La noche de mi visita al médico la pasé bien, mamá me había acostado mimándome mucho y se notó, pues el sueño fue tranquilo y profundo. Pero a la noche siguiente me volví a caer de la cama. No se porqué me pasaba esto, pero cuando pasaba, yo me encontraba siempre muy indispuesto y muy nervioso, y llamaba a mamá llorando por el vigila-bebés. Ella venía y me levantaba del suelo, y me tranquilizaba con palabras duclces y bonitas, al fin y al cabo, yo era su bebé. También me cambiaba si me había mojado y me volvía a acostar.
Al la mañana siguiente de haberme caído de la cama, me dijo que había encontrado una solución. Me sorprendí, porque a mí no se me ocurría nada para evitar que besara el suelo algunas noches.
El día después, amanecí con caca en el pañal. No me sorprendió, pues esa noche me desperté con ganas de ir al baño, pero como llevaba el pañal y tenía sueño decidí hacérmela encima, arriesgándome bastante, pues si no podía dormir luego tendría que llamar a mami para decirle que me cambiara. Pero para mi sorpresa, después de hacérmela, me dormí tranquilamente. Cuando mamá vino con el biberón a la habitación para despertarme, pues ahora siempre entraba con el bibe y me lo daba antes de cambiarme, entre otras cosas porque yo lo ansiaba con mis manitas, le dije si me podía cambiar antes.
-¿Y eso? -se extraño-. Normalmente nada más entrar habrías salido de entre las sábanas y me habrías pedido el bibe.
-Esh que tengo caca en el pañal, mamá -le dije
-¿Te has hecho caca por la noche? -dejó el biberón en la mesita de noche y me lavantó en peso para olerme el culito- ¡Pues es verdad! -exclamó- ¿Cómo ha pasado esto? Es la primera vez.
-Porque tenía ganash de hacer caca.
-¿Pero como es que luego no me has llamado por el vigila-bebés para que te cambiara?
-No quería deshpertarte.
-Ooohhh…pero que niño más bueno tengo -dijo mientras me apretaba contra su pecho-. Pero si tienes caquita, tú me llamas a mí y yo vengo y te cambio el pañal, que para eso te puse el vigila-bebés. La próxima vez me llamas, ¿vale? Bueno, vamos a quitarte este pañal para que puedas estar limpito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó y quitó el pijama. Luego hizo lo propio con el pañal. Cuando empezó a limpiarme, sonreí desde detrás del chuepte, y al reirme teniéndolo en la boca, sonó una risita de bebé. Mami me miraba y también sonreía. Me dio la vuelta para limpiarme el culito, y cuando ya volví a estar limpito, me puso otro pañal. Cuando terminó de abrocharme las cintas me dijo ‘Ya está, ya tengo a mi bebé limpito’. Yo sonreí y agité mis manos hacia ella para que me cogiera. Lo hizo y me sentó encima suya sobre la cama. Me sacó el chupete de la boca y lo sustituyó por el biberón. Lo agarré con fuerza con la boca y empecé a chuparlo y a absorver la leche, calentita como siempre. Yo chupaba y disfrutaba el momento, encima de mami y tomando biberón. El contenido del mismo iba disminuyendo con mis chup chup chup y mamá lo levantaba más para que la leche cayera bien en mi boca. Cuando me daba el bibe, ya fuera por la mañana o por la noche siempre lo hacía igual. También me acariciaba el pelo mientras yo chupaba de la tetina, y cuando terminaba, siempre me levantaba en peso y me daba palitos en la espalda para que expulsara los gases. Algunas veces, después de eso, me tumbaba en la cama y me hacía pedorretas, yo me reía mucho y a veces se me escaba un poco de pipí.
Después de terminar de darme el biberón, y mientras me iba vistiendo (hoy no me hizo pedorretas), me dio la noticia.
-Chris, hoy vas pasar el día con los primos -dijo mientras me pasaba una pierna por dentro del pantalón-. Tengo que hacer una cosa en la casa y me va a llevar todo el día.
-¿Pero me voy a ir…así? -le pregunté, nervioso.
-Claro, no vas quitarte el pañal, no te vayas a hacer pipí. Con el chupete puedes hacer lo que quieras. Dentro de una hora, la Tía Marian estará aquí para llevarte… ¡Jesús! –exclamó-, como conduce esa mujer.
Cuando mamá salió del cuarto me puse muy inquieto
¿Dónde está mi chupete?
Ah, ahí está
Mamá lo había dejado en la mesita. Me lo puse y empecé a prepararme mentalmente para lo peor.
A la hora exacta a la que dijo mamá, sonó el timbre. Era la Tía Mariam. Al entrar a casa, saludó primero a mamá, luego vino a mi habitación, donde yo estaba cruzado de piernas en la alfombra jugando con mis juguetes.
-¡Hola, Chris! -me dijo al entrar-. ¡Cuánto tiempo sin verte! -me levantó en peso y me dio un sonoro beso en la mejilla. Ultimamente todo el mundo me levantaba en peso.
Mamá entró en la habitación después de ella y le dio el bolso de los pañales a Tía Mariam, que se lo hechó al hombro.
-Aquí, tienes los pañales, Marian -le dijo-. Llevas 10, que son más que de sobra. En la mochilita esta de aquí -se acachó al suelo y la cogió-, he metido el biberón y los potitos para la comida y la cena. Se los tienes que dar tú, sino te vas a morir del aburrimiento para que termine de comer. Luego a la hora de la meirenda o así, le das un biberón. Yo ya le he dado uno aquí así que solo tienes que darle ese. De esta manera, cuando venga, que vendrá cansado y tarde, solo tendré que acostarlo a domir y ya está.
-De acuerdo -contestó Tía Marian, todavía conmigo en brazos.
-Pues ya está todo -dijo mamá. A continuación se acercó a mí-. Tú portate bien con la tía y no le des mucho la lata, ¿vale, cielo?
Ya estaba saliendo por la puerta de casa cuando me di cuenta que no llevaba a Rhino. Me giré en brazos de mi tía y miré a mamá estirando los brazos hacia ella.
-Rhino…Rhino…
-¿Se quiere quedar contigo? -preguntó Tía Marian.
-Sí, pero no es eso -contestó mami-. Lo que quiere es su peluche.
Se fue hasta mi habitación y volvió con él. Yo lo cogí entre mis brazos, pensando que ya que iba a estar sin mamá todo el día, por lo menos tendría a mi compañero.
Tía Marian me subió en el coche y me ató el cinturón. Luego ella se subió delante y arrancó. Por decirlo de alguna manera, Tía Mariam conducía como una loca. ¿Límite de velocidad en la carretera? No, gracias. Soy Marian e iré a la velocidad que me de la gana. Supongo que era eso lo que debía de pasar por su cabeza. Así no me extraña que pudiera ir y venir de su pueblo en el mismo día. Durante el trayecto, me iba preguntando cosas sobre mí, que como estaba, si me sentía cómodo con el pañal, etc. Luego pasó a intentar consolarme por mi nuevo modelo de vida diciéndome que si Jim estuvo mojando la cama hasta los 5 años, que si Kevin llevó chupete hasta los 4, todas esas cosas. Luego llegó el turno de comportarse como una buena anfitriona diciendo que si necestiba un cambio se lo dijera sin pensar en el momento, que si tenía que darme la comida que lo haría encantada que para eso era su sobrinito. Yo iba contestando con monosílabos, intentando hablar lo menos posible. Quería estar con mi mamá. La echaba de menos y me sentía triste. Luego me dijo que si quería me podía dormir, que me había levantado pronto y que ella me despertaría cuando llegasemos. Le hice caso y eché el asiento para atrás, me acurruqué junto a Rhino y cerré los ojos.
Cuando me desperté, me encontraba en brazos de mi tía, habiamos llegado ya a su casa y me llevaba escaleras arriba desde la cochera. Al entrar, dejó el bolso de los pañales y la mochilita en el sofá y llamó a Jim y Kevin para que vinieran a saludarme. Enseguida se oyeron sus trotes escaleras abajo, pues estaban jugando en la buhardilla. Al verme vestido con un pañal, con un chupete y en brazos de su madre se quedaron muertos. No sabían como reaccionar. El primero fue Jim.
-¿Le tengo que dar un beso al bebé? -preguntó.
-¡No es un bebé, Jim! -le regañó su madre-. Tiene tu misma edad.
-¡Pero lleva pañales y chupete! ¡Míralo! -replicó él-. Es un bebé. Y nosotros no cuidamos bebés, ¿a qué no, Kevin?
-No -contestó.
-¡Me da igual! -dijo Tía Marian-. Es vuestro primo y se va a quedar en casa todo el día. Y quiero que os porteis bien con él -hizo una pausa para mirarlos a los 2 seriamente-. Ahora ir a poner la mesa que yo tengo que cambiarle el pañal.
Era cierto. Me había hecho pipí durante mi sueño en el coche.
Jim y Kevin, obedientes, fueron a la cocina y Tía Marian cogió el bolso de los pañales y me llevó a su habitación. Una vez allí, me tumbó en la cama y me bajó los panatalones. Yo estaba muy nervioso. Era la primera vez que me cambiaba el pañal alguien que no fuera mami, y yo solo quería que lo hiciera mami. Se me dibió de notar el nerviosismo porque Tía Marian, antes de empezar con el cambio, dejó el pañal que tenía en la mano en un lado de la cama y me hizo cosquillitas en la barriga. Yo me reí de forma muy parececida a como lo habría hecho un bebé.
-No te pongas nervioso, Chris -me djijo-. Ya se que puede ser la primera vez que te cambie alguien que no es tu madre, pero te aseguro que he cambiado tantos pañales en mi vida, a ti también cuando eras pequeño, que lo voy a hacer casi tan bien como ella.
La verdad es que no lo hizo nada mal, aún así preferiría millones de veces antes a mamá. Cuando ya estuve cambiado y listo para la comida, Tía Marian volvió a cargarme en peso y me llevó hasta la cocina. La verdad es que eran tantas las veces que me cogían en peso que llevaba tiempo sin andar por mi mismo. Una vez en la cocina, me dejó en la silla y fue a preparar los platos. Jim y Kevin me miraban fijamente desde el otro lado de la mesa. Yo aparté la mirada de ellos y empecé a darle más fuerte al chupete: chupchupchupchupcupchupchup.
-A ver, hacerme sitio que voy -dijo la tía cuando se acercó a la mesa con los platos de la comida-. Carne para Jim y Kevin -les tendió los platos-y potito de ternera para Chris.
Mis primos dejaron escapar lo que sin lugar a dudas era una risita despectiva, pero acacharon la cabeza y empezaron a comer y Tía Marian no se dio cuenta. Me esperaba un día muy largo. Quería que acabase ya para poder volver con mami.
Mi tía se sentó al lado mía, me quitó el chupete de la boca y comenzó a darme el potito. Jim y Kevin seguían riéndose en silencio.
-Ummm…que rico está -decía Tía Marian mientras me metía una cucharada en la boca.
La verdad era que no todo eso no era necesario. Bastante humillado estaba ya llevando pañales y chupete y comiendo potitos delante de mis primos para que encima me diera la comida de esa manera. Sólo le faltaba decir ‘Aquí viene el avión’.
-Aquí viene el avión -y me metió otra cucharada en la boca.
Trágame, tierra.
Esta fue la primera vez que me di cuenta de que era un bebé; viendome de esa manera al lado de un niño de mi edad y de otro más pequeño; siendo totalmente dependiente de alguien, en este caso mi tía, para comer, dormir, vestirme, cambiarme, etc. Me sentía tan mal y tan avergonzado, tan humillado. Me entraron ganas de llorar pero, por la última gota que quedaba en mi cuerpo de un niño de 13 años, no lo hice. Aguanté como un campeón. Me terminé el potito y volví a ponerme el chupete en la boca y a mirar a mis primos haciendo chup, chup, chup, chup.
De pronto, me di cuenta que me faltaba algo. Rhino. Se había quedado en el coche. Tía Marian se lo había dejado allí cuando me sacó al llegar. Le pregunté si me lo podía traer. Me contestó que sí, se levantó y bajó a la cochera dejándome con mis primos.
-Oh, vaya, ¿el bebé se ha dejado a su peluchito? -me dijo Kevin con una voz falsamente infantil.
-A lo mejor es que no puede comer sin él -añadió Jim, con esa voz infantil que solo pretendía reirse de mí.
Yo estaba muy nervioso. Los miraba y me daban miedo. Por favor, por favor, por favor, que volviera ya mi tía con Rhino.
-Esta tarde nos lo vamos a pasar muy bien con nuestro nuevo primito bebé -dijo Jim mirándome con malicia.
En ese momento llegó Tía Marian con Rhino, me lo dio y lo abracé bien fuerte contra mi pecho. Sentí su olor, su tacto. La verdad era que me tranquilizaba mucho cuando Rhino estaba conmigo. Nunca me sentía solo.
Cuando terminó la comida, Tía Marian nos mandó a los 3 a jugar a la buhardilla mientras ella recogía la mesa. Yo acompañé a mis primos escaleras arriba andando por mi mismo, por primera vez en varios días.
Al llegar a la buhardilla, ya me esperaban ellos, de brazos cruzados y una sonrisa maliciente. Yo me quedé frente a ellos, abrazando a Rhino, sin decir nada.
-¿Qué crees que podríamos hacer con un bebé, Kevin? -le preguntó Jim mirándome a mí.
-Se me ocurren unas cuántas cosas.
De pronto, se acercó a mí y me quitó a Rhino de entre los brazos. Yo me acerqué a él para recuperarlo pero se lo tiró a Jim, que lo cogió. Me acerqué a mi primo para cogerlo pero se lo volvió a tirar a Kevin. Empezaron a pasarse a mi amiguito. Cada vez que me acercaba a para cogerlo se lo pasaban al otro. Ellos se reían al verme correr con mi abultado pañal, puesto que hacía que fuera con las piernas abiertas, como si me acabra de bajar de un caballo. Yo lloraba porque quería recuperar a Rhino. Al final me cansé de correr de un lado a otro de la buhardilla y me tumbé en el suelo bocabajo a patalear y llorar. Entonces, Jim se acercó con Rhino.
-¿Lo quieres? -me preguntó.
Yo asentí con la cabeza.
-Pues toma. Cógelo -y me lo tendió con las manos.
Me incorporé para coger a Rhino, pensando que ya había acabado todo y volvería a tenerlo comnigo cuando, en el último momento, cuando mi mano casi aferraba una de las suaves patitas de Rhino, Jim me lo apartó y lo encanastó encima de una estantería. Yo me quedé mirándolo una fracción de segundo y volví a mirar a mi primo. Y me tiré otra vez al suelo a llorar y patalear.
-Te has pasado, Jim -oí que le decía kevin. A continuación se acercó hasta a mí-. Hay que tratar con cariño a lo bebés.
Dicho esto, me arrancó el chupete de la boca rompiendo el cordel que me rodeaba el cuello y lo alzó en la mano, como si fuera el Rey Arturo después de sacar a Escalibur de la roca.
‘Otra vez no’, pensé. Fui detrás de mi primo para recuperar mi chupete, pero él se lo tiró a Jim. Yo iba a ir tras él cuando Kevin me puso la zancadilla y me caí contra el suelo. Me puse a llorar con ganas y fuertemente, por el golpe y la humillación a la que estaba siendo sometido. Echaba de menos a mami, ¿dónde estaba? Quería que me abrazara junto a su pecho y me calmara diciéndome palabras bonitas. Jope, la echaba tanto de menos.
Entonces Jim tuvo una gran idea; mientras yo estaba llorando fuertemente en el suelo para ver si subía la tía Marian y acababa con esta locura, él ató mi chupete a una cuerda que había por allí y la pasó por encima de la lámpara. Fui a levantarme para cogerlo pero Kevin se echó encima de mí y me lo impidió.
-Puedes llorar lo que quieras, bebé -me dijo-. Aquí arriba nuestra madre no puede oirte.
-Lo que tienes que hacer, cagapañales -dijo Jim dirigiéndose a mí-. Es saltar y coger el chupete de la cuerda. Solo eso. Lo haces y te lo pones en tu boca de bebé. Ya está. Sueltalo, Kevin.
Mi primo me soltó y me incorporé. Me fui hasta la parte de debajo de la lámpara, moviéndome pomposamente con el pañal. Todavía lloraba. Me caían lagrimones en silencio por mis mejillas. Levanté la vista y miré el chupete. No estaba colgado muy alto, si saltaba con todas mis fuerzas (o lo que me permitiera el pañal) podría conseguirlo. Salté con todas mi ganas y…y…vamos…¡lo cogí! No podía creérmelo, ¡lo había cogido! Lo primero que hice fue metérmelo en la boca pero entonces recibí una bofetada por detrás que hizo que se me cayera.
-No te dijimos que pudieras usar las manos, cagapañales -dijo Jim con la mano levantada-. Usa solo la boca.
Volvieron a atar el chupete a la cuerda y la pasaron otra vez por la lámpara. Entonces yo salté con todas mis ganas abriendo mi boquita pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, ellos tiraban de la cuerda de manera que nunca lo consiguiera. Al caer de uno de esos saltos se me dobló el tobillo y me caí. En ese momento sentí que se me escaba el pipí, y me quedé un rato tirado en el suelo, esperando a que terminase de salir. Kevin tiró de la cuerda que sujetaba el chupete y se salió completamente de la lámpara. Lo soltó y tiró el chupete contra un extremo de la habitación. Entonces los 2 se acercaron hacia mí. De pronto comenzaron a pegarme patadas en la espalda y a meterse conmigo.
-¡¿Qué te pasa, bebé?! –me dijo Jim al tiempo que me arreaba un puntapié en el homoplato-. ¿Quieres tu biberon?
-A lo mejor quiere un potito, Jim -añadió Kevin mientras me lanzaba varias patadas seguidas.
-Por favor… por favor… -logré decir yo llorando-. Parad…parad por favor….¿por qué me haceis esto?...
-¿Qué por qué te hacemos esto? -repitió Jim-. Porque podemos, Chris. Porque podemos y queremos.
-Además, solo estamos jugando con nuestro primito bebé.
-Yo…no soy…no soy…un bebé -les dije.
Ellos se echaron a reír. Yo les miraba desde el suelo, llevándome las manos a las partes del cuerpo que me dolían. Mami…yo quiero a mi mami…¿dónde estás, mami?...
-¡¿Pero cómo no vas a ser un bebé, Chris?! -me dijo Kevin muerto de risa-. Mírate. Llevas un pañal enorme, estas pidiendo a gritos tu osito y tu chupetito, te dan de comer potitos, te cambian, tomas biberón…eres un jodido bebé en toda regla, enano.
-¡¡¡YO NO SOY UN ENANO!!! -le grité poniéndome de pie-. ¡¡Y Rhino es un rinoceronte, no un oso!!
-Esto te va a salir caro, cagapañales -dijo Jim-. Vamos a dejarte ahora solo con un pañal, a ver que te parece.
-¡NO! -le grité- ¡No podeís!
-¡¡CÁLLATE!! -me gritó a su vez Jim mientras me arreaba un bofetón en la cara-. Kevin, sujétale los brazos. Yo le quitaré los pantalones.
Lo hicieron rapidamente. Por mucho que yo pataleé, grité, lloré y me resistí, en un momento me ví delante de ellos vestido solo con un pañal. Yo hacía lo imposible por intentar tapármelo con las manos, cosa que era imposible porque era muy grande y abultaba mucho. Ellos se reían. Se reían sin parar. Señalaban mi pañal y se reían. Entre tanto, aproveché para irme a un rincón, donde seguí llorando y me volví a hacer pipí. Entonces me puse a llorar con más fuerza. Era la primera vez que me hacía pipí 2 veces sin que me cambiaran.
¿Dónde estaba mi mami, que no venía a por mí y me levantaba del suelo y me decía con esa voz tan dulce que no me preocupase? Mami…pensaba en ella y lloraba más.
En esas, llegaron Jim y Kevin, que me levantaron del suelo agarrándome fuertemente de los brazos y me pusieron de pie.
-¿Qué me vais a hacer ahora? -les dije con timidez.
-Nada- contestó Jim-. Sólo nos aburriamos y queríamos pegarte.
En ese intante, Kevin me lanzó un puñetazo a la barriga. Me hizo mucho daño. Me encogí del dolor y me volví a tirar al suelo.
-¡Levántate, cagapañales! -me dijo Kevin mientras me arreaba una patada en la espalda.
Obedecí. No me quedaba otra. Me levanté lentamente. Me dolía todo el cuerpo.
-Kevin -dijo Jim una vez yo me hube incorporado-. Traete a su peluchito…y las tijeras que hay en el cajón.
-¡NO!
-Silecio, bebé-dijo Jim, y me pegó una patada en la pierna, que me volvió a tirar al suelo.
Kevin vino con Rhino y las tijeras y se las dio a Jim. Él sujetaba a Rhino.
-Ahora, Chris -me dijo Jim- estás a punto de presenciar la decapitación de un gran mamífero africano. No son muchos los hombres, o en tu caso los bebés meones, los que han tenido la oportunidad de presenciarla así que consideraté afortunado -y acercó las tijeras abiertas a la cabeza de Rhino, que se quedó entre las 2 cuchillas.
No podía dejar que decapitaran a Rhino, no podía dejarlos. Me puse de rodillas en el suelo. Los miraba con una cara de pena enorme. Me puse más nervioso que ninguna vez desde que llevaba pañales de nuevo.
-Por favor… -les rogué desesperado -no lo hagais…no lo hagais…por favor…
En ese momento, debido a lo nervioso que estaba me hice caca de golpe. Se oyó un pedete y después todo el contenido me salió y se quedó allí, almacenado en el pañal.
Las tijeras ya casi tocaban la piel de Rhino cuando pararon de repente.
-¿Se acaba de hacer caca? -preguntó Kevin.
-Creo que si…
Las tijeras se cayeron al suelo junto con Rhino y los 2 se empezaron a reir. Se reían con una risa estridente y con ganas. Lloraban de la risa mientras se revolcaban por el suelo. Yo también me revolcaba en el suelo, pero por el sentimiento opuesto. Lloraba como jamás había llorado en mi vida. Lloraba por todo: por verme desnudo y humillado completamente delante de esos 2 sinvergüenzas, por tener un pañal lleno de caca y de 2 pipís, porque mi chupete estaba tirado por el suelo, porque casi decapitaban a Rhino, por la ausencia de mami…
-Tio, como siga llorando así de fuerte si que va a subir nuestra nadre -dijo Jim, que habián parado ya reir.
-Si, es cierto.
Yo estaba lo más patético que se puede estar; llorando a lágrima viva en el suelo y agarrándome el pañal.
-¡Hay que tranquilizarlo,Kevin!
-¡Yo no se como se tranquiliza a un bebé!
-Pues así -y Jim me dio una bofetada en la mandíbula-. Cállate de una vez, puto crío.
Yo seguí llorando. En ese momento oí que Tía Marian subía las escaleras.
-¿Qué pasa ahí arriba? ¿Por qué está Chris llorando?
Jim se acercó a mí.
-Escuchame bien, cagapañales -me dijo-, o le dices a tu tía que estás llorando así porque estás cagado, o te juro que la próxima vez que nos veamos le arranco la cabeza al muñeco ese tuyo, ¿entendido?
Dije que sí con la cabeza. Tía Marian entró en la habitación.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué lloras? -me preguntó con dulzura mientras me levantaba del suelo.
-Porque tengo caca.
-¡Anda! ¡Pues vamos a cambiarte! -me dijo dandome 2 cachetes en el culito- ¿Pero por qué vas así desnudo?
-Porque Kevin y yo intentamos cambiarle el pañal nosotros solos -dijo Jim rapidamente.
-Oooh, ¿ves que primos tan buenos tienes, Chris?
-Cambiame por favor -le dije. La verdad era que me sentía muy mal.
-Venga, vamos a ello, ¿dónde está tu chupete?
-Aquí, mamá -dijo Kevin mientras se acercaba con él-. Se le cayó antes al suelo.
Tía Marian me lo intentó poner pero yo no abría la boca. Enseguida ella comprendió.
-Aaah, que como estaba en el suelo está sucio, ¿verdad? -asentí-. Bueno, en ese caso voy primero a cambiarte y después ponemos el chupete debajo del grifo para que se limpie.
Cogió a Rhino del suelo y me llevó escaleras abajo de la buhardilla. Que ganas tenía de abandonar aquel lugar. La buhardilla y la casa. Y volver con mi mami.
Una vez en su habitación me tumbó sobre la cama y me cambio el pañal. Lo hizo con mucho esmero y me dejo limpio y cómodo. Si hubiera sido mami la que me hubiera cambiado, yo habría sonreído y me habría reído con mi risita de bebé provocada por el chupete, pero en ese momento no tenía ni al chupete ni a mi mami.
Después del cambio, me llevó en brazos a la cocina, donde puso mi chupete a remojo y me calentó un biberón. Mientras estaba sentado encima suya tomándome el bibe, el chupete se terminó de limpiar y pude ponérmelo al terminarme el biberón.
Luego me llevó con ella al salón, donde estuvimos viendo dibujos en la tele. Agradecí que Jim y Kevin se hubieran quedado en la buhardilla, pues no me veía con fuerzas para volver a verles. Los odiaba. Los odiaba a muerte a los 2, pero no podía ponerme a pensar en ellos porque me daban ganas de llorar.
En verdad, lo que quería era a mi mami. La echaba muchísimo de menos y quería que fuera ella la que me diera el biberón y me cambiara el pañal con sus delicadas manos.
Al rato de estar viendo la tele, Tía Marian me dijo que me iba a dar ya la cena para que no se me hiciera muy tarde al volver a casa.
Me dejó en el sofá y se dirigió a la cocina. Yo me abracé a Rhino, nervioso, pues podían aparecer por allí Jim y kevin y hacerme de las suyas, pero por fortuna estarían jugando y abstraídos con la videoconsola.
Tía Marian regresó a los 20 minutos diciendo que ya tenía mi cena lista y que había hablado con mi mami por teléfono, que le había dicho que ya había terminado en casa y lo tenía todo preparado y que podía volver ya.
Me puse muy contento y me terminé la cena, que consistía en un plato de papillas y un yogurt, lo más rápido que pude.
Estaba ya listo para volver con mami. Estaba esperando a que Tía Marian cogiera su abrigo y las llaves del coche y me llevara a casa cuando aparecieron Jim y Kevin. Me puse muy nervioso y empecé a temblar, pero justo cuando iban a, al parecer, atarme con una cuerda que llevaba Kevin, llegó Tía Marian. Kevin escondió la cuerda detrás de su espalda lo más rápido que pudo. Bastó para que Tía Marian no la viera.
-¿Habeis venido a despedirse de vuestro primito? -les preguntó.
-Sí -contestó Jim-, y esperamos volver a verlo pronto- y me lanzó una sonrisa diabólica.
-¿No les dices adiós a tus primos, Chris? -me preguntó Tía Marian revolviéndome el pelo.
-Adiosh.
-¡Que rico está hablando con el chuepete!-exclamó, y me cogió en peso-. Bueno, portaos bien hasta que yo vuelva. Teneis la cena en el congelador. Y por favor, no me quemeis nada.
El viaje de vuelta resultó agradable. Me lo pasé casi todo dormido. Nada más salir, me acomodé en el asiento trasero y me quedé dormido abrazado a Rhino. Me desperté por un sitio que me sonaba, ¡era mi calle! Reconocía las farolas, el quiosco, la casa de Harry…¡y la mía!
Me movía inquieto en mi asiento, tenía el pañal mojado y mami me tendría que cambiar antes de acostarme.
Tía Marian abrió mi puerta, se cargó al hombro mi mochilita y el bolso de los pañales y después me cargó a mí. Me llevó hasta la puerta de mi casa y, al lado de ella, pude ver unas cajas de cartón muy grandes y vacías que parecía que hubieran contenido partes de algún tipo de mobiliario. Tía Marian llamó al timbre y enseguida abrió la puerta mami.
-¡¡¡Mami!!! -grite yo echándome a sus brazos.
-¡¡Ven aquí, mi bebé!! -dijo ella muy contenta cuando me recibió encima.
Estaba tan contento por volver a estar con mami. Pareccía que todo el horror que había sufrido en la buhardilla de la casa de Tía Marian hubiera desaparecido al volver a estar en los brazos de mami.
-¿Cómo te lo has pasado? -me preguntó haciendome caricias.
-Bien -mentí.
-¿Cómo ha ido, Marian? -le preguntó mami a su hermana.
Muy bien -contestó ella-. Casi ni me he enterado que estaba. Ha estado casi todo el tiempo jugando con Jim y Kevin y todo ha ido muy bien.
-¿Y los pañales? ¿Cuántos ha usado?
-Pues mira, le he cambiado 2 veces; una al llegar, que estaba mojado, y otra por la tarde, que tenía caca.
-¿Y ahora como estás, Chris? -me preguntó mami.
-Mojado -contesté.
-Bueno, ahora antes de dormir te cambio.
-Y en cuanto a las comida -siguió Tía Marian-, le he dado un potito para comer y unas papillas para cenar. Y se lo ha comido todo muy bien.
-Muchas gracias, Marian-le dijo mami-. ¿Seguro que no quieres quedarte a domir? ¿Te vas a volver a estas horas de la noche?
-Si, hija -contestó-. Si no pasa nada. A mí no me da miedo la carretera -añadió, como para quitarle hierro al asunto.
-Bueno, adiós -se despidió mami, todavía conmigo en brazos.
-Adiós, Gwen. Adiós, Chris -dijo poniendole a mami el bolso de los pañales y la mochilita en el hombro y a mí la cara que se les pone a los niños pequeños al despedirse de ellos.
-Dile adiós a la tía, Chris-me dijo mami.
-Adiosh.
Mami cerró la puerta y me llevó camino de mi habitación.
-Bueno, vamos a cambiarte ahora este pañalito y te acostamos.
Y cuando llegamos a mi habitación, mami abrió la puerta, y yo vi lo que había dentro, no me lo podía creer.