domingo, 21 de marzo de 2021

Una de veronica

Una de veronica

Un dia fui a ver a una amiga que estaba en cama, enferma. Por supuesto, elegi la hora adecuada, unos minutos antes de que el practicante llegara por el barrio. Llamé a la puerta y su mamá me acompañó hasta la habitación. El gesto de Paquita, mi amiga fue confuso, le alegraba tener por fin algo de compañia, pero por otra parte estaba esperando al practicante y cabia el riesgo de tener testigos no deseados durante la inyeccion. Yo sabia que ella trataria de que yo no la viese, y ella sabia que yo trataria por todos los medios de verla. Un par de minutos despues, llegó su hermano Javier, dos años mayores que nosotras. Estuvimos charlando, contandole las cosas del colegio, le llevé los deberes... hasta que sono el timbre, y se oyo la voz de tenor del practicante dando las buenas tardes y preguntando quien era el enfermo. La puerta del dormitorio estaba abierta y daba al salon, como todas, era un piso pequeño. En el salon, una mesa en el centro,servia para que el practicante preparase todo; mi amiga no veia los preparativos, pero los intuía; yo, sien embargo, me acerque discretamenta hacia la puerta y miré; me excitaba la idea de ver a Paquita recibiendo su inyeccion, asi en primera fila, y sin tener que ser yo pinchada tambien. Cuando el practicante y la mamá de mi amiga se dirigieron hacia la habitacion, habilmente me coloque dentro de ella, buscando no estorbar y por supuesto tener una excelente perspectiva. La respuesta inmediata de Paqui fue de descargar tanta rabia contenida, miedo al dolor y verguenza de ser vista. Se nego a retirar las mantas y sabanas de la cama aferrandose a ellas fuertemente. PRimero palabras tranquilizadoras del practicante, luego amenazantes de la madre, y por fin... Paquita se vió en pocos segundos sobre las rodillas de su madre, su hermano sujetandole las manos y ¡Yo! las piernas. Si tenia miedo a la humillación, no pudo hacer nada mas para poner las cosas peor. Bueno si, despues de despedir al practicante, la mama de Paqui que aun no estaba dentro de la cama, regreso y con zapatilla en mano le sacudió unos fuertes zapatillazos que le hicieron bailar posesamente.

Estaba profundamente excita por todo lo vivido, pero aun quedaba algo mas. Mas tranquilas, charlando, entró Javier en la habitación y nos dijo que su madre habia salido, y que fueramos a su habitación: Los vecinos del piso de debajo, un matrimonio con tres niños y dos niñas, eran muy rigidos con la educación, y en cuanto el padre llegaba del trabajo, les enviaban a dormir. La verdad es que tratar de que 5 crios se metan en la cama sin sueño y no hagan ruido es utopico, pero el padre debia de ser un soñador o un cabezota, y trataba, segun nos conto Javi, que a base de correazos se callasen. La situacion de la habitacion de Javi era ideal, pues coincidia con una de las habitaciones, justo encima, y con frecuencia, con un recipiente de yogur vacio, se dedicaba a escuchar. Asi que ali estabamos los tres, tumbados en el suelo, tarro de yogur en la oreja, escuchando lo que pasaba en el piso de abajo: Voces, griterio, carreras, amenazas... y el sublimante chasquido de la correa sobre la piel...mmmmmm... y llantos, llantos, llantos...silencio.

Tras la cortina- En el dormitorio de un internado catolico para chico

Tras la cortina- En el dormitorio de un internado catolico para chico.

En el internado dormimos en una gran sala con camas a ambos lados. A una punta de la sala estan los baños y duchas, y a la otra, la alcoba de la persona encargada de velarnos, separado de la sala por una simple cortina. Cada semana, se turnan los frailes, en esta labor de vigilar nuestro sueño. Por las noches, despues de acostarnos, los que tengan faltas, serán invitados a pasar tras la cortina y alli reciben su castigo. Es un cuarto con una cama, un armario, un escritorio y poco mas. Las siluetas traspasan atraves de la cortina, del cuarto iluminado a la sala oscura. Los gritos de dolor y los llantos por supuesto se oyen cercanos, muy cercanos...

Dependiendo de vigilante de turno, la noche es mas o menos movida. El Hermano R. por ejemplo, un fraile de unos 40 años, de pocas palabras y semblante serio, no se como lo consigue, pero una vez que se apagan las luces, un silencio sepulcral reina durante toda la noche. Incluso en el unico momento en que ese silencio es interrumpido, cuando alguno de nosotros a pasado tras la cortina a recibir unos cuantos correazos, el silencio parece imponerse, solo el chasquido del cuero contra la piel y un apagado quejido del discipliando. Sin embargo, otros, como el Hermano P. es un autentico desastre, pasa lista antes de acostarnos y nunca le cuadran las cuentas, la adminsitración de los castigos en si misma es un pitorreo (la verdad no pega duro), y el apagado de las luces es el punto de partida de una gran algarabia que dura hasta la madrugada, o hasta que el Padre Superior nos oiga y ponga fin a todo. En medio, esta el hermano C., un autentico provocador, que aparece siempre en el momento oportuno, no se si fruto de la casualidad o por que el busca incasablemente la oportunidad de descubrirnos en la comision de alguna falta. Es el hermano que mejor ejecuta su labor punitiva, un virtuoso del cinturon, y nadie escapa a su yugo. Cuando tras la cortina se imparte disciplina, las siluetas y los sonidos, nos aterrorizan a la vez que nos rebelan; tal vez sea por esto, que a pesar de sus contundentes metodos, se prepara casi tanto revuelo en su semana como en la del hermano P., a diferencia de que con el hermano C., las cosas suelen acabar muy mal, frecuentemente con sesiones comunes de cinturon para todos, ocasión esta en la que la correa sale de su reducto tras la cortina.

El biombo

El biombo

Mi colegio en su pasado era solo de chicos; despues de muchos años, se dividió en dos secciones, una para los cursos inferiores, hasta 6º (doce años), y otra para los cursos superiores. En los cursos inferiores, el colegio se hizo mixto, ingresando por prmera vez niñas tan solo en primer curso; al año siguiente se abrio la matricula a niñas tambien en segundo, y asi sucesivamente hasta que aquellas primeras niñas llegaron a los ciclos superiores. Cuando yo acudi a este colegio lo hice, siendo el colegio totalmente mixto en su primer ciclo, pero en el ciclo superior era el primer año en que habia chicas. Todo parece normal, salvo en un detalle: La disciplina en el colegio se consigue mediante la aplicación de castigos corporales, en clase por parte del maestro para faltas leves, o en el despacho del director para faltas graves. Antes, cuando solo habia chicos, el maestro golpeaba sobre nuestras nalgas, cubiertas con el pantalon, pero al llegar las niñas, dado que su falda les protegia bastante, una maestra decidio levantar la falda y azotar sobre sus braguitas, por lo que los chicos nos vimos obligados a bajar tambien nuestros pantalones. En los cursos inferiores, niños y niñas estan acostumbrados a ver a los otros en prendas ineriores e incluso sin ellas en casa, en el medico... pero el problema se centra ahora en el ciclo superior. Para las faltas graves, el castigo se realiza por parte del director y sobre las nalgas desnudas en la intimidad de su despacho; todos estabamos convencidos de que al lelgar las chicas al ciclo superior lo de desnudar tus nalgas se suprimiria, pero el colegio se lo piensa bien, por lo que se instaura el puesto de sub-directora, para que principalmente se haga cargo de los castigos sobre las niñas. El problema de nuevo sigue siendo los castigos en clase, que al ser publicos, delante de toda la clase, sin embargo no quieren ser impudicos, mostrando jovencitas y jovencitos en ropa interior. De nuevo el colegio nos sorprende instalando en cada clase un biombo, tras el cual hya un caballete sobre el que apoyarte tras bajar tus pantalones o levantar tu falda, para recibir el cuero o la madera, segun las prefeencias del profe de turno. Un nuevo terror se instala en nuestras mentes: Salir de detras del biombo, despues de tus compañeros de clase sepan que te has desnudado en parte y han oido como recibias cada golpe. con tus gritos y llanto... salir de detras del biombo con el culo dolorido y la mirada baja  hacia tu pupitre. El castigo semi publico funcionanba a la perfeccion, y el biombo protegia el pudor y el decoro, pero claro nada es perfecto, y dos compañeros y yo ideamos varos trucos para ver que ocurria tras el biombo, y lo disfrutamos durante un trimestre, pero bueno eso es otra hsitoria; solo que acabamos en el despacho con nuestras nalgas al aire, y con el director y la subdirectora, y con el cuero y la madera y... Glups!

En el calor del hogar

En el calor del hogar


Padecí mucho en mi infancia de anginas, y aunque en aquella epoca era costumbre operar, mi pediatra no compartia esa opinion, y esto se tradujo en que me cayeron como llovidas del cielo, centernares de inyecciones de penicilina. El tratamiento con antibioicos es ciclico y debe completarse por lo que cuando lo iniciaba, aun con los efectos de la infección, con fiebre y en cama, un practicante acudia a mi casa a inyectarme. Era un hombre muy alto, fuerte y con bigote, que nos producia a los peques mucho terror. Los papis pagaban una modica cuota mensual por sus servicios, y todas las tarde hacia su ronda por el barrio. Los recien enfermados le esperaban en la cama o al abrigo del hogar, sin embargo muchos estaban en la calle, jugando cuando el llegaba, y se producia el ritual: LOs que iban a ser inyectados eran llamados por sus madres para que acudieran a casa, a su cita con el practicante; dejaban a sus amigos, quien en una extraña mezclanza de temor a lo que se le venia encima, humillación ante sus amigos que conocian el trance que se avecinaba y una extraña sensacion de no saber que hacer, de impotencia. Y es que era muy duro el dia que te tocaba inyección y tus amigos lo sabian; bromas previas sobre el tema, relatos sobre terribles experiencias con la aguja de otros niños, que sumaban mas temor si era posible... Se unia ademas un factor clave, que era la verguenza de estar con el culo al aire delante de un extraño o como solia suceder, delante de varios, extraños o conocidos: la vecina, una tia que estaba de visita... y lo peor, que les acompañasen otros críos, y es que las mamis de entonces no tenian mucho sentido del pudor, y permitian que sus criaturas fueran vistas con el culo al aire, lloriqueando y sometidas. Esto se producia mas facilmente si subias de la calle a recibir tu pinchazo, pues el salon solia ser el lugar elegido donde  dejar trabajar al practicante. Jamas podre olvidar los rostros de mis hermanos y primos presenciando como mama levantaba mi vestidito, bajaba mis braguitas y me colocaba sobre sus rodillas, ni tampoco los mismos rostros cuando eran ellos las victimas y yo miraba. Sin embargo, si estabas en cama, el numero de testigos se reducia considerablemente, pues en tu estado no habia que molestar, por lo que la presencia se reducia a la imprescindible, mama y el practicante, y la desnudez, aunque mostrabas lo mismo, el pequeño culito al completo, era mas "pudica", pues tumbada sobre la cama, te girabas, te dabas la vuelta y mama levantaba el camison o bajaba el pantalon del pijama, estando boca a bajo por lo que tus genitales quedaban cubiertos. Cuando todo acababa, quedabas sola en la oscuridad de la habitacion, con la nalga dolorida, las mejillas humedecidas en lagrimas y un fuerte aroma a alcohol.

El ambulatorio

El ambulatorio


Pasados los primeros dias que te retienen en cama y en casa, regresas de nuevo al cole, y a la salida, por la tarde, alli te espera mamá, pues el tratamiento aun no ha finalizado. Te despides de tus compañeros de clase con cierta verguenza pues ellos saben lo que te espera en la proxima hora, y de hecho se quedan haciendo comentarios en bajo, sobre el tema; lo se bien, otros dias le toca a otras la inyeccion. A regañadientes le das la mano a mamá y caminais hasta el ambulatorio u hospital. Es un edificio en forma de T y su entrada esta en uno de los angulo que se forman entre dos de los bloques. Atraviesas las puerta, con menos trafico humano que por las mañanas y accedes a pocos metros a una escalera que te sube al maldito tercer piso. En este momento comienza el miedo y uans terribles ganas de escapar. La escalera sigue, pero tu la abandonas en esa tercera planta y te dirijes hacia la pared sur de donde parte un pasillo, con ventanas a la calle por un lado y las salas de espera delante de las puertas de cada consulta. El practicante está al final, y su sala de espera es la mas grande. LLegas y ya una multitud de niños y niñas sobre todo, de todas las edades lloran, corretean, juegan... siendo la inmovilidad de los mismos directamente proporcional a la edad, es decir, los mas mayores casi ni respiran. En esta epoca casi todos los que ponen inyecciones son hombres, practicantes; las mujeres, enfermeras, solo te pinchan si estas ingresada en el hospital. Una largas banquetas con respaldo y brazos laterales, de dos listones de madera, son los unicos muebles de la sala. Se abre la puerta y el ambiente se torna tenso. Lo mejor es ser la primera y que no te de tiempo a pensar, pero casi nunca hay suerte. Una vez que pasa el primero, comienzan los llantos previos de resistencia, las palabras tranquilizantes de mamá y del propio practicante (tambien alto, fuerte y con bigote), el grito de sorpresa al clavarse la aguja y de dolor al penetrar el medicamento, y el llanto posterior; esto no lo ves, pero en tu mente se representa fielmente, con todo detalle. Tu estarás en su msima situacion en unos minutos. Los ms peques lloran con descaro, a ellos les esta permitido, pero nosotros los mayores, niños y niñas ya con la comunion hecha, nos humilla llorar en publico, y menos delante de otros de nuestra edad, por ello te sometes y reprimes tus ganas de gritar y llorar, dejando tan solo escapar alguna lagrima furtiva. La sala donde se inyecta es espaciosa. Atraviesas la terrible puerta de color gris, con un cristal opaco en su cuarto superior, y un suelo con baldosas blancas y negras, como si de un tablero de ajedres se tratase, y unas paredes cubiertas hasta la mitad por pequeños azulejos grises te envuelven. Un biombo al fondo, en una esquina; en la otra una mesa, la del practicante, y sus correspodientes sillas. Nada mas entrar, a la derecha en forma de L, unos muebles parecidos a los de una cocina, incluso con una pila. Alli se prepara todo. Mas o menos del centro de la estancia hacia la izquierda una camilla, donde tumbarte para recibir tu inyección. Alli esperas, preparada, con la cabeza girada hacia el practicante que prepara la mezcla. Tu misma te has colocado sobre la camilla despues de bajar un poco tus braguitas, y tu acompañante, mamá, se adelanta y subiendo la falda del uniforme del cole, le da un nuevo tiron y te las baja hasta la mitad de los muslos; no entiendo porque tengo que permanecer con el culo al aire desde tan pronto. El humedece el algodon en alcohol y ya sabes que todo comienza, o bueno sigue. Es breve, pero intenso, como un orgasmo. Todo acaba, te levantas te arreglas y sales por esa puerta, con la mirada baja escapando de otras miradas, con la mirada entornada, buscando otras miradas. 

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...