domingo, 6 de marzo de 2022

Vida de Chris - Epílogo





Una semana más tarde



Estoy aquí, en el parque de juegos que mami me ha comprado y que ha puesto en el salón. Es mejor jugar aquí que en mi habitación; el suelo es más blandito y estoy más cómodo.
Llevo ya una semana durmiendo en la cuna. Me he acostumbrado a ella y a todas las demás cosas de bebé. De hecho, ya soy completamente un bebé. Soy totalmente dependiente de mami. Ella es la que me levanta, la que me acuesta, la que me baña, la que me cambia, la que me da el bibe y la comida y la que me lleva en brazos a los sitios, pues ya he dejado de andar. Ahora voy a gatas todo el tiempo. A veces, mami me llama desde una punta de una parte de la casa, y yo voy a gateando hacia ella lo más deprisa que puedo, con mi enorme pañal abultado y haciendo ruido, y cuando llegó hasta donde está ella, me coge y me levanta en peso y dice ‘Que bebé tan bueno tengo’.
Yo estoy muy contento con mi nueva vida, al principio siempre me mostraba receptivo a las nuevas cosas de bebé que mami introducía en mi vida, pero siempre me iban viniendo bien.
Menos la leche que me recetó la Dra.Elisa. No había servido para nada y mami se había deshecho de ella y comprado una para bebés, aunque me la seguía dando en el biberón.
También había instalado una trona en la mesa y ahora me sentaba en ella a la hora de comer. Me ponía encima, me ataba con los enganches que llevaba para que no me cayera, y bajaba la mesita de plástico. Encima de la trona me sentía muy contento, y dejaba tranquilamente que mami me diera las comidas.
Yo tampoco hablaba, solo balbuceaba. Me pasaba todo el día en silencio a no ser que tuviera que balbucear para pedirle algo a mami o cuando lloraba por cualquier cosa. Era un completo bebé. Pero yo no era casi consciente de ello. Era consciente de muy pocas cosas, mi vida se resumía en pasármelo bien jugando con Rhino y los juguetes nuevos que mami me había comprado y que estaban en el parquecito conmigo. Cuando yo no estaba comiendo, durmiendo o jugando con mami, siempre estaba en el parquecito. A no ser que me estuvieran cambiando el pañal. Un bebecito, eso es lo que era. El bebecito de mami. Dependiente de ella, o de otra persona, para todo. No podía valerme por mí mismo para nada.
Como he dicho antes, estaba jugando en mi parquecito. Estaba mojado pero seguía jugando. A no ser que me hiciera caca, no lloraba llamando a mami para que me cambiara. Iba vestido únicamente con una camiseta y un pañal.
Mami entró en el salón. Se acercó hasta el parquecito y me sacó. Yo balbuceé molesto, pues estaba jugando con mis juguetitos. Mami me levantó y me olió el pañal para ver si llevaba caca, pero no tenía. También había parado de preguntarme si estaba mojado, pues ahora me había puesto unas horas para el cambio de pañal y siempre me lo cambiaba en ese momento, a no ser que tuviera caca, porque lloraba muy fuerte para que viniera y me cambiara. De todas formas, era la hora del cambio y mami me llevó a mi habitación. Me tumbó en el cambiador y empezó a cambiarme: me desabrochó las cintas, extrajo el pañal, me limpió y me volvió a poner otro. Yo sonreí, contento de estar cambiado. Mami entonces trajo un peto y me lo puso, primero una piernecita y luego la otra, con mucha delicadeza, como siempre. Después de abrochó los botoncitos de los tirantes y me puso unos calcetines del pato Donald y unos zapatitos parecidos a los de bebés que me había comprado. Me levantó en peso y me llevó escaleras abajo hacia la cochera.
-Chris -me dijo-, te he comprado una cosita para sacarte a pasear que te va a gustar.
Me dejó en el suelo al llegar a la cochera, yo no aguanté de pie y me caí, me quedé sentado sobre él.
Mami fue hasta donde había un bulto tapado con una de mis viejas sábanas de cama y lo destapó. Lo que había dentro era un carrito de bebés pero más grande. No era una silla de ruedas, no. Era un carrito de bebés. Una silleta. Estaba envuelta en un plástico transparente.
-¿Te gusta, Chris? -me dijo-. Es para pasearte y no tener que ir contigo cargado en brazos por la calle. Me ha costado mucho conseguirla, pues ya no las hacen tan grandes. Pero llamé a la compañía; les conté mi problema; bueno, nuestro problema; y me mandaron ésta ayer.
Yo estaba sorprendido, pero no decía nada. Era una silleta para bebés. Por un segundo, se me pasó por mi cabeza la idea de que era absurdo que eso fuera para mí, pero desapareció al instante y apenas fui consciente de ella.
-¡Venga, vamos a probarla! -exclamó mami.
Se puso a desenvolverla del plástico y enseguida la silleta desprendió un olor a nuevo. Mami me levantó del suelo, me dio unos cachetes para limpiarme el culito de haber estado sentado en el suelo y me subió encima. Me ató con las correas que llevaba para que no me cayese, que eran parecidas a las de la trona, y bajó un palo horizontal que se quedó en frente de mí como si fuera el sitio donde agarrarse en una montaña rusa.
De pronto, me di cuenta que no tenía a Rhino conmigo. Balbuceé y me agité inquieto en la silleta. Mami enseguida supo lo que quería y fue arriba a buscarlo. Yo mire la silleta como pude, pues al estar ya atado no me podía mover mucho y pensé en lo que la gente de la calle pensaría al ver a un niño de 13 años con pañal, chupete, un peluche y en un carrito. Me quedé haciendo chup chup hasta que mami volvió, con Rhino y la bolsa que llevaba dentro los pañales y las cosas para cambiarme. Puso a Rhino en mis brazos y la bolsa en la parte de atrás, colgada de las asas para empujar el carrito.
Me llevó hasta la puerta de la cochera; yo sentí como mami empujaba la silleta y puse a Rhino en mí regazo.
Mami abrió la puerta y salimos al mundo exterior.


FIN

Vida de Chris - Capítulo 10: El comienzo



Creía que los sucesos en la buhardilla habían sido lo peor del día, pero me equivocaba. Cuando mami abrió la puerta de la habitación y vi lo que había dentro no me lo podía creer.
Entrando en brazos de mami, comprobé que mi cama había sido sustituida por una cuna bastante más grande que las normales, pero aun así más pequeña que mi cama y que en el sitio donde siempre había estado mi escritorio, ahora había un cambiador.
Yo me agité nervioso en brazos de mami. No quería dormir en una cuna ni que me cambiaran en un cambiador como a un bebé de verdad. Mami me llevó hasta la cuna para enseñármela. Era de color azul clarito, con los barrotes circulares. Dentro había mantitas azul oscuro con estrellitas y una luna grande en el centro.
-¿Te gusta, Chris? -dijo mami-. Aquí es donde te voy a acostar.
-¿Por qué? -pregunté yo con una carita de pena y mirándola fijamente a los ojos, como hacía siempre que me sentía mal.
-Pues porque los barrotes de la cuna harán que no te vuelvas a caer por la noche.
-Pero mami -dije-, lash cunash shon másh para bebésh que todo lo demásh. Yo no quiero dormir en una cuna.
-Chris, ya sé que no quieres dormir en una cuna, pero si lo piensas es lo mejor; no te caerás de noche y dormirás más tranquilito.
Estiré un brazo para tocar el que parecía que iba a ser mi nuevo lugar para dormir a partir de ahora, pero en cuanto mi mano alcanzó un barrote, la retiré enseguida, como si quemara, y me giré contra el pecho de mami.
-¿Y el cambiador? -la voz me sonó muy apretada, porque tenía la boca taponada con el chupete y el cuerpo de mami.
-El cambiador es porqué ya no puedo ponerte el pañal en la cama, más que nada porque no hay cama. Además, está más alto que la cama, con lo que será más cómodo para mí y en los cajones de debajo podemos guardar tus cosas de bebé: los juguetes, la ropita, los pañales… Ahora, vamos a cambiarte de pañal y acostarte.
Mami me tumbó bocarriba en el cambiador. Me sorprendí de lo cómodo y suave que era. Mientras mi cuerpo se detenía a sentir esa comodidad, mami empezó con mi cambio. Primero me quitó los zapatitos y los calcetines, era evidente que también me iba a desvestir para ponerme el pijama. Después me sacó los pantalones y me extrajo la camiseta, con lo que la imagen que quedó de mí era la de un niño de 13 años llevando únicamente un pañal y que se agitaba inquieto en el cambiador. A continuación, me desabrochó las cintas del pañal y separó las partes, me levantó las piernas con una mano y sacó el pañal mojado. Después empezó a limpiarme mientras me decía cosas bonitas.
-Vamos a limpiar a este bebecito, que quede muy muy limpito para irse a dormir.
En otro momento le habría dicho que yo no era un bebé, pero ya no estaba seguro, no estaba seguro de nada.
Mami volvió con un pañal limpio del armario, durante esos pocos segundos en los que me dejó a medio cambiar, yo agité mis extremidades y pataleé más de lo normal.
-Tranquilo, Chris -dijo-, que enseguida te pongo tu pañal.
Mi pañal…quería mi pañal…quería que mami me pusiera mi pañal…
Mami empezó a ponerme el pañal limpio. Me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo, luego, cuando estuvo ya bien puesto en mi culete, me separó las piernas, pues de lo abultados que eran mis pañales, no me pasaban entre ellas si no las separaban, y luego no podía volver a juntarlas, con lo que parecía un cowboy andando. Cuando el pañal ya estuvo bien acomodado a mi cintura, mami me abrochó las cintas, primero una y luego la otra. Me las abrochó fuertemente, dándome sensación de seguridad y protección. La verdad era que cuando me encontraba sin pañal me sentía muy mal, y me volvía a sentir bien de nuevo cuando tenía otra vez el pañal puesto, más cómodo y seguro.
Cuando mami terminó de ponerme el pañal, yo me agarré este con mis manitas y subí las piernas hacia arriba y empecé a agitarlas, contento de estar cambiado. Ahora, mami empezó a ponerme el pijama. Primero me metió una piernecita, con mucho cuidado, después la otras siendo igual de delicada. A continuación, me dio la vuelta y me subió el pijama por la espalda, metiéndome los 2 brazos, después me volvió a dar la vuelta y, ya bocarriba, me abrochó los botoncitos. Yo estaba muy contento, la verdad es que esto era lo que había estado esperando todo el día; volver a estar con mami y que cuidase de mí. El cambiador cumplía con su función; le ponía las cosas más fáciles a mami, lo que hacía que yo también me sintiera más a gusto y disfrutara más con el cambio.
Mami fue a prepararme la cuna y me dejó allí arriba ¡La cuna! Me había olvidado de ella mientras estaba sumido en el cambio de pañal, pero ahora tendría que ir a dormir ahí, y yo no quería. Era para bebés, demasiado para bebés. Había aceptado los pañales, el chupete y el biberón, y a la larga habían demostrado que mami tenía razón cuando me los fue introduciendo en mi vida, pero la cuna era demasiado. Además, los pañales, el biberón, el chupete o las papillas eran pequeños objetos que podría esconder en un momento si la situación lo requiriese, pero la cuna y el cambiador, eran demasiado grandes. Eran ya objetos permanentes de bebés. Mobiliario de bebé. Quizás si fuera cierto que era un bebé…
-Bueno Chris, ya tienes la cuna preparada -dijo mami.
Vino hacia mí y me cogió en brazos y me llevó hacia la cuna. Una vez enfrente de ella, desenganchó 2 cierres y los barrotes de la zona lateral descendieron medio metro. Luego me dejó dentro de la cuna y los volvió a subir. Yo me puse de pie dentro y vi que los barrotes me llegaban a la altura del pecho, que hacían que me fuera imposible salir si no me sacaba alguien. Estaba en una especie de jaula, no podía salir. Me empecé a poner nervioso y me caí al colchón, pues mis piernecitas no aguantaban de pie.
Chupchupchupchupchupchupchupchup.
Miraba a mami con el chupete puesto y mi cara de pena como diciéndole que por favor me sacara de allí.
-No te voy a sacar, Chris. A partir de ahora vas a dormir aquí -me dijo-. Y no me mires así.
Yo me metí entre las sábanas y me acurruqué. Mami me puso a Rhino al lado mía y lo ansié con fuerza contra mí. Había estado a punto de perderlo…
Mami encendió el vigila-bebés, me dio las buenas noches y salió de la habitación apagando la luz. Yo me quedé en medio de la oscuridad de la noche, en mi cuna, sin poder salir de ella a no ser que me sacaran, totalmente dependiente de alguien, sin poder valerme por mí mismo. Me sentía tan bebé en ese momento…finalmente, y como consecuencia de mi duro día me quedé durmiendo enseguida.
Al día siguiente me desperté sobresaltado al verme dentro de una cuna, atrapado. Llamé a mami para que me levantara.
-¡¡Mami!! ¡¡¡MAMIIII!!! ¡¡¡ESHTOY DESHPIERTO!!!
-¡Te estoy preparando el biberón, Chris! -dijo mami.
Al rato entró en la habitación y subió la persiana. Yo la miraba desde la cuna, implorándole con los ojos que me sacara. Ella dejó el biberón en la mesita de noche y me sacó de la cuna cogiéndome en peso y me llevó al cambiador. Me desabrochó los botoncitos y soltó las cintas de mi pañal, me lo extrajo, me limpió y me puso uno nuevo, todo con mucha ternura. Después se dio cuenta de que en mi habitación no tenía ningún sitio para sentarse y darme el bibe, entonces fue hasta el salón y se trajo su mecedora. Me levantó del cambiador, cogió el biberón y se sentó en la mecedora, conmigo en su regazo. Me puso el biberón en la boca y empecé a chupar de la tetina y a absorber leche. Ella mientras me acariciaba el pelo y balanceaba lentamente la mecedora. Yo me sentía muy bien; recién cambiado, encima de mami y tomándome el bibe. Cuando acabé, mami me dio golpecitos en la espalda hasta que eructé un par de veces y me bajó al suelo. Me sentía muy raro con los pies en el suelo y enseguida estiré las manos hacia ella para que me cogiera.
-Chris, no puedo tenerte todo el día en brazos -dijo mientras me levantaba-. Tengo cosas que hacer.
Yo lo sabía, pero no quería separarme de ella.
-Mira -me dijo-, te dejo en tu habitación, en la alfombrita, con tus juguetes y cuando quieras algo me llamas, ¿vale?
Me posó en el suelo y me dejó allí hasta la hora de comer. Fue entonces cuando volvió a mi habitación y me llevó en brazos a la cocina. Me di cuenta de que cada vez andaba menos y de que cada vez me trataba más el mundo en general como si fuera un bebé, pero lo cierto era que yo seguía teniendo 13 años. Eso sí, puede que las cosas que hiciera y llevara fueran de un bebé, pero mi edad estaba ahí. Por otro lado, las cosas que me había comprado mami y me había obligado a usar siempre me habían ido bien, el problema era que yo al principio veía todas esas cosas como provisionales, pero lo cierto era que ahora no veía cuando iba a parar de usarlas, pues cada vez iba todo a peor.
Llegamos a la cocina y mami me sentó en la silla y me puso un babero. Luego volvió con un potito y se sentó en su sitio, me levantó a mí del mío y me sentó encima suya.
Mami me daba de comer, me vestía, me levantaba, me cambiaba, me llevaba en brazos a los sitios. Yo era totalmente dependiente de ella, como un bebé. Era cierto; Chris ya no tenía 13 años, ahora era un bebé que dependía de su mami para todo. Iba pensando todo esto mientras ella me daba el potito. Cogía una cucharada y me la metía en la boca, yo la recibía en silencio, y cuando me manchaba la boquita, mami cogía una servilleta y me limpiaba. Allí, sentado en su regazo, con un pañal puesto, me sentía protegido, cómodo y seguro. Quería estar así para siempre, con mami al lado mía para cambiarme el pañal, darme el biberón y darme de comer. Cuando terminé el potito me cargó en brazos y fuimos hasta el frigo a por unas natillas. Yo llevaba tiempo sin ver el contenido del frigo, pero cuando mami lo abrió, vi que la mayor parte del mismo estaba ocupada por productos de comida para bebés. No dije nada, de hecho llevaba mucho tiempo sin decir nada y últimamente solo habría la boca para decir lo justo, y algunas veces incluso balbuceaba, como cuando pedía a Rhino. Mientras mami me daba las natillas, me hice pipí encima, pero no dije nada ni di muestras de ello. Disfrutaba del momento en el que mami me daba de comer. Cuando terminó me dijo que era la hora de ir a dormir la siesta.
Me llevó en brazos a mi habitación, me tumbó en el cambiador y empezó a desvestirme para ponerme el pijama.
-¿Me cambias el pañal, mami? Tengo pipí… dije, pero la voz sonó extraña. Extraña e infantil, como si no fuera yo.
-¿Estás mojado? –me preguntó y yo asentí con la cabeza-. ¿Por qué no me lo has dicho antes? -yo no contesté.
Mami suspiró y sacó de uno de los cajones de abajo un pañal limpio. Me desabrochó las cintas del que llevaba puesto y me lo quitó. Me limpió con mucho cuidado, y cuando por fin estaba limpio, me puso de nuevo un pañal. Yo estaba muy contento, limpito con un pañal nuevo, y se me notó, pues me reía con esa risa tan de bebé. Mami me puso el pijamita y me llevó en brazos a la cuna. Una vez ya estuve dentro, puso el chupete en mi boquita y a Rhino al lado mía. Encendió el vigila-bebés, salió y apagó la luz. Yo me sentía totalmente como un bebé. En una cuna; con un pañal muy grande que hacía ruido con cada uno de mis movimientos; con un chupete; con Rhino, que ahora cuando no estaba conmigo, siempre estaba dentro de la cuna; con un pijama de una pieza, como los de bebé; y con el vigila-bebés al lado de mi cuna. Por no hablar de que tomaba potitos, papillas y biberón y de que me tenían que dar la comida y llevarme en brazos. Ya casi ni me acordaba de aquel Chris que pataleó, se enfureció y lloró la primera vez que le pusieron un pañal para dormir.
Me desperté cuando mami entró en la habitación. Estaba muy adormilado pero cuando me hizo cosquillitas en la barriga, reí tontamente. Estiré mis brazos hacia ella mientras balbuceaba llamándola. Me cogió en peso y me dejó en el cambiador, sin preguntarme siquiera si tenía pipí, pues ya sabía que seguro me lo habría hecho.
Cuando ya estuve cambiado, me dejó con el pijama puesto y me llevó al salón, donde me estaba esperando mi biberón. Me tumbó en el sofá con la cabeza apoyada en su regazo y comenzó a dame el biberón. Yo chupaba la tetina con ansia y absorbía la leche que me había recitado la Dra. Elisa. Mami no decía nada, solo me miraba mientras yo estaba concentrado en mi tarea y de vez en cuando me acariciaba algún mechón de mi pelo castaño. Cuando terminé, me dio unas palmaditas en la espalda para que expulsara los gases y me dejó en el sofá.
Estuve toda la tarde viendo dibujitos. Cuando llevaba una hora o así, me dieron ganas de hacer caca. Fue sentir las ganas y hacérmela inmediatamente. Yo seguía viendo la televisión cuando empezó a salir y a quedarse amontonada ahí, en mi pañal. Cuando terminé, sí que me sentía incómodo con toda la caca. Necesitaba que mami me cambiara, así que fui a decírselo. Pero no sé por qué, en vez de ir andando, me bajé del sofá al suelo y empecé a gatear, lo extraño era que no me resultaba raro, sino apropiado ahora para mí. Podría ser porque mis piernas habían perdido gran parte de la fuerza de un niño de 13 años que tenían. Llegué hasta la cocina, que era donde se encontraba mami haciendo la cena, y me senté en el suelo con las piernas hacia delante. El pañal se notaba un montón por la parte de delante al estar apoyado sobre una superficie sólida. Y desde ahí, desde el suelo, como un bebé, me agarré la parte de delante del pañal y le dije:
-Mami, tengo caca.
Y de pronto me arranqué a llorar, estaba sentado en el suelo agitando mis puñitos y llorando porque tenía caca en el pañal, como aquella vez en el centro comercial. Me eché hacia delante y, agarrándome la parte trasera del pañal le dije en lágrima viva y chillando:
-¡¡MAMI, TENGO CACA!! ¡¡¡CAMBIAME EL PAÑAL!!!
Y mami vino enseguida y me levantó del suelo cogiéndome por la cintura. Me llevo al cambiador y me dejó ahí mientras ella sacaba un pañal de uno de los cajones. Yo lloraba y pataleaba, estaba muy nervioso, quería mi chupete.
-¡¡¡CHUPETEEE!!! ¡¡MAMI, QUIERO MI CHUPETE!! ¡¡¡CHUPETEEEEE!!!
Mami se puso a buscarlo por ahí encima y no lo encontró. Se fue hasta el salón a ver si lo había dejado allí. Yo seguía llorando, pataleando y gritando.
-¡¡¡MAMIIIIII!!! ¡¡¡CHUPETEEEEE!!! ¡¡¡¡QUIERO MI CHUPETE!!!!
Volvió del salón sin mi chupete. Yo levanté la cabeza y al ver que no lo traía en la mano, seguí llorando. Lloraba muy fuerte, más que otra cosa, berreaba. Mami entonces buscó entre las sábanas de la cuna y lo encontró, se me había caído de la boca mientras dormía la siesta y se quedó allí. Me lo dio y yo lo cogí con mis manitas y me lo puse en la boca rápidamente. Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup
Mami esperó a que estuviera tranquilizado del todo para empezar con el cambio. Pero solo me quitó el pañal con la caca, porque me quitó el pijama y me llevó al cuarto de baño.
-Aprovechando que te has hecho caca y el cambio de pañal, voy a bañarte, ¿vale, Chris?
Mami abrió el grifo del agua caliente y esperó a que se llenara la bañera. Me dejó sentado en el váter (‘No te muevas, Chris, a ver si te vas a caer’) y fue a por mi ropita limpia. Volvió con el pijama de color morado y lo colgó en una percha. Me quitó el chupete de la boca y yo hice el gesto con ella de que quería seguir chupándolo.
-Después del baño te lo doy, Chris ¿No querrás que se te estropee, verdad?
Después me metió en la bañera y me dio mi muñeco de Spiderman acuático para que me entreteniera. Ella empezó a bañarme. Primero me lavó el pelo con champú. Yo juagaba con mi Spiderman sumergiéndolo, haciendo que luchaba contra Hydroman. Mami lavó todas las partes de mi cuerpo y me sacó. Me sentó en el váter y empezó a secarme fuertemente con la toalla. Cuando ya estuve seco, sacó un pañal de uno de los cajones de debajo del lavabo (yo no sabía ni que guardara pañales allí) y me levantó del váter para sentarse ella. A mí me tumbó en sus rodillas y me puso el pañal. Después me puso el pijama morado y el chupete en la boca y me bajó al salón.
Allí me dejó hasta la hora de cenar. Estuve todo el rato viendo los dibujos en la televisión, sentado encima del sofá con las piernas cruzadas y con Rhino, con el que jugaba de vez en cuando un ratito cuando lo que daban en la tele no me interesaba. En un momento dado me hice pipí, pero no me importaba, el pañal me mantenía seco y cómodo, así que seguí jugando y viendo la tele.
A la hora de cenar, mami apareció en el salón con un plato de papillas calentito y mi babero. Se sentó al lado mía en el sofá, dejó el plato en la mesa y me puso el babero. Después me sentó encima suya, me quitó mi chupete y empezó a darme las papillas. Ella acercaba la cuchara y me la metía en mi boca, yo la recibía con un poquito de ansia, porque tenía hambre y las papillas me gustaban más que los potitos. Mami iba recogiendo con la cuchara los restos de papilla que se me quedaban en los labios y me los volvía a meter en la boca. Así, poco a poco fui terminándome mi cena. Al final, mami me quitó el babero y me terminó de limpiar con una servilleta. Me hizo un par de cariñitos y me dijo que ya era hora de irse a la cama. Me sorprendí, porque normalmente veía una película con ella antes de dormir, aun así no dije nada. Mami me puso el chupete en la boca y me llevó a mi habitación, donde me esperaba mi cuna.
-¿Tienes el pañal mojado, verdad? -me preguntó al sentarme en el cambiador.
Como sabía que era una pregunta retórica, no contesté. Me limité a seguir chupando mi chupete y dejar que mami empezara con todo el proceso del cambio.
Me desabrochó los botoncitos, de esa forma tenía más vía libre para cambiarme. Me soltó las cintas del pañal y extrajo el mismo levantándome las piernas. Ahora empezó a limpiarme, cuidadosamente y con mucha ternura, yo me reía porque de vez en cuando me hacía cosquillitas. Cuando terminó de limpiarme me puso el pañal nuevo levantándome las piernas. Primero me lo ajustó en el culete y una vez ahí, ya me lo pasó por delante y me lo sujetó muy fuerte con las cintas. Yo me agarré el pañal por delante y me reí. Entonces mami empezó el ataque: me puso la boca en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Muy fuertes. Yo me reía mucho, no podía parar. Con el chupete puesto, la risa que me salía era muy de bebé. Eso, junto con mis piernecitas y mis puñitos agitándose, me daban un aspecto totalmente de bebé. De hecho, se podría decir que eso es lo que soy: un bebé. Mami por fin paró. Me sonrió y me volvió a abrochar los botoncitos. Entonces, levanté mis bracitos hacia ella para que me cogiera, lo hizo, y cuando estuve abrazado contra su pecho me quería quedar ahí para siempre, seguro en los brazos de mami, como su bebé que era. Mami me daba palitos cariñosos en mi pañal y me llevó hasta la cuna. Me puse un poquito nervioso porque todavía no me había hecho a ella, pero pensé que si era un bebé, lo lógico sería que durmiera en una cunita. Mami bajó los barrotes del lateral que no daba a la pared de mi habitación y me metió en la cuna. Volvió a subir los barrotes, de manera que yo ya no podía salir de ahí, necesitaba que alguien me sacara, como a los bebés. Siempre como a los bebés. Entonces me puse de pie apoyándome en los barrotes para pedirle Rhino a mami, pero me mantuve de pie solo unos segundos. Fue estirar el brazo para señalarle donde estaba y me caí y me quedé sentado sobre el abultado pañal. Mami me dio a Rhino y lo estrujé contra mi pecho.
-Venga, ale, a dormir, mi bebé-me dijo.
Yo me metí gateando entre las sábanas y puse a Rhino a mi lado. Mami terminó de arroparme, encendió el vigila-bebés, apagó la luz y salió de mi cuarto.
Yo me quedé un ratito despierto, pensando en cómo había cambiado mi vida en los últimos meses: primero había llevado pañal solo para dormir; después de me escapó el pipí un par de veces durante el día y mami me los puso solo por si acaso también de día, incluso me lo quitaba cuando tenía que ir a hacer pipí o caca; después me los dejó durante el día para el pipí solamente; luego me hice caca en el probador del centro comercial y me los dejó también para la caca; después me compró el chupete para la ansiedad; luego, debido a mis atragantones a la hora de comer, me compró papillas y potitos para mezclármelos con la comida que ella me trituraba, pero hasta la fecha solo había comido potitos y papillas; lo siguiente fue la visita al médico y su receta de leche con nosequé que me ayudaría, pero de momento, no había funcionado para nada, y mami utilizaba un biberón para darme la cantidad diaria; y después ya vinieron el cambiador y la cuna, donde estaba ahora metido. Por no mencionar tampoco todas las humillaciones a las que había sido sometido: ser cambiado delante de mis primos, salir con pañal a la calle, hacerme caca en público y ser cambiado también en público, ir a comprar pañales y comida de bebés con mami, estar como un bebé delante de Gerty y Harry, que la Dra.Elisa me viera en pañal y como me cambiaban, que la gente de la sala de espera me viera de bebé, que Tía Marian cuidara de mí mientras Jim y Kevin se reían y el posterior maltrato por parte de ellos. Es curioso que conforme pasaba el tiempo, la humillación al verme de bebé en público disminuía, menos lo último que me hicieron mis primos, que fue el peor momento de mi vida.
Abracé a Rhino y pensé en lo que iba a ser mi vida a partir de ahora; una vida de bebé, que al fin y al cabo eso es lo que yo era: un bebé.
Va a ser una vida buena.
Bastante buena.




Vida de Chris - Capítulo 9: En la buhardilla



La noche de mi visita al médico la pasé bien, mamá me había acostado mimándome mucho y se notó, pues el sueño fue tranquilo y profundo. Pero a la noche siguiente me volví a caer de la cama. No se porqué me pasaba esto, pero cuando pasaba, yo me encontraba siempre muy indispuesto y muy nervioso, y llamaba a mamá llorando por el vigila-bebés. Ella venía y me levantaba del suelo, y me tranquilizaba con palabras duclces y bonitas, al fin y al cabo, yo era su bebé. También me cambiaba si me había mojado y me volvía a acostar.
Al la mañana siguiente de haberme caído de la cama, me dijo que había encontrado una solución. Me sorprendí, porque a mí no se me ocurría nada para evitar que besara el suelo algunas noches.
El día después, amanecí con caca en el pañal. No me sorprendió, pues esa noche me desperté con ganas de ir al baño, pero como llevaba el pañal y tenía sueño decidí hacérmela encima, arriesgándome bastante, pues si no podía dormir luego tendría que llamar a mami para decirle que me cambiara. Pero para mi sorpresa, después de hacérmela, me dormí tranquilamente. Cuando mamá vino con el biberón a la habitación para despertarme, pues ahora siempre entraba con el bibe y me lo daba antes de cambiarme, entre otras cosas porque yo lo ansiaba con mis manitas, le dije si me podía cambiar antes.
-¿Y eso? -se extraño-. Normalmente nada más entrar habrías salido de entre las sábanas y me habrías pedido el bibe.
-Esh que tengo caca en el pañal, mamá -le dije
-¿Te has hecho caca por la noche? -dejó el biberón en la mesita de noche y me lavantó en peso para olerme el culito- ¡Pues es verdad! -exclamó- ¿Cómo ha pasado esto? Es la primera vez.
-Porque tenía ganash de hacer caca.
-¿Pero como es que luego no me has llamado por el vigila-bebés para que te cambiara?
-No quería deshpertarte.
-Ooohhh…pero que niño más bueno tengo -dijo mientras me apretaba contra su pecho-. Pero si tienes caquita, tú me llamas a mí y yo vengo y te cambio el pañal, que para eso te puse el vigila-bebés. La próxima vez me llamas, ¿vale? Bueno, vamos a quitarte este pañal para que puedas estar limpito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó y quitó el pijama. Luego hizo lo propio con el pañal. Cuando empezó a limpiarme, sonreí desde detrás del chuepte, y al reirme teniéndolo en la boca, sonó una risita de bebé. Mami me miraba y también sonreía. Me dio la vuelta para limpiarme el culito, y cuando ya volví a estar limpito, me puso otro pañal. Cuando terminó de abrocharme las cintas me dijo ‘Ya está, ya tengo a mi bebé limpito’. Yo sonreí y agité mis manos hacia ella para que me cogiera. Lo hizo y me sentó encima suya sobre la cama. Me sacó el chupete de la boca y lo sustituyó por el biberón. Lo agarré con fuerza con la boca y empecé a chuparlo y a absorver la leche, calentita como siempre. Yo chupaba y disfrutaba el momento, encima de mami y tomando biberón. El contenido del mismo iba disminuyendo con mis chup chup chup y mamá lo levantaba más para que la leche cayera bien en mi boca. Cuando me daba el bibe, ya fuera por la mañana o por la noche siempre lo hacía igual. También me acariciaba el pelo mientras yo chupaba de la tetina, y cuando terminaba, siempre me levantaba en peso y me daba palitos en la espalda para que expulsara los gases. Algunas veces, después de eso, me tumbaba en la cama y me hacía pedorretas, yo me reía mucho y a veces se me escaba un poco de pipí.
Después de terminar de darme el biberón, y mientras me iba vistiendo (hoy no me hizo pedorretas), me dio la noticia.
-Chris, hoy vas pasar el día con los primos -dijo mientras me pasaba una pierna por dentro del pantalón-. Tengo que hacer una cosa en la casa y me va a llevar todo el día.
-¿Pero me voy a ir…así? -le pregunté, nervioso.
-Claro, no vas quitarte el pañal, no te vayas a hacer pipí. Con el chupete puedes hacer lo que quieras. Dentro de una hora, la Tía Marian estará aquí para llevarte… ¡Jesús! –exclamó-, como conduce esa mujer.
Cuando mamá salió del cuarto me puse muy inquieto
¿Dónde está mi chupete?
Ah, ahí está
Mamá lo había dejado en la mesita. Me lo puse y empecé a prepararme mentalmente para lo peor.
A la hora exacta a la que dijo mamá, sonó el timbre. Era la Tía Mariam. Al entrar a casa, saludó primero a mamá, luego vino a mi habitación, donde yo estaba cruzado de piernas en la alfombra jugando con mis juguetes.
-¡Hola, Chris! -me dijo al entrar-. ¡Cuánto tiempo sin verte! -me levantó en peso y me dio un sonoro beso en la mejilla. Ultimamente todo el mundo me levantaba en peso.
Mamá entró en la habitación después de ella y le dio el bolso de los pañales a Tía Mariam, que se lo hechó al hombro.
-Aquí, tienes los pañales, Marian -le dijo-. Llevas 10, que son más que de sobra. En la mochilita esta de aquí -se acachó al suelo y la cogió-, he metido el biberón y los potitos para la comida y la cena. Se los tienes que dar tú, sino te vas a morir del aburrimiento para que termine de comer. Luego a la hora de la meirenda o así, le das un biberón. Yo ya le he dado uno aquí así que solo tienes que darle ese. De esta manera, cuando venga, que vendrá cansado y tarde, solo tendré que acostarlo a domir y ya está.
-De acuerdo -contestó Tía Marian, todavía conmigo en brazos.
-Pues ya está todo -dijo mamá. A continuación se acercó a mí-. Tú portate bien con la tía y no le des mucho la lata, ¿vale, cielo?
Ya estaba saliendo por la puerta de casa cuando me di cuenta que no llevaba a Rhino. Me giré en brazos de mi tía y miré a mamá estirando los brazos hacia ella.
-Rhino…Rhino…
-¿Se quiere quedar contigo? -preguntó Tía Marian.
-Sí, pero no es eso -contestó mami-. Lo que quiere es su peluche.
Se fue hasta mi habitación y volvió con él. Yo lo cogí entre mis brazos, pensando que ya que iba a estar sin mamá todo el día, por lo menos tendría a mi compañero.
Tía Marian me subió en el coche y me ató el cinturón. Luego ella se subió delante y arrancó. Por decirlo de alguna manera, Tía Mariam conducía como una loca. ¿Límite de velocidad en la carretera? No, gracias. Soy Marian e iré a la velocidad que me de la gana. Supongo que era eso lo que debía de pasar por su cabeza. Así no me extraña que pudiera ir y venir de su pueblo en el mismo día. Durante el trayecto, me iba preguntando cosas sobre mí, que como estaba, si me sentía cómodo con el pañal, etc. Luego pasó a intentar consolarme por mi nuevo modelo de vida diciéndome que si Jim estuvo mojando la cama hasta los 5 años, que si Kevin llevó chupete hasta los 4, todas esas cosas. Luego llegó el turno de comportarse como una buena anfitriona diciendo que si necestiba un cambio se lo dijera sin pensar en el momento, que si tenía que darme la comida que lo haría encantada que para eso era su sobrinito. Yo iba contestando con monosílabos, intentando hablar lo menos posible. Quería estar con mi mamá. La echaba de menos y me sentía triste. Luego me dijo que si quería me podía dormir, que me había levantado pronto y que ella me despertaría cuando llegasemos. Le hice caso y eché el asiento para atrás, me acurruqué junto a Rhino y cerré los ojos.
Cuando me desperté, me encontraba en brazos de mi tía, habiamos llegado ya a su casa y me llevaba escaleras arriba desde la cochera. Al entrar, dejó el bolso de los pañales y la mochilita en el sofá y llamó a Jim y Kevin para que vinieran a saludarme. Enseguida se oyeron sus trotes escaleras abajo, pues estaban jugando en la buhardilla. Al verme vestido con un pañal, con un chupete y en brazos de su madre se quedaron muertos. No sabían como reaccionar. El primero fue Jim.
-¿Le tengo que dar un beso al bebé? -preguntó.
-¡No es un bebé, Jim! -le regañó su madre-. Tiene tu misma edad.
-¡Pero lleva pañales y chupete! ¡Míralo! -replicó él-. Es un bebé. Y nosotros no cuidamos bebés, ¿a qué no, Kevin?
-No -contestó.
-¡Me da igual! -dijo Tía Marian-. Es vuestro primo y se va a quedar en casa todo el día. Y quiero que os porteis bien con él -hizo una pausa para mirarlos a los 2 seriamente-. Ahora ir a poner la mesa que yo tengo que cambiarle el pañal.
Era cierto. Me había hecho pipí durante mi sueño en el coche.
Jim y Kevin, obedientes, fueron a la cocina y Tía Marian cogió el bolso de los pañales y me llevó a su habitación. Una vez allí, me tumbó en la cama y me bajó los panatalones. Yo estaba muy nervioso. Era la primera vez que me cambiaba el pañal alguien que no fuera mami, y yo solo quería que lo hiciera mami. Se me dibió de notar el nerviosismo porque Tía Marian, antes de empezar con el cambio, dejó el pañal que tenía en la mano en un lado de la cama y me hizo cosquillitas en la barriga. Yo me reí de forma muy parececida a como lo habría hecho un bebé.
-No te pongas nervioso, Chris -me djijo-. Ya se que puede ser la primera vez que te cambie alguien que no es tu madre, pero te aseguro que he cambiado tantos pañales en mi vida, a ti también cuando eras pequeño, que lo voy a hacer casi tan bien como ella.
La verdad es que no lo hizo nada mal, aún así preferiría millones de veces antes a mamá. Cuando ya estuve cambiado y listo para la comida, Tía Marian volvió a cargarme en peso y me llevó hasta la cocina. La verdad es que eran tantas las veces que me cogían en peso que llevaba tiempo sin andar por mi mismo. Una vez en la cocina, me dejó en la silla y fue a preparar los platos. Jim y Kevin me miraban fijamente desde el otro lado de la mesa. Yo aparté la mirada de ellos y empecé a darle más fuerte al chupete: chupchupchupchupcupchupchup.
-A ver, hacerme sitio que voy -dijo la tía cuando se acercó a la mesa con los platos de la comida-. Carne para Jim y Kevin -les tendió los platos-y potito de ternera para Chris.
Mis primos dejaron escapar lo que sin lugar a dudas era una risita despectiva, pero acacharon la cabeza y empezaron a comer y Tía Marian no se dio cuenta. Me esperaba un día muy largo. Quería que acabase ya para poder volver con mami.
Mi tía se sentó al lado mía, me quitó el chupete de la boca y comenzó a darme el potito. Jim y Kevin seguían riéndose en silencio.
-Ummm…que rico está -decía Tía Marian mientras me metía una cucharada en la boca.
La verdad era que no todo eso no era necesario. Bastante humillado estaba ya llevando pañales y chupete y comiendo potitos delante de mis primos para que encima me diera la comida de esa manera. Sólo le faltaba decir ‘Aquí viene el avión’.
-Aquí viene el avión -y me metió otra cucharada en la boca.
Trágame, tierra.
Esta fue la primera vez que me di cuenta de que era un bebé; viendome de esa manera al lado de un niño de mi edad y de otro más pequeño; siendo totalmente dependiente de alguien, en este caso mi tía, para comer, dormir, vestirme, cambiarme, etc. Me sentía tan mal y tan avergonzado, tan humillado. Me entraron ganas de llorar pero, por la última gota que quedaba en mi cuerpo de un niño de 13 años, no lo hice. Aguanté como un campeón. Me terminé el potito y volví a ponerme el chupete en la boca y a mirar a mis primos haciendo chup, chupchupchup.
De pronto, me di cuenta que me faltaba algo. Rhino. Se había quedado en el coche. Tía Marian se lo había dejado allí cuando me sacó al llegar. Le pregunté si me lo podía traer. Me contestó que sí, se levantó y bajó a la cochera dejándome con mis primos.
-Oh, vaya, ¿el bebé se ha dejado a su peluchito? -me dijo Kevin con una voz falsamente infantil.
-A lo mejor es que no puede comer sin él -añadió Jim, con esa voz infantil que solo pretendía reirse de mí.
Yo estaba muy nervioso. Los miraba y me daban miedo. Por favor, por favor, por favor, que volviera ya mi tía con Rhino.
-Esta tarde nos lo vamos a pasar muy bien con nuestro nuevo primito bebé -dijo Jim mirándome con malicia.
En ese momento llegó Tía Marian con Rhino, me lo dio y lo abracé bien fuerte contra mi pecho. Sentí su olor, su tacto. La verdad era que me tranquilizaba mucho cuando Rhino estaba conmigo. Nunca me sentía solo.
Cuando terminó la comida, Tía Marian nos mandó a los 3 a jugar a la buhardilla mientras ella recogía la mesa. Yo acompañé a mis primos escaleras arriba andando por mi mismo, por primera vez en varios días.
Al llegar a la buhardilla, ya me esperaban ellos, de brazos cruzados y una sonrisa maliciente. Yo me quedé frente a ellos, abrazando a Rhino, sin decir nada.
-¿Qué crees que podríamos hacer con un bebé, Kevin? -le preguntó Jim mirándome a mí.
-Se me ocurren unas cuántas cosas.
De pronto, se acercó a mí y me quitó a Rhino de entre los brazos. Yo me acerqué a él para recuperarlo pero se lo tiró a Jim, que lo cogió. Me acerqué a mi primo para cogerlo pero se lo volvió a tirar a Kevin. Empezaron a pasarse a mi amiguito. Cada vez que me acercaba a para cogerlo se lo pasaban al otro. Ellos se reían al verme correr con mi abultado pañal, puesto que hacía que fuera con las piernas abiertas, como si me acabra de bajar de un caballo. Yo lloraba porque quería recuperar a Rhino. Al final me cansé de correr de un lado a otro de la buhardilla y me tumbé en el suelo bocabajo a patalear y llorar. Entonces, Jim se acercó con Rhino.
-¿Lo quieres? -me preguntó.
Yo asentí con la cabeza.
-Pues toma. Cógelo -y me lo tendió con las manos.
Me incorporé para coger a Rhino, pensando que ya había acabado todo y volvería a tenerlo comnigo cuando, en el último momento, cuando mi mano casi aferraba una de las suaves patitas de Rhino, Jim me lo apartó y lo encanastó encima de una estantería. Yo me quedé mirándolo una fracción de segundo y volví a mirar a mi primo. Y me tiré otra vez al suelo a llorar y patalear.
-Te has pasado, Jim -oí que le decía kevin. A continuación se acercó hasta a mí-. Hay que tratar con cariño a lo bebés.
Dicho esto, me arrancó el chupete de la boca rompiendo el cordel que me rodeaba el cuello y lo alzó en la mano, como si fuera el Rey Arturo después de sacar a Escalibur de la roca.
‘Otra vez no’, pensé. Fui detrás de mi primo para recuperar mi chupete, pero él se lo tiró a Jim. Yo iba a ir tras él cuando Kevin me puso la zancadilla y me caí contra el suelo. Me puse a llorar con ganas y fuertemente, por el golpe y la humillación a la que estaba siendo sometido. Echaba de menos a mami, ¿dónde estaba? Quería que me abrazara junto a su pecho y me calmara diciéndome palabras bonitas. Jope, la echaba tanto de menos.
Entonces Jim tuvo una gran idea; mientras yo estaba llorando fuertemente en el suelo para ver si subía la tía Marian y acababa con esta locura, él ató mi chupete a una cuerda que había por allí y la pasó por encima de la lámpara. Fui a levantarme para cogerlo pero Kevin se echó encima de mí y me lo impidió.
-Puedes llorar lo que quieras, bebé -me dijo-. Aquí arriba nuestra madre no puede oirte.
-Lo que tienes que hacer, cagapañales -dijo Jim dirigiéndose a mí-. Es saltar y coger el chupete de la cuerda. Solo eso. Lo haces y te lo pones en tu boca de bebé. Ya está. Sueltalo, Kevin.
Mi primo me soltó y me incorporé. Me fui hasta la parte de debajo de la lámpara, moviéndome pomposamente con el pañal. Todavía lloraba. Me caían lagrimones en silencio por mis mejillas. Levanté la vista y miré el chupete. No estaba colgado muy alto, si saltaba con todas mis fuerzas (o lo que me permitiera el pañal) podría conseguirlo. Salté con todas mi ganas y…y…vamos…¡lo cogí! No podía creérmelo, ¡lo había cogido! Lo primero que hice fue metérmelo en la boca pero entonces recibí una bofetada por detrás que hizo que se me cayera.
-No te dijimos que pudieras usar las manos, cagapañales -dijo Jim con la mano levantada-. Usa solo la boca.
Volvieron a atar el chupete a la cuerda y la pasaron otra vez por la lámpara. Entonces yo salté con todas mis ganas abriendo mi boquita pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, ellos tiraban de la cuerda de manera que nunca lo consiguiera. Al caer de uno de esos saltos se me dobló el tobillo y me caí. En ese momento sentí que se me escaba el pipí, y me quedé un rato tirado en el suelo, esperando a que terminase de salir. Kevin tiró de la cuerda que sujetaba el chupete y se salió completamente de la lámpara. Lo soltó y tiró el chupete contra un extremo de la habitación. Entonces los 2 se acercaron hacia mí. De pronto comenzaron a pegarme patadas en la espalda y a meterse conmigo.
-¡¿Qué te pasa, bebé?! –me dijo Jim al tiempo que me arreaba un puntapié en el homoplato-. ¿Quieres tu biberon?
-A lo mejor quiere un potito, Jim -añadió Kevin mientras me lanzaba varias patadas seguidas.
-Por favor… por favor… -logré decir yo llorando-. Parad…parad por favor….¿por qué me haceis esto?...
-¿Qué por qué te hacemos esto? -repitió Jim-. Porque podemos, Chris. Porque podemos y queremos.
-Además, solo estamos jugando con nuestro primito bebé.
-Yo…no soy…no soy…un bebé -les dije.
Ellos se echaron a reír. Yo les miraba desde el suelo, llevándome las manos a las partes del cuerpo que me dolían. Mami…yo quiero a mi mami…¿dónde estás, mami?...
-¡¿Pero cómo no vas a ser un bebé, Chris?! -me dijo Kevin muerto de risa-. Mírate. Llevas un pañal enorme, estas pidiendo a gritos tu osito y tu chupetito, te dan de comer potitos, te cambian, tomas biberón…eres un jodido bebé en toda regla, enano.
-¡¡¡YO NO SOY UN ENANO!!! -le grité poniéndome de pie-. ¡¡Y Rhino es un rinoceronte, no un oso!!
-Esto te va a salir caro, cagapañales -dijo Jim-. Vamos a dejarte ahora solo con un pañal, a ver que te parece.
-¡NO! -le grité- ¡No podeís!
-¡¡CÁLLATE!! -me gritó a su vez Jim mientras me arreaba un bofetón en la cara-. Kevin, sujétale los brazos. Yo le quitaré los pantalones.
Lo hicieron rapidamente. Por mucho que yo pataleé, grité, lloré y me resistí, en un momento me ví delante de ellos vestido solo con un pañal. Yo hacía lo imposible por intentar tapármelo con las manos, cosa que era imposible porque era muy grande y abultaba mucho. Ellos se reían. Se reían sin parar. Señalaban mi pañal y se reían. Entre tanto, aproveché para irme a un rincón, donde seguí llorando y me volví a hacer pipí. Entonces me puse a llorar con más fuerza. Era la primera vez que me hacía pipí 2 veces sin que me cambiaran.
¿Dónde estaba mi mami, que no venía a por mí y me levantaba del suelo y me decía con esa voz tan dulce que no me preocupase? Mami…pensaba en ella y lloraba más.
En esas, llegaron Jim y Kevin, que me levantaron del suelo agarrándome fuertemente de los brazos y me pusieron de pie.
-¿Qué me vais a hacer ahora? -les dije con timidez.
-Nada- contestó Jim-. Sólo nos aburriamos y queríamos pegarte.
En ese intante, Kevin me lanzó un puñetazo a la barriga. Me hizo mucho daño. Me encogí del dolor y me volví a tirar al suelo.
-¡Levántate, cagapañales! -me dijo Kevin mientras me arreaba una patada en la espalda.
Obedecí. No me quedaba otra. Me levanté lentamente. Me dolía todo el cuerpo.
-Kevin -dijo Jim una vez yo me hube incorporado-. Traete a su peluchito…y las tijeras que hay en el cajón.
-¡NO!
-Silecio, bebé-dijo Jim, y me pegó una patada en la pierna, que me volvió a tirar al suelo.
Kevin vino con Rhino y las tijeras y se las dio a Jim. Él sujetaba a Rhino.
-Ahora, Chris -me dijo Jim- estás a punto de presenciar la decapitación de un gran mamífero africano. No son muchos los hombres, o en tu caso los bebés meones, los que han tenido la oportunidad de presenciarla así que consideraté afortunado -y acercó las tijeras abiertas a la cabeza de Rhino, que se quedó entre las 2 cuchillas.
No podía dejar que decapitaran a Rhino, no podía dejarlos. Me puse de rodillas en el suelo. Los miraba con una cara de pena enorme. Me puse más nervioso que ninguna vez desde que llevaba pañales de nuevo.
-Por favor… -les rogué desesperado -no lo hagais…no lo hagais…por favor…
En ese momento, debido a lo nervioso que estaba me hice caca de golpe. Se oyó un pedete y después todo el contenido me salió y se quedó allí, almacenado en el pañal.
Las tijeras ya casi tocaban la piel de Rhino cuando pararon de repente.
-¿Se acaba de hacer caca? -preguntó Kevin.
-Creo que si…
Las tijeras se cayeron al suelo junto con Rhino y los 2 se empezaron a reir. Se reían con una risa estridente y con ganas. Lloraban de la risa mientras se revolcaban por el suelo. Yo también me revolcaba en el suelo, pero por el sentimiento opuesto. Lloraba como jamás había llorado en mi vida. Lloraba por todo: por verme desnudo y humillado completamente delante de esos 2 sinvergüenzas, por tener un pañal lleno de caca y de 2 pipís, porque mi chupete estaba tirado por el suelo, porque casi decapitaban a Rhino, por la ausencia de mami…
-Tio, como siga llorando así de fuerte si que va a subir nuestra nadre -dijo Jim, que habián parado ya reir.
-Si, es cierto.
Yo estaba lo más patético que se puede estar; llorando a lágrima viva en el suelo y agarrándome el pañal.
-¡Hay que tranquilizarlo,Kevin!
-¡Yo no se como se tranquiliza a un bebé!
-Pues así -y Jim me dio una bofetada en la mandíbula-. Cállate de una vez, puto crío.
Yo seguí llorando. En ese momento oí que Tía Marian subía las escaleras.
-¿Qué pasa ahí arriba? ¿Por qué está Chris llorando?
Jim se acercó a mí.
-Escuchame bien, cagapañales -me dijo-, o le dices a tu tía que estás llorando así porque estás cagado, o te juro que la próxima vez que nos veamos le arranco la cabeza al muñeco ese tuyo, ¿entendido?
Dije que sí con la cabeza. Tía Marian entró en la habitación.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué lloras? -me preguntó con dulzura mientras me levantaba del suelo.
-Porque tengo caca.
-¡Anda! ¡Pues vamos a cambiarte! -me dijo dandome 2 cachetes en el culito- ¿Pero por qué vas así desnudo?
-Porque Kevin y yo intentamos cambiarle el pañal nosotros solos -dijo Jim rapidamente.
-Oooh, ¿ves que primos tan buenos tienes, Chris?
-Cambiame por favor -le dije. La verdad era que me sentía muy mal.
-Venga, vamos a ello, ¿dónde está tu chupete?
-Aquí, mamá -dijo Kevin mientras se acercaba con él-. Se le cayó antes al suelo.
Tía Marian me lo intentó poner pero yo no abría la boca. Enseguida ella comprendió.
-Aaah, que como estaba en el suelo está sucio, ¿verdad? -asentí-. Bueno, en ese caso voy primero a cambiarte y después ponemos el chupete debajo del grifo para que se limpie.
Cogió a Rhino del suelo y me llevó escaleras abajo de la buhardilla. Que ganas tenía de abandonar aquel lugar. La buhardilla y la casa. Y volver con mi mami.
Una vez en su habitación me tumbó sobre la cama y me cambio el pañal. Lo hizo con mucho esmero y me dejo limpio y cómodo. Si hubiera sido mami la que me hubiera cambiado, yo habría sonreído y me habría reído con mi risita de bebé provocada por el chupete, pero en ese momento no tenía ni al chupete ni a mi mami.
Después del cambio, me llevó en brazos a la cocina, donde puso mi chupete a remojo y me calentó un biberón. Mientras estaba sentado encima suya tomándome el bibe, el chupete se terminó de limpiar y pude ponérmelo al terminarme el biberón.
Luego me llevó con ella al salón, donde estuvimos viendo dibujos en la tele. Agradecí que Jim y Kevin se hubieran quedado en la buhardilla, pues no me veía con fuerzas para volver a verles. Los odiaba. Los odiaba a muerte a los 2, pero no podía ponerme a pensar en ellos porque me daban ganas de llorar.
En verdad, lo que quería era a mi mami. La echaba muchísimo de menos y quería que fuera ella la que me diera el biberón y me cambiara el pañal con sus delicadas manos.
Al rato de estar viendo la tele, Tía Marian me dijo que me iba a dar ya la cena para que no se me hiciera muy tarde al volver a casa.
Me dejó en el sofá y se dirigió a la cocina. Yo me abracé a Rhino, nervioso, pues podían aparecer por allí Jim y kevin y hacerme de las suyas, pero por fortuna estarían jugando y abstraídos con la videoconsola.
Tía Marian regresó a los 20 minutos diciendo que ya tenía mi cena lista y que había hablado con mi mami por teléfono, que le había dicho que ya había terminado en casa y lo tenía todo preparado y que podía volver ya.
Me puse muy contento y me terminé la cena, que consistía en un plato de papillas y un yogurt, lo más rápido que pude.
Estaba ya listo para volver con mami. Estaba esperando a que Tía Marian cogiera su abrigo y las llaves del coche y me llevara a casa cuando aparecieron Jim y Kevin. Me puse muy nervioso y empecé a temblar, pero justo cuando iban a, al parecer, atarme con una cuerda que llevaba Kevin, llegó Tía Marian. Kevin escondió la cuerda detrás de su espalda lo más rápido que pudo. Bastó para que Tía Marian no la viera.
-¿Habeis venido a despedirse de vuestro primito? -les preguntó.
-Sí -contestó Jim-, y esperamos volver a verlo pronto- y me lanzó una sonrisa diabólica.
-¿No les dices adiós a tus primos, Chris? -me preguntó Tía Marian revolviéndome el pelo.
-Adiosh.
-¡Que rico está hablando con el chuepete!-exclamó, y me cogió en peso-. Bueno, portaos bien hasta que yo vuelva. Teneis la cena en el congelador. Y por favor, no me quemeis nada.
El viaje de vuelta resultó agradable. Me lo pasé casi todo dormido. Nada más salir, me acomodé en el asiento trasero y me quedé dormido abrazado a Rhino. Me desperté por un sitio que me sonaba, ¡era mi calle! Reconocía las farolas, el quiosco, la casa de Harry…¡y la mía!
Me movía inquieto en mi asiento, tenía el pañal mojado y mami me tendría que cambiar antes de acostarme.
Tía Marian abrió mi puerta, se cargó al hombro mi mochilita y el bolso de los pañales y después me cargó a mí. Me llevó hasta la puerta de mi casa y, al lado de ella, pude ver unas cajas de cartón muy grandes y vacías que parecía que hubieran contenido partes de algún tipo de mobiliario. Tía Marian llamó al timbre y enseguida abrió la puerta mami.
-¡¡¡Mami!!! -grite yo echándome a sus brazos.
-¡¡Ven aquí, mi bebé!! -dijo ella muy contenta cuando me recibió encima.
Estaba tan contento por volver a estar con mami. Pareccía que todo el horror que había sufrido en la buhardilla de la casa de Tía Marian hubiera desaparecido al volver a estar en los brazos de mami.
-¿Cómo te lo has pasado? -me preguntó haciendome caricias.
-Bien -mentí.
-¿Cómo ha ido, Marian? -le preguntó mami a su hermana.
Muy bien -contestó ella-. Casi ni me he enterado que estaba. Ha estado casi todo el tiempo jugando con Jim y Kevin y todo ha ido muy bien.
-¿Y los pañales? ¿Cuántos ha usado?
-Pues mira, le he cambiado 2 veces; una al llegar, que estaba mojado, y otra por la tarde, que tenía caca.
-¿Y ahora como estás, Chris? -me preguntó mami.
-Mojado -contesté.
-Bueno, ahora antes de dormir te cambio.
-Y en cuanto a las comida -siguió Tía Marian-, le he dado un potito para comer y unas papillas para cenar. Y se lo ha comido todo muy bien.
-Muchas gracias, Marian-le dijo mami-. ¿Seguro que no quieres quedarte a domir? ¿Te vas a volver a estas horas de la noche?
-Si, hija -contestó-. Si no pasa nada. A mí no me da miedo la carretera -añadió, como para quitarle hierro al asunto.
-Bueno, adiós -se despidió mami, todavía conmigo en brazos.
-Adiós, Gwen. Adiós, Chris -dijo poniendole a mami el bolso de los pañales y la mochilita en el hombro y a mí la cara que se les pone a los niños pequeños al despedirse de ellos.
-Dile adiós a la tía, Chris-me dijo mami.
-Adiosh.
Mami cerró la puerta y me llevó camino de mi habitación.
-Bueno, vamos a cambiarte ahora este pañalito y te acostamos.
Y cuando llegamos a mi habitación, mami abrió la puerta, y yo vi lo que había dentro, no me lo podía creer.




Vida de Chris - Capítulo 8: Visita al médico



Habían pasado 2 días desde que estuve mojado en el supermercado. Fueron  2 noches moviditas.  La primera de ellas, cuando mamá me quitó la caca, me volví a caer de la cama. No recuerdo ni qué estaba soñando, solo que me desperté en el suelo envuelto en un montón de mantas. Cuando me vi de aquella manera, mi impulso de bebé me obligó a llamar a mi mamá llorando pero recordé que había instalado un vigila-bebés por si se daba una situación así.
Fue un momento bastante incómodo. Era la segunda vez que me caía de la cama y no sabía porque pasaba eso. A oscuras en el suelo empecé a buscar a tientas a Rhino, pero no lo encontraba. Me empecé a poner nervioso, el chupete también se me había caído. Me puse a llorar, ¿dónde estaba mamá que no venía? ¿Dónde estaba mi mami? Me revolvía en el suelo entre las sábanas esperándola. Lloraba a moco tendido. Me sentía muy impotente en mi situación. Necesitaba a mamá para que me levantara y me tranquilizara. No podía valerme por mi mismo. Por fin oí los pasos en su habitación que significaban que se había levantado de la cama. Cuando la vi abrir la puerta de mi habitación y encender la luz me tranquilicé un poquito, pero aún estaba asustado. Agitaba mis brazos hacia ella y balbuceaba, pues no me salían las palabras, para que me cogiera. Mami estiró sus brazos y me levantó del suelo. Me apretó junto a su pecho y yo pude sentir sus latidos, que hacían que me calmase, pero seguía inquieto. Mamá lo debió de notar, y reparó en lo que me faltaba pues, con la luz encendida y la habitación iluminada, pudo encontrar mi chupete y metérmelo en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-¿Qué te ha pasado, Chris? ¿Te has vuelto a caer de la cama? -me preguntó mientras me acariciaba un mechón de pelo.
-Shi… -contesté abrazado a su cuello.
Mamá me tuvo un rato más en sus brazos, se balanceaba adelante y atrás y a los lados para mecerme y que me fuera tranquilizando. Después, me depositó en la cama suavemente y me revolvió el pelo.
Mientras ella iba poniendo bien todas las sábanas para que pudiera volver a acostarme, solo podía oírse mi chupeteo incesante: chupchupchup, chup. Yo tenía la mirada perdida en la pared. Estaban pasando cosas nuevas, y ni a mi cuerpo y ni a mi cerebro les daba tiempo a asimilarlas. Por fin mamá terminó y pudo acostarme. Me dio a Rhino del suelo y lo tomé entre mis brazos mientras cerraba los ojos….
A la noche siguiente no me caí de la cama, pero me habría caído si no hubiera estado la pared, porque me desperté de repente al notar el golpe que me di contra ella en la cabeza. Me olvidé del vigila-bebés y todo. Me puse a llorar del dolor. El chupete se me cayó de la boca y se me oía bien fuerte. Mamá no necesitó ni el vigila-bebés para oírme, pues llegó enseguida cuando todavía no se había terminado de abrochar la bata. Encendió la luz y me vio llorando llevándome la mano a la cabeza. Tenía un chichón bastante grande. Mamá me cogió en peso y me llevó al cuarto de baño para echarme agua en la cabeza. Yo no paraba de llorar. Ella intentaba calmarme pero era imposible. Me había hecho pipí del susto. Por fin, me secó con la toalla y me volvió a llevar a mi habitación. El pijama se había mojado con el agua, por lo que tuvo que ponerme otro. Me lo quitó cuidadosamente y trajo el blanquito para ponérmelo.
-Esto no puede seguir así, Chris. Vamos a tener que buscarle una solución. No puede ser que te pase algo todas las noches. Así no descansas ni tú ni yo.
Yo sabía que tenía razón. De pronto, me di cuenta de que me había puesto otro pijama pero no me había cambiado el pañal.
-Mamá, tengo pipí -le dije.
-¡¿Qué tienes pipí, Chris?! ¡¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!! -exclamó ella-. ¡Ahora a cambiarte el pañal de nuevo! ¡¿Cómo es posible que un niño de 13 años todavía se haga pipí encima?! ¡Es que no lo entiendo! ¡Ala, a cambiarte otra vez!
Yo me puse a llorar. Mamá tenía razón, pero, ¿qué podía hacer yo? Me hacía pipí encima y no podía remediarlo. Lo mismo me estaba pasando con la caca. Se supone que por eso llevo pañales, porque me lo hago todo encima como un bebé. Aunque también entendía a mamá. Estaba volviendo a cambiarle los pañales a su hijo y a darle de comer cuando ya había creído que no volvería a hacerlo. A todas las mamás les gusta tratar con bebés, se ponen muy cariñosas cuando ven a uno, pero cuando están volviéndole  a cambiar el pañal a su hijo de 13 años es normal que se cansen.
Mamá me vio llorar mientras me cambiaba y no dijo nada, pero cuando terminó me cogió en brazos y me apretó contra ella.
-Oooooh…Lo siento, Chris. No quería que te pusieras así. Estoy cansada porque llevo 2 días sin dormir bien. Claro que me gusta cambiarte. Eres mi niño. Mi bebé. Por eso te puse pañales, para que estuvieras sequito.
-¿Entoncesh no eshtash enfada conmigo? -le pregunté entre sollozos.
-¡Claro que no tontorrón! -contestó mientras me tocaba la nariz con la suya-. ¿Sabes qué vamos a hacer? Voy a hacerte una cosa que te hacía cuando eras más pequeñito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó los botoncitos de la barriga. A continuación puso sus labios en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Yo me reía. Agitaba mis piernecitas y me reía mucho.
-Jijijiji…para…para, mami….jijijiji…me haces cosquillas…
Al ratito paró. Me sonrió como a un bebé y yo se la devolví desde detrás de mi chupete. Me volvió a abrochar los botoncitos y me metió en la cama junto a Rhino.
Hoy era el día siguiente. Estaba desayunando. Me encontraba sentado encima de mamá y ella me iba dando de comer papillas. Estaban muy ricas, tenían un sabor como de leche con cereales. Yo abría la boca cuando se acercaba la mano de mamá con la cuchara y tragaba sin decir nada, completamente quieto, sumido. Últimamente me daba ella siempre los desayunos, las comidas y las cenas. En ese momento me sentía muy vulnerable, sentado encima de mami en pijamita, con un pañal, mientras ella me iba dando la comida. Dependía de ella para todo. Cuando terminó de darme el desayuno me llevó a mi habitación. Me dejó jugando allí mientras hacía las cosas de la casa. A media mañana me hice pipí. Me levanté de la alfombra para ir a decirle a mamá que me cambiara. Volví con ella a la habitación. Me subió en la cama y empezó con todo el proceso de mi cambio. Me bajó los pantalones y me subió un poquito la camiseta para tener más vía libre. Me desabrochó cuidadosamente las cintas y destapó el pañal. En ese momento sonó el timbre. Mamá me dejó a medio cambiar y fue a abrir la puerta. Por las voces me di cuenta de que eran la vecina Gerty y su hijo Harry. Me horroricé cuando mamá los invitó a entrar. Y me horroricé aún más cuando la siguieron hasta mi habitación. En un intento desesperado de parecer menos bebé, me quité el chupete de la boca y lo dejé en la mesita de noche. Estaba mi mano volviendo a su sitio cuando entraron los 3.
-…y aquí está el niño, que le estaba cambiando el pañal -terminó de decir mamá cuando entraron todos.
Gerty y Harry se quedaron de piedra. Mi imagen era de un niño de 13 años con un pañal desabrochado y enseñando todas sus partes.
Me quedé completamente quieto, sin saber que hacer. Harry me miraba fijamente también, pero fue su madre la que rompió el hielo.
-¿No me dijiste que había dejado de mojar la cama, Gwen?
-Si -contestó mamá-. Te dije que había dejado de mojar la cama SOLO -continuó mientras volvía a mi cambio-, pero empezó a hacerse pipí de día y -me levantó las piernas y extrajo el pañal- le volví a poner pañales de día -empezó a limpiarme- y se los quitaba para hacer caca-cogió el pañal limpio-, pero entonces se empezó a hacer caca encima y se los volví a poner-me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo de mi culito-. Es lo mejor, él se hace pipí y caca encima -me puso la parte del pañal por delante- me lo dice, y yo le cambio- y me abrochó las cintas-. Ala, ya está.
-Ay, que monada -dijo Gerty-. ¿Puedo cogerlo?
-¡Claro, mujer! -contestó mamá.
-A ver -dijo ella al estirar sus brazos hacia mí-. Vamos a coger a este bebé.
Me tomó en sus brazos. Primero mal, luego me acomodó bien. De pronto reparó en que no me podía coger bien del todo porque tenía el pantalón bajado.
-Vamos a subirle el pantaloncito, que si no se le ve el pañal y parece que eso no le gusta.
Podría haberle dicho otras cosas que no me gustan; como que la vecina venga y me coja en brazos, que vea como me cambiaban el pañal y que me tratasen así delante de un niño que era más pequeño que yo.
Se me debió de notar porque empecé a hacer pucheritos. Por desgracia, Gerty se dio cuenta.
-Ay, que parece que se va a poner a llorar. ¿Dónde está su chupete? Ah, ahí está, encima de la mesita de noche. Acércamelo, Harry.
Harry, obediente, se acercó a la mesita, cogió el chupete y se lo tendió a su madre, quien me lo puso en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchup.
-¿Ves? ¿A qué así estás ya más tranquilo? -me dijo.
¿Tenía pinta de estar tranquilo?
Me puse nervioso y empecé a agitarme. Alargué los brazos en dirección a mamá, quería que ella me cogiera.
-Oooh, que el bebé quiere con su mami -dijo Gerty mientras me pasaba a los brazos de mamá.
Me cogió y yo me apreté junto a ella.
-Sí, le gusta estar conmigo -dijo mami-. Pero ahora tienes que quedarte aquí, que tengo que ir a darle a Gerty un sobre de sal, que es para lo que ha venido.
-¡Es verdad, hija! -exclamó la vecina-. Una viene aquí, ve a un bebé y se le olvida para qué ha venido.
Salieron las 2 de mi habitación y Harry se quedó aquí. Me miraba fijamente sin decir nada mientras yo estaba sentado en el sitio de la cama en el que me había dejado mamá.
-¡¿Qué?! -le dije quitándome el chupete.
-Nada -contestó él, sorprendido.
-¿Tú no llevabas pañales también para dormir? -le espeté.
-Sí -contestó-. Pero no llego a esto.
-Mira, como se lo digas a algún niño del barrio… -me quedé ahí porque no se me ocurría nada que hacerle.
-Nonono, tranquilo -contestó él-. No diré nada. Yo tengo el mismo problema que tú. Bueno, parecido.
-Bien.
Enseguida vino mamá acompañada de Gerty y el dichoso sobre de sal.
-Bueno, Harry, nos vamos -dijo-. Despídete de Chris.
-Adiós.
-Adiós.
-Gwen -dijo Gerty dirigiéndose a mamá-. Si alguna vez tienes que ir a algún sitio y no tienes con quien dejar al niño, yo estoy encantada de tenerlo en mi casa. Puede jugar con Harry.
¿Por qué todo el mundo se empeñaba en cuidarme?
-Gracias, Gerty, lo tendré en cuenta -contestó mamá.
Yo no pensaba quedarme con ella ni loco, ni con ella ni con la Sra.Maruja ni con nadie que no fuera mamá.
Cuando se fueron los 2, mamá regresó a mi habitación.
-Siento todo esto, Chris -me dijo-. Ya sabes cómo se pone la gente cuando ve a un bebé. Te llamaré cuando esté lista la comida.
¡No soy un bebé!
Durante la comida, mami estuvo más tranquila de lo habitual. Estaba terminando de darme un potito de pollo cuando me dio la noticia:
-Chris, esta tarde vamos a ir al médico.
-¿Por qué? -le pregunté yo.
-Pues porque quiero ver si me puede hacer un diagnóstico de todo esto que te está pasando; que cómo es posible que vuelvas a hacerte pipí encima, que te caigas de la cama, que no puedas tragar la comida…he cogido cita esta mañana y me han dado hora a las 5 y media.
Dije que vale justo antes de recibir en la boca otra cucharada del potito.
La hora dicha por mamá llegó. Después de que me despertase de la siesta y me cambiara, me vistió con uno de los petos vaqueros que me ponía para salir. Cuando me estaba abrochando los tirantes me dijo que tenía una cosa para mí, para que no me tuviera que guardar el  chupete en el bolsillo. Me dio un cordel de color azul para sujetarlo y me lo puso alrededor del cuello, como si fuera un collar. Al salir de casa, me metí el chupete por dentro de la camiseta.
Una vez que llegamos al médico, nos tocó quedarnos en la sala de espera. Había muchos niños que esperaban también para entrar al pediatra, entre ellos, creí reconocer a la chica pelirroja que había visto en el centro comercial.
Mi pediatra era la Dra.Elisa. Siempre era muy buena conmigo, me trataba con mucho cariño y me solía dar una piruleta cuando terminaba de diagnosticarme. Yo siempre me ponía muy nervioso cuando tenía que ir al médico, y hoy por supuesto no era una excepción. Se juntaron los nervios del médico con el hecho de que salir de casa en pañales me ponía también muy inquieto. Mamá me vio removerme en mi asiento y me preguntó si quería sacarme el chupete. ¿El chupete? ¿Aquí en medio? Le dije que de momento no, que podía calmarme. Pero es que no podía. Mi subconsciente sabía que tarde o temprano acabaría sacándome allí el chupete, pero es que no quería darle más razones a la gente que había allí para que me mirasen más, sobre todo después de haber entrado en la sala con mis andares pomposos a causa del abultado pañal. Finalmente me lo saqué. Extraje el chupete tirando del cordón que llevaba cogido al asa y me lo puse en la boca. En cuanto hice el primer chup podía notar las miradas de la gente que había allí clavadas en mí. Mami me revolvió el pelo. Yo las ignoraba mientras tenía la mirada perdida en el infinito. Toda la sala estaba en un relativo silencio mientras se oía chupchupchupchupchup… A mí me daba igual lo que pensaran ellos, yo estaba más tranquilo con mi chupete en la boca e iba a seguir así. También me habría gustado tener a Rhino, pero se había quedado en el coche.
Por fin dijeron mi nombre por megafonía. Mamá se levantó y yo salí detrás suya. Me levanté y me guardé el chupete dentro de la camiseta.
-¡Hola, Chris! -saludó la Dra.Elisa cuando entramos.
-Hola, Elisa -respondió mamá.
-Contadme, ¿qué tenemos?
-Pues verás -empezó mamá- hace 2 meses empezó a hacerse pipí en la cama. Al principio de vez en cuando, después se convirtió en algo habitual -yo sentía que me estaba poniendo rojo. Una cosa era llevar pañales y que solo lo supieran tu mamá y tú, y otra muy distinta era que lo supiera ya prácticamente todo el mundo- entonces decidí ponerle pañales para dormir para que él estuviera más cómodo.
-Ajá -la Doctora Elisa me lanzó una fugaz mirada por encima de sus gafas de media luna.
-Después -prosiguió mamá-, se le escapó un par de veces de día pero ya está. Hasta que se convirtió en algo más habitual, entonces le puse pañales de día también -en ese momento, el pañal me apretaba más que nunca-, así estuvimos un tiempo. Luego noté que se ponía que nervioso de vez en cuando, que le entraba una ansiedad muy grande, y cada vez me costaba más calmarlo así que, ya que llevaba pañales, decidí comprarle un chupete, por probar. Y resultó. Ahora cuando está nervioso se lo pone en la boca, o simplemente se lo pone él sin más. De hecho, ahora lo lleva cogido con un cordel y debajo de la camiseta.
-De acuerdo -dijo la Doctora Elisa mirándome a mí -¿Algo más?
Sí -prosiguió mamá-. Desde hace un mes o así, se me está empezando a atragantar con los alimentos sólidos, no sé qué le pasa que a veces no puede tragarlos. Entonces, lo que he hecho ha sido molerle la comida y comprarle alimentos en formato puré…y creo que ya está, eso es todo…Bueno, también se me ha caído de la cama un par de veces, y otra vez no se cayó pero se dio un coscorrón fuerte contra la pared. Si no llega a estar la pared, seguro que se cae.
Hubo una pausa cortita después de que mamá terminase de hablar. La Dra.Elisa se quitó las gafas y se las dejó colgadas del cuello.
-Por lo que me estás contando -dijo dirigiéndose a mamá-, el niño lo que tiene son problemas más relacionados con otra edad; mojar la cama, el chupete…Quizás lo que tenga sea un problema de crecimiento. Lo que voy a hacer va a ser recetarte una leche, de la que tendrá que tomarse al día unos 400 ml mínimo, que lleva vitaminas C y D que van bien para el crecimiento. También te adelanto que la leche es bastante amarga, por lo que tendrás que calentarla y echarle mucha azúcar antes de dársela -se inclinó sobre sus papeles para anotarlo-. Ahora, Chris, levántate la camiseta que voy a verte el pecho a ver como lo tienes.
Yo me quedé paralizado, no esperaba tener que quedarme en pañales delante de ella. Si me tenía que ver el pecho, me tendrían que desabrochar los tirantes del peto, lo que haría que se me bajara y se me vería el pañal, más luego quitarme la camiseta. Yo no quería que lo hiciera, no quería quedarme solo con el pañal. De modo que me agarré el pañal con una mano por delante y otra por detrás y las miré fijamente a las 2 con carita de ‘No, por favor’.
-¿Qué pasa, Chris? -me preguntó la Doctora Elisa-. ¿Es que no quieres quedarte en pañales?
Negué con la cabeza
-No seas tonto -me dijo-. Te he visto muchas veces en pañales cuando eras pequeño, no me voy a asustar. Quítate la ropa.
-Tengo que ir yo -dijo mamá-. Que él no sabe.
La Dra.Elisa puso cara de extrañeza, pero no dijo nada.
Mamá se acercó y me desabrochó los botoncitos de los tirantes del peto, con lo que se cayó y dejó al descubierto mi pañal. Yo me lo intenté tapar con la camiseta pero era tan abultado que resultó ser una misión imposible. Mami me soltó mis puñitos aferrados a la camiseta y me la extrajo, de modo que me quedé con el pañal al aire y el chupete colgándo del cuello. Instintivamente me lo puse en la boca, que estaba nervioso. También noté que se me escapaba el pipí. Así que ahí estaba yo, intentando taparme con las manos un pañal muy grande y chupando un chupete en la consulta del médico. Mamá entonces me cogió y me sentó en la camilla, donde se acercó la Dra.Elisa con el estetoscopio. Estaba muy frío. Cuando me lo puso sentí un estremecimiento, ella sonrió, le sopló y me lo volvió a poner. Estuvo un rato escuchando mi corazón y me dijo varias veces que respirase. Como no podía hacerlo bien con el chupete en la boca me lo quitó tirándome del cordón.  Al poco retiró el estetoscopio y me dijo que todo estaba bien y que ya podía vestirme. Entonces mamá se acercó con mi ropa pero yo, acordándome de cuando me puso el pijama sin decirle que estaba mojado y lo que se enfadó, le dije que tenía pipí en el pañal.
-¿Te has mojado? -insistió,
-Sí…
-¿Puedo cambiarlo? -le preguntó mamá a la pediatra.
-Si tienes aquí las cosas, sí.
-Llevo aquí el bolso con los pañales.
-Entonces adelante, ahí tienes la camilla.
Mamá sacó un pañal de la bolsa y se acercó con él. Yo me puse muy nervioso. No contaba con que me fueran a cambiar allí. Mamá lo notó y lo primero que hizo antes de empezar con el cambio fue volver a ponerme el chupete en la boca. El cambio estuvo bien. Yo me sentía tan vulnerable y dócil cuando me cambiaban el pañal, tan dependiente de mami…Me desabrochó el pañal mojado y lo extrajo levantándome las piernas. A continuación, empezó a limpiarme.
Tan dócil. Tan vulnerable. Tan bebé.
En esos momentos era cuando quería que mamá me apretase contra ella y me protegiera de todo.
Luego, se acercó con el pañal limpio y me lo puso. Cuando terminó me lo palpó con la palma de su mano y dijo: ‘Ale, ya está’. Después tiró el pañal mojado a la papelera y me vistió. La Dra. Elisa se quedó todo el rato contemplando la escena. Al salir, mamá me cargó en peso, se echó al hombro el bolso con los pañales y salimos de la consulta, yo todavía con el chupete puesto. En la sala de espera, vi que la niña pelirroja se me había quedado mirando fijamente. Cuando mamá echó a andar hacia la salida, le devolví la mirada, ya que mi cabecita asomaba por un hombro de mamá y tenía los brazos alrededor del cuello. Ella me sonrió. Entonces yo me sorprendí y dejé que el chupete se me saliera de la boca, pero no se cayó porque estaba atado al cordel. Me lo volví a poner y ella todavía seguía mirándome, y sonriendo.
En el trayecto de vuelta, hicimos una parada en el supermercado para que mamá se bajara y comprara la leche. Yo me quedé en el coche con Rhino. Al poquito volvió ella con la bolsa donde la llevaba y volvimos a casa.
El resto del día transcurrió normal, vi la tele, me dieron la cena y estuve en mi habitación leyendo cómics hasta que me entró sueño. Fue entonces cuando llamé a mamá, que estaba en el salón, para que me preparase para dormir. Tardó un poquito en venir. Yo la esperaba tumbado bocarriba en la cama. Cuando llegó, lo hizo con un biberón lleno de leche en la mano ¡un biberón! Lo dejó en la mesa de mi escritorio y fue al armario a por un pañal y el pijama.
-¿Qué esh esho, mamá? -le pregunté señalando al biberón.
-La leche que te tienes que tomar -contestó mientras me bajaba los pantalones.
-No, digo donde eshtá.
-Está en un biberón, Chris -respondió, obviando una realidad y consciente de que yo no se lo preguntaba porque no supiera lo que era un biberón.
-¡Pero yo no quiero tomar leche en un biberón! ¡Eso es de bebés! -protesté quitándome el chupete de la boca mientras mamá hacía otro tanto con el pañal mojado.
-Ya sé que es de bebés pero escucha, tienes que tomarte al día mínimo 400 ml de esa leche, que son casi 4 vasos. Pero si te tomas un biberón como este, que tiene un poquito más de 250 ml, para acostarte y otro durante el día, no tendrás que estar que si un vaso ahora, que si otro después…así es más sencillo, y si quieres te lo puedo dar yo -me dijo mientras terminaba de ponerme el pañal.
Luego empezó a ponerme el pijama. Yo me volví a poner el chupete y no paraba de mirar el biberón, como si pudiera, con la fuerza de la mente, enviarlo a otra dimensión, muy lejos. Mamá por fin terminó de ponerme el pijama. Cuando abrochó el último botón, fue hasta el escritorio y cogió el biberón. Yo me fui para un rincón de la cama, junto a la pared y me encogí. No quería tomar biberón y me parecía increíble que mamá tratara de obligarme a hacer semejante cosa. Me trataba como un bebé pero, a decir verdad, las cosas que hacía siempre me habían ido bien, así que decidí darle una oportunidad al biberón. Me acerque gateando sobre la cama hasta el sitio en el que me esperaba sentada con el bibe en las manos. Me senté en su regazo y ella me cogió la cabecita y me la echó hacia atrás, entonces puso el biberón en mi boca y yo empecé a absorber la leche. La verdad es que estaba muy calentita y muy dulce, mami debía de haberle añadido mucha azúcar para que supiera tan bien. Yo chupaba la tetina y absorbía leche. Y de vez en cuando miraba a mami, que me miraba a mí también y lucía una sonrisa. Chupaba el biberón con mucho ímpetu, porque estaba muy rico y calentito. Después de un ratito en el que no se oyó nada a excepción de mi chup chup chup, pero esta vez provocado por el biberón, terminé de tomarme la leche. Entonces fue cuando mamá dejó el biberón en la mesita, me tomó en peso y empezó a darme palmaditas en la espalda.
-¿Qué haces? -le pregunté.
-Dándote para que me expulses los gases.
En ese momento, me tiré un eructo bastante grande que retumbó en toda la habitación. Mami se me quedó mirando fijamente y yo solté una risita tonta y juguetona. Ahora se me escapó un pedete.
-¡Te voy a enseñar yo a tirarte peditos! -me dijo mami de broma, poniéndome bocarriba en la cama y haciéndome pedorretas en la barriga.
Yo no podía parar de reírme, me reía como un bebé. Agitaba mis bracitos y mis piernitas para todas direcciones. Entonces mami por fin paró. Me volvió a abrochar los botoncitos del pijama y me metió entre las sábanas, me arropó cariñosamente y puso a Rhino a mi lado, luego me cogió el chupete y lo puso en mi boquita.
-Que duermas bien, mi bebé -dijo antes de salir y apagar la luz.
-Buenas noches, mami -contesté.
Ni siquiera me di cuenta de que me dijo bebé.




RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...