Carla y Bruno, unos mellizos que mojan la cama
Este es el cuento de los dos hermanos llamados Bruno y Carla, quienes tenían diez años de edad.
Los dos llevaban muchos días mojando la cama donde dormían juntos por las noches, incluso también se orinaban en las siestas que tomaban por las tardes en casa, cuando terminaban de comer y las tareas escolares.
Carla y Bruno tenían a sus dos padres cansados, pues los dos adultos, tenían que turnarse para poder lavar a tiempo y a diario las sábanas húmedas de sus niños, y por estar cansados y necesitar tiempo para lavar sábanas, una mañana decidieron por que sus dos hijos usaran pañales para estar en casa y para dormir.
Fue así que a la siguiente mañana, a primera hora, el padre de los dos niños salió en su a comprar unos pañales y el resto de utensilios. Fue al supermercado, y llegando al lugar, primero echó al carrito de compras las cosas que hacían falta para su casa. Mientras lo hacía, se encontró con unos familiares, por lo que se dilataron veinte minutos conversando en los pasillos donde vendían productos de limpieza. Seguido que terminaron, se dieron un abrazo y cada quien continuó con sus respectivas compras.
Luego el padre de los mellizos con problemas nocturnos, se dirigió al área de los pañales desechables. Tomó dos paquetes de pañales para niños preadolescentes, los cuales identificó bien por llevar en el empaque a un niño de la edad de sus dos hijos portando los pañales; también llevó una caja completa con lo necesario para el momento de limpieza.
Cuando llegó, todos hicieron tareas y limpiaron la casa.
Cuando acabaron, entonces se fueron a comer, la mamá de los niños sirvió en la mesa la comida para el día, y los cuatro miembros de la familia comieron tranquilamente, viendo en la televisión sus series favoritas, las que eran de acción y superhéroes.
Al final, los mellizos sabían que era hora de su siesta, y también hora de tener que afrontarse a la pesadilla que se presentaba al despertar: el mojar la cama. Así que sus dos papás, se convirtieron en héroes, como los de las series de acción, cuando les dijeron que les pondrían pañal desechable para que así no tuvieran accidentes mientras dormían.
Carla y Bruno se miraron sorprendidos, pues nunca habían usado pañales desde los tres años, tampoco se había tocado el tema en casa, ni era algo tan popular en sus vidas en todo sentido; sí que era raro que estuviesen de vuelta esos productos, era como tener un bebé real en la familia.
Los dos se sintieron nerviosos mientras iban en camino al cuarto donde dormían, pero luego con el deseo de que no amaneciese húmedo su colchón, aceptaron ser puestos en pañales por sus dos padres.
Primero fue el turno de Carla, quien se quedó esperando que su madre llegase con las bolsas del supermercado en la mano. La niña se sentía nerviosa, pero a gusto con la idea que al final de la siesta que duraría una hora y media, su cama estaría seca y no tendría que ser regañada por sus padres.
Así que en ese momento, se sentó en la cama, mientras su madre abría los elementos que compraron. Seguido ella le empezó a retirar los zapatos, las mallas se las dejó puestas. Luego le subió el vestido hasta el pecho, para que no estorbara en el área principal. Carla sentía cómoda el inicio del proceso, a lo que no ponía ninguna resistencia.
Su hermano Bruno esperaba su turno al lado, casi enfrente de la cama, con una sonrisita picaresca en su rostro, como que si el uso de los pañales fuese algo que estuvo esperando desde hace mucho tiempo.
La madre de los chicos que mojaban mucho la cama le dijo a su niña
─Levanta un poco la cintura─. Dijo ella con dulzura. Carla entonces le hizo caso, permitiendo que su madre le retirase su pantalón malla, quedándose en braguitas que llevaba para ese día, el cual eran de color rosa con flores.
La señora dobló el pantalón y lo puso encima de la almohada, pensando que si iban a dormir una siesta, entonces podrían quedarse con pañal. Y como no podían ponerle el pañal encima de las braguitas, la señora le retiró este, poniéndolo en su forma, pues se había enrollado al pasar por las piernas de su chica.
Así fue que Carla se quedó desnuda, conservando únicamente su vestido. Se mantuvo con las piernas flexionadas hacia los lados, mientras su madre sacaba un pañal del nuevo paquete. Cuando estuvo listo, ella le limpió su culete con las toallitas húmedas, liberando restos de suciedad; seguido, le sostuvo sus piernas sobre su pecho con una mano y con la otra le empezó a tallar crema para evitar las rozaduras en su culo, deslizando bien sus dedos entre sus líneas; ya que con el dormir por esa tarde podrían sudar mucho y eso causarles irritación en esa piel. Luego le roció su vagina con mucho talco para bebés, esparciéndolo con sus manos, dándole un ligero masaje para que disfrutase ese momento, y Carla bien lo representó con una sonrisita y cerrando sus hermosos ojos. Con ese procedimiento, Carla pudo reconocer que usar pañales para los dos momentos de sus vidas, como la siesta y la noche, no era tan problemático ni traumatizante.
La señora le puso el pañal bajo las nalgas de su hija y subió para cubrir su bonita vagina.
A Carla le abrocharon las cintas adhesivas en la cintura, haciendo que se viese divina con su pañal. La niña se levantó y empezó a dar unos cuantos pasos apreciando la comodidad del producto; también se fue a ver al espejo, encontrándose admirable, pensando que ahora era otra chica que usaba mejores cosas que simples braguitas; los pañales le hacían verse como otra maravilla cuando los traía puestos. Así que para proceder a iniciar su descanso, se acostó en la cama que compartía con Bruno, tomando el papel de público en ese proceso de colocación de pañal, viendo que su hermano de la misma edad se acostaba como lo hizo ella, mientras que su madre sacaba otro pañal de la bolsa.
A Bruno también le retiraron los zapatos que llevaba en ese día, para poder retirarle la ropa; seguido le bajaron el pantalón, dejándolo en calzoncillos y su camiseta. Su madre igual se la subió hasta el pecho, y le despojó el calzoncillo con un desliz entre las piernas.
Bruno quedó desnudo, su piel era bonita y blaca, igual que Carla. El proceso fue el mismo, solo que cuando la madre de los dos niños estaba limpiándole sus nalguitas a Bruno, Carla y ella pudieron ver que el pene del chico se estaba poniendo erecto, y la piel del chiquillo se ponía erizada.
Bruno sí que estaba sintiendo mucha verguenza el momento, se estaba llenando de excitación, no por usar pañal, sino porque su hermana y su madre lo estuviesen viendo desnudo de nuevo, algo que no había sucedido desde hacía algunos años en sus cortas vidas.
Pero que a Bruno le ocurriese una bonita erección notable no le importó a la madre de los dos, ella ignoró eso y continuó en ponerle crema en su culillo y luego mucho talco en su pene, el cual se puso un poco menos erecto al terminar de ubicarle el pañal bajo sus nalgas, para cerrarlo con las cintas al subirle la parte frontal.
Cuando por fin los dos estuvieron con sus pañales puestos, su mamá guardó los elementos comprados para sus accidentes dentro de la cómoda. Los dos niños se prepararon para dormir tranquilos, llevando el pañal a la vista para ese momento, pues ya no podían llevar puesto el pantalon de pijama.
Se durmieron cómodos por toda una hora y media.
Afuera el ambiente se puso nublado, las nubes corrían de un lado a otro en señal que iba a caer una fuerte lluvia.
Bruno se despertó con los ojos hinchados de dormirse ese tiempo, observando el cielo por su ventana, recordando que había ropa que sacar del patio donde la ponían a secarse. Así que al ver a Carla aun dormida, supo que tendría que ir a moverla él mismo. Rápido puso salida de su cama y en esos movimientos se había olvidado del pañal que le pusieron, se le había olvidado el remedio, pero al ver a Carla a su culo por dormir boca abajo y verse a sí mismo con el suyo puesto, vio que se había mojado como siempre: entre sus piernas tenía la parte frontal del pañal totalmente amarilla, más grande de lo normal; efectivamente el pañal había evitado una gran mancha en las sábanas y el colchón.
Bruno se sintió feliz por la ayuda del pañal, la gran ventaja que representaba usarlo para dormir. Entonces se apresuró a salir de su cuarto para sacar la ropa del hilo. Se echó un brinco por encima de Carla y fue con pasos rápidos al jardín.
Su patio era amplio y lo rodeaba una barrera de madera alta, por la que ninguna persona de afuera podría verle su bonito pañal lleno de pipí.
Bruno retiró la ropa del hilo, llevándola hasta la sala. Echó el bulto de prendas sobre los sillones y al hacerlo, su cuerpo le hizo sentir una necesidad normal en su cuerpo: le dieron ganas de hacer caca. La comida de ese día había hecho fluir a lo demás en sus interiores, por lo que en cuestión de segundos mantuvo el gran segmento de caca en su recto. Rápidamente pensó en ir al baño, pero al ver el pañal que llevaba puesto, analizó que los bebés hacían uso de él cuando tenían ganas como las suyas, unas ganas urgentes de ensuciarse.
¡Así que se dio voto aprobatorio en ese momento! Se quedó de pie en una posición cómoda y con reunir sus fuerzas, empezó a empujar fuerte para vivir una mal oliente experiencia.
Empujó lento, lento; luego fuerte…
Con el ir depositando todo en el pañal, escuchaba cómo tronaba todo, su caca crujía como una bolsa plástica, y vaya que sí, por el plástico que constituía el forro de su pañal, que ahora por la nueva carga sucia que ya olía mucho, se tornaba con una mancha marrón en su culillo.
Al final de hacerse caca, tomó un poco de aire, pues el empujar contra la presión del pañal alrededor de sus nalgas era agotador. Con su mano palpó su culillo, sintiendo la masa calientita de suciedad que se esparcía al picarla más con sus dedos, pues había sido un poco espesa.
Como era la primera vez haciéndose caca en un pañal a su edad de diez años, pensó que no podría estar mucho tiempo así con todo eso en sus nalguitas, porque podrían ocurrirle rozaduras o desbordársele más por las entrepiernas.
Por lo que puso camino hacia el cuarto de sus papás, los que también estaban tomando una siesta. Con cada paso que iba dando, el pañal en sus nalguitaa se hacía más pesado, se le hizo una bola que se columpiaba de un lado a otro, y en la piel de sus entrepiernas sentía la caca batírsele como si tuviese puré de patatas.
Al llegar, los dos adultos estaban acostados durmiendo pacíficamente, y Bruno se acercó a orillas de la cama, quedando frente a su madre. Le dio tres piquetes en su brazo para llamarle la atención. La mujer abrió los ojos rápido, viendo a su hijito de pie ante ella, con el amarillo pañal que colgaba mucho entre sus piernas, reconociendo que ya era hora de quitárselo.
Pero de pronto, un olor fuerte a pañal sucio le llegó a sus narices, encontrando lo obvio del momento, reflejado también en el rostro de Bruno.
─¿Te hiciste caca en el pañal, verdad?─. Dijo ella, mirando a su hijo seriamente, pero con el olor tenía su repuesta, y la pregunta quedó innecesaria. Bruno solo afirmó con la cabeza para responder.
Seguido la mujer se puso de pie, sintiéndose molesta por que su hijo se hizo caca en el pañal y no en el baño. Ella le llevó de vuelta al cuarto donde dormían, y luego de despertar a Carla de su siesta, Bruno se acostó de nuevo en la cama boca arriba; al hacer eso el niño sintió que la gran mancha se recorrió hacia sus entrepiernas, incluso llegando hasta sus testículos, pues la presión de su peso hacía moverse más la gran bola de caca en sus nalgas hacia todo lugar.
─¿Te hiciste caca en tu pañal, Bruno? ¡Eso es increíble!─. Admiró Carla, sonriente, viendo que su madre le abría las cintas frontales.
Bruno no dijo nada, únicamente se quedó sonriente como siempre, aguardando ser limpiado. Fue cuándo le bajaron la cubierta frontal, revelando la gran suciedad que sí llegó hasta sus testículos. Su señora madre entonces le empezó a limpiar con papel higiénico la mayor parte de sus entrepiernas, con cuidado.
Carla estaba encantada de ver a su hermano de edad así de sucio, con toda esa popó embarrada en sus nalguitas, encontrando agradable la escena, a pesar que oliese mal.
Cuando le limpiaron las entrepiernas a Bruno, su madre le levantó las piernas sobre su pecho como era para poner un pañal nuevo, pues en esa zona aún había mucha caca que quitar, a lo que con papel higiénico continuó limpiándole.
Varios minutos después, Bruno quedó libre de caca en su piel, a lo que su madre terminó por limpiarle con toallitas húmedas, para asegurarse que no oliese a eso cuando se pusiese su calzoncillo limpio.
La madre de los dos niños hizo bola el pañal sucio de Bruno, el cual llevaba los papeles y toallitas usados en el proceso. Carla fue a tirar el pañal de su hermano, mientras Bruno se quedó vistiéndose sin pañal, solamente con su calzoncillo, el que llevaba desde la mañana y un pantalón corto.
Carla echó el pañal sucio a la basura, excitada e inspirada en su hermano, sintiendo que su vagina se empezaba a humedecer. Su infantil excitación le hizo empujar y empujar hasta que le dieron ganas de hacerse popó en el pañal que usó para su siesta, por lo que reconociendo que si Bruno pudo hacerse encima, oler así de sucio con toda la gran carga y bola en su culo, también ella podría. Así que ahí mismo en su jardín, donde estaba el bote de basura, sacó lo contenido en su pañal y lo que su cuerpo ya no quería tener dentro. Su popó también fue mucha, la que le borró la pequeña línea que se dibujaba en sus nalguitas a pesar de estar seca por no haberse mojado mucho en su siesta.
Cuando terminó, se sentía en una atmósfera de olor a popó, y se fue caminando en retorno a donde estaba su madre, quien no tuvo otra opción que limpiarle su culo y su vagina, cuidando que no hallasen manchas de nada para que no oliesen mal, no tuviesen rozaduras.
El proceso con Carla en su limpieza fue el mismo, donde Bruno también le vio desnudo con toda la bola de suciedad aplastada en el algodón del pañal.
Al final de todo, la familia de cuatro integrantes salió de paseo. Los mellizon no llevaron pañales bajo la ropa, pues no querían que las personas pudiesen apreciarles el bulto entre sus piernas o en sus traseros cuando se agachaban a jugar, o si corrían, como siempre les gustaba hacer.
Su señora madre les indicó con fuerza que no quería que se siguieran haciendo popó en el pañal, pues esos fueron comprados con la finalidad de evitar que mojasen la cama en sus siestas y por la noche. Pero algo había ocurrido en la mente de Bruno y Carla, pues en los momentos que se hicieron popó por primera vez, en sus mentes se produjo una rara sensación, una emoción, una excitación tan grande que les hacía afirmarse a los dos, incluso lo habraron, que para la noche y los demás días que venían, cuando tuviesen el pañal puesto, se cagarían encima, la popó olía muy bien, mezclada con los accesorios para bebés.
Fue como un foco que se encendió dentro de su ser, pero igual un foco sin botón para poder apagarlo.
Fue así que los dos hermanos que mojaban la cama terminaron en pañales, un remedio repentino pero que se apreciaba, iba a durar mucho tiempo en ellos, ya que el remedio para dejar de mojar la cama no sería tan rápido de dejar, y el de hacerse popó encima, tampoco.