres puedes salir a donde está el carro y ahí liberarte─. Dijo Cas.
─Pero voy a oler─. Añadió el chico.
─¿Y qué importa? Para eso estamos nosotros que te vamos a limpiar. Además sabemos que te gustan tanto tus accesorios que te facilitamos para que no tengas que robarlos, ser un ladrón, ya que los tienes en ti entonces considero que es sabio usarlos. Solo sal y hazte ahí, como sabes hacerlo─. Dijo ella con tono gentil, cuidando sus palabras para no decir lo que sí haría que las personas al lado supieran lo del tema central.
René vio que sería inútil que su madre le dijese que se quitase el pañal y que entrara al baño del restaurante bajo su permiso, el que por sus prisas, ya tenía ubicado, pero no escuchaba esas palabras mágicas. Así que solo cerró sus ojos y continuó moviendo las piernas, sintiendo que la gran masa se detenía ya en la punta de sus pompas. Luego Cas añadió en voz baja a sus oídos:
─Si te sigues aguantando y no sales para hacerte afuera ahora mismo, empezaré a hablar más fuerte ordenándote esto, mencionando que traes pañal y sugiriéndote hacerte ahí, para que lo escuchen las personas. Mi Renito no querrá eso…
René sintió el aroma a café en el aliento de su madre, al ritmo que seguía reteniendo las ganas y creyendo en esas amenazas. Entonces se dio por vencido, optó por salir al estacionamiento y confiar en que sus padres le ayudasen a salir de ese mal oliente momento de nuevo. Así que se puso de pie en marcha allá, haciendo una mueca y sonido de ¡Mmm!
Cas sonrió y le vio salir de la zona de mesas, pasando al lado de unos niños que ella calculó tenían la edad de Eduardo.

René llegó con pasos rápidos a donde estaba su auto familiar, recostándose al lado de la puerta copiloto. Recostó sus manos en las rodillas, queriendo quitarse el pañal pero supo que habían cámaras y sería estúpido hacerse en el suelo. Las ganas no cedían, y mientras retenía, luchando mentalmente para no dejarlo salir, a su lado pasó un señor bien vestido que le saludó:
─¡Buenos días!─.
René quiso saludar por cortesía, pero en ese descuido, sus músculos se debilitaron y empezaron a dejar salir la tira de su popó en el pañal. El joven supo que ya era hora de ensuciarse ahí, solo dejó alejarse a la persona que iba en camino al restaurante y luego, pujó fuerte como siempre, liberándolo todo, sintiendo esa gran carga que se apretaba contra sus pompas, como una bola de masa tibia y concisa. Las ganas de orinar también emergieron sin ser muchas, solo pintaron en el pañal una mancha amarilla que por su ropa, no se veía. Los olores le llegaron a sus narices, pero para eso, no podía hacer nada.
Se quedó ahí de pie viendo hacia todos lados, a los carros pasar, a algunas personas que igual iban de pie en otras aceras, esperando que sus padres salieran.
Cuando pasó, Casandra y Diego iban en camino, leyendo el ticket de la cuenta y riéndose por sus conversaciones.
Llegaron a su auto.
─¿Todo listo?─. Preguntó Cas, a su joven.
René entonces afirmó con la cabeza, haciendo otra mueca.
─Bien, bajaremos los asientos de atrás y sacaremos las cajas de la zona de la cajuela, para que puedas acostarte. Tranquilo, no abriremos ni dejaremos que te vean─. Dijo Cas.
Diego hizo eso mismo, abrió espacio y René se recostó lleno de pena en ese reducido hueco de su camioneta, la cual a pesar de ser grande, se sentía pequeña, mucho más con el tema de un cambio de pañal sucio.
Cas le bajó su pantalón hasta los tobillos, al igual que su calzón con figuritas, y abrió las cintas del pañal; bajó la parte frontal, revelando la suciedad en las pompas de su joven, la cual al sentarlo y recostarlo, se había batido hasta sus testículos.
─¡Que sucio quedaste, Renito!─. Dijo ella.  
René levantó sus piernas, y su madre le limpió rápidamente las manchas con la parte húmeda del pañal, la que tenía solo pipí. Seguido hizo eso mismo con papel higiénico, toallitas, hasta retirarle toda la suciedad.
Cuando terminó, Cas hizo bola el pañal sucio, cuidando que todo con lo que limpió a su joven quedase dentro. Luego le echó crema y talco en su pene y testículos, el cual por fortuna, no se le puso tan erecto. Le subió su calzón y pantalón sin que metiese las manos, de forma rápida.
René sintió que todo fue una tortura en público, pensó que si su amigo Jordi viese eso que le hacían, el obligarle a hacerse popó en pañales y cambios en público, seguro que dejaría de ser su amigo.
─Bien, por ahora nos vamos a casa y no te voy a poner otro pañal. Quiero que tu cuerpo repose el que haya sido tan constante el traer uno desde la noche y ahora en la mañana, pues imaginé que querrías hacerte popó como siempre después que terminas de desayunar. Bien, todo estará perfecto en este día. Ah, anoche estuve hablando con Jordi, le invité a casa a comer cuando saliera de la escuela…
René sintió que se quería ensuciar pero sin sacar nada, sus nervios aumentaron por la idea de tener a su estimado amigo en casa, que llegase a ver que usaba pañales o sus hermanos revelaran ese hecho…

Se fue sentado en su lugar en el asiento de atrás, reconociendo que todo sería fuera de naturalidad....

El castigo de René 4


T
odo en la ciudad donde René vivía seguía su curso normal al aproximarse las 7 de la noche. Algunas tiendas comenzaban a acomodar para cerrar a las 8 y algunas seguían con sus servicios.
Diego y sus tres hijos se encontraban comiendo ricos tacos en la misma plaza donde ingresaron al cine. Ya estaban finalizando sus platos. René se sentía feliz de que su padre le hallase dejado comer de forma normal, pues por unos segundos mientras estaban en la barra ordenando, creyó que él se los daría en la boca como su madre por la mañana.
Al haber reposado un largo rato conversado sobre asuntos que no eran el castigo que le habían puesto a René, se levantaron. Ya iban a dar las 8:30 de la noche. René echó un vistazo a las personas alrededor por si alguna le veía sus pompas grandes, las que llevaba cubiertas con la playera manga larga que se ató a la cintura, pero no ninguna le vio, todas seguían en lo suyo.
Ellos se retiraron en dirección al auto. Eduardo y Jimena caminaban juntos observando las novedades en sus celulares, los puntos que habían ganado en sus juegos favoritos. René no quería formar parte de esas diversiones hasta que su mente le otorgara el hecho que ya no sintiera el pañal grueso entre las piernas. Además, no quería sentir fugas de pipí escurriéndole, pues por todas las horas que estuvieron en la plaza, había llevado el mismo pañal puesto, a lo que ya estaba totalmente empapado de la zona frontal y cubría ya la mayoría de sus pompas, pues la humedad se corrió hacia atrás cuando se sentaron en las sillas para comer. Le sorprendía mucho el hecho que los mismos pañales que ellos fabricaban no lograsen evadir los olores a pipí que él sentía de sus descargas, pues cuando se quedaban de pie viendo algo, el aroma a pipí llegaba hasta sus narices, no dudaba que su padre y hermanos ya sabían que requería un cambio. Por eso mismo del pañal lleno, ya se iba mentalizando que al llegar a casa estaría su madre lista con otro en la mano para cambiarle.
El retorno se dio de forma normal.
Casandra leía un libro que le gustaba, y cuando escuchó abrirse la puerta de su estacionamiento, le puso su separador al libro y fue a esperar que todos llegasen bien.
Cuando Diego dejó apagado el carro, Jimena y Eduardo bajaron corriendo, llevando sus cosas que compraron en las tiendas, las que eran un par de zapatos y dos playeras. Ellos se los mostraron a su madre, quien les sonrió por que habían decidido bien por sus estilos para vestirse.
Seguido salió René con la mirada puesta en su madre, como si ya supiesen los dos lo que primero tendría que hablarse. El joven cerró la puerta y caminó con pasos lentos. Cas (Casandra) se puso en la puerta como buena portera a la que no le meterían ningún gol, y le dijo a su joven con las manos en la cintura:
─¿Y cómo le fue a mi Renito?─.
René le vio con sus ojos como si tuviesen sueño. Y afirmó que nada grande ni mejor pasaría a su vida si se enojaba, por lo que solo le dijo con tono cortante:
─Bien…
Pero al instante en que quiso entrar, su madre le puso la mano en el pecho, y Cas añadió:
─¿Cómo va ese pañal?─.
René suspiró, y le dijo:
─Supongo que quieres que me baje la ropa…
El joven entonces vio que su idea se volvió seria cuando su madre esperaba sin decir nada, y entonces, procedió a bajarse el pantalón y su gran calzón colorido, éste ya iba húmedo y oloroso a pipí por las costuras de la entrepierna. Mientras hacía eso apareció Eduardo, quien veía a su hermano bajarse la ropa ante su madre. Cas sentía los olores a pipí que provenían tanto de la ropa de su joven como del pañal que se llevó puesto al paseo.
─Bien, acuéstate en el sillón, te voy a cambiar ahí─. Dijo ella.
René se sorprendió, por la sala y la mesa estaban pasando sus hermanos y su padre. Peor aún, Eduardo estaba de pie ahí mirándolo.
─¡Mejor en mi cuarto!─. Pidió el joven.
─¡NO… en el sillón! Vamos y no discutas─. Afirmó Casandra.
Ella entonces le dio paso a la casa, y René caminó tropezándose con sus prendas hasta el sillón.
Ahí esperó de pie, subiéndose la ropa de nuevo para evitar que Eduardo le viese el grueso pañal que colgaba sin la ayuda de su calzón.
Seguido llegó Cas con los utensilios de repuesto que había pedido para tener en las gavetas de la cocina, y con ellos llevaba el nuevo pañal, una botella de talco y toallitas.
─Como ya sé que odias los baños públicos y solo vienes mojado, supongo que tienes ganas de hacer popó─. Repuso Cas.
─Por ahora no─. Dijo René.
─No importa, de todos modos vamos a retirarte ese feo pañal amarillo y ponerte uno seco─. Dijo su madre. Y así como indicó, hizo que René se acostara en el sillón vacío, en donde bien cabían cinco personas. Ella le retiró los zapatos; seguido la ropa que le cubría las piernas; conservó su pantalón de mezclilla y le dio a Eduardo el calzón húmedo para que se lo llevase al cesto de la ropa sucia. Eduardo lo hizo a regañadientes.
En lo que Eduardo se iba, René se alivió porque no le fuese a ver tan desnudo, y entonces Cas le despegó las cintas, bajando la parte frontal, extendiéndolo bajo sus pompas. Ella vio lo amarillo del algodón, al igual que vio las partes a limpiar en el pene flácido de su hijo, el que aún conservaba rastros de talco en sus ingles y testículos. Así que con dos toallitas le limpió esa zona, levantándole sus piernas como siempre sobre su pecho.
Eduardo con solo caminar por el pasillo que llevaba a la esquina de lavado en su casa, se echó una carrera y arrojó el calzón de su hermano como si encestara en baloncesto, hasta dio el brinco, pues quería ahorrar tiempo. Todo lo que estaba sucediendo con la consecuencia para su hermano mayor le estaba causando impacto, unas raras ideas y sensaciones hacia lo mismo que ellos fabricaban, hasta en ese momento pensó que se le estaba contagiando el deseo de llevar pañal, como lo que sufría su joven ídolo. Y llegó de nuevo a la sala para ver la limpieza de su hermano, impresionándose de ver a su joven ídolo, mucho más con apreciar su pene, el cual era igual al de él, solo que un poco más grande, y sin bellos negros que algunos de sus amigos le decían que salían en abundancia a partir de los doce años.
René vio que Eduardo ya estaba de pie en el mismo lugar, pero no quiso o decir nada, únicamente se dejó limpiar todas sus pompas y su pene por las manos de su madre, manteniendo las piernas abiertas y flexionadas.
Al último Cas le roció mucho talco como siempre en su pene y sus pompas olorosas ahora a toallitas y cremas para bebés. Ella puso el pañal y lo cerró cómodamente.
René se puso de pie, sintiéndose bien por el hecho de traer un pañal ligero como una nube.
─Cuando te hagas popó solo me buscas, para que limpiemos al señor colita─. Dijo Cas, con sonrisas, cerrando la botella de talco.
René entonces se quedó sentado en el sillón, poniéndose la almohada para que no se le viera su pañal blanco.
─¡Ah por cierto, vamos a tu cuarto, porque quiero que veas lo nuevo que te trajimos!─. Repuso Cas, con unos aplausos.
René puso los ojos en blanco, pues sabía que fuese lo que fuese, todo sería para seguirle acabando la vida.
Su madre le tomó de la mano y se lo llevó a tirones. En ese momento apareció Jimena, viendo a su hermano; solo sonrió como siempre, aún le daba morbo verle las piernas desnudas. Eduardo no quiso perderse la noticia, y se fue siguiéndolos a unos pocos pasos por la escalera.
Al llegar al cuarto de René, Cas abrió lentamente, para aumentar la duda de su joven. René no quería ver…
─¡Dile hola a tu nuevo cuarto!─. Dijo Cas, y dejó ver.
Eduardo se asomó entre ellos, casi brincando al hombro de su hermano.
René arrugó la cara y enseguida, al ver todo lo nuevo, sintió que habían llegado al tope, pero no quiso decir nada, solo aguantó la respiración para no explotar como una bomba atómica. Sabía que la guarida cuando llegase Jordi a su casa ya no sería su cuarto, pues los dos veían películas en la televisión colgada en la pared, que en sí ya no estaba. Ahora iba a tener que buscar una nueva guarida para hablar cosas de chicos en sus desvelos en pijama.  
─¡OMG!─. Reaccionó Eduardo con los ojos tan abiertos, como si le fuesen a salírseles, al ver las pirámides de pañales que ya cubrían el muro y llegaban hasta el techo. Su impresión era fuerte, tantas cosas infantiles y juguetes, él nunca llegó a tener todo eso.
─¡Pero me van a devolver todo esto que me quitaron… me darán todo, hasta mi libertad!─. Gritó René con fuerza a su madre, sintiendo que lloraba de enojo, por perder todas sus cosas.
─No te preocupes, todo está en la fábrica, en una sala bajo llave, con el tiempo veremos si vuelven o les damos otro uso, el que decidirá sobre ellas serás tú. Y sobre tu libertad, no seas tontito Renito, tú estás en completa libertad, esta es tu vida, mi niño─. Dijo Cas con ternura.
A René le consoló que no hallasen tirado a la basura los juguetes que le gustaban mucho y que les tenía mucho afecto.
─Si quieres juega ahora mismo en tu cuarto, tienes todo libre para ti, juguetes, un rico aroma, tus amados pañales que puedes usar cuantos quieras, y cuando pase, me llamas─. Dijo su madre, retirándose con una sonrisa tan natural, como si lo que le hubiese dicho fuese que bajase a cenar.
─¿En serio querías todo esto?─. Preguntó Eduardo, tomando un pañal desde la base donde estaba la gran pirámide, haciendo que se les viniesen encima.
A René le parecieron fuertes y sin gracia las dudas de su hermano, y más por el hecho que estaba haciendo sus bromas, metiendo sus manos arruinando todo como de costumbre, por lo que le tomó de la playera y le empujó hasta la puerta. Sacándole.
─¡Mira, deja mis cosas en paz con lo que sea que haya, este sigue siendo mi estúpido cuarto!─.
René cerró de un portazo.
Eduardo se quedó riéndose y triste por querer seguir viendo lo que le habían dado a su hermano mayor; eso que parecía un gran tesoro, un botín de oro compuesto por algodón y cintas que olían bien, incluso juguetes y muchos mimos.
Casandra efectivamente había escuchado que su joven sacó a su tercer hijo del cuarto, por encontrarse cerca, y eso le enojó mucho; afirmó castigarle pero sin demostrar enojos para ocultar bien sus intenciones. Por otra parte, eso le estaba dando señales que su hermoso Lalito pronto pediría tener algo similar a lo que siempre poseían René o Jimena con cualquier otra cosa; y ya lo tenía pensado, calculado desde que se puso a discutir los modos de castigo para su hijo mayor con su esposo, solo faltaban más indicios. Pero por ahora tenía que hacer ver a su joven que su comportamiento no estaba siendo el adecuado para el de un niñito al que le bañaban y se ensuciaba en sus pañales. Y entonces, después de afirmar eso, tomó su celular y le escribió un mensaje a Jordi, el amigo de escuela y de todo de René, invitándolo a comer al día siguiente que finalizaran todas las clases. Le envió bien el mensaje por Whatsaap, pues se tenían agregados.


Una hora después…



Jimena y Eduardo ya dormían en sus cuartos, después de haberse dado una fresca ducha juntos en el baño, también cenado café con pan en compañía de sus padres y ver algo de programas cómicos.  
René se había mantenido en su cuarto sin salir y sin haber levantado todos los pañales caídos, pues con el enojo de haber perdido todas sus cosas, no podía ni contarlos de uno en uno ni dos en dos, todo se le hacía complicado. Lo que sí le era simple, era sentir las ganas de ensuciarse, de hacer popó, estas eran fuertes y eran más que persistentes. Seguía afirmando que sus padres le estaban dando sus sustancias laxantes en las comidas o cositas que le invitaban, pues ni estando sentado en su cama podía contener las ganas, cuando en otras situaciones antes de todo ese castigo, en la calle o en casa bien lo lograba disminuir. Hallándose sentado, empezó a sentir que la popó se le iba saliendo, a lo que pensó que ya hasta sufría de incontinencia fecal. Y para no sufrir con eso, se hincó en la cama, pujando, sacando solo un poco, y seguido abrieron la puerta.
Cas se acercó a la cama donde estaba su joven, viendo que por la posición y la cara que dejó de tener para disimular, estaba haciendo uso de su pañalito. Y luego, bien lo confirmó por los aromas en el aire.
─Mi Renito se está haciendo popó…
─¡Está bien… sí… pero vete y luego vienes─. Pidió René, sin dejar de sentir que las ganas eran grandes y fuertes y que no se detenían.
─Pero si mami quiere ver cómo te ensucias, vamos, tu sigue, yo aquí espero─. Repuso Cas, sentándose en la orilla de la cama, viendo el desastre de los pañales limpios en el suelo.
René siguió pujando hasta acabar, de sus pompas grandes salían crujidos por los últimos grumos sólidos, y él se ponía rojo de vergüenza. Cuando acabó, el olor ya era muy evidente. Casandra entonces tomó uno de los pañales caídos y le dijo a su joven que se acostase boca arriba, como siempre. René así lo hizo, evaluando su gran bola de popó al sentirla llegarle hasta sus testículos por el calorcito grumoso.
Casandra abrió el pañal…
─Bien, vamos a limpiar al señor colita…
Y con la parte frontal llena de pipí le limpió sus pompas en mayoría; seguido usó todos los utensilios y le limpió a su querido joven, pasando las manos entre las líneas de a quien siempre le había sospechado el amor hacia los pañales. René solo meditaba al cambio con sus mejillas rojizas por la vergüenza de haberse hecho popó a un lado de su madre, mientras ella observaba cómo se había hecho una gran protuberancia en sus bonitas pompas. Toda la gran suciedad fue una masa sólida con grumos, que dilató en irse de la piel del hermoso bebé joven.
Tras usar varias tiras de papel higiénico y toallitas, René quedó limpio de sus ingles y pompas. Por último Cas, con una toallita le retiró su prepucio para también limpiarle esa piel.
Al final, René fue puesto en otro pañal, una camiseta blanca y frotado con crema fresca, la que le llenó la piel de aroma a bebé.
Casandra acomodó a su joven en la cama, cubriéndole con las sábanas y dándole un beso en su frente; seguido se fue. René puso los ojos en blanco con ese gesto. Le era bueno que aún tuviese su celular con él, y para no dormirse por ahora, se puso a ver vídeos de entretenimiento.
Casandra salió, y al caminar hacia su cuarto para prepararse y descansar para el siguiente día en llevar a Jimena y Eduardo a la escuela, sonó su celular con su conversación de amigos. Era Jordi, quien le agradecía la invitación y que ahí estaría puntual…
Y como Jordi era un chico divino, de muchas palabras, a Casandra le gustaba platicar con él en presencia y por celular, a lo que en esa misma noche se quedaron conversando un ratito sobre las notas de la escuela y varios temas que cambiaban de un ratito a otro…

El castigo de René 3

Eduardo y Jimena no podían evitar la mirada hacia el pañal que llevaba su hermano bajo la ropa. El bulto frontal entre sus piernas era bastante evidente. Luego Eduardo dejó salir su risa un poco. Jimena le dijo a su hermano mayor:
─¿Pero por qué hiciste eso? Es raro. Mamá y papá siempre comentaban esas cosas que sospechaban de ti, hasta ahora se ve que tenían razón─.
René no dijo nada, solo estaba observando detenidamente la televisión.
─¿Te hiciste popó en tu pañal?─. Le dijo Eduardo, conservando sus risas.
─¡Mira mejor cállate!─. Le gritó René.
─¡Es cierto, ahorita lo vi que mamá le estaba cambiando como bebé, así acostado con las piernas arriba y tenía todo el trasero sucio…
─¡YA!
En el momento en que Rene quiso levantarse para darle un pequeño golpe a Eduardo, apareció Casandra y les dijo:
─¡Para ustedes dos, no molesten a su hermano así, porqué los pondré en pañales a los dos y estarán como él y así de castigados. Así que cuídense con lo que le hacen o le dicen. Además, quiero que le hablen bien, le mimen mucho, porque ya no tiene edad de joven, ahora es un pequeñito que no sabe nada de la vida─.
Jimena y Eduardo ya no dijeron nada, solo se quedaron en silencio. René se sentía incómodo, quería salirse de su casa corriendo por la puerta pero las personas le podrían divisar el pañal bajo su ropa así de fácil por lo mucho que se le marcaba. A lo que solo se puso de pie para irse a la mesa de afuera, la que tenían al lado de la piscina. Sus hermanos le quedaron viendo de nuevo los grandes bultos.
Allí se quedó afuera, pensando en las locuras que había hecho, arrepintiéndose de haber tratado de robar esos pañales en su misma fábrica. Hasta que dieron las diez de la noche.
Casandra llegó caminando, René no le miraba a los ojos, y cuando su madre se posó ante él, le extendió lo que llevaba en las manos. El joven vio que era un biberón con leche y chocolate, calientita y llena de espuma, que hasta parecía refresco.
─¿Qué es eso?─. Preguntó él, con su tono irritante.
─Mi Renito, es tu leche, tu breve cena para que te duermas tranquilo─. Respondió ella, poniéndosela al chico en una de sus piernas.
─Pero no quiero leche, sabes que me cae pesada y me aguada el estómago. Menos en biberón─. Repuso René, con el mismo estilo.
─Mmmm, pues si no la quieres ahora, será más al rato que tengas algo de antojo por la noche, ya ves que siempre sales a beber algo por la madrugada, por eso te he hecho tu leche─. Le dijo Casandra.
Seguido le tomó la mano a su joven, haciéndole ponerse de pie. Ella le llevó así hasta su cuarto.
Jimena y Eduardo ya se preparaban para dormir. Ellos dos se cambiaban allí mismo en su lugar de descanso. Eduardo se desvestía hasta quedarse en su calzón de un solo color, poniéndose su pijama de tela fresca.
─Oye, ¿y qué se sentirá traer pañal?─. Preguntó Eduardo a su hermana. Jimena también se desvestía a un lado de la litera aunque su hermano le viese, siendo tan sensual a su edad así como su madre, mostrando sus calzones color rosa al igual que cuando tenía una pijamada con sus amigas.
─No sé, dile a mamá que te ponga uno así como a Rana, y así lo comprobarás por ti mismo─. Le dijo Jimena, vistiéndose con su pijama igual a la de su hermanillo, pero color rosa.
Eduardo sonrió por el hecho que Jimena compartía su gusto cómico por decirle Rana a su hermano mayor. Pero negó la idea en su mente de pedir un pañal para dormir. Apagaron la luz del cuarto y sus celulares en sus alarmas y se metieron a la cama.
Casandra llegó con su joven al cuarto, escuchando que sus dos chicos menores se habían acostado ya de forma ritual, apagando la luz.
─Acuéstate─. Le indicó a René, señalando a la cama.
René obedeció, viendo que su madre ponía su biberón con la leche entre sus almohadas.
Ella le desabrochó su botón de la bermuda y le retiró la prenda, dejándole el pañal a la vista. Le empujó para que se acostara. René pensó que le iba a cambiar el pañal aun estando seco, pero luego sintió las manos de su madre pasar por su pañal, en su entrepierna, luego por sus pompas.
─Bien, si te dan ganas de hacer pipí, o popó de nuevo, ya sabes que pare eso está tu hermoso pañal, hijito. Vas a dormir así, para que no pases calor. Allí quedará tu leche para que la tomes en la madrugada─. Repuso ella. Luego levantó las sábanas y René entró quedándose boca arriba. El jovencillo recibió bien el beso en su frente que su madre le dio, luego ella caminó a apagar la luz.
Esto es patético”, pensó René, con esa furia en su interior que no podía revelar con el más mínimo intento.
Los momentos que se quedó sentado en la cama pensando en todos sus amigos, lo que estaría por venir, le hizo tomar diferentes posturas en su cama, agradeciendo que por fuera llegase más aire fresco a rozar con su piel. Tampoco negaba que la comodidad del pañal fuese real, le gustaba escuchar cómo tronaba ese plástico colorido cuando cambiaba de posiciones, pero seguía en lo mismo de que todo eso era una gran exageración.
De tanto pensar y pensar con molestia, se quedó dormido.

AL DÍA SIGUIENTE…

La hora de las 7 ya iba en curso. Afuera en toda la colonia hacía frío y no había mucho movimiento, únicamente algunos niños que iban en camino a las tortillerías y tiendas para comprar las encomiendas para sus desayunos.
René abrió los ojos de forma lenta, había soñado con sus temas en la escuela, los que de repente se volvían un poco exagerados, pero cuando retornó a su realidad con el dilema en su casa, todo se le olvidó de un tajo. Se sentó lentamente en la cama, observando sus piernas desnudas, y el pañal que le cubría su intimidad.
De forma habitual las ganas de orinar le volvieron. Estas se le acumularon y le hicieron erizar la piel por el ardor al contenerlo. Pensó en arrancarse el pañal y hacerse en otro lado, salir corriendo al baño en oportunidad que era temprano. La idea se le hizo buena, sonrió un poco y contuvo las ganas por más minutos. Salió de su cama haciendo a un lado sus sábanas y se acercó a la puerta. La abrió lentamente, escuchando que abajo había ruidos de alguien caminando. Se mantuvo mirando por la pequeña abertura que le daba vista a la sala, donde podía ver los sillones; escuchó la tenue música instrumental de ambiente y vio a su madre caminando ya lista para su día domingo, con su ropa normal de estar en casa, lo que no le quitaba nada de atractiva.
René bailó allí de pie arrugando la cara. Se desesperó mucho pues su vejiga ya le ardía. No quería empeorar más las cosas, no con su madre, sino con su cuerpo por resistirlo, y cerró la puerta, para mojarse en el pañal en su privacidad.
Caminó hacia la cama y se volvió a meter bajo las sábanas. Estiró las piernas y no dudó en dejarlo salir todo lentamente. Cerró los ojos para sentir su pipí escurrirle, y así fue.
Enseguida se alivió, dejó salir sus ganas de mojarse lentamente, y su pipí amarilla fue poniendo en ese color el algodón blanco que le cruzaba toda su entrepierna, y puso igual la parte que cubría sus pompas. Por el alivio, no pudo detenerlo, todo salió tan bien que le hizo sentir cosquillas y un suspiro.
Al término, el chico tocó su pañal, sintiendo que se había hecho grande y más pesado. Se hincó en la cama para palparlo mejor, afirmando que sí absorbían bien, eran tan buenos como los que hacían en la producción regular, solo que con impresiones infantiles y colores pastel.
debería quitármelo yo mismo”, pensó él, volviéndose a acostar.
Pasó un ratito más, y dieron las 8 de la mañana, donde René se dormía por minutos y despertaba. Luego de quedarse pacíficamente dormido, llegó Casandra abriendo la puerta sin hacer mucho ruido. René escuchó sus pasos cuando se le aproximaba con las manos en la cintura. Y abrió los ojos de golpe.
Ambos conectaron mirada. Casandra le sonrió y le hizo ojitos.
─¿Cómo durmió mi Renito? Espero que muy bien, vamos a prepararte para tu domingo y primero, a cambiarte ese pañal─. Dijo ella.
René estaba cubierto con la sábana, y no quiso moverse. Ella le retiró la sábana, poniendo los ojos en el hinchado pañal.
─Mi Renito se mojó, que bien. Vamos a darte un baño para que se te vaya ese fuerte olor a pipí, luego a desayunar─. Repuso ella.
Así que le indicó que se pusiera delante de ella ahí mismo en la cama. René se acomodó con pena, pues no se acostumbraba a que le viesen el pañal tan lleno como en ese instante. Su madre le retiró las cintas y bajó la parte frontal, viendo el algodón amarillo y el pene flácido de su hijo, el que se veía muy bien sin ningún bello.
─¿No quieres hacer popó por ahora? Porque si es así, te pongo otro pañal antes de bañarte─. Repuso Casandra. René le negó moviendo la cabeza y haciendo una mueca por el hecho que le mencionaban todo eso sin ningún tipo de cuidado.
Seguido Casandra le retiró el pañal. Lo hizo bola y llevó a su joven desnudo hacia el baño, tomándole de la mano como lo hacía desde el día anterior. En el lugar, René se quedó de pie en la bañera, y ella le indicó que se sentara. El joven así lo hizo y ella le abrió a la llave, llenando la tina hasta que el agua le llegó a su hijo hasta el ombligo. Teniéndolo libre, le lavó la cabeza con mucho jabón, le talló con la esponja su espalda, su pecho. Cuando llegó la parte de lavarle su pene, le indicó que se hincara. Y le retiró su prepucio para tallar con sus manos esa ligera zona, lavando bien y tarareando sus canciones favoritas que sonaban con piano con la música de ambiente. Le dejó su pene así abierto, conectándose miradas, reconociendo en sus ojos que su querido joven no estaba para nada de acuerdo con que todo eso sucediera.
─Mejor acostúmbrate a esto, porque nos estaremos viendo con esto seguido, sea yo o tu padre, además no tienes nada que temer ni tener vergüenza. Ahora sigue tu colita, vamos, acostado, y levanta las piernas sobre tu pecho lo más que puedas, como para poner pañal─. Dijo Casandra.
René no dijo nada, únicamente conservó su molestia en la mente, viendo que la espuma se le caía de la cabeza. Esperó a que el agua se le fuese a la tina y se recostó boca arriba, alzando sus piernas como su madre indicó, pero ella al ver que no lo hizo bien, con un brazo le levantó más para indicarle la posición. Aunque René se resbalase por la abundante espuma, Casandra le lavaba sus pompas con su mano derecha, y con la izquierda le sostenía sus piernas, esparciendo bien el jabón infantil en líquido que olía a fresas. Al final de lavar rápido sus pompas, René se hincó y su madre le volvió a cerrar su pene bajando su prepucio. Le enjuagó abriendo la regadera.
Le secó afuera y retornaron al cuarto.
Casandra sabía bien que su joven querría liberar sus ganas de ir al baño, ella conocía bien a sus tres hijos y ya podía saber a qué horas ellos iban al sanitario para despejarse de ambas cosas. A lo que le pondría otro pañal a su querido joven.
René se acostó en la cama, dejándose llevar, pues no podía hacer nada ante lo que ocurría. Casandra le destapó y le terminó de secar en esa posición. Sacó otro pañal del paquete y preparó solo con talco a su joven, poniéndole mucho en su pene, volviéndoselo blanco; le puso también mucho en sus pompas, para que estuviese fresco hasta el momento de otro cambio.
Cuando el jovencillo estuvo listo con su pañal, se puso de pie. Casandra le terminó de vestir con uno de sus calzones de tela, una playera y sus zapatos para que estuviese en casa.
─¿No te tomaste tu leche? No te voy a dar otra bebida por todo este día hasta que te acabes esto. Vamos, acábala, sé que te gusta mucho tu leche chocolatada, siempre te tomas la leche aunque te haga mal, no quiero que se eche a perder─. Dijo Casandra con tono serio, poniéndosela en la mano a René.
─¿Voy a estar así por todo el rato del desayuno?─. Pregunto el chico, mirándose sus piernas desnudas.
─Así es, no quiero que te vayas a hacer en el calzón. Tú no puedes usar el baño, eso es algo complejo, no sabrías ni cómo limpiarte. ¿Recuerdas? Eres un pequeñito─. Le respondió Casandra, con tono tierno.
René respiró hondo de impotencia por no saber que decirle. Y miró la leche que le costaba beberse. Caminó delante de su madre, sintiendo el grueso de ese nuevo pañal. Casandra disfrutaba hacerle eso a su hijo, admitía que se le miraban bien sus pompas al caminar, se le movían mucho más en una forma graciosa; solo omitió esa pequeña risa y esperó a que René saliera por la puerta del cuarto, pues él observaba abajo.
─Vamos, no hay nadie, tus hermanos ya saben de esto y ya te han visto tu pañalito, en cualquier momento te verán más y debes perder la pena, no hay nada que temer mi Renito─. Dijo Casandra.
Así que René se animó a bajar así, llevando su biberón en la mano y vestido con su pañal.
Los dos llegaron a la mesa y Casandra ubicó a su joven en una silla normal.
─Te voy a calentar de nuevo tu leche y si quieres, para que tú mismo te relajes, enciende la televisión y pon algo bueno. Luego te prepararé unos huevos con salchichas y unos plátanos con yogurt para que desayunes─. Repuso Casandra, decidida y poniéndose en acción en su amplia cocina.
René afirmó con un cerrar de ojos. Se molestaba porque su madre le indicaba todo lo que tendría que estar por hacer, cuando antes, él lo hacía todo, incluso sus desayunos.
Así que se mantuvo esperando en la mesa que ella volviera con el biberón con leche. Cuando Casandra se lo dio en su mano, se retiró a preparar el desayuno para todos. René caminó hacia la televisión, para poner algo que le hiciera relajarse.
Y así pasaron treinta minutos. René se distraía viendo caricaturas, y de repente le acosaba la idea de probar la leche en su biberón. Al ver que su madre salió hacia los patios, abrió el bote y le dio un sorbo por el chupón flexible, reconociendo el rico sabor. El aroma de todo el rico desayuno le hizo sentir hambre, su estómago ya rugía como león por estar acostumbrado a comer antes de irse a la secundaria por las madrugadas antes que saliera el sol. Con ver su biberón, no quería beberlo con la real función, y con el fin de apaciguar su hambre, supo que ese líquido no tendría nada de malo, era alimento, por lo que abrió la botellita, retirando el chupón flexible y bebiéndolo como jugo a grandes tragos.
Luego se dio unas palmadas en el pecho para sacarse el aire, eructando. Se rio un poco y cerró rápido el biberón.
El buen olor de todo había hecho levantarse a Jimena y Eduardo. Los dos salieron del cuarto. Jimena ingresó al sanitario, y Eduardo fue a la cocina, bajando las escaleras, poniendo el corazón de René a latir a prisa.
Eduardo llegó y vio a su hermano sentado, con las piernas desnudas y con el pañal cubierto por su calzón. 
─No digas nada─. Dijo Rene, tratando de sonar serio y humilde en su petición.
Eduardo solo se rio un poquito, y se recostó en el sillón largo para también ver televisión.  
─¡Eduardo te bañas antes de comer, por favor!─. Le gritó su madre desde donde estaba.
René se sorprendió por el hecho que su hermano menor, el tercero, recibía órdenes como las que él recibió hasta hacía unos días, antes de todo el inicio de su castigo usando pañales.
Eduardo se fue hacia el cuarto donde dormía con Jimena para prepararse con su nueva ropa y bañarse.
Pasó un rato más, en que Diego había llegado a su casa en su auto. En cuanto ingresó, le dio su abrazo de buenos días a su hijo mayor, quien se hallaba en la sala vistiendo sus pañales, como había sido el acuerdo; después de darle un abrazo como era habitual, no se perdió de darle una palmada en sus pompas cubiertas de algodón. Y luego se fue a poner una caja gigante bajo las escaleras, la que llevaba cosas que habían encargado a distintas tiendas por teléfono; toda esa indumentaria era parte del castigo de su joven. El cual había sido un servicio veloz.

Llegó el momento en que todos los presentes estaban listos para comer, se sentaron en la mesa y Casandra puso una silla ante ella, donde le indicó a René que se sentase.
El joven hizo caso, pues no quería que le llamaran más la atención. Pero la vida se le llenó de terror cuando vio que su padre ponía su plato con comida ante él. Luego entendió lo que estaría por pasar.
─Vamos a darle a mi Renito su comida─.
René vio que su plato estaba servido en una forma distinta en un plato nuevo, el cual era colorido. Sus huevos revueltos iban acompañados de sus plátanos hechos puré, con mucho queso y crema. Su madre preparó una porción de alimento con una tortilla, para dárselo en la boca.
Eduardo y Jimena comenzaron a comer lo suyo de forma normal.
─Como no quieres abrir la boquita, vamos a tomarle unas fotos a Renito y las vamos a enviar a Jordi ahora mismo, para que las manden en el grupo escolar─. Dijo Casandra, sosteniendo la ración de comida en su mano, mirando a los ojos a su joven.
René sabía que sus padres sí eran capaces de enviar fotos que le tomasen a su grupo escolar, pero lo que no quería, era que Jordi se enterara de su castigo.
─Hijo, tienes que comer. Te comentamos de las cosas obvias, así que no rompas esa advertencia─. Le añadió Diego.
René pensó que el hecho que su padre se pusiera del lado de su madre con ese momento, era que estaba perdido. Luego vio que ni Eduardo ni Jimena se reían de él, a lo que pensó que no pasaría nada malo si comía lo suyo al momento que su madre se lo daba en la boca, para poder vivir el resto de su vida sin ser atacado en otras cosas.
Y abrió grande, sin quitar su gesto serio, empezando a masticar.
─¡Bravo… bravo!─. Dijeron los dos padres y aplaudiendo de ver a su Renito comer.

Cuando el desayuno acabó, René se bebió su ración de leche en su mamila en la misma forma, siguiendo el estilo que le indicaron, el de usar el chupón flexible, y tampoco hubo burlas.
Todos se quedaron observando la televisión, enterándose de las condiciones del clima en la ciudad.
Pronto las rutinas habituales llegaron a René, las que le hicieron sentirse incómodo en la silla al lado de su madre. No dijo nada pero bien sabía que era hora de darle espacio al desayuno, sacando lo que había sido de las hamburguesas.
Entonces se puso de pie, diciendo “gracias” como de costumbre, y llevó sus platos al fregadero.
Casandra le vio irse sabiendo lo que estaría por pasar, así que solo se quedó con Diego sirviéndose más café, para comer su último pan tostado con mermelada.
René llegó a la barra de la cocina, conteniendo las ganas de hacerse popó. Él podía ver a sus familiares sentados en la mesa a poca distancia, y no quería que en ese lugar percibieran sus resultados en el aire. Así que se echó una caminata hacia las escaleras y llegar a su cuarto. A medias de la subida, le gritó a su madre:
─¡Mami… déjame usar el baño… por favor!─. El estilo con que lo dijo hizo que su frente se arrugase.
─¡Pero mi Renito, tu baño lo traes puesto! ¡Hazte en tu pañal… yo subo ahorita a cambiarte, solo quédate acostado en la cama!─. Le dijo ella, con mucha alegría que no pareciera importarle que su joven flexionara sus piernas y las estirara por las urgencias.
René supo lo inútil que había sido razonar con esa petición. A lo que se fue a su cuarto.
Cerró sin poner llave y entonces, se puso de cuclillas allí mismo, liberando su largo segmento de popó en el pañal, el que le borró las líneas que se le dibujaban en sus pompas. También comenzó a hacerse pipí de forma rápida. Le costó sacarlo todo, pues la presión que el calzón ejercía contra el pañal dificultaba la salida de la masa sucia, pero al final, quedando rojo y con la cara sudada, logró terminar de hacerse encima.
Hacerse popó en el pañal era bastante raro, aún no lo aceptaba de esa forma. El hecho de sentir su masa sucia apretándose contra la piel de sus pompas le hacía sentirse bien, por aliviar esas dudas de lo que era usar pañales, pero también indignado, por ser alguien de quince años brutalmente dependiente de sus padres.
Caminó a limpiarse el sudor del rostro con una playera.
Cuando sentía sus olores a sucio, le enojaba, quería hacer el mayor berrinche para que le regresara su libertad, pero no iba a pasar, solo empeoraría las cosas. Así que se fue a quedar de pie en la orilla de su cama. Definitivamente tendría que pensar en cómo él castigar a sus padres, para que quienes estuviesen en la palma de alguien, fuesen ellos.

Pasó un ratito de minutos y entonces llegó Casandra, quien sentía el aroma a pañal sucio y a talco.
Ella le señaló la cama para que hiciera lo obvio.
René se sentó, aplastando la popó por todas sus pompas, sintiendo que ya llegaba hasta sus entrepiernas. Seguido se acostó boca arriba abriendo un poco sus piernas.
─Bien, vamos a limpiarle la colita a mi Renito, antes que se roce y se le irrite su pajarito─. Dijo Casandra. Sacando los utensilios.
Así que le retiró el calzón, le abrió las cintas y despegó, revelando la suciedad. René supo que para acabar rápido tendría que cooperar y levantó sus piernas sobre su pecho. Su madre le limpió con la parte frontal la mayor parte de popó; luego hizo lo mismo con papel higiénico. Por último con las toallitas húmedas, erizándole la piel a su joven y haciéndole una considerable erección al pene depilado de su hijo. Casandra bien sabía que René no disfrutaba del todo ser limpiado por ella de sus partes íntimas, pero reconocía que el frotarle la zona erógena a su joven, hacía que su bonito pene tomase esa admirable forma. Lo que en parte ayudó mucho, porque también le contrajo su prepucio para limpiarlo con una toallita húmeda y retirar los restos de pipí. 
Ella se llevó sus minutos limpiándole las pompas a René; le untó un poco de crema blanca y puso poco talco, luego, le subió su calzón de tela, diciéndole que le iba a dejar reposar un poco para cuando tuviesen que salir en ese día por la tarde.
René se sintió feliz, pero de nuevo enojado por tener que andar con calzones por su casa. A lo que luego se acordó que ahora él era un niñito pequeño.

Pasó un tiempo en ese día, y Diego se fue con sus tres chicos al cine, no sin antes haberle puesto otro pañal a René de forma ritual. El joven se había amarrado una playera de manga larga por la cintura para disimular lo grandes de sus pompas, las cuales sin pañales se apreciaban bonitas y grandes, con pañal, aún más.
En cuanto se fueron, Casandra permitió la llegada de unos personales de su fábrica de pañales, los que le ayudaron a sacar las cosas de su hijo mayor. En ese lapso de tiempo que estuvieron fuera, los hombres vaciaron el cuarto de René, solo dejaron la cama. Sacaron todo lo que no iba a estar allí y se lo llevaron en un camión de mudanza; los vecinos creyeron que estaban por irse.
Casandra les ordenó que primero pintaran las paredes de color blanco, retirándole manchas de lapicero y suciedad que llegó con el tiempo; seguido, cuando secó la pintura instantánea, pusieran muchos estampados en las paredes; el suelo fue cambiado a una alfombra de color naranja, suave como para acostarse en cualquier momento. Cerca de la lámpara colgaron un globo rotatorio con los personajes de Disney. En una esquina donde estaba la computadora de Rene dejaron una gran canasta de juguetes nuevos, incluso limpiaron los viejos guardados en el ático. Al lado de la cama, dejaron una pequeña mesa larga, muy bajita, parecía un catre, la que acondicionaron con cojines bajitos y sus cajones integrados, para guardar cosas elementales. En las esquinas dejaron unas pastillas aromatizantes que liberaban aromas a bebé, hechas con las mismas sustancias con que aromatizaban los pañales que ellos producían. Todo fue coordinado por Casandra, quien se aseguraba que todo quedase a como lo había imaginado para su hermoso Renito. Por último, llegó un camión grande de su misma fábrica, el cual bajó diez cajas de pañales en distintos estampados, otros en puro blanco; también sacaron una sola caja mediana donde iban cinco botellas de talco y toallitas húmedas, los que los ubicaron en las gavetas de la mesa bajita.
De las doce del día a las cinco de la tarde de ese domingo, en que René se fue con su padre y hermanos al cine y a comer por la plaza, pasando nervios de que le viesen su pañal bajo la ropa por llevar sus pompas grandes, todo su cuarto y algunas otras secciones de la casa, perdieron ese toque juvenil, y adquirió uno totalmente infantil, así como Casandra había indicado.
Ella ya no veía las horas de presumirle a su hijo las remodelaciones, y cambiarle el pañal, que seguro estaría ya pesado por tanta pipí o pronto a estar sucio de popó…

El castigo de René 2

R
ené no sabía si se sentía furioso o lleno de la obviedad: vergüenza.

Le era difícil reconocer ese estado de ánimo, afirmaba que no era como las anteriores veces cuando sus padres le castigaban con otras formas y podía fácilmente gritar, patalear o simplemente quedarse aislado del mundo, con ese grueso pañal no se podía; era como querer volverse loco pero su mente ni su cuerpo cedían en lo mínimo.
Al escuchar que su madre caminaba abajo, recordó que sus hermanos habían salido con su padre, por lo que se apresuró a cerrar la puerta con seguro para que no ingresaran ellos cuando estuvieran de vuelta. Sus pasos hacían tronar el pañal al mover sus piernas, le agradaba el ruidito pero en ese momento inicial no quería reconocerlo. 
La paleta que comía ya era la segunda, le gustaba el sabor, y reconocía que sabía un poco a medicina.
Se mantuvo sentado en su cama, sintiendo lo lleno de su estómago por la hamburguesa y lo que comieron durante la película. Y no podía parar de preguntarse “¿cómo rayos acabé así?” Claramente con sus faltas de cuidado cuando se dispuso a hacer todo para probar sus mismos productos lo reconoció todo.

Media hora después…


Diego volvió con Eduardo y Jimena en el auto.


René se había mantenido sentado en la cama, con sus piernas flexionadas, sin poderlas juntar a como siempre le gustaba sentarse. Pero no se movió por nada, únicamente se quedó en esa posición.
Jimena y Eduardo entraron llevando a la mesa unas cosas que su padre había traído de la empresa.
Diego ya sabía lo que había ocurrido en casa durante su ausencia, por lo que se encaminó hacia el cuarto de su hijo mayor.
Subió las escaleras emocionado por ver.
René escuchó que le tocaron la puerta con tres suaves golpes. Diego le dijo que era él. Y le pidió abrirle.
El joven no quiso levantarse para hacerlo, no quería dejar que le viese. Justo cuando se decidió a dejar a su padre afuera, escuchó que los seguros de la puerta se liberaron, y su padre asomó su mirada con mucho sigilo. Diego sentía el aroma a artículos infantiles en toda la habitación. René dudaba en cómo fue posible que abriesen su puerta, y tuvo su respuesta cuando vio que su padre jugaba con las llaves que habían duplicado. Rápidamente se cubrió el pañal con una almohada.
─¡Veo que sí te quedaron bien! ─Se admiró Diego. Su joven no dijo nada. Solo dirigió la mirada seria hacia otro ángulo del cuarto─. Con esto creo que hasta tú mismo sabías lo que iba a terminar, así como un castigo.
René únicamente negó con la cabeza en silencio, luego dijo:
─Están locos. Los dos─.
─Es un castigo a la medida de lo que con lógica se veía. ¿No crees? Tu madre y yo siempre tuvimos ese presentimiento… cuando íbamos a la fábrica los tres, siempre llegaba un momento en el que te nos apartabas, y te ibas a mirar los pañales ya empacados y te dilatabas en ese lugar, en esa área, siempre, no faltaba la ocasión; hasta ya sabíamos, te nos desaparecías, y… ¿dónde está René? ¡Obvio… en el área de empacado! Allí… de pie, mirando cada paquete como si fuese una golosina, un glorioso juguete tan ansiado, y ni hasta los juguetes los mirabas así como a los paquetes de pañales. Hasta hace poco se reveló el misterio, tu acto en la escuela y ese dibujo que me mostró tu madre, todo es cuerdo. Y aquí estás, el resultado de todo eso. Es algo bueno, ¿no crees?─. Relataba diego, dándole un piquete en el abdomen a su joven, para hacerlo reír y alegrarlo.
René volvió a decir negando:
─Están locos. Le dije a mamá que no es para este extremo, los que han volado la barda con todo esto, son ustedes. Me hubieran castigado y ya─. Dijo el chico.
─¡Eso es esto, tu castigo!─. Respondió Diego, con risas.
─¡Pero no así, me refería a algo como barrer la casa, limpiar el carro, sin gasto escolar, o…
─¡Sh… Sh…! no digas nada más, esto es lo que se aprobó entre ella y yo, así que más te vale que te adaptes. Creo que ella ya te dijo que ya no tienes quince años. Debes cambiar la mentalidad, traer de vuelta aquella que siempre has tenido. Ni yo quiero que me hables con un estilo tan juvenil. Quiero que vivas tu vida con esto, y no te preocupes por nada, tu madre y yo nos haremos cargo de ti al cien por ciento, para todo ─Dijo Diego, poniéndose de pie, tomando de la mano a su joven, tirándole para que se levantase─.  Anda, muéstrale a papi tu pañal, quiero ver cómo te quedó… anda…
René se forcejeaba, jalaba su mano para que no se la pudiese tomar. Luego Diego añadió:
─Bien hijo, como no quieres cooperar, entonces llamaré a tu madre para que te diga lo siguiente, ella hará más incómodo esto, te lo juro, ya sabes cómo es ella cuando se enoja. Anda, no pasará nada─.
René sabía que su madre llegaría a gritar como una loca por no darle gusto a su padre, entonces aceptó. Lentamente se despegó la almohada de encima de sus piernas, mostrando el pañal que le cubría su intimidad, el cual brillaba y lanzaba crujidos por la cubierta plástica. Se puso de pie ante su padre, a quien poco le llegaba a su altura. Diego le puso la mano en el hombro y con ella le indicó que se diese vuelta, admirando que le quedó a la perfección.
─¡Genial, te ves bien. Eres todo un bebé adolescente! ─Se admiró. Seguido le dio una palmada en sus pompas cubiertas por una gruesa capa de algodón─. Bien, me retiro. No quiero hacerte más grande esto, sabes que no soy bueno castigando, pero en esto con tu madre, estoy unido al mil por ciento, así que te recomiendo que cooperes para que no sientas tan pesado este ajuste a tu vida, ¿Esta bien?
Seguido Diego se dio la vuelta, caminando a la puerta.
René entonces le preguntó:
─Oye, ¿por cuánto tiempo estaré así?─. Poniendo una mirada que esperaba que fuese por unos días.
Diego entonces le dijo:
─La que el tiempo señale. Tú no te preocupes por eso, hijo, tu enfócate en usar tus pañales, y no te resistas las ganas. Pañales tendrás hasta de colchón─.
Tras responder así con una risa, le guiñó el ojo y cerró la puerta.
René se volvió a sentar, terminando de masticar su segunda paleta que rápido se desintegraba en su boca, volviéndole dulce su saliva, dejándole ese sabor a medicina, que sabía rica.


Una hora después…


Por todo ese día ya reinaba la oscuridad.

Los cuatro integrantes que se encontraban abajo se hallaban moviendo algunos muebles, con la intención de hacer espacio para establecer las remodelaciones que vendrían. Casandra les daba órdenes a Jimena y Eduardo para que desocuparan una esquina de la sala y se llevasen las cosas al garaje. Eduardo lo hacía a regañadientes, sin saber por qué tendría que ayudar en favorecer al castigo de su hermano mayor. Los dos chiquillos se imaginaban a René en la forma en que su padre les había dicho que se vería, “usando pañales a su talla con estilo infantil”. A pesar que ya había ocurrido no le habían visto, pues el joven se mantenía encerrado en su cuarto.

René escuchaba todo el movimiento de cosas abajo, pero no quería salir. Por momentos abría la puerta y veía que sus hermanos caminaban llevando cosas al garaje, a su madre limpiar el suelo con aromatizantes que olían bien y su padre también acomodando otras zonas de la casa. Toda la organización dirigida por Casandra tenía un ambiente similar a una fiesta. Quería bajar a ayudar, pero no quería que le viesen el pañal ni usando pantalón. Se le hacía raro que su madre no hubiese llegado a hablarle para que bajase a formar parte de la limpieza. Pero eso era bueno. Seguido cerró la puerta.
Se fue caminando hacia su cama con pasos lentos, y justo a la mitad del camino, una tormentosa sensación ya vivida y sentida, no solo en esos momentos de cambios de vida, sino en cualquier otro allá afuera, le hizo erizar la piel.
“¡¡Oh no!!!”…
Pensó él. Eran ganas de ir al baño, unas efectivas ganas de hacer pipí y popó. Cuando le pasaba eso, siempre acostumbraba a hacer una retentiva de las veces en que iba al baño, y se acordó que desde el día jueves por la noche había sido la última vez, por el hecho que no las había sentido tan fuertes como ahora. Era la misma intensidad de cuando le hacía mal alguno de los ricos batidos con sabor a frutas que su madre preparaba por las mañanas y se los daba con sustancias ocultas.
Así que se sentó en la orilla de la cama para mover las piernas y disipar las sensaciones que le erizaban hasta la piel de sus dedos de los pies, pero no se iban. Se estaban haciendo más fuertes, por lo que mejor se quedó quieto. No quería hacerles caso a sus padres con usar el pañal que llevaba puesto, pero temía si se salía corriendo al baño para usarlo, ellos le diesen algo peor para aumentar el castigo. Así que luego pensó en sus cosas favoritas, sus películas que tanto veía, sus libros pendientes por comprar, pero no pudo, las ganas seguían empujando esa sustancia sólida hacia el exterior. Recordó que si liberaba un poco las ganas de orinar, las sustancias sólidas se disiparían un poco, para poder negociar el usar el baño de forma habitual. Así que como sentía que su vejiga le ardía por retener las ganas, decidió mojarse lentamente. Y dejó salir los chorritos de pipí lentamente…
Le gustó ver que el algodón blanco del pañal se iba poniendo amarillo poco a poco. Una mancha amarilla se expandía por todo el ángulo de sus entrepiernas. Ese calorcito lo sintió cómodo, por liberar las ganas contenidas desde que habían comido. Pero luego las ganas de lo otro volvieron. Cerró los ojos poniendo las manos en su estómago, poniendo una mano en sus pompas haciendo presión, por sentir que ya estaba por salirse. En esos segundos de lucha contra sus esfínteres, recordaba las palabras de su madre hacía rato de cuando le dijo que era malo resistirse las ganas, y seguido sonó su celular con una llamada de Jordi. El dirigir la mirada al lugar donde estaba su celular en su buró, aplastado por el paquete de pañales y los otros utensilios, hizo que sus músculos en sus esfínteres de retención se debilitaran. René se hincó a orillas de su cama, reconociendo que tendría que liberarlo todo en el pañal. Otra vez ya no podría dar un paso más lejos de donde estaba.
El jovencillo hundió el rostro en el colchón, respirando los aromas a limpio de sus sábanas. Sin dejar de liberar sus ganas de hacer pipí que fluían lento como una manguera pequeñita, empezó a dejar salir sus ganas de hacer popó. Una pequeña porción emergió, empezando a borrar las líneas que se formaban en sus pompas a pesar del grosor del algodón. El chico se detuvo tomando energías, pues sentía que el efecto de lo que le hubiese hecho sacarlo todo, aún preparaba más. Tomó un poco de aire y esa presión con escalofríos en su cuerpo le permitió pujar más, expulsando ahora un gran segmento que se acumulaba en sus pompas y en el caminito de sus ingles, por donde cruzaba el pañal, quedándose redondo, como inflado. El obvio olor de lo que hacía le llegó a sus narices, pero no le importaba, eso tendría que oler de alguna manera, le aliviaba porque los calambres y escalofríos incómodos iban cesando. El chico pujaba y pujaba por cada dos minutos sin retirar la cara hundida de las sábanas de su cama, terminando de sacar lo último que se dilataba, breves grumos aguados. Si el sentir que una diarrea le estaba posiblemente iniciando, recordó como causa todo lo que comió el día anterior por la escuela durante el receso: los dos hotdog´s, una rebanada de pizza; en casa, la comida normal que hizo su madre: pollo con arroz y verduras; su cena: dos pequeños burritos con leche. Lo que había comido por ese día en la mañana y en la tarde, suponía aún estaría por salir… (Donde no iba a ser demasiado) pensaba él.
Cuando por fin terminó de hacerse popó en su pañal ahí hincado, empezó a sacar el rostro, abriendo los ojos, palpando el pañal, sintiendo que todo había sido bien retenido, no había manchas ni fugas. Palpó sus pompas bastante redondas, las cuales de las barreras que se apreciaban se les podía ver la mancha marrón por una cantidad de suciedad pronta a derramarse si el jovencillo se movía mucho sentándose.
Se puso de pie lentamente, sintiendo el peso del pañal, que no colgaba, sino se mantenía en su lugar, solo un poco más grueso, amarillo, tiñéndose poco a poco de marrón y liberando lo sucedido a gritos.
estoy acabado, espero no me tomen fotos y se las envíen a nadie”. Pensaba René, acercándose a la cama, pensando en sentarse, pero sabía que todo lo contenido en sus pompas se regaría y desbordaría provocando un caos más sucio.
Por pensar en que se había hecho en el pañal y que sus padres llegarían en cualquier momento cuando terminasen de limpiar abajo, se le había olvidado que Jordi le llamó. Revisó su celular atendiendo al mensaje por Whatsaap que le había enviado su mismo amigo, el cual decía:


Hey, debemos vernos,
tengo que darte unos apuntes
sobre las clases para el lunes
 y además debemos planear
las salidas para este fin de semana
responde…
⇃⇃



René sí recordó todo lo que era la escuela, las clases y pendientes por entregar con sus profesores con los miembros de los equipos, pero lo olvidó rápido cuando escuchó que la puerta de su cuarto se abría. Se fue caminando al rincón de su cama, tomando la misma almohada, pues no quería que le vieran el pañal con el desorden.
Era su madre.
─¿Cómo estas hijo? Abajo ya acomodamos unas cosas y… ─Se quedó Casandra al llegar con pasos lentos solo a medio cuarto, sintiendo un olor familiar─. Creo que mi Renito se ha hecho popó en su pañalito, ¿no es cierto?
René no dijo nada, únicamente veía a su madre a los ojos y apartaba la mirada con pena. Ella podía ver que las mejillas de su jovencillo se ponían rojas por la vergüenza. “Qué bueno que sí sirven esas medicinas laxantes en estilo de dulces”, pensaba ella.
Casandra se acercó a René, llegando ante él. El chico quiso huir pero la esquina del área y la cama se lo impedían.
─Haber voltéate, vamos a revisar qué tanto se llenó ese pañalito─.
René se opuso a los impulsos del brazo de su madre, pero ella le dio un pellizco poniéndose seria.
─¿Qué dije de la lógica de los actos? Vamos Renito, te vamos a cambiar ahora mismo─.
Entonces el chico le dio la espalda, mostrando el pañal lleno de suciedad, al que poco le había llegado por la zona de sus pompas. Casandra le despegó un poco por la cintura los elásticos, echando un vistazo.
─¡Oh… si… te hiciste mucho… definitivamente hay que limpiar todo eso. Ahora acuéstate en tu cama─. Al terminar de comentarlo con ternura burlona, sacó su celular y puso un tono de cuna sobre las almohadas para amenizar el momento como si fuese un completo bebé.
René se sentó en la cama de forma lenta, pero eso no impidió que la gran bola de popó calientita esparcida en sus pompas se batiese un poco más. Se inclinó totalmente, y Casandra le separó un poco las piernas.
Casandra tomó del buró donde dejó todo, un rollo de papel higiénico y las toallitas húmedas.
─Vamos a abrir el sucio… sucio pañalito de mi Renito. ─Así como decía Casandra, despegó las cintas frontales de forma lenta, conectando miradas con su joven, dándole sonrisas para que se sintiera más en confianza. Entonces abrió la parte frontal llena de pipí, bajándola; revelando toda la suciedad que tenía cubiertas las pompas del chico, sus entrepiernas con algunas manchas prolongadas.
René se mantuvo así y sin decir nada, únicamente cerraba los ojos lleno y muerto de vergüenza, recordando el momento de la escuela. Casandra tomó un poco de papel higiénico y empezó a limpiar primero las entrepiernas de su joven, retirando las manchas de popó que se habían esparcido hasta esa zona, sintiéndolo difícil por los bellos abundantes que cubrían todo el pene de su hijo, pero le confortaba que ese mismo día iban a hacerlos desaparecer.
René era consciente del mal olor que había en todo su cuarto, pero tenía que esperar a que todo terminase. Sentía que su madre no se apresuraba a pesar que ella le limpiaba bien sus entrepiernas y testículos de una forma lenta, cuidadosa, y veía que iba poniendo los trozos de papel blanco con suciedad en una capa de papel que ella hizo con una larga tira. Él se sentía raro y mal, pues a esa edad se suponía que ya no debería estar en esa situación, siendo limpiado como bebé por su madre. Ninguno de sus amigos vivía algo así a esa edad. Había leído en el grupo de celular que por esa tarde de buen sábado, algunos se hallaban en el cine. 
Seguido Casandra le hizo indicaciones que levantase sus piernas sobre su pecho, y René las abrazó, logando incluso tocar sus tobillos. Casandra le levantó un poco más, apartando el pañal sucio a un costado. Con su mano izquierda le sostenía para que no las bajase, y con la derecha iba retirando los grumos de popó a la piel de las pompas de su jovencillo, limpiando bien, haciéndolo mucho más rápido que con sus entrepiernas. René afirmaba que se sentían cosquillas cuando le pasaban la mano por la zona de sus líneas. Con esa emoción no pudo evitar que su pene dejase de estar flácido, a su miembro se le apreciaba una evidente erección.
Casandra se llevó unos cuatro minutos limpiando las pompas de su hijo, poniendo todos los paños de papel y toallitas sobre el pañal abierto. Por la puerta del cuarto se asomó Eduardo, quien abrió sin hacer ruido y sintiendo el olor a pañal sucio aunado con el aroma de las toallitas húmedas, reconociendo que no era tan agradable por no estar acostumbrado a él; seguido vio a unos cinco metros sobre la cama, a su hermano mayor con las piernas levantadas, con sus pompas expuestas con restos de popó, siendo limpiado por su madre. Inmediatamente se fue dejando abierto, afirmando que todo eso ¡Era raro! ¡Rarísimo! todo lo que había explicado su padre en la salida que tuvo con su hermana hacía un rato estaba sucediendo, pero afirmó con su sabio conocimiento de chiquillo, que necesitaría tiempo para acostumbrarse a ver y oler todo aquello.
Eduardo se fue a la sala donde se encontraba Jimena bebiendo agua, refrescándose de haber sudado un poco por mover las cosas que su madre les había dicho.
─No vayas a subir al cuarto de René, mamá lo está cambiando como un bebé en su cama, es cierto lo de los pañales, no lo creía, pero sí, Rana está usando pañal y se hizo, huele feo, está desnudo y mamá lo ve así…
Jimena se rio por el hecho que Eduardo le decía “Rana” a René, por el personaje rana de los Muppet Babies, los que fueron los favoritos en la infancia del jovencillo castigado, la razón de su nombre. Luego reconoció que era raro que su querido hermano usara pañal y se hallase ensuciado como decía Eduardo; le causaba curiosidad ir a ver, pero prefirió esperar a una oportunidad, y por el hecho de vivir en la misma casa, ésta no tardaría. 

Minutos después, Casandra permitió que René bajase las piernas, a lo que el chico lo hizo aliviado. Ya había sido mucho de permitir ver a su madre los detalles de su cuerpo e intimidad que creía poseer en secreto. Se quedó ahí acostado, esperando le diesen algo de ropa para cubrirse. Pero luego se quedó sentado en su cama, tratando de pensar en otra cosa para bajar su erección.
Casandra introdujo todos los papeles usados en la limpieza e igual las toallitas húmedas dentro del pañal, haciéndolo bola. Se lo llevó y antes de salir, le indicó a su joven que se quedase allí.
René aguardó ahí por unos pocos minutos, empezando a palparse sus pompas y entrepiernas para ver si le quedaron manchas de popó, pero por más que se tocaba no veía nada, ya empezaba a confiar en su madre para esas situaciones si en todo caso su castigo se prolongase por años.
Seguido entró su padre. René se volvió a cubrir con sus manos.
─¡Miren quién es… es Renito sin ropa… perfecto, vamos a darte un baño para que huelas mejor!─. Dijo Diego, mostrando la toalla en sus manos y unos utensilios nuevos que compraron en un momento desconocido para el joven.
─¿Pero me puedo bañar yo solo?─. Preguntó René, cubriéndose con la almohada, sin despegar una mano.
─Claro que no, tú te puedes caer o resbalar, no puedo dejar que te pase algo allí, además no sabes bañarte bien, tiene que estar un adulto bajo tu supervisión─. Respondió Diego, abriendo la toalla para que el chico se pusiese de pie.
─Pero quiero bañarme yo solo. Al menos déjenme hacer eso a mí. Lo de que me vean con pañales ya es mucho─. Suplicó René.
─¡Pero que locuras dices, Renito, no tienes nada que esconder ni tener pena. Vamos que el agua se va a enfriar. Yo te daré tu baño!─. Dijo Diego, acercándose.
René se quiso alejar de su padre, quien le jalaba de sus pies, y él seguía cubriéndose con la almohada. Pero en un descuido, Diego le sostuvo de sus piernas y de su espalda, por ser alto, fornido y hacer buen ejercicio con su juventud, le cargó de frente como un héroe que se lleva a su princesa.
─¡Ya suelta la almohada! ─Repuso, llevándole a su jovencillo en dirección al baño. Salieron del cuarto y llegaron. Diego puso dentro de la tina a René─. Siéntate. Ponte cómodo porque aquí vamos a durar un poco más tu madre y yo.
Para relajarse, Diego puso música en su celular, solo que él no activó música instrumental, sino una de su cantante favorito. La canción que puso, el vecino la podía escuchar por las paredes en un bajo volumen, imaginándose esa persona que en aquella casa se encontraban limpiando o algo…  
Entonces René se inclinó, sintiéndose muerto de vergüenza por estar desnudo ante su padre. Estar así ante su madre era difícil de aceptar para pasar el momento, ahora su amigo de todo buen momento con quien conversaba sobre películas, temas de tareas escolares cuando tenía muchas dudas… viéndole así, no era nada cómodo.
Diego abrió más a la llave para mezclar las aguas frías y calientes. Inició con echarle agua a René, humedeciéndole el cabello, la espalda. Después le echó jabón en el cabello, el cual olía a bebé. Seguido con la fibra para el cuerpo, la llenó de jabón corporal y le frotó toda su piel, su pecho, espalda, piernas, y cuando llegó el momento de lavarle su pene, con mucho forcejeo le logró inclinar en la tina, teniéndolo boca arriba con sus piernas flexionadas.
Casandra llegó para inspeccionar el momento, viendo la abundante espuma en el cuerpo de su hijo. René sentía frío por el agua y la vergüenza al sentir las rudas manos de su padre lavarle su pene, quien le retrajo su prepucio hacia atrás y frotaba para esparcir bien el jabón. Con todos esos cuidados que duraron tres minutos, René no pudo evitar hacer más evidente su erección.
Al término de la higiene corporal hecha una tortura, Casandra dijo:
─Ahorita mismo vamos a afeitarte todo ese bello, porque cuando se te cambia el pañal eso estorba. Es mejor que no haya ninguno─.
Diego lavó el cuerpo de René con agua fresca, para despejar la espuma. Y sin dejar que se secase, los dos se acercaron a él y con sus manos frotaron mucho jabón en sus axilas, en sus ingles, comenzando a afeitarle su pene con mucho cuidado, dejando caer los grumos de bello que poblaban toda esa zona. Rene quería llorar, pero sabía que debía aguantar.
Después recostaron a su joven en la tina, levantando sus piernas sobre su pecho, como cuando ponían el pañal bajo sus pompas, para que sus padres pudiesen afeitar estas mismas con el pequeño rastrillo. Casandra puso mucho jabón en toda su piel, y Diego pasaba la hoja de afeitar con cuidado, liberando los largos bellos púbicos que crecieron en esa zona.
Al final, enjuagaron a su joven, el que ahora lucía divino, sin ningún bello en su pene, pompas, nada, le dejaron los que iban de sus rodillas a los tobillos, pero en las partes vitales para el pañal, todo estaba perfecto.
Diego terminó de secar a su hijo, y después lo llevó cargado de igual forma hasta la cama donde esperaba Casandra con un pañal nuevo.
René ya estaba vencido, brutalmente vendido, todo su ser estaba en manos de sus padres, así como lo habían dicho y jurado, lo era. Sabía que si se negaba con algo, le iría peor o le hablarían a Jordi para que llegase corriendo para ver ese momento. Mejor se venció y se dejó domar.
Se sentó en la cama envuelto en toalla. Casandra le empujó hacia atrás para exponerlo.
─Que bonito se ve nuestro bebito, vamos a ponerle lo suyo─. Dijo Casandra.
Y para comenzar, puso a René mucho aceite corporal, frotándolo en su piel teniéndolo boca arriba. Luego le dio la vuelta, aplicándolo en su espalda, sus piernas. Luego le roció talco en su pene que poco a poco iba bajando de su erección, pero se mantenía firme. Eso a ella no le dio importancia, y le roció mucho en su miembro, hasta ponerlo blanco; lo regó más con sus manos, recordando todo como cuando René realmente estaba chico, afirmando que era igual. Continuamente le volvió a levantar sus piernas para ponerle crema en sus pompas, y con firmeza esparció la crema en sus líneas, cubriendo bien, provocando que la piel de su jovencillo se pusiese como de gallina por esas caricias en esa zona. Finalmente, sin bajarle las piernas, puso el pañal abierto bajo sus pompas, acomodándolo, y al tenerlas bien, entonces acomodó su pene que se llegó a quedar flácido con la puntita hacia abajo y cerró el pañal con las cintas, las que tronaban como cinta adhesiva.
Con el pañal puesto, René se puso de pie, viendo que su madre iba por ropa normal. Casandra sacó una pequeña bermuda juvenil y una camiseta, para que no estuviese tan formal para la hora de dormir que ya no tardaba por ese día. Vistió con eso a su joven.
Dejó a René con sus calcetines y sus pantuflas.
─Vamos a la sala, donde están Jimena y Eduardo, supongo que ya fue mucho y quieres ver un poco de televisión para antes de dormir─. Dijo ella. Llevando a su joven abrazado de los hombros, feliz de hacerle realidad su deseo y sabiendo aplicar bien el castigo.
René no dijo nada, únicamente caminó con su madre hacia la sala, y cuando estuvieron allí, se sentó ante Jimena y Eduardo, los que con sus miradas evidentes, se clavaron en el bulto frontal que su hermano mayor tenía entre las piernas y bajo su ropa…

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...