lunes, 1 de febrero de 2021
El gusto de Nicole por llevar pañales 4
Por la mañana de un día lunes, Nicole se despertó para ir a la escuela, abriendo sus ojos lentamente, escuchando que su celular se activaba con la alarma de todos los días hábiles, apagándolo con un toque con su dedo, reposando un poco más antes de iniciar a prepararse.
Habían pasado ya varios días después de haber usado un pañal a solas, pues no había tenido la oportunidad de volverse a poner uno, debido a que su madre siempre le llevaba a todas partes con la finalidad de que no quedase sola en casa, lo cual le hacía a sospechar a Nicole que talvez ella ya había descubierto su secreto, pero no era así.
En esa mañana, Nicole se volvió a quedar dormida por dos minutos, en los que se sumergió en su sueño como siempre lo hacía, dejándose llevar por los caminos en los que su mente la hacía caminar, por lo que rápido, tuvo lo que por muchos días quiso tener como pensamiento: su mente la hizo verse a sí misma portando pañal, de la manera en que tuvo su momento aquél día. Eso le hizo sonreír con sus hermosos ojos cerrados sin saber que estaba soñando, pues todo se hizo real. Solo se dejó llevar más, viendo que en lugar de gozar como lo hizo, ella se preparaba para irse a la escuela en la manera de todos los días. Y se despertó…
Nicole abrió sus ojos, sintiendo que sudaba un poco por la emoción del sueño, recordando perfectamente los ruiditos del pañal, sus fragancias, la forma de sus decoraciones, por lo que rápidamente le llegó a su mente la fuerte idea de llevar ese mismo día el pañal sobrante a la escuela bajo la falda.
A lo que sonrió totalmente dispuesta. Enseguida se puso de pie, despegándose el pijama rosa con las figuras de Barbie del cuerpo, escuchando que su madre caminaba por la cocina preparándolo todo para el desayuno. Estiró su cuerpo entero, para no sentirse tan sólida. Seguido, fue al sanitario para darse un baño con el agua caliente.
Allí, se desvistió, despojándose el pijama y su calzón color morado, poniéndolo sobre la tapa del excusado. Iniciando a darse una ducha con los jabones para niñas que habían en los recipientes.
Al salir, llegó a su cama envuelta en su toalla, poniendo el seguro a la puerta para que su madre no entrara en ese momento en que se pondría el pañal como un nuevo elemento de su uniforme escolar.
Abrió la caja con seguro donde ocultaba el artículo sobrante, poniéndolo sobre la cama, junto con la botella de talco blanco.
Iniciando, se despojó la toalla, terminando de secarse. Seguido se acostó en la cama, viendo con la luz del cuarto lo hermoso que era el pañal, sus arrugas por sus dobleces, las tiras, sus fragancias, y eso le llenó de emoción y un poco de excitación, pero no quiso frotarse para no ahuyentarse las ganas de usarlo. Así que abrió sus piernas, rociando talco blanco en toda su vagina, al igual que en sus pompas, poniéndose toda la zona blanca, frotando con sus dedos, sacudiéndose después las manos. Abrió el pañal, poniéndolo bajo sus pompas, extendiendo sus piernas hacia la cama, tirando la parte frontal, abrochando las cintas lentamente, disfrutando del ruido idéntico a la cinta adhesiva común.
Al ponerse de pie, enseguida se puso su nuevo calzón limpio, cubriendo bien el pañal, el cual no redujo mucho su grosor que le hacía tener sus piernas un poco separadas. Y al final, su falda color azul marino, con su playera manga corta color blanco.
Se vio en el espejo, destacando que no se le notaba en nada lo que se puso, por de frente no había ningún detalle, ni por detrás al verse sus pompas, por lo que sonriendo, salió para desayunar.
Pasados varios minutos más comiendo con su madre y su padre en la mesa, riéndose por los programas televisivos, la fueron a dejar a su escuela.
En el lugar, Nicole se despidió de su madre, recibiendo su recipiente con comida para la hora del recreo, en donde iban sus dos tortas de jamón con queso y su jugo de manzana.
Mientras iba caminando, Nicole miraba a sus otras compañeras de la escuela, las de otros grados, sabiendo que ninguna llevaba pañal bajo la falda como ella, al igual que ninguna podría salir al baño y orinarse como lo haría. Al ir caminando rumbo a su salón, no escuchaba que el pañal hiciera ruidos por el roce de sus piernas por cada paso, ni los olores que llevaba en sí, pues se había rociado mucho de sus fragancias femeninas para ocultarlo más. Se preguntaba si los chicos y las chicas pensaban que ella llevaba ese pañal puesto, pues algunos varones la quedaban observando con extrañas miradas, lo que más le indicaba que ella le gustaba a todos ellos.
Y para evitar más sospechas o que la descubrieran, se fue caminando más rápido hacia su salón, subiendo las escaleras, saludándose con sus amigas más cercanas con quienes compartía el almuerzo en la hora del recreo, siendo igual que siempre para que no vieran algo nuevo en su conducta.
Algo que ya esperaba sentir, era el cómo se sentía el pañal en su silla del pupitre, pues afirmaba que le impedía un poco para cerrar sus piernas y cubrirlas con la falda, lo cual le agradaba. Identificando que ese pañal era uno para bebés delgadito en su textura en las manos, pero puesto se expandía con un grosor nunca esperado.
Las horas fueron pasando, las clases con la maestra se hacían diversas al cambiar de materias, divirtiéndose con todos los compañeros, haciendo lecturas turnadas y dando sus opiniones de los temas.
Momentos después, a Nicole le llegaron las ganas de orinar en medio de la clase de Historia. Dejó de concentrarse en la lectura que iba siendo por filas cuando las ganas se hicieron fuertes. Afirmativamente pensó en mojar el pañal que se hallaba seco por casi las cuatro horas que lo llevaba puesto; para no llamar la atención, acomodándose en su silla, separó un poco sus piernas, y sin perder la lectura, liberó lentamente los chorritos de pipí, los cuales resbalaron por sus entrepiernas, empezando a acumularse en su pelvis, inflando el pañal blanco, el cual se tornaba amarillo sin que nadie lo viese.
Orinarse ahí sentada teniendo a sus compañeros alrededor, le hizo sentir excitación, unas fuertes cosquillas que le recorrieron el cuerpo entero y que le erizaron la piel. Ninguno de sus compañeros pudo divisar eso, pues solo seguían la lectura del chico que leía en voz alta de pie en su lugar.
Cuando llegó la hora de salir al recreo, todos lo hicieron. Bajaron a los patios con sus alimentos y bebidas, empezando a correr con sus amigos con las pelotas.
Nicole se dirigió al baño de niñas para revisar el pañal, pues éste se había tornado mucho más grueso y por momentos en el salón sintió que liberaban olores a pipí.
En un casillero, se levantó la falda y bajó el calzón para revisarlo. Palpó el pañal, viendo que toda la zona que le cruzaba las piernas se hallaba empapada, y el calzón se había mojado por las orillas. Así que se lo despegó, retirando las cintas, oliéndolo, analizando que le gustaba ese olor a pipí en el algodón, afirmando que en otro momento, tendría que probar hacerse popó… echó el pañal orinado hecho bolita al bote de basura.
Con papel higiénico que había en el casillero, se limpió sus pompas y su vagina, secando su piel. Se subió el calzón de nuevo, sintiendo un poco frío por el contacto directo de la tela húmeda con la piel de su intimidad. Por último se puso la falda, saliendo de nuevo a los patios al encuentro con sus amigas.
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