domingo, 28 de marzo de 2021

Mi abuelo materno CAP 2

Mi abuelo materno II



       

…Aun hoy día, recuerdo como fueron aquellos primeros días y las tremendas azotainas que recibía mi mama, y yo misma.  Al día de hoy, han pasado tres años y cinco meses por lo que ahora a mis dieciocho años recién cumplidos, y ser mayor de edad creí que todo ese sufrimiento habría acabado, que ya no recibiría más azotainas de mis abuelos. Había terminado el curso en el instituto y regresaba a casa después de haber estado todos aquellos meses en una residencia de estudiantes. Después de unas horas de autobús desde la capital, Madrid. Llegaba aquella pensión donde nos recogieron los abuelos la primera vez, al llegar el autobús, pude observar con alegría que mi madre ya me estaba esperando en la parada, en seguida agarre mi maleta y baje corriendo abrazarla. La abuela estaba dentro del auto, abrí la puerta del conductor para darle dos besos a mi abuela, y fue como si besara a una figura de mármol, ni siquiera me miro a la cara, solamente me hablo para decirme.

     -. Sube al coche inmediatamente! En casa ya hablaremos!

     -. Pero… Abuelita acabo de llegar…

     -. Es que no he hablado claro? Sube al coche y no empeores más la situación!

     Cerré la puerta y volviendo hacia donde estaba mama, la vi que me miraba con tristeza y me abría la puerta de atrás para que subiera.

    -. Sube hija, y mejor que no hables hasta que se te mande, si no deseas empeorar las cosas…

   Subí al coche sin decir nada más, pude observar como mi madre se subía delante con la abuela, y vi en ella los mismos gestos que aquel día que vinieron los abuelos a recogernos, hasta la casa de los abuelos tardamos casi dos horas en llegar, en mi mente volvió aquella imagen cuando era niña, que durante todo el trayecto fui sobre las rodillas de la abuela, recibiendo mi primera azotaina que me dolió horrores, ya que fue mi primera vez, hasta ese día nunca había recibido un solo azote.  Al llegar mi madre bajo del auto, me abrió la puerta y solo me dijo…

   -. Sube a tu habitación y espérame, que subiré a vestirte en breves minutos.

   -. Pero mama! Acabo de llegar, tenía muchas ganas de verte a ti y a los abuelos.-.entonces vi bajar a la abuela y me hablo.

   -. Niña, sube a tu habitación como dice tu madre, si no quieres que me quite la zapatilla!!!

    Entonces me di cuenta de lo que ocurría, o de lo que podría ocurrirme en breve. Entonces me recordé que habrían recibido por correo mis notas, pero no entendía porque de aquellas caras largas, había aprobado el curso con buenas notas. Si de algo no tenía ninguna duda, es que si hubiera suspendido por el camino seguro que me habría castigado la abuela, pero había tenido que estudiar de firme y esforzarme todo lo posible para no suspender ninguna asignatura, pues conocía muy bien cuál hubiera sido mi castigo.  No tuve otro remedio que callar y subir a mi habitación sin decir absolutamente nada más.

   Una vez en mi habitación me senté en mi cama a esperar, pocos minutos después entraba mi madre en la habitación, y sin decirme nada. Empezó a desnudarme como cuando era niña, cuando estuve como vine al mundo, me observo y me hizo tumbar en la cama boca arriba. Ella se giró y salió de la habitación tal y como había venido sin decirme nada. Pude ver con espanto que mi mama, se había cambiado de ropa y que aparte de la blusa gris perla, llevaba una falda tableada de cuadros negros y aristas blancas, pero lo que me dejo estupefacta es que la falda apenas le cubría las bragas blancas seguramente de algodón, pero lo que me espanto fue que por los bordes de las bragas, se veían claramente unas marcas azuladas del cinturón del abuelo, de eso no había duda alguna, pero eran marcas de unos días, pero se le veían la parte baja de las nalgas que estaban muy rojas, así como el inicio de sus muslos, estaba muy claro que habían castigado a mama, esa mañana antes de ir a recogerme, de ahí, que la viera hacer muecas de congestión en su rostro, cuando se sentó al subir al auto.

    A los pocos minutos volvió a entrar en la habitación, portando una palangana pequeña como una cubeta, extrajo una esponja con jabón y me empezó a lavar el pubis con delicadeza, dejándolo bien enjabonado, me temí en esos momentos lo que iba a continuación, y así fue. De la cubeta extrajo una maquinilla de depilar las piernas, y apenas unos minutos ya no tenía nada de vello ahí abajo, a medida que iban transcurriendo los minutos lo veía cada vez más oscuro para mí. Aquello tenía muy mala apariencia y pude imaginar que no había cambiado nada desde mi marcha al instituto. Una vez volví a estar seca mama, extrajo del cajón de la cómoda unas bragas blancas con pequeños racimos de uvas violetas, y me las fue pasando por los pies y las subió hasta mis rodillas, entonces me permitió incorporarme y me acabo de poner las bragas. Eran horribles me cubrían totalmente el culo, y me llegaban justo por debajo el ombligo. Debían de ser igual que las que llevaba mamá, e igual que las había llevado desde el fatídico día que llegamos a esa casa.

      -. Mamá. Porque te ha castigado el abuelo hoy?

      -. No, hija. No ha sido el abuelo, ha sido tu abuela esta mañana con la zapatilla.

      -. Porque mamá?

      -. Ya sabes cómo es tu abuela, no se le puede contradecir y menos replicarle.- diciéndome esto vi cómo se sobaba el culo-. No veas como me duele. A más mayor es, parece que más fuerza tiene, uuuuffff… no veas hija, que tunda me ha dado antes de salir de casa, he visto las estrellas de todo el firmamento…

     -. Porque lo has hecho, sabes muy bien como es.

     -. Que quieres hija. Cuando íbamos a salir de casa para ir a buscarte, tu abuela me ha comentado que debía hacerte nada más llegar a casa, o sea esto que acabo de hacer y vestirte con un vestido como cuando eras una niña. La he contrariado al decirle que ya eras una mujer adulta y mayor de edad. No veas como se ha puesto, estábamos en el porche, ya habíamos salido de casa. Y en el mismo porche, me ha bajado los pantalones que me había puesto y las bragas con ellos, y ya ves hija como me ha dejado con esa dichosa zapatilla. Cualquier día le voy a pegar fuego, uuuuffff no veas como ardeeee… bueno hija déjame que acabe de vestirte y bajas a saludar a los abuelos, antes de que suban ellos a por nosotras y las dos acabemos con el culo ardiendo.

     La madre sobándose el culo sobre las bragas, pues la falda apenas se las cubría por detrás, y no le importaba hacerlo delante de su hija, pues esa misma acción había sido algo muy habitual, en ellas dos desde el fatídico día que llegaron a ella. Fue hacia el armario y extrajo un vestido rosa, volvió al lado de la hija e hizo que metiera los pies y le subió el vestido, al tiempo que la hija introducía sus brazos por las mangas, y este era ajustado a sus hombros y luego abotonado por la espalda, como los clásicos trajes de los bebes. Luego unos calcetines blancos y unos zapatos de charol modelo Merceditas, sin tacón apenas.  Luego dedico unos minutos a cepillar el cabello de la hija y hacerle unas coletas, ambas al acabar se miraron al espejo. La madre con esa falda y la hija el vestido rosa, se giraron para mirarse por detrás y daban la impresión de ser dos niñas de 12 años, pues ambas llevaban las bragas a la vista, pues ambos modelos, solo les cubría hasta la mitad del trasero, dejando la parte baja de sus bragas claramente a la vista.

       -. No veas como llevas el culo de marcado, mamá! Esas marcas parecen de días, no de hoy.

       -. Estas, dices? Estas me las hizo tu abuelo hace una semana con su cinturón,  ya sabes tú lo rápido que se lo saca por cualquier motivo.

       -. Si, mamá. Lo sé muy bien. Porque...?

       -. Te estas volviendo muy preguntona últimamente. Y muy descarada, no te da vergüenza preguntarle a tu madre porque le han pegado en el culo, a mis treinta y dos años? conoces de sobra que mientras estemos bajo su mismo techo, viviendo en su casa, tenemos que vivir bajo sus estrictas normas y eso significa, irnos a dormir calentitas si el encuentra cualquier causa para bajarnos las bragas y azotarnos el culo hasta que el considere que ya vamos bien servidas, más te valdría en pensar en bajar rápido a saludarles o las dos seremos castigadas, y a mí ya me duele el culo demasiado, como para que me den una segunda azotaina en el mismo día.

     -. Si mama pero la curiosidad... Ya sabes... Es más fuerte que yo, mientras he estado en el instituto, hasta he echado de menos sus azotainas... Y más de una mañana me despertaba con mis braguitas... Ya sabes...

     -. Hija!!! Eres una cochina!! Mira que decir que te mojas las braguitas soñando con las azotainas de los abuelos, no te da vergüenza desvergonzada?

     -. Mira mamá....- María se levantó la falda de su vestido y mostró una mancha de humedad en sus bragas blancas con aquellos simpáticos racimos de uva violeta-. Solo de sentirme el Chichi así depilado rozarme en las braguitas, ya se me han humedecido, así como el hecho de tener que llevar estas horribles bragas con estos dibujitos clásicos de chiquillas, tan grandes, solo de la vergüenza ya me vienen ganas de tocarme... Y si mamá, me muero de ganas que el abuelo me ponga sobre sus rodillas....- entonces le levanto la falda a su madre con todo descaro.- Y tu mira cómo vas! también las llevas manchadas de la humedad, mamá!.

     -. María, estas segura de pensar lo que me imagino? Quieres que les hagamos esperar, para que nos castigue el abuelo?.- María hizo un gesto afirmativo con su cabeza, con una picará sonrisa en sus labios-. Los sacrificios que tiene que hacer una madre!  Por su hija.  Porque a ti, el abuelo te dará una azotaina con la mano seguramente, pero a mí, cuando vea como llevo el culo de rojo, sabrá porque me ha castigado hoy tu abuela y a mí, me azotara con ese viejo cinturón, bueno niña bajemos ya, o nos ira mucho peor a las dos.

     -. Porque te fuiste de esta casa mamá? Es algo que siempre me pregunto.

     -. Hija! Porque entonces yo desconocía por completo, lo que estoy disfrutando de sus azotainas desde que  volvimos a esta casa y al poco de nacer tú, entonces me di cuenta de que algo me faltaba y desconocía lo que era. Hasta que descubrí por internet páginas de relatos sobre spanking, que es como lo llaman los aficionados a los azotes, entonces empecé añorar las azotainas de los abuelos, incluso probé de buscar un spanker, que es como llaman a los que les gusta azotar a mujeres sobre sus rodillas, pero no funciono. Tú entonces tenías unos seis años, eras muy pequeña para traerte a esta casa, pues el abuelo a mí me azotaba desde que tengo memoria, y para mi entonces eran verdaderos suplicios aquellos dolorosos castigos, hasta que al quedarme en estado de ti, vi que era el momento de marcharme y vivir mi propia vida. Lo que jamás sospeche ni en mis más horribles pesadillas, que echaría de menos aquellas palizas tan tremendas,  o eso era lo que me parecían.  Pero con el paso del tiempo me dedique a ti en cuerpo y alma, aunque de vez en cuando me volvían deseos de ser castigada, pero estabas tú. En aquellos momentos pensaba por ti, no podía traerte a esta casa. A ti yo nunca te tuve quedar unos azotes, eras un trozo de pan. Hasta que los señores me comunicaron que deseaban volver a ver a sus hijos, me avisaron con varios meses de antelación, pero por más que busque un trabajo, no encontré ninguna casa que necesitara una mujer para doncella,  o para servicio. Por lo tanto, cuando los señores se marcharon, nos quedamos en la calle y solo tenía unos ahorros, que nos permitieron vivir una temporada, pero al final no tuve más remedio que llamar a tu abuela, y rogarle si podíamos volver a casa, tuve que suplicarles a los dos que al menos lo hicieran por su nieta, si por mí no lo querían hacer, al menos que no dejaran a su nieta viviendo bajo un puente.

       Entonces fue cuando me lo dijeron sin ningún tipo de tapujos, si me aceptaban debía aceptar mi castigo y no sería una simple azotaina. Casi me da un vuelco el corazón en ese momento, pues era lo que más deseaba yo, ser castigada de nuevo por mis padres y sentir arder mi trasero como nunca lo habría sentido.  Si recuerdas cuando vinieron a buscarnos, al salir tú yo ya me estaba quitando la falda y bajándome las bragas yo misma, pues era las instrucciones que me habían proporcionado, primero me azoto padre, poniéndome inclinada hacia adelante bajo su brazo izquierdo con ese feo cinturón que siempre lleva, fue terrible para mí. Me castigo muy duro y madre, me sujetaba las manos por detrás de él para que no pudiera interponerlas entre su cinturón y mis doloridas nalgas, después fue madre, quien aprovechando que padre me tenía firmemente sujeta, me azoto con la vara de avellano hasta que esta se partió a la mitad, solo entonces me dejaron subir mis bragas de nuevo y volver a ponerme la falda.

      Después durante el tiempo que duro el trayecto a casa de mis padres, fue horrible el escucharte llorar, muchas veces he podido disfrutar de la mano de mi madre, durante estos últimos tres años. Parece que sea de cemento, es muy pesada y dura. Nunca he comprendido como puede tener esas manos tan fuertes o ese cuerpo tan corpulento y fuerte, es tan alta como el abuelo superan con creces ambos el metro noventa, y ese corpachón que poseen, no comprendo cómo puedo ser su hija, ellos con esa altura y fuertes como robles, yo no les llego apenas al pecho con mi metro sesenta y cinco, como tú más o menos, nos parecemos mucho en estatura, no me extraña que nos hagan vestir como a niñas de diez años, para ellos es como si lo fuéramos, pues nos manejan a placer sin podernos escapar de sus rodillas como si fuéramos chiquillas.

     Fue horrible escuchar cómo se escuchaban los azotes caer sobre tus pequeñas nalguitas, y escuchar como berreabas como una bebe, mi pobre niña.  Por eso no quería hacerte pasar por todo lo que tuve que pasar yo en mi infancia, intente por todos los medios posibles evitarte esos sufrimientos, pero al final no pudo ser. Además por otro lado creí necesario que un poco de disciplina te iría muy bien, últimamente apenas podía contigo. Estabas en la clásica edad que las niñas se rebelan, por creerse mayores porque su cuerpo se esté desarrollando, y empezaste a suspender y faltar a clase a menudo, así como a contestarme de muy malas formas. Yo había pasado una infancia horrible y fui incapaz de enseñarte la disciplina que estabas pidiendo a gritos, y sabía que con los abuelos eso iba a cambiar, y vaya si cambiaste… Bueno pequeña bajemos al salón y no les hagamos esperar más.

          Salieron de la habitación y empezaron a bajar las escaleras lentamente, María iba dos pasos por detrás de su madre, le encantaba mirar cómo se iba sobando el culo sobre sus bragas blancas, con su mano derecha, mientras la izquierda la llevaba apoyada en el reposa manos de la baranda de la escalera. Apenas habían bajado una docena de escalones, y comenzaron a divisar las piernas de los abuelos, seis peldaños después ya veían a la pareja de ancianos sentados en unas sillas con respaldo alto, uno frente al otro sobre la mesa, ya habían comenzado a comer, algo que no sería un buen presagio. Estaba claro que no las estaban esperando a las dos, para sentarse a comer. Los platos humeaban ya puestos en su lugar donde debían sentarse ellas, el enfado por la tardanza era obvio en sus rostros. Estaban muy enfadados, pues era una norma inviolable estar a la mesa todos sentados a la hora designada y bajaban diez minutos tarde, por menos tiempo ya hubieran sido caldeados sus traseros cualquier día de la semana.

     Al estar frente a la mesa, se quedaron esperando que las autorizaran  a sentarse, pero las miradas de ambos ancianos estaban en ellos mismos, hablaban entre ellos como si ellas no estuvieran allí. Su tono de voz, hizo que ambas empezaran a preocuparse. María ya no estaba tan segura de que desease recibir una azotaina, ahora sus sentimientos la traicionaban y sus deseos primitivos, se habían convertido en un claro temor a lo que se presagiaba.

     Entonces fue cuando se dieron cuenta, a su izquierda había una silla colocada aislada de todo mueble, sobre todo algo que había sobre el asiento de la silla, las dejo a ambas estupefactas. Allí estaba el viejo cepillo de baño de mango largo, de madera. Apoyado sobre su parte plana, con sus cedras para arriba. Susana, con cara de espanto se llevó sus manos a su trasero, lo acaricio con suavidad, y estiro hacia abajo el elástico de sus bragas blancas, como si pretendiera asi cubrir más superficie de sus nalgas, y que estas, quedaran más protegidas para lo que en breve espacio de tiempo, iba a suceder. Miro a su hija María, pudo leer en sus ojos el miedo que sentía. Sus miradas se cruzaron observando la madre, que su hija ya no mostraba su seguridad de momentos antes en la habitación, ahora era una mirada de preocupación y de miedo. Igual que hiciera la madre, María por instinto se cubrió su trasero con las manos, ella al estar a la derecha de su madre, tenía enfrente de ella al abuelo. Sin que el abuelo la pudiera ver, muy disimuladamente estiro el elástico de sus bragas, bajándolas un par de dedos y cubriera más sus nalgas. Pero este hecho no pasó desapercibido como esperaba y el abuelo les dirigió la mirada a ambas.

          -. Que María! Esta es la manera de saludar a tu abuelo, después de todo este tiempo sin verme? Crees que es la manera apropiada de presentarte en esta casa! Y por si fuera poco, el hecho que no hayas venido a darme un par de besos, nada más bajar por esa escalera. Qué ocurre? Que sabes que has cometido una imprudencia al no bajar antes? Tu abuela y yo hemos estado esperando que bajaras a saludarnos, y en vez de eso. Te has quedado arriba en tu habitación hablando con tu madre, por lo visto tenías mucho que contarle. Aun conociendo la disciplina de esta casa, y lo importante que es la buena educación. Esa conducta no es la que has aprendido en esta casa, nosotros siempre te hemos dado el trato que se debe, para que una adolescente se comporte como es debido ante sus mayores, cierto que somos muy estrictos aplicándoos los castigos pero es por vuestro propio bien, para vuestra buena conducta, si no os comportáis como se espera de vosotras no se os va a permitir esa falta de educación y mal comportamiento con  vuestros mayores, y eso puedes estar segura jovencita que en esta casa no se te va a tolerar. No puedo imaginar que educación te han dado allá a dónde has ido a formarte, para tener un futuro con más seguridad, por lo visto no te han enseñado a respetar a quienes se ha preocupado por ti.

   En la regañina del abuelo, se entrometió la esposa, madre, y abuela;

          -. Y tú! Susana que te había mandado yo que hicieras?  Que subieras para arreglar a tu hija, para que estuviera presentable para bajar a saludar a su abuelo, y que es lo que haces desvergonzada! Quedarte hablando, y desobedeciendo. Y tú, sabes muy bien qué ocurre si no estáis en la mesa a la hora de comer. Esa desobediencia vuestro abuelo os va informar sobre ello cuando terminemos de comer, ahora desvergonzadas, que ya hemos visto como os cubrís el culo con vuestras bragas, sabed, que seréis castigadas con las bragas bajadas las dos, así que… quiero ver vuestras bragas bajadas por encima de vuestras rodillas, ya!!!

     Madre e hija, introdujeron sus manos bajo sus faldas, levantándose las mismas, ya que para poder coger el elástico de la cinturilla de sus bragas, al ser de cintura alta, ambas pasaron la vergüenza de mostrar sus bragas unos instantes, hasta que las hicieron descender por sus muslos hasta dejarlas sobre sus rodillas.

         -. Bien niñas! Ahora daos la vuelta para dejarnos comer tranquilos, y poned vuestras manos sobre vuestra cabeza…

         -. Veo que a tu hija las has calentado el culo hoy, que ha hecho esa desvergonzada esta vez…?

        -. Tu hija aún no ha aprendido que es una falta muy grave, contradecir a sus mayores, cuando se le manda que haga una tarea…

        -. Ya veo que le has puesto el culo como se merece, nada comparado con la que le voy a dar yo en breve… aprenderá que se debe respetar las normas de esta casa, y que a su madre no se le falta el respeto, aunque yo no esté presente para castigarla, debe obedecer a su madre siempre.

    A Susana sin atreverse a girarse, las lágrimas le descendían por sus mejillas. Había hecho mal, no debía haber hecho caso a su hija, ahora se arrepentía. Pues con sus padres no se podía jugar, siempre han sido muy rigurosos a la hora de aplicar la disciplina, y si no la hubiera hecho caso, no estaría ahora en serios problemas.

    Madre e hija se miraron, ambas tenían los ojos llorosos. María, miraba a su madre con compasión, la había metido en un buen lio. Y se sentía culpable por ello, pues esto no era lo que hubiera deseado, y menos aún, hacer que castiguen a su madre por su culpa, pues ella la había advertido. Que si el abuelo averiguaba que le había contestado a la abuela, por esa indisciplina seria castigada más severamente. Pero el cinturón hubiera sido aceptable, duele por supuesto, pero no había comparación con lo que puede resultar una azotaina con el cepillo…

    Habían terminado de comer y hecho el café. El abuelo había subido con la abuela a su habitación, a dormir la siesta. Mientras ellas continuaban en el centro del salón, de pie con las manos sobre la cabeza. No sentían ya sus piernas del tiempo que llevaban así castigadas y expuestas, sus brazos estaban cansados y aunque sabían que estaban solas, no se dirigieron palabra alguna, pues no había palabras que pudieran expresar como se sentían. Solo pensaban en lo que les esperaba en pocos minutos, pues ya no podía tardar en bajar el abuelo a ocuparse de ellas como había prometido hacer.

     El abuelo era así, sabía que estarían apesadumbradas, y que la espera para que les llegase el turno de ser castigadas, las tendría en vilo todo el tiempo. Sabía que no había peor castigo que hacerlas esperar, por eso habría la puerta de la habitación saliendo al pasillo del piso de arriba, caminando por él, de un extremo a otro. Ellas en sus cerebros se activaba la extrema preocupación, pues pensaban que había llegado el momento y sus nervios se erizaban el vello de sus brazos, así como en otras partes que llevaban horas al aire, si los hubieran tenido. Y al poco tiempo volvía a encerrarse en la habitación. Al poco escucharon de nuevo abrir la puerta, los pasos se escuchaban por el pasillo del piso de arriba, luego bajaban las escaleras, esta vez si había llegado el momento de que el abuelo las colocara sobre sus rodillas, los pasos los escuchaban detrás de ellas, pero se mantenían impasibles con la mirada al frente, si hubieran girado sus cabezas no hubiera sido nada agradable para ellas, y lo sabían.

       -. Lleváis mucho tiempo con las nalgas al aire, vais a coger frio.- era la voz de la abuela, y le subió las bragas a su nieta, ajustándoselas en la cintura. Y dándole un cariñoso azote en el culo, la hizo darse la vuelta.- no vas a dar un beso a tu abuelita pequeña? Perdona lo de esta mañana, estaba enfadada por lo de tu madre.

    Se abrazaron las dos efusivamente, y le dio varios besos a su nieta, la cual con una gran sonrisa se abrazó a la abuela.  Entonces después de tan intenso abrazo, ambas se separaron, mientras la abuela le ponía las manos sobre los hombros, y su alegre rostro cambio por un semblante muy serio.

       -. Bien mi pequeña, ahora sube a tu cuarto. Tu abuelo te está esperando.- soltó a la nieta y esta se dirigió hacia las escaleras, cuando sintió en sus bragas un fuerte azote en el culo propinado por su abuela.- ves rápidamente, mejor que no le hagas esperar está muy enfadado porque ya, en tu primer día, te tenga que pegar en el culo tu primera azotaina el mismo día que has llegado.

       Desde las escaleras María se detuvo un segundo para mirar, y vio a su abuela que la seguía con la mirada, mientras su madre continuaba en la misma posición, con las manos sobre la cabeza y las bragas bajadas por encima de las rodillas. Desapareció escaleras arriba y poco después se escuchaban unas voces que regañaban a la pequeña, poco después desde abajo se escuchaban azotes, eran muy fuertes pues se escuchaban perfectamente desde abajo en el salón, y con un sonido muy nítido de que la azotaba en el trasero desnudo, unos segundos bastaron para oír como rompía a llorar desesperadamente, sus gritos de dolor se escuchaban después de cada azote, desde abajo madre y abuela no podían ver nada, pero el ruido de lo que sucedía en la habitación de María, era tan nítido y claro, que parecía que estuviera en el mismo salón. Poco después solo se escuchaba llorar desconsoladamente, pero ya no se percibían el sonido de los azotes. Unos pasos rompieron el sonido de fondo de los lloriqueos de María, cuando estos se escuchó que bajaban la escalera, Susana se puso a temblar, los gritos de su hija la habían hecho mella, ahora al escuchar los pasos detrás de ella hizo que sus sentidos estuvieran al acecho.

        -. Ahora vamos a ajustarte las cuentas a ti desvergonzada.- al oír esto, sintió Susana como era agarrada por el lóbulo de su oreja derecha, y tiraban de ella en dirección donde había visto la silla con el cepillo. Trastabilló un par de veces hasta verse arrojada sobre las rodillas de su padre.- te voy a enseñar yo cuando se come en esta casa!!! Y donde debe estar tu culo sentada a esa hora, que te has creído desvergonzada, que puedes hacernos esperar en la mesa a que tú y tu hija, bajéis a comer cuando queráis!!!

     Los azotes del cepillo no tardaron en caer con fuerza sobre sus nalgas desnudas, al colocarla sobre sus rodillas, su falda se le había levantado por sí sola, dejando su culo desnudo bien expuesto al severo castigo. Los azotes caían implacables, en el mismo centro de cada nalga, las lágrimas descendían por sus coloradas mejillas, antes ya de sentirse así misma sobre el regazo de su padre, la espera la había sensibilizado tanto, que al sentir el dolor en el lóbulo de su oreja, ya se puso a llorar, por lo tanto al sentir los cepillazos en su culo, solo la hicieron llorar con más ímpetu, en apenas un minuto habían caído en sus nalgas alternativamente, mas de cuarenta o cincuenta azotes…

       -. Basta padre!!! Basta padre!!! No lo volveré hacer… Basta padre!!! .- llorando sin tregua, consiguió dejar salir de su garganta esas palabras pidiendo que parase de azotarla, era tal el ardor de su trasero, que ya no pudo suplicar más, y solo llorar…

    Sus brazos suspendidos en el aire aleteando sin control, buscaban la forma de llevar sus manos a su trasero, pero los azotes tan seguidos en su ya maltrecho trasero, apenas podía intentar  aferrarse a lo que fuera… sus piernas por el contrario se arqueaban en cualquier dirección sin rumbo fijo, sus bragas blancas habían bajado por sus piernas hasta sus tobillos y se aferraban a estos, enganchadas en la pequeña hebilla de sus zapatos, de tal forma que no la dejaban separar sus piernas, ya que parecía que hacían de fuelle, y le resultaba imposible separarlas, por lo cual sus muslos semi abiertos, mostraban su sexo mojado, al igual que sus piernas también mojadas, como la pierna derecha del pantalón de su padre, pues su vejiga al llevar tanto tiempo parada, tener sus piernas casi dormidas, apenas pudo dominar su control, por lo que acabo haciéndose pis.

    -. Será sinvergüenza!!! Mira a tu hija! Se ha meado la muy cochina, mira como me ha puesto el pantalón, ahora veras marrana!!! Te voy a dejar el culo en carne viva por esto… no podías haberle pedido a tu madre, que te dejara ir al baño? Si tenías que ir!!!

    Los azotes siguieron cayendo sobre su pobre culo indefenso, la vergüenza de haberse orinado sobre las rodillas de su padre, fue tan grande que se quedó quieta de la vergüenza, si hacer nada por escapar a la terrible azotaina, la azotaina aún se prolongó unos veinte minutos más, cuando por fin el padre se detuvo, sus nalgas estaban muy maltrechas, había sido la peor azotaina de su vida, pues en esos momentos no pensaba en otra cosa, que en el intenso ardor de sus nalgas, que se encontraban en un estado lamentable, muy muy rojas, un rojo morado intenso, muy intenso.

     Con la indignación del padre, la llevo arrastras hasta el rincón, donde la hizo colocarse de rodillas y las manos sobre la cabeza. Pero apenas la dejo, cayo hecha un ovillo de costado en el suelo, no cesaba de llorar del intenso dolor en su pobre trasero. Aunque el padre la vio que no mantenía la posición, no hizo nada por que ocupase la posición de castigo de nuevo. Se hacía cargo de lo mucho que debía de dolerle el trasero, había sido una azotaina de las más severas que le había dado en la vida, el hecho de que se orinara encima, le hizo perder el control.  Se acercó a su esposa…

        -. Llévala a su habitación.



(Continuara…)

Azotes de papi CAP 4

Papi azotando


por Fal Con


Este es mi recuerdo de una muy merecida paliza de mi papá cuando yo tenía unos 10 años. Estaba en casa con mi mamá viendo la televisión con ella en su habitación una noche. Papá todavía estaba trabajando y aún no estaba en casa. No estoy exactamente seguro de qué programa estábamos viendo, pero era un drama y pensé que escuché a alguien decir *Que te jodan* Me volví hacia mamá y le dije, ¿dijo *Que te jodan*? con una sonrisa en mi rostro. Estaba horrorizada y pensó que le había dicho eso. Estaba tan enfadada que se puso roja. Me agarró del brazo y me arrastró a la sala de estar. Ella me dijo que me sentara en el sofá y que cuando papá llegara a casa, me azotaría. Realmente no podía creer en el lío en el que me había metido.

En lo que pareció un período de tiempo muy corto, papá llegó a casa. Fue un largo día de trabajo para él y parecía realmente frustrado cuando entró en la sala de estar. Me preguntó qué estaba haciendo allí. No dije nada (pensando que no le preguntaría a mamá). Entró en su habitación y pude oírlos hablar. Después de unos minutos, mamá volvió a la sala de estar. Me dijo que me levantara y me quitara el pijama, lo cual hice. Luego me dijo que me quitara los calzoncillos. Estaba horrorizado y se notaba. Ella dijo ¡¡¡AHORA MISMO !!! , Así que lo hice.

Ella me levantó y me llevó de regreso a la habitación como si fuera un bebé. Papá estaba sentado en la silla en la esquina de la habitación, frente a su cama. Se levantó y me alcanzó. Mientras mamá me entregaba, la agarré y la abracé con fuerza, pero ella me dijo que me soltara y me entregó a él. No dijeron nada, pero sabía que iba a pasar algo terrible.

Me tomó en sus brazos y volvió a sentarse, colocándome sobre su regazo. Me agarró alrededor de mi pecho con su brazo izquierdo para asegurarme. Empezó a darme nalgadas con mamá parada allí mirando todo. Su mano azotando mi trasero sonó como un trueno y se sintió como un relámpago. La primera nalgada fue intensa, pero no lloré en absoluto. Dejé caer la cabeza, cerré los ojos y traté de fingir que esto no estaba sucediendo. Después de lo que pareció una eternidad, dejó de pegarme. Me dejó levantarme y me entregó a mamá. De alguna manera, ella había recibido mis calzoncillos que estaban en la sala de estar. Debió de haberse acercado cuando cerré los ojos. Me los entregó y me dijo que me los pusiera. ¡Realmente dolía ponérselos!

Comencé a caminar fuera de su habitación hacia mi habitación y mamá dijo, te quedas aquí, hoy dormirás con mamáypapá. Me dijo que me subiera a la cama y me quedara con ellos. Por lo general, veían la televisión acostados en su cama, así que me arrastré hasta la mitad de su tamaño sobre mi estómago, porque mi trasero dolía demasiado como para acostarme de espaldas. Mamá se puso de su lado, papá se puso de su lado y pasamos la noche juntos (nada sexual en absoluto). Por la mañana, cuando nos despertamos, fue como si nada. Mamá le preguntó a papá qué quería para desayunar y me dijo que me levantara y me lavara los dientes. ¡No se dijo una palabra sobre anoche y me comporté de la mejor manera!


Azotes de papi CAP 3

Papi azotando

por Fal Con


Este es mi recuerdo de una muy merecida paliza de mi papá cuando tenía unos 10 años. Por alguna extraña razón, tal vez por aburrimiento, decidí pintar un par de zapatos de vestir de mi padre con pintura blanca que encontré. Cuando mi madre vio lo que había hecho, me dijo que mi padre me pegaría cuando llegara a casa del trabajo. Era alrededor del mediodía y de hecho le pregunté cuándo estaría en casa y me dijo a las 5 de la tarde. Realmente no pensé mucho en eso durante el resto del día, hasta que llegó papá.

Estábamos todos en la cocina justo antes de la cena y él estaba mirando lo que había hecho. Mamá lo había llamado durante el día para contarle lo sucedido e insistió en que me azotara. Lo siguiente que supe es que mamá me quitó los pantalones y la camisa y me acompañó hasta donde estaba papá, que estaba sentado en una silla en su lugar: la cabecera de la mesa. Sentí que estaba frente al juez, aunque sabía cuál sería la sentencia.

Papá me miró y me dijo ¿por qué hiciste esto? Me encogí de hombros y dije que no sabía por qué, simplemente lo hice.  Se acercó para tirar de mí hacia él y escuché a mamá decir espera . Luego bajó mis calzoncillos por la espalda, ¡así que ahora estaba desnudo para mi segunda paliza seria de papá!

Papá me puso en su regazo y me dio una serie de azotes. El primer set no fue tan malo y mi trasero se sintió caliente cuando terminó. Pensé que había salido fácil, pero no tuve tanta suerte. Después de una pausa de aproximadamente un minuto, volvió a golpearme mucho más fuerte. Esta vez mi trasero estaba ardiendo cuando terminó. Pensé que esto era lo que me merecía y estaba hecho, de nuevo no tuve tanta suerte. Luego me dio mi tercer azote, esto fue mucho, mucho más duro que los dos anteriores y supe que realmente me iba a doler. Lo hizo, ¡mi trasero estaba en llamas! (Creo que las dos primeras nalgadas fueron para prepararme para las verdaderas nalgadas).

Me levantó de su regazo y me dijo que nunca volvería a hacer algo así. Dije ok papi . Mamá volvió a subirme los calzoncillos y me dijo que me sentara en mi silla. Me senté allí con mi trasero ardiendo mientras ella servía la cena. No comí demasiado, pero aparte de mis azotes, fue una experiencia gastronómica típica. Pensarías que habría aprendido la lección y esta sería la última vez, ¡no tuve tanta suerte!

Azotes de papi CAP 2

Papi azotando


por Fal Con


Era una tarde de verano y me estaba preparando para acostarme. Mamá me dijo que me bañara y me pusiera el pijama. Por alguna razón, se olvidó de darme mis calzoncillos. Le dije a mamá no tengo calzoncillos y ella me dijo que estaba bien que solo usara el pijama. Era mi pijamas de verano: camiseta de manga corta y pantalones cortos hechos de un material muy ligero. Hice lo que mamá dijo, luego fui al comedor donde papá estaba sentado en su silla y viendo la televisión.

Un par de minutos después papá me miró con una mirada muy preocupada y dijo ven aquí . Me acerqué a él y me dijo no estás usando ropa interior... ¡Puedo ver a través de tu pijama! Inmediatamente me tiró entre sus piernas y me dobló sobre su rodilla / pierna izquierda. Me sujetó con la mano y me bajó el pijama con la otra mano. Luego me subió la camiseta por la espalda, ¡exponiendo completamente mi trasero desnudo!

Estaba tan confundido porque no había hecho nada malo y no pensé que fuera grave porque mamá me dijo que estaba bien. No tenía idea de lo que iba a pasar porque cuando mamá me azotó, supe que estaba mal y no fue una sorpresa. Sin decir una palabra más, comenzó a azotarme bastante fuerte. Podía sentir que se estaba volviendo loco: centro del trasero, mejilla izquierda y mejilla derecha. Mamá debió haber escuchado lo que estaba pasando porque las nalgadas eran bastante fuertes y entró en el conedor y le preguntó a papá qué estaba pasando.

Estaba en estado de shock y no había dicho una palabra. ¡Papá dijo que camina sin ropa interior y puedo ver todo lo que tiene! (Creo que tenía unos 9 años, así que sí, había cosas que ver). ¡Mamá dijo que le dije que estaba bien! Papá dejó de pegarme, había sido sin parar durante un par de minutos y me dejó ponerme de pie. Me subió los pantalones cortos y me dijo que estaba bien, amigo, ¡esto es por todas las veces que te dejé salirte con la tuya! ¡Sabía que tenía razón y rápidamente salí corriendo a mi habitación antes de que cambiara de opinión!



Azotes de papi CAP 1

Papi azotando


por Fal Con



Solo quiero compartir esta historia de la primera paliza real que recibí de mi padre cuando tenía unos 8 años. Papá y yo estábamos solos en casa jugando, luchando y haciendo el tonto todo el día. Estábamos en el patio trasero preparándonos para ir a nuestra piscina y yo solo estaba usando un traje de baño de carreras Speedo azul oscuro. Tenía ojos verdes, cabello castaño ondulado, era muy activo / atlético / delgado y me veía muy agradable.

Continuando con nuestras tonterías, papá se acercó detrás de mí, me abrazó con su mano izquierda y me dio unos azotes muy rápidamente con su mano derecha unas 10 veces. No me di cuenta de lo que estaba pasando hasta que terminó. Fue mi primera paliza real de papá, ya que me quemó el trasero. Me volví y lo miré y dije papi ???? . Solo sonrió y dijo : vayamos a la piscina.

Suavemente me levantó y me metió en la piscina. El agua fría se sintió muy bien en mi trasero ardiente. La sensación simultánea de frío y calor fue realmente eufórica. Papá entró a la piscina y jugamos y lo pasamos muy bien. Cuando salimos de la piscina, me secó con una toalla y me abrazó. ¡Estaba muy feliz de que esto sucediera! (Tuve muchas nalgadas de mamá y ninguna de ellas fue agradable. ¡Esta fue primera nalgada de papá!)


sábado, 27 de marzo de 2021

Mi abuelo materno CAP 1

MI ABUELO MATERNO



       

                                                  MI ABUELO MATERNO

      Como te dije estimado amigo Juan, voy a relatarte algunas de las azotainas que suelo recibir aun hoy dia, pese a mis 23 años de edad. Empezare por mi primera azotaina y la que mas me marco, aparte de que mi vida dio un cambio de 360º.
     Yo entonces contaba con la edad de 14 años, y vivía con mi madre de 28 años. No sabia porque mi madre había abandonado la casa de mis abuelos, (sus padres) pero ahora 15 años después volvíamos a su casa, yo estaba muy feliz por ver a mis abuelos por primera vez. En cambio mi madre estaba muy triste y consternada, ella jamás hubiera vuelto si no fuera por mi, se había quedado sin trabajo y nos habíamos tenido que ir de la casa en donde vivíamos, en la cual había trabajado sirviendo desde antes de tenerme a mi, los señores habían decidido vender la casa e irse a vivir con sus hijos a Alemania los años restantes que les quedase de vida. Viajamos  en autobús hasta un pequeño pueblo escondido en los picos de Europa, Asturias.
    Nos hospedamos en una pension del pueblo hasta que el abuelo bajara a recogernos, según mi madre tardaría aun unas dos horas. Una vez en la habitación mi madre me hizo desnudar del todo, yo no comprendía nada, y menos aun cuando empezó a vestirme con unas bragas de niña pequeña de algodón, blancas con unos ramilletes de flores de margaritas amarillas. Le pregunte porque…
    -. Maria hija no preguntes y deja que te ponga estas ropas de niña, ya se que tienes 14 años y que eres muy mayor para estas ropas, pero créeme es mejor para ti mi niña, que el abuelo crea que eres una niña inocente, no lo vas a pasar nada bien cuando averigüe las calificaciones que has sacado este trimestre, se fuerte y no respondas al abuelo como sueles hacer habitualmente, o lo lamentaras y no te puedes hacer idea de cómo.
    Me fue vistiendo ella misma, primero aquellas horribles bragas, que me llegaban por debajo del ombligo, luego me paso por la cabeza un vestido blanco con adornos voladizos como volantes , que no me tapaba casi las bragas, luego unos calcetines cortos blancos también, y los zapatos. Luego comenzó a peinarme haciéndome dos coletas con un lazo azul, cuando me mire al espejo parecía que tenia 10 años. Minutos después llamaban a la puerta, abriéndola mi madre, ante el umbral apareció un hombre como de 60 años con el rostro congestionado, se le veía muy enfadado.
    -. Padre…
    -. Esta es tu hija?
    -. Si…Padre…es tu nieta… Maria.
    -. Pequeña sal fuera, tu abuela y yo debemos de hablar con tu mama, no tardaremos mucho.
   Sali hacia el pasillo, al pasar por delante del abuelo, este llevaba en la mano un viejo cinturón muy grueso de cuero, y la abuela en la mano llevaba una vara como de un metro de larga, luego sabria que era de avellano. Al salir yo entraron los abuelos y yo me quede en la puerta, antes de que la cerraran vi, que mi madre se desabrochaba la falda y como esta caia al suelo a sus pies. Me quede en  el pasillo y a los pocos minutos empece a oir sonidos como si estuvieran sacudiendo una manta, no puedo decir que eran aquellos sonidos, eran extraños para mi, pero poco después supe que eran azotes, mama gemia después de oírse aquel sonido, y poco después empezó a gritar y llorar, para minutos después solamente la escuchaba sollozar y todo quedo en silencio.
     No se el tiempo que paso, pero se abrió la puerta y salieron los abuelos, con nuestras maletas en la mano, la abuela ya no llevaba la vara y el abuelo si llevaba una maleta y su feo cinturón en la otra, entonces vi a mama secándose las lagrimas de los ojos y corri a abrazarme a ella. Salimos de la pension y en la puerta había un auto, mi madre se subió adelante con el abuelo que era quien conducía, y la abuela me hizo subir atrás con ella, vi la cara de dolor de mi mama cuando se sento en el asiento, el coche se puso en movimiento.
      -. Maria, tu madre nos conto por carta que habías suspendido el curso, eso esta muy mal, pero tu abuela te va arreglar pequeña sinvergüenza, Isabel encárgate de que aprenda la lección !!!
    No me lo esperaba, mi abuela me agarro del lóbulo de la oreja y me lo retorció, y tiro de ella, no pude hacer otra cosa que levantarme y en ese instante me tiro boca abajo sobre sus rodillas, y empezó a darme azotes sobre mi culo fuertes, era la primera vez que me pegaban. Y enseguida empece a llorar pues dolían mucho, aunque llevara las bragas puestas. Me estuvo dando azotes hasta que se paro el auto, el culo me ardia horrores entonces paro.
   Bajamos del coche y entramos en la casa, antes de que yo pudiera acceder al interior, me agarro el abuelo de los hombros con ambas manos y me dijo;
     Ahora jovencita vamos hablar tu y yo sobre esas notas, cuando me quise dar cuenta me llevaba bajo su brazo izquierdo  en volandas, se sento en una silla al tiempo que me colocaba sobre su rodilla izquierda y pasaba su pierna derecha sobre las mias, me levanto el corto vestido, y note como introducía sus dedos por la cintura de mis bragas, bajándomelas hasta las rodillas me dijo mientras yo rompia a llorar de nuevo.
   -. Tu madre a intentado engañarnos vistiéndote de niña, pero tu abuela y yo no nos chupamos el dedo, y sabemos que edad tienes realmente, por lo tanto vas a probar el cinturón que ha probado tu mama antes de venir para a casa…
   Y en seguida sentí como me quemaba el cinturón en mi culo desnudo, no se cuantos azotes me dio, pero para mi fueron muchísimos, cuando me dejo en el suelo, la abuela me agarro y apenas me dejo subirme las bragas, que sentí un nuevo azote en el culo, de mi abuela esta vez.
   -. Acompañame niña. Vamos a tu cuarto.
   Yo seguía escuchando en mis oídos los chasquidos del cinturón, me volvi y vi a mi madre sobre las rodillas del abuelo, con el trasero al aire y como el abuelo la azotaba de nuevo con el cinturón.
   El culo me dolia horrores, lo sentía arder como si tuviese fuego encendido en el, la abuela me hizo subir casi a arrastras al piso de arriba, apenas podía caminar, la abuela me llevaba de una mano y yo la otra la tenia sobándome el culo, esta fue mi primera azotaina de las muchas que he ido recibiendo de los abuelos, hasta el dia de hoy…          

domingo, 21 de marzo de 2021

Una de veronica

Una de veronica

Un dia fui a ver a una amiga que estaba en cama, enferma. Por supuesto, elegi la hora adecuada, unos minutos antes de que el practicante llegara por el barrio. Llamé a la puerta y su mamá me acompañó hasta la habitación. El gesto de Paquita, mi amiga fue confuso, le alegraba tener por fin algo de compañia, pero por otra parte estaba esperando al practicante y cabia el riesgo de tener testigos no deseados durante la inyeccion. Yo sabia que ella trataria de que yo no la viese, y ella sabia que yo trataria por todos los medios de verla. Un par de minutos despues, llegó su hermano Javier, dos años mayores que nosotras. Estuvimos charlando, contandole las cosas del colegio, le llevé los deberes... hasta que sono el timbre, y se oyo la voz de tenor del practicante dando las buenas tardes y preguntando quien era el enfermo. La puerta del dormitorio estaba abierta y daba al salon, como todas, era un piso pequeño. En el salon, una mesa en el centro,servia para que el practicante preparase todo; mi amiga no veia los preparativos, pero los intuía; yo, sien embargo, me acerque discretamenta hacia la puerta y miré; me excitaba la idea de ver a Paquita recibiendo su inyeccion, asi en primera fila, y sin tener que ser yo pinchada tambien. Cuando el practicante y la mamá de mi amiga se dirigieron hacia la habitacion, habilmente me coloque dentro de ella, buscando no estorbar y por supuesto tener una excelente perspectiva. La respuesta inmediata de Paqui fue de descargar tanta rabia contenida, miedo al dolor y verguenza de ser vista. Se nego a retirar las mantas y sabanas de la cama aferrandose a ellas fuertemente. PRimero palabras tranquilizadoras del practicante, luego amenazantes de la madre, y por fin... Paquita se vió en pocos segundos sobre las rodillas de su madre, su hermano sujetandole las manos y ¡Yo! las piernas. Si tenia miedo a la humillación, no pudo hacer nada mas para poner las cosas peor. Bueno si, despues de despedir al practicante, la mama de Paqui que aun no estaba dentro de la cama, regreso y con zapatilla en mano le sacudió unos fuertes zapatillazos que le hicieron bailar posesamente.

Estaba profundamente excita por todo lo vivido, pero aun quedaba algo mas. Mas tranquilas, charlando, entró Javier en la habitación y nos dijo que su madre habia salido, y que fueramos a su habitación: Los vecinos del piso de debajo, un matrimonio con tres niños y dos niñas, eran muy rigidos con la educación, y en cuanto el padre llegaba del trabajo, les enviaban a dormir. La verdad es que tratar de que 5 crios se metan en la cama sin sueño y no hagan ruido es utopico, pero el padre debia de ser un soñador o un cabezota, y trataba, segun nos conto Javi, que a base de correazos se callasen. La situacion de la habitacion de Javi era ideal, pues coincidia con una de las habitaciones, justo encima, y con frecuencia, con un recipiente de yogur vacio, se dedicaba a escuchar. Asi que ali estabamos los tres, tumbados en el suelo, tarro de yogur en la oreja, escuchando lo que pasaba en el piso de abajo: Voces, griterio, carreras, amenazas... y el sublimante chasquido de la correa sobre la piel...mmmmmm... y llantos, llantos, llantos...silencio.

Tras la cortina- En el dormitorio de un internado catolico para chico

Tras la cortina- En el dormitorio de un internado catolico para chico.

En el internado dormimos en una gran sala con camas a ambos lados. A una punta de la sala estan los baños y duchas, y a la otra, la alcoba de la persona encargada de velarnos, separado de la sala por una simple cortina. Cada semana, se turnan los frailes, en esta labor de vigilar nuestro sueño. Por las noches, despues de acostarnos, los que tengan faltas, serán invitados a pasar tras la cortina y alli reciben su castigo. Es un cuarto con una cama, un armario, un escritorio y poco mas. Las siluetas traspasan atraves de la cortina, del cuarto iluminado a la sala oscura. Los gritos de dolor y los llantos por supuesto se oyen cercanos, muy cercanos...

Dependiendo de vigilante de turno, la noche es mas o menos movida. El Hermano R. por ejemplo, un fraile de unos 40 años, de pocas palabras y semblante serio, no se como lo consigue, pero una vez que se apagan las luces, un silencio sepulcral reina durante toda la noche. Incluso en el unico momento en que ese silencio es interrumpido, cuando alguno de nosotros a pasado tras la cortina a recibir unos cuantos correazos, el silencio parece imponerse, solo el chasquido del cuero contra la piel y un apagado quejido del discipliando. Sin embargo, otros, como el Hermano P. es un autentico desastre, pasa lista antes de acostarnos y nunca le cuadran las cuentas, la adminsitración de los castigos en si misma es un pitorreo (la verdad no pega duro), y el apagado de las luces es el punto de partida de una gran algarabia que dura hasta la madrugada, o hasta que el Padre Superior nos oiga y ponga fin a todo. En medio, esta el hermano C., un autentico provocador, que aparece siempre en el momento oportuno, no se si fruto de la casualidad o por que el busca incasablemente la oportunidad de descubrirnos en la comision de alguna falta. Es el hermano que mejor ejecuta su labor punitiva, un virtuoso del cinturon, y nadie escapa a su yugo. Cuando tras la cortina se imparte disciplina, las siluetas y los sonidos, nos aterrorizan a la vez que nos rebelan; tal vez sea por esto, que a pesar de sus contundentes metodos, se prepara casi tanto revuelo en su semana como en la del hermano P., a diferencia de que con el hermano C., las cosas suelen acabar muy mal, frecuentemente con sesiones comunes de cinturon para todos, ocasión esta en la que la correa sale de su reducto tras la cortina.

El biombo

El biombo

Mi colegio en su pasado era solo de chicos; despues de muchos años, se dividió en dos secciones, una para los cursos inferiores, hasta 6º (doce años), y otra para los cursos superiores. En los cursos inferiores, el colegio se hizo mixto, ingresando por prmera vez niñas tan solo en primer curso; al año siguiente se abrio la matricula a niñas tambien en segundo, y asi sucesivamente hasta que aquellas primeras niñas llegaron a los ciclos superiores. Cuando yo acudi a este colegio lo hice, siendo el colegio totalmente mixto en su primer ciclo, pero en el ciclo superior era el primer año en que habia chicas. Todo parece normal, salvo en un detalle: La disciplina en el colegio se consigue mediante la aplicación de castigos corporales, en clase por parte del maestro para faltas leves, o en el despacho del director para faltas graves. Antes, cuando solo habia chicos, el maestro golpeaba sobre nuestras nalgas, cubiertas con el pantalon, pero al llegar las niñas, dado que su falda les protegia bastante, una maestra decidio levantar la falda y azotar sobre sus braguitas, por lo que los chicos nos vimos obligados a bajar tambien nuestros pantalones. En los cursos inferiores, niños y niñas estan acostumbrados a ver a los otros en prendas ineriores e incluso sin ellas en casa, en el medico... pero el problema se centra ahora en el ciclo superior. Para las faltas graves, el castigo se realiza por parte del director y sobre las nalgas desnudas en la intimidad de su despacho; todos estabamos convencidos de que al lelgar las chicas al ciclo superior lo de desnudar tus nalgas se suprimiria, pero el colegio se lo piensa bien, por lo que se instaura el puesto de sub-directora, para que principalmente se haga cargo de los castigos sobre las niñas. El problema de nuevo sigue siendo los castigos en clase, que al ser publicos, delante de toda la clase, sin embargo no quieren ser impudicos, mostrando jovencitas y jovencitos en ropa interior. De nuevo el colegio nos sorprende instalando en cada clase un biombo, tras el cual hya un caballete sobre el que apoyarte tras bajar tus pantalones o levantar tu falda, para recibir el cuero o la madera, segun las prefeencias del profe de turno. Un nuevo terror se instala en nuestras mentes: Salir de detras del biombo, despues de tus compañeros de clase sepan que te has desnudado en parte y han oido como recibias cada golpe. con tus gritos y llanto... salir de detras del biombo con el culo dolorido y la mirada baja  hacia tu pupitre. El castigo semi publico funcionanba a la perfeccion, y el biombo protegia el pudor y el decoro, pero claro nada es perfecto, y dos compañeros y yo ideamos varos trucos para ver que ocurria tras el biombo, y lo disfrutamos durante un trimestre, pero bueno eso es otra hsitoria; solo que acabamos en el despacho con nuestras nalgas al aire, y con el director y la subdirectora, y con el cuero y la madera y... Glups!

En el calor del hogar

En el calor del hogar


Padecí mucho en mi infancia de anginas, y aunque en aquella epoca era costumbre operar, mi pediatra no compartia esa opinion, y esto se tradujo en que me cayeron como llovidas del cielo, centernares de inyecciones de penicilina. El tratamiento con antibioicos es ciclico y debe completarse por lo que cuando lo iniciaba, aun con los efectos de la infección, con fiebre y en cama, un practicante acudia a mi casa a inyectarme. Era un hombre muy alto, fuerte y con bigote, que nos producia a los peques mucho terror. Los papis pagaban una modica cuota mensual por sus servicios, y todas las tarde hacia su ronda por el barrio. Los recien enfermados le esperaban en la cama o al abrigo del hogar, sin embargo muchos estaban en la calle, jugando cuando el llegaba, y se producia el ritual: LOs que iban a ser inyectados eran llamados por sus madres para que acudieran a casa, a su cita con el practicante; dejaban a sus amigos, quien en una extraña mezclanza de temor a lo que se le venia encima, humillación ante sus amigos que conocian el trance que se avecinaba y una extraña sensacion de no saber que hacer, de impotencia. Y es que era muy duro el dia que te tocaba inyección y tus amigos lo sabian; bromas previas sobre el tema, relatos sobre terribles experiencias con la aguja de otros niños, que sumaban mas temor si era posible... Se unia ademas un factor clave, que era la verguenza de estar con el culo al aire delante de un extraño o como solia suceder, delante de varios, extraños o conocidos: la vecina, una tia que estaba de visita... y lo peor, que les acompañasen otros críos, y es que las mamis de entonces no tenian mucho sentido del pudor, y permitian que sus criaturas fueran vistas con el culo al aire, lloriqueando y sometidas. Esto se producia mas facilmente si subias de la calle a recibir tu pinchazo, pues el salon solia ser el lugar elegido donde  dejar trabajar al practicante. Jamas podre olvidar los rostros de mis hermanos y primos presenciando como mama levantaba mi vestidito, bajaba mis braguitas y me colocaba sobre sus rodillas, ni tampoco los mismos rostros cuando eran ellos las victimas y yo miraba. Sin embargo, si estabas en cama, el numero de testigos se reducia considerablemente, pues en tu estado no habia que molestar, por lo que la presencia se reducia a la imprescindible, mama y el practicante, y la desnudez, aunque mostrabas lo mismo, el pequeño culito al completo, era mas "pudica", pues tumbada sobre la cama, te girabas, te dabas la vuelta y mama levantaba el camison o bajaba el pantalon del pijama, estando boca a bajo por lo que tus genitales quedaban cubiertos. Cuando todo acababa, quedabas sola en la oscuridad de la habitacion, con la nalga dolorida, las mejillas humedecidas en lagrimas y un fuerte aroma a alcohol.

El ambulatorio

El ambulatorio


Pasados los primeros dias que te retienen en cama y en casa, regresas de nuevo al cole, y a la salida, por la tarde, alli te espera mamá, pues el tratamiento aun no ha finalizado. Te despides de tus compañeros de clase con cierta verguenza pues ellos saben lo que te espera en la proxima hora, y de hecho se quedan haciendo comentarios en bajo, sobre el tema; lo se bien, otros dias le toca a otras la inyeccion. A regañadientes le das la mano a mamá y caminais hasta el ambulatorio u hospital. Es un edificio en forma de T y su entrada esta en uno de los angulo que se forman entre dos de los bloques. Atraviesas las puerta, con menos trafico humano que por las mañanas y accedes a pocos metros a una escalera que te sube al maldito tercer piso. En este momento comienza el miedo y uans terribles ganas de escapar. La escalera sigue, pero tu la abandonas en esa tercera planta y te dirijes hacia la pared sur de donde parte un pasillo, con ventanas a la calle por un lado y las salas de espera delante de las puertas de cada consulta. El practicante está al final, y su sala de espera es la mas grande. LLegas y ya una multitud de niños y niñas sobre todo, de todas las edades lloran, corretean, juegan... siendo la inmovilidad de los mismos directamente proporcional a la edad, es decir, los mas mayores casi ni respiran. En esta epoca casi todos los que ponen inyecciones son hombres, practicantes; las mujeres, enfermeras, solo te pinchan si estas ingresada en el hospital. Una largas banquetas con respaldo y brazos laterales, de dos listones de madera, son los unicos muebles de la sala. Se abre la puerta y el ambiente se torna tenso. Lo mejor es ser la primera y que no te de tiempo a pensar, pero casi nunca hay suerte. Una vez que pasa el primero, comienzan los llantos previos de resistencia, las palabras tranquilizantes de mamá y del propio practicante (tambien alto, fuerte y con bigote), el grito de sorpresa al clavarse la aguja y de dolor al penetrar el medicamento, y el llanto posterior; esto no lo ves, pero en tu mente se representa fielmente, con todo detalle. Tu estarás en su msima situacion en unos minutos. Los ms peques lloran con descaro, a ellos les esta permitido, pero nosotros los mayores, niños y niñas ya con la comunion hecha, nos humilla llorar en publico, y menos delante de otros de nuestra edad, por ello te sometes y reprimes tus ganas de gritar y llorar, dejando tan solo escapar alguna lagrima furtiva. La sala donde se inyecta es espaciosa. Atraviesas la terrible puerta de color gris, con un cristal opaco en su cuarto superior, y un suelo con baldosas blancas y negras, como si de un tablero de ajedres se tratase, y unas paredes cubiertas hasta la mitad por pequeños azulejos grises te envuelven. Un biombo al fondo, en una esquina; en la otra una mesa, la del practicante, y sus correspodientes sillas. Nada mas entrar, a la derecha en forma de L, unos muebles parecidos a los de una cocina, incluso con una pila. Alli se prepara todo. Mas o menos del centro de la estancia hacia la izquierda una camilla, donde tumbarte para recibir tu inyección. Alli esperas, preparada, con la cabeza girada hacia el practicante que prepara la mezcla. Tu misma te has colocado sobre la camilla despues de bajar un poco tus braguitas, y tu acompañante, mamá, se adelanta y subiendo la falda del uniforme del cole, le da un nuevo tiron y te las baja hasta la mitad de los muslos; no entiendo porque tengo que permanecer con el culo al aire desde tan pronto. El humedece el algodon en alcohol y ya sabes que todo comienza, o bueno sigue. Es breve, pero intenso, como un orgasmo. Todo acaba, te levantas te arreglas y sales por esa puerta, con la mirada baja escapando de otras miradas, con la mirada entornada, buscando otras miradas. 

domingo, 7 de marzo de 2021

Academia de St. Henry para niños: un prólogo

Academia de St. Henry para niños: un prólogo

por David Russet


Me encanta el escenario del juego de rol de un colegial británico. Me encantan las historias ambientadas en internados británicos. Y he disfrutado de una buena cantidad de videos sobre estos mismos temas. El swoosh del bastón, la dinámica de poder, los directores sádicos que exigen que los niños usen pantalones cortos, todo eso encaja conmigo de una manera que lucho por poner en palabras. Últimamente, he comenzado a imaginar y crear mi propio pequeño mundo de fantasía donde se establecen muchos de estos escenarios. Esta historia trata sobre ese pequeño mundo de fantasía, uno en el que los colegiales no son adolescentes, sino jóvenes nuevos a la edad adulta de alrededor de 18 años o más. Me encanta la idea de un bonito trasero encapsulado en pantalones cortos ajustados para la escuela, pero no puedo hacer las paces con un escenario en el que los que reciben azotes no son adultos legalmente.

 

Vamos a preparar el escenario. Esta historia se desarrolla en un período vagamente definido, de principios del siglo XX, en la campiña inglesa. Estamos ubicados en una escuela, la St. Henry Anderson Boy Academy. Es una especie de reformatorio / escuela para terminar, para niños con problemas cuyo comportamiento los llevó a abandonar la escuela adecuada o cuyo desempeño fue tan pobre que no pudieron solicitar la universidad. A estos chicos se les ha dado la oportunidad de una nueva vida, bajo la tutela de mi personaje principal, David Russet, un joven director de unos 30 años. Es el primer año de la Academia, sin embargo, hay chicos de todas las edades presentes. desde los primeros 18 años hasta los cuartos 22 años. Russet está decidido a inculcar disciplina en estos chicos, y tiene una emoción erótica mientras lo hace, algo que todo el personal experimenta y, a veces, también los estudiantes. Azotaina,

St. Henry no es la única escuela de este tipo, hay muchas como esta en este pequeño mundo de fantasía mío. Hay muchos que sienten una emoción sádica cuando se trata de dar nalgadas y castigar a los jóvenes, y son una salida útil para los jóvenes. este deseo, que conduce a una mejora genuina en la vida de los niños que asisten. Conoceremos a los chicos de esas otras escuelas más adelante en la historia, así como a sus directores. Y, a veces, habrá sexo. Entre los profesores y, cuando un alumno lo desee, también entre ellos y el personal. Después de todo, esto es una fantasía.

 

Las reglas, que se enumeran a continuación, son solo algunas de las importantes que debe recordar, ya que son las que todos los estudiantes de St. Henry deben obedecer. Prepararán las cosas para el futuro de la historia.

 

1: Todos los niños que ingresan a esta escuela deben tener entre 8 y 14 años. Esta es una institución destinada a ayudar a moldear aún más a los niños en un entorno de internado tradicional cuando otras opciones les han fallado. Una vez ingresados, pasarán varios años aprendiendo bajo la guía de nuestro personal y se les permitirá continuar estudiando en cualquier universidad que elijan.

 

2: es la firme creencia de que el castigo corporal y la humillación son herramientas que construyen inherentemente a un niño. Los moldeará, los animará a crecer. Como tal, está dentro de la jurisdicción del jefe de casa, los maestros de los niños y, por supuesto, el director, disciplinarlos cuando lo consideren necesario.

 

3: el vello facial no está permitido bajo ninguna circunstancia y si un niño no está afeitado, se le dará un seis muy sólido de los mejores y un afeitado personal de su jefe de casa.

 

4: Tan estricto como es el código de vestimenta exterior, es un poco más flexible cuando se trata de la ropa interior de los estudiantes. Los bóxers, calzoncillos tipo bóxer y calzoncillos están estrictamente prohibidos, pero los calzoncillos, suspensorios y tangas sí lo están. Se permiten los frentes en Y blancos clásicos, pero se desaconsejan mucho. Esto es para fomentar la individualidad y permitir cierto nivel de autoexpresión para los estudiantes.

 

5: La heterosexualidad está extremadamente desalentada entre las filas. Una fuerte conexión sexual entre los niños aumenta los sentimientos de camaradería y fomenta el desarrollo que aprobamos.

 

Con estas reglas básicas en su lugar, que comience la historia ...


Los derechos de autor del texto de esta historia pertenecen en todo momento únicamente al autor original, ya sea que se indique explícitamente en el texto o no. La fecha original de publicación en el MMSA fue: 06 de marzo de 2021




Mi beca para estudiar en Inglaterra

Mi Beca Para Estudiar en Inglaterra


Autora: Victoria

Tenía 19 años, y estaba finalizando mi primer curso de universidad. Estudiaba filología inglesa y me presenté a unas pruebas para obtener una beca de estudios en Inglaterra. No tenía muchas esperanzas a pesar de que mi nivel de inglés era muy alto, pues lo había estudiado desde muy pequeña y además mis padres pagaban a profesores nativos para mantener conversaciones.

La beca consistía en estudiar durante cuatro meses en uno de los colegios más prestigiosos y elitistas de Inglaterra con todos los gastos pagados y vivir de acogida con una familia.

Mi sorpresa fue enorme cuando a las dos semanas de realizar las pruebas sacaron la lista de doce aprobados, y era la segunda de la lista con un 9,25 de nota.

Durante todo el verano deseé que finalizasen mis vacaciones para marcharme a Londres. Me informaron que en el colegio universitario había alumnos de muy alta sociedad inglesa como hijos de políticos, banqueros, aristócratas... me parecía un sueño. También me advirtieron que a pesar de ser mixto los chicos y las chicas nunca coincidían, estaban en distintas alas del colegio.

En cuanto a la familia de acogida se me informó que eran familias acomodadas de funcionarios del gobierno británico como mandos militares, profesores, administrativos, médicos... En mi caso me indicaron que me había tocado una familia en la que el señor era ex-diplomático.

Llegó mediado de agosto y llegó con él la despedida, me marchaba hasta Navidades sin volver en los cuatro meses. Hubo lágrimas pero en cuanto el avión despegó todo se transformó en entusiasmo.

Al llegar a Londres me esperaban en el aeropuerto mi “nueva familia”. Un señor de unos cincuenta y cinco años, alto y robusto, contraje oscuro y rostro severo, una señora de unos cincuenta años con cara de bonachona y ojos tristes y un señor de unos cuarenta años que por su indumentaria deduje que era un chofer.

Me recibieron gratamente y lo que me sorprendió, hablando un correcto español, se debía a su trabajo como diplomático, pues hablaba cinco idiomas, aunque pronto el señor me dijo que eran las ultimas palabras que escuchaba allí en español pues ya que iba a pulir mi inglés sólo me hablarían en inglés.

Nos subimos en un lujoso coche y ya todo en inglés me dijeron sus nombres Sir Eduard y Lady Suzanne.

Me fueron explicando las normas de la casa por el camino, pues vivían en las afueras de Londres y el camino era largo.

Por todas las normas que me explicaban deduje que Sir Eduard era un hombre estricto y dominante, y su mujer quería ser amable, pero le tenía respeto, es más diría que temor.

También deduje que iba a estudiar mucho y divertirme poco, pues me informo de mi horario de clases y me organizó mi tiempo en su casa.

Al llegar a casa me presentaron al servicio. Marie, una vieja criada gorda, era la jefa del servicio y dos sirvientas jóvenes, de mi edad más o menos, Julia y Elizabet.

Llevaron el equipaje a mi habitación y me mostraron la casa. Era preciosa, muy lujosa, con jardín, biblioteca, amplias habitaciones.

También me mostraron los uniformes con los que debía acudir al colegio. En días normales consistía en una camisa blanca con corbata azul oscura, falda roja con cuadros escoceses por encima de la rodilla, chaqueta azul oscura y calcetines blancos hasta la rodilla. El pelo debía llevarlo con coletas. Me sentía ridícula, una mujer con 19 años vestida así. Para días especiales y fiestas el uniforme consistía en la misma chaqueta, camisa y corbata, una falda gris más larga y en vez de calcetines medias. Me tenían todo preparado aunque tuve que pedir que me proporcionasen algún liguero, pues allí en Inglaterra no se usan casi los pantys, sino que eran medias.

En casa se me prohibía también ciertas prendas como eran las modernas y sexis, las vaqueras y los pantalones. Debía vestir más o menos elegante y con falda.

Mi habitación era enorme, con una cama muy grande, una mesa de estudio amplia y unas vistas al jardín preciosas.

Comimos a las 12 y tras esto subí a mi cuarto a colocar la ropa y los libros. Sir Eduard me advirtió que a las 5 en punto de la tarde se servía el té, que se exigía máxima puntualidad.

Me puse a colocar la ropa y con el cansancio del viaje me quedé dormida cuando desperté eran las cinco y cinco. Corriendo me puse el chándal con zapatillas de estar en casa y bajé al té.

Al bajar estaban esperándome sentados el matrimonio y sir Eduard mirando el reloj. Las sirvientas estaban de pie con bandejas en las manos. Me disculpé y sir Eduard no me permitió seguir dando explicaciones, tan sólo me dijo que tomásemos el té y después ya hablaríamos, sin embargó insistí en disculparme y él me dijo que callase muy enfadado.

Sirvieron el té y lo tomamos sin que nadie dijese una palabra, tras esto sir Eduard comenzó a hablarme: -Victoria, en España los jóvenes recibís una educación blanda, faltáis a los principios básicos del respeto porque no hay nada que os infunda respeto, sin embargó aquí en Inglaterra todo es distinto, aquí las faltas conllevan un castigo, pero no cualquiera, sino uno que te haga recapacitar para no volver a caer en la misma falta. Por ser tu primer día aquí podría haberte perdonado alguna falta cometida, pero es que has cometido tres. Has llegado tarde al té, vienes vestida en contra de las normas y has desobedecido una orden mía de silencio, así pues deberé castigarte. Te perdono hoy lo de la ropa, pero la falta de puntualidad y la desobediencia de mis órdenes no debo.

Imaginé entonces que me encerrarían en mi cuarto o me dejarían sin cenar o ver la televisión, pero nunca pude imaginar lo que se me venía encima.

Sir Eduard se levantó y me pidió que le acompañase a la biblioteca. Una vez allí se acercó a una puerta de un armario estrecho y alto. – Al llegar a la casa no te explique las normas de disciplina porque pensé que no sería necesario o no lo sería tan pronto, pero bueno te las explicaré rápidamente. Cada vez que cometas una falta te mandaré que visites este armario lo abras y cojas algo de lo que hay dentro-. Al Abrirlo me entró un sudor frió y me temblaron las piernas pues comprendí lo que me esperaba. Había varios instrumentos de castigo de esos que yo creía que sólo existían en la literatura de la Inglaterra victoriana y creía que hoy en día los castigos corporales eran una leyenda negra, pero vi y pronto comprobaría que no. Había una correa de cuero que se dividía en dos por un extremo, el tawse. Había también varias varas de bambú muy flexibles (y finalmente una paleta de mimbre fabricada para quitar el polvo de las alfombras, pero en este caso me parece que ese no era su uso).

Tras mostrarme aquel armario volvió a acompañarme a la sala donde tomamos el té. Una vez allí me dijo: - Cada vez que incumplas una norma te mandaré al armario para que me traigas uno o varios utensilios, y recibirás una severa azotaina con ellos.

Yo estaba temblando, llorando, muerta de miedo, pues nunca me habían azotado. Bueno sí, tenía once o doce años y en casa de mis tíos hice una travesura con mis primas, y mi tío tenía por costumbre zurrar a mis primas con el cinturón. Ellas recibieron una buena paliza nos fue haciendo tumbarnos de una en una en la cama boca abajo y nos pegó con el cinturón. Mis primas salieron mal paradas, pues a ellas las hizo desnudarse de cintura para abajo y les pegó muchísimos correazos y muy fuertes, yo no era su hija así que solo recibí cinco azotes, no muy fuertes y sin quitarme el pantalón, pero a pesar de todo no fue agradable, pero bueno, aquello tampoco fue recibir una azotaina de verdad.

- No tiembles, te va a doler, pero no vas a morir. Mira las sirvientas y mi esposa han probado en varias ocasiones la correa y la vara y ahí las tienes, siguen vivas, eso si, más educadas. Por ejemplo, Julia recibió anoche veinte azotes, ¿Tú lo has notado? Insisto, no tiembles porque mientras estés en Inglaterra educándote tendrás que acostumbrarte a los azotes, y además con el tiempo agradecerás haberlos recibido, pues son dolorosos al recibirlos pero satisfactorios en el modo en que educan. Por cierto Marie es mi brazo derecho y es la encargada de la disciplina de las sirvientas, y también le encargaré la tuya, así que si considera que debe castigarte podrá también hacerlo al igual que mi esposa, aunque puedes estar tranquila que su carácter y personalidad no le permiten hacerle daño ni a una mosca, por eso es tan débil moralmente.

Sir Eduard tendría toda la razón del mundo pero yo estaba muerta de miedo. – Bueno Marta, ahora sube a tu cuarto y vosotras dos acompañadla. Tu Marie, ve al armario y coge el tawse y una vara y la llevas a su cuarto.

El camino a mi cuarto se me hizo eterno. Una vez allí llegó Marie portando los dos terribles instrumentos. Me parecía mentira que a mis diecinueve años fuese a ser castigada igual que a una niña mala, aunque por lo que comprobé aquí no solo son castigadas las niñas, sino que las señoras también son azotadas, incluso las de clase alta, y si no que se lo digan a Lady Suzanne, que según comprobaría en mi estancia, también probaba la vara con frecuencia, pero bueno, volviendo al presente, se abrió la puerta y entró Sir Eduard y me preguntó que si estaba preparada, yo entre llantos le dije que no y le pedí clemencia, pero fue inútil. – Julia y Elizabet, como la señorita Marta me parece que no quiere colaborar, necesitaré vuestra ayuda, poned la almohada doblada en el borde de la cama, usted Marta se tumbará colocando el vientre sobre la almohada y estirará los brazos sobre la cama dejando fuera las piernas y levantando el culo. Vosotras le sujetareis un brazo cada una, pues seguro que la señorita no mantiene la posición sin ayuda. Muy bien señorita Marta, adopte la posición.

Fui a colocarme como me dijo pero entonces me dijo -¿No olvida usted algo?... debe quitarse el pantalón y bajarse las braguitas hasta las rodillas.- Con eso no contaba, le pedí que por ser la primera vez que me azotase vestida, pero como siempre hizo caso omiso. – Señorita, una azotaina es inconcebible sin las nalgas desnudas, no me haga esperar porque me enfadaré y será peor para usted.

Me bajé despacio el pantalón y me desprendí de él, pero con las braguitas me bloqueé, no era capaz de mostrar mi culo y mi pubis ante un señor. –Marie, bájele usted las braguitas y recuérdeme darle cinco azotes extra en los muslos por no colaborar.

Marie se acercó y de un tirón me bajo las braguitas. Me puse colorada, pues como estaba un poco llenita quedó al descubierto mi carnoso trasero. –Señorita Marta, por favor inclínese sobre la almohada.

En ese momento pensé en su consejo y me dije que no tenía escapatoria y por mucho que me doliese saldría de aquello al igual que aquellas otras mujeres. Adopté la posición. Sir Eduard se desprendió del batín quedando en camisa, se arremangó las mangas de esta y se desabrochó el botón superior del pecho para ponerse cómodo.

Se acercó a mi comenzó a palparme las nalgas. – Marta, va a ser un placer desvirgarte este hermoso culo y te aseguro que si sigues siendo tan osada conmigo, le robaré la ternura y te lo encallaré a base de azotes.

Comenzó a azotarme con la mano primero suavemente y cada vez un poco más fuerte, hasta producirme dolor, pero un resistible. Me palmeaba fuere y me dolía. – Esto era solo para calentarte un poco, ahora comienza el castigo, Marie entrégueme el cuero.

Sir Eduard cogió el tawse y lo hizo chasquear un par de veces en su mano hasta que de repente ZASSS.... Ah, mi cuerpo dio una embestida contra la cama y las sirvientas tuvieron que sujetar fuerte para que no me moviese en demasía. Era horrible, ¡qué dolor! – Señorita Marta, puede usted gritar lo que desee, no la escuchará nadie, y aun si la escucharan pensarían que si está siendo azotada será por algún motivo.-

ZASSS.... Ah, no podía soportarlo, y sólo iban dos. ZASSS.... Ah, ZASSS.... Ah, ZASSS.... Ah........, lloraba, gritaba, pedía que parase, que no me pegase más pero era inútil, no paró hasta darme doce azotes.

Era horrible, me dolía el culo una barbaridad, no soportaba el escozor. Entonces Sir Eduard me dijo que me incorporase y me pusiese de rodillas con los brazos en la nuca en un rincón con las braguitas bajadas.

- Bueno jovencita, has pagado tu primera deuda, ahora te queda la segunda. Los siguientes azotes te los daré con la vara, y te advierto que será más dolorosa que el tawse. Mandó marcharse a las tres sirvientas. – Ya has recibido tu primer castigo con ayuda, pero ahora ya que has sido osada para incumplir las normas, deberás ser valiente para enfrentarte al castigo y por ello te enfrentarás tu sola, asumiendo tu culpabilidad y el merecimiento de cada azote, por ello te vas a inclinar sobre tu pupitre y a cada azote que recibas lo contarás en voz alta y me darás las gracias. Si te mueves o intentas evitar un golpe, recibirás dos extras, ponte de pie, coge de la cama la vara y entrégamela y colócate en el pupitre como te he dicho.

Sin mediar palabra y sin dejar de lloriquear me incorporé le entregué la vara y me incliné sobre el pupitre. Sir Eduard se colocó detrás de mi y Rasss.... Uno Señor, Gracias señor, Rasss.... Dos señor....gracias señor.

Sentía como si la vara me cortase el culo a tiras. Era mucho peor que la correa.

En el séptimo azote no pude aguantar y me lleve la mano a las nalgas. Fue un error, porque recibí dos fuertes azotes rápidos y terribles y tras ellos tuve que volver a contar el número siete.

Rasss....doce señor, gracias señor. Me hizo ponerme de pie pero al hacerlo me flojearon las piernas y caí desplomada al suelo.

Al despertar estaba en la cama y Sir Eduard estaba a mi lado. Me preguntó que cómo estaba y le dije que bien, entonces me dijo: -Pues si mal no recuerdo tenemos pendientes cinco azotes en los muslos. Le supliqué que estaba muy floja y que no soportaría más, pero tumbada en la cama boca arriba como estaba, me levantó las piernas hacia arriba y con el tawse comenzó a azotarme la parte trasera de los muslos, que dolían mucho más que el culo. Recibí no cinco, sino ocho azotes. Tras esto me bajó las piernas, me hizo ponerme de pie y me advirtió que ya sabía lo que me aguardaba si volvía a caer en un error.

Se marchó del cuarto y me dejé caer a la cama y me puse a llorar tanto por el horrible dolor que tenía en mi culo y muslos, como por la desolación que tenía, una chica con casi veinte años, lejos de su familia y azotada y maltratada sin piedad. Me sentí más sola que nunca y deseé morirme, aunque me planteé hacerme fuerte, pues sabía que no era la única azotaina que iba a recibir en mis cuatro meses en Inglaterra.

A los cinco minutos apareció Lady Suzanne, que cariñosamente me dio ánimos, me tranquilizó acariciándome el pelo y me aplico una crema en mis lastimadas posaderas. Me animó para soportar a su cruel marido y como consuelo me dijo que ella recibía una o dos azotainas a la semana y las dos jóvenes criadas casi a diario. Además me dijo que aunque hubiese caído en otra familia me hubiese sucedido igual, que allí aquello era algo normal.

Me quedé dormida y pronto desperté asustada pues me pareció escuchar el chasquido de la vara. Lo que creí que era una pesadilla pude comprobar que era real. El sonido venía del cuarto de los señores. Sir Eduard estaba castigando a su mujer con la vara por ponerme la crema sin su permiso. Comprendí el por qué de la tristeza de sus ojos y la cara de miedo de las criadas.

Sobrinita

Sobrinita


Autor: Jano

Cuando abrió la puerta de la habitación,su sobrina Circe, sin más ropa que una exigua camiseta que apenas le cubría la cintura y dejando a la vista su culo, moreno por el sol, amplio y respingón que mostraba sin tener conciencia de su presencia. Le sorprendió lo que estaba haciendo: montada a horcajadas sobre el brazo del sillón , se movía adelante y atrás frotándose sobre él, con un movimiento que no dejaba lugar a dudas sobre su intención.

Excitado por el espectáculo y a la vez irritado por tan desvergonzada actitud, airadamente se dirigió a la jovencísima Circe exigiéndole que parara. Ella pareció no oírle y siguió con el vaivén. En vista de que no le hacía caso,
él, bruscamente, sacó rápidamente su cinturón que chasqueó en el aire y, sin explicaciones ni avisos, lo abatió sobre las expuestas nalgas, dejando rojas señales alargadas sobre ellas.

Ella, al primer cintazo, trató de eludir el castigo sin éxito. La mano de su tío la sujetó fuertemente al sillón; mientras, no cesaba de descargar un latigazo tras otro sobre aquel corazón de sandía en que se estaba convirtiendo el culo de
la joven.

El cinturón cruzaba el aire con un silbido amenazador antes de estrellarse ora sobre un lado, ora sobre el otro, alternando.

Las protestas y gritos de Adela fueron dando lugar a suaves gemidos cada vez que el cinturón hacía impacto en sus carnes.

Aparentemente, con la intención de evadirse del castigo,su cuerpo volvió a moverse de forma convulsiva de atrás hacia adelante frotando su entrepierna contra el brazo del sillón. Al observar aquella maniobra, su tío aumentó la fuerza y frecuencia de los azotes, ante lo cual, ella, por toda respuesta, incrementó la velocidad de sus movimientos.

La escena pareció quedar suspendida en el tiempo.

El tío, más excitado que enfadado con ella, sin embargo, no paraba de descargar golpes sobre aquél culo al que no dejaba de mirar como hipnotizado.

En tanto, Circe se aferraba al brazo del sillón, incluso con las uñas clavadas en él sin dejar de frotarse. El resto del cuerpo subía y bajaba al ritmo de los azotes.

Ninguno de los dos parecía prestar atención al tiempo transcurrido desde que empezara el castigo.

Repentinamente, ella cayó desplomada sobre el sillón. Asustado, su tío dejó de golpear pensando que se habría desmayado; cuando intentó levantarla, Adela se le abrazó con fuera al cuello mientras le besaba apasionadamente en los labios.

Lo que sucedió a continuación, pertenece a la intimidad de sobrina y tío.

Del lustrado de zapatos

Del lustrado de zapatos

Tenía 14 años. Estaba en segundo grado de secundaria, justo en esa época de la vida cuando crees que ya eres mayor, sientes que te puedes comer al mundo y no hay nada, o casi nada, a lo que le tengas miedo.

Una mañana apenas había empezado el día escolar, cuando la prefecta de mi grupo –la señora Lupita – entró a nuestro salón a hacer revisión de uniformes. El colegio de monjas en el que yo estaba era bastante estricto, debíamos llevar el uniforme completo y en perfectas condiciones, de otra manera había sanciones y notas a los padres. La señora Lupita nos hizo ponernos de pie y pasó fila por fila a revisar el estado de nuestros uniformes y nuestra apariencia en general. A algunas de mis compañeras las hacía pasar al frente después de reprenderlas por alguna omisión o desperfecto en su apariencia. Había quien había olvidado el suéter, quien llevaba una blusa que no era la del uniforme, alguna que se había presentado con las uñas barnizadas y algunas a quienes se acusó de no haber lustrado sus zapatos. Yo fui una de las últimas en pasar la inspección casi militar. Estaba tranquila, pues mi uniforme estaba en perfectas condiciones, no usaba las uñas largas ni me las barnizaba, llevaba los colores reglamentarios en mis adornos del cabello y mis zapatos, aunque algo gastados, estaban limpios. Eso creía yo al menos, porque cuando la prefecta me revisó, inmediatamente señaló mis zapatos.

-No lustraste los zapatos, jovencita. Pasa al frente, serás castigada y no podrás entrar a clase hasta que hayas lustrado los zapatos.
-¡Pero claro que los lustré! – exclamé en mi defensa, molesta por la exhibición ante mis compañeras
- Pues en todo caso no lo has sabido hacer. En la dirección te prestarán grasa para que lo hagas.
- No voy a hacerlo. Yo lustré hoy mis zapatos y no pienso volver a hacerlo sólo porque a usted le parece que no lo hice. – respondí muy molesta y en un clásico acto de rebeldía adolescente.
- ¡Me estás faltando al respeto, María Teresa!
- Usted también lo está haciendo conmigo. Si le digo que lustré mis zapatos es porque así fue, lo que sucede es que usted no pierde oportunidad de molestarme – dije convencida de que la maestra tenía algo personal en contra mía, ya que continuamente estaba afeando mi conducta, fuera ésta buena o mala.
- Me parece que vas a tener que ir a ver a la directora a explicarle todo esto, señorita, tienes una pésima actitud, estás siendo rebelde y grosera
- No es cierto. Me estoy defendiendo de sus injusticias – respondí francamente furiosa
- Vamos a la dirección
- Pues vamos – dije encogiéndome de hombros para hacer patente que no me atemorizaba
La prefecta me tomó del brazo y yo lo retiré violentamente, adelantándome para salir del salón. Ya en la dirección, la maestra entró antes que yo al despacho de la directora y después me llamaron. Como era de esperarse, la directora me dio un largo sermón sobre la disciplina, el respeto y todas esas cosas. Yo escuché en actitud displicente, como quien tolera el discurso de un necio.
- Si sigues en esa actitud, María Teresa, me veré precisada a llamar a tus padres. Haz el favor de obedecer: sal al pasillo y ponte a lustrar tus zapatos como lo están haciendo tus compañeras
- No voy a hacerlo – respondí cada vez más molesta, envalentonada y rebelde, convencida de que no habría forma de obligarme. Por supuesto, mi orgullo de adolescente rebelde, me hacía olvidar que las consecuencias por mi actitud podrían ser muy graves.
- Muy bien, entonces serás suspendida del colegio por quince días, para que reflexiones y aprendas a respetar y a obedecer a tus maestros. – Guarde silencio sin bajar la mirada, aunque internamente sentí que el alma me caía a los pies, si me suspendían, mi padre me daría una azotaina de las más severas, pero ya me había metido en aquello y no daría un paso atrás.
- ¿Eso quieres? ¿Quieres ser suspendida?
- No voy a lustrar mis zapatos porque ya lo hice. Usted tiene el poder para suspenderme, yo no tengo ningún poder más que el de no hacer lo que no quiero hacer. – Noté que mi voz temblaba y que mis lágrimas luchaban por salir, pero aún así decidí mantenerme en rebeldía.
- Muy bien, señorita, ya que persistes en esa actitud soberbia, llamaré a tus padres para que vengan a hablar conmigo y avisarles que serás suspendida por quince días.
- Llámelos – respondí indiferente encogiendo mis hombros, obviamente, en mi interior, sentía que el corazón se me detenía. Lo único que me consolaba un poco era que mi padre estaba de viaje y llegaría hasta esa tarde, por lo que no sería él, sino mi mamá, quién acudiría al llamado de la directora. Eso era un atenuante, ¡mi padre era capaz de azotarme ahí mismo, enfrente de las dos brujas!
- Sal al pasillo y espera ahí hasta que te llame.
Sin responder nada, salí del despacho y me senté en una banca del pasillo. En efecto, algunas de mis compañeras estaban ahí lustrando sus zapatos. Enseguida me preguntaron que qué había pasado, y yo, con una sonrisa de triunfo, les expliqué que no lustraría mis zapatos y que le había dicho algunas cuantas verdades a la directora.
- Dice que me va a suspender por quince días, pero a mí no me importa. No voy a hacer lo que ellas quieran, nada más porque sí.
- ¿Y tus papás? ¿Qué van a decir?
- Nada, nunca dicen nada.- Mentí, no iba a contarles que en casa tendría que bajar mis calzones, levantar mi falda y presentarle a mi padre el trasero para que me diera unos azotes. ¡Eso era humillante y acabaría con mi imagen de líder, independiente, rebelde y todo lo que yo había construido!
Mis compañeras me miraron con una mezcla de admiración y compasión y al poco rato se marcharon. Me quedé ahí sola y me senté con las piernas cruzadas sobre la banca a mirar a otros grupos que hacían deportes en el patio. Algo me hizo volver la mirada hacia la dirección justo cuando un hombre muy alto entraba al despacho de la directora, dándome la espalda. Aquel hombre había tenido que pasar a escasos metros de donde yo me encontraba, quizá no me había visto pues iría buscando la dirección. Era mi padre.
Toda mi soberbia y seguridad en mí misma se me fue hasta el suelo y tuve que controlar un temblor involuntario que me recorrió la espalda. Inconscientemente me senté de manera correcta. Ahora sí tenía problemas. Nunca esperé que las cosas tuvieran este desenlace. Al parecer, papá había vuelto anticipadamente de su viaje. Pasé una media hora terrible, con los ojos que se me llenaban de lágrimas, sintiendo temblores involuntarios, dolor de estómago, mordiéndome las uñas y los labios...
Me escapé un minuto con el pretexto de ir al baño y desahogué mi miedo, no quería que nadie me viera llorar, pero ahí, en el baño solitario, solté el llanto y las lágrimas que se me agolpaban en los ojos. Cuando me recompuse, volví a la banca del pasillo y esperé.


Papá era un hombre muy estricto, aunque cariñoso, tenía una idea muy rígida de la disciplina y el orden. No toleraba faltas de respeto, desobediencias ni groserías, justo todo lo que yo había hecho, al menos a los ojos de aquellas maestras (brujas, pensaba yo en aquel momento), que seguramente le estaban diciendo las peores cosas de mí. Mi única esperanza era que mi edad me salvara de la tunda, hacía casi un año –quizá seis meses- que papito no me pegaba, y yo había atribuido esto a que él me veía muy grande y que consideraba que las nalgadas ya no eran un castigo adecuado para mí.

Después de cuarenta minutos de angustia, la secretaria de la directora me llamó y me indicó que pasara al despacho. Necesité un fuerte suspiro y todo mi golpeado valor, para tocar la puerta.
- Adelante – se escuchó la voz de la directora. Tragué saliva y abrí
- Pasa, María Teresa. – me ordenó. Entré lentamente, esquivando la mirada de las maestras y me dirigí a mi padre que estaba sentado ante el escritorio.
- Papito… - murmuré aterrada, la simulación había terminado, no podía continuar con mi escena de rebeldía y orgullo en frente de mi padre
- ¿Me puedes explicar qué sucede contigo jovencita?
- Papito, yo… lo… lo siento… no creí que…
- ¿Qué ya hubiera regresado? – me interrumpió duramente. – Lo que estoy viendo es que te comportas de manera vergonzosa creyendo que saldrás airosa y no habrá repercusiones ¿No es así?
- No, no, papito, es que…
- Es que nada, María Teresa, te has comportado como una niña malcriada y majadera. ¿Crees que vas a seguir engañándome con tu actitud modesta? ¡Mientras yo estoy vigilándote tienes un comportamiento intachable, pero apenas me doy la vuelta tu conducta es vergonzosa!
- Perdóname, papito – murmuré llorando
- ¿Perdonarte? Primero tienes que ofrecer una disculpa a la señora Lupita y a la señora directora, a quienes has faltado al respeto.
- Sí, papá – murmuré, pero permanecí callada, muerta de vergüenza y rabiando de coraje por lo que yo tomaba como un fracaso ante las brujas aquellas.
- Ahora, María Teresa – ordenó en un tono que siempre me había causado escalofríos. Ni modo, tuve que tragarme todo mi orgullo y mi rabia y ofrecer una disculpa a las brujas, lo hice correcta pero poco sincera.

Sólo esperaba que mi padre no comenzara a describirme, enfrente de aquellas brujas, los detalles de mi castigo. Si ellas se enteraban de que mi padre iba a darme una tunda, no podría volver a mirarlas jamás y hubiera preferido escupirlas en ese momento para lograr la expulsión definitiva de la escuela. Afortunadamente, papito no dijo más.

Salimos del despacho y yo sólo me separé de papá para tomar mi mochila que había dejado en la banca del pasillo, después corrí para alcanzarlo en la escalera. Para mi vergüenza, él me tomó de la mano como a una niña pequeña y yo no pude resistirme, aunque recé por que nadie nos viera.

Me abrió la puerta de la camioneta y me subí en la parte de atrás. Durante todo el camino no me dirigió la palabra. Noté que íbamos hacia la escuela de mis hermanos, pues ya era tarde y había que recogerlos. Cuando llegamos, aún no salían los alumnos, por lo que estuvimos un rato estacionados en la calle. Papá seguía sin hablarme pero me armé de valor y rompí aquel angustiante silencio.
- ¿Me vas a pegar, papito? – pregunté muerta de miedo de escuchar un sí.
- ¿Tú qué crees jovencita? ¿Te mereces la tunda? – Guardé silencio
- Te hice una pregunta, María Teresa, estoy esperando tu respuesta
- Sí…yo… no… no sé, señor. Creo que… - iba a decir que creía ser muy grande para recibir una tunda, pero lo pensé mejor, aquello conllevaría a un reproche del tipo “si ya eres grande porqué te comportas como niña” y todo eso. Decidí ahorrármelo.
- Creo que… sólo tú puedes decidir si merezco la tunda, papito
- Yo ya lo he decidido. Te estoy preguntando si tú crees merecerla.
La situación era bastante incómoda: si decía que no, podría parecer una cínica, pero si decía que sí y papito no pensaba dármela casi lo obligaría a hacerlo. Quedarme callada nunca había sido una opción con papito, así es que debía decir algo.
- Papito, es que… yo no… yo sí había lustrado mis zapatos esta mañana y…
- No he preguntado eso, jovencita y además no importa. Si lustraste los zapatos, bastaba con decir a la maestra que lo habías hecho pero que si ella consideraba que no estaban bien lustrados lo volverías a hacer con todo gusto. Eso hubiera terminado con el problema, tu limpieza y veracidad no hubiera quedado en entredicho y te habrías comportado como debe hacerlo una niña bien educada. En cambio provocaste todo un teatro tragicómico, con berrinches de mocosa malcriada, faltas de respeto y actitudes poco adecuadas para una hija mía. – comencé a llorar, la reprimenda era mucho más dura de lo que yo estaba en ánimo de aguantar - ¿Quieres saber si te voy a pegar? ¡Pues claro que voy a hacerlo! ¡Parece ser que toda la mañana te afanaste en conseguirlo, no te voy a defraudar mandándote a tu cuarto sin cenar! ¡Tendrás una tunda en toda regla!
- ¡No seas muy duro, por favor, papito!
- No intentes regatear conmigo jovencita, se hará como yo digo y tú, si quieres evitarte problemas mayores, obedecerás. ¿Me has comprendido?
- Sí, papá – murmuré con la garganta anudada imaginando la zurra que me tenía preparada. Sólo esperaba que no me hiciera pasar por la vergüenza del rincón, yo que me sentía tan mayor, ¡castigada como una niña pequeña! Pero conocía tan bien a papá como él a mí y podía haber apostado que el rincón estaba entre sus planes, pues él sabía cómo me avergonzaba semejante castigo.



Ya en casa, al terminar la comida, papito se puso de pie y se dirigió a mí con un tono severo en su voz.
- María Teresa, hazme favor de subir a lavarte los dientes y bajas después a mi despacho. No olvides traer contigo el cepillo de madera, jovencita, lo vamos a necesitar.
- Sí papá – respondí temblando, al ver cumplidos mis temores
Toqué la puerta del despacho con un temblor en las manos y un escalofrío recorriéndome la espina.
- ¿Puedo pasar, papito? – pregunté en un murmullo
- ¿Trajiste el cepillo?
- Sí papá, aquí está – respondí entrando y extendiéndole el aterrador instrumento que nunca había servido para cepillar el cabello de nadie, sino sólo para azotar los traseros de mis tres hermanos y el mío, y aún así solía estar en el tocador del baño de mamá
- Creo que ya no hay nada que agregar a lo que hemos hablado, jovencita. ¿O me equivoco?
- No, papá… yo sólo… quería decirte que nunca he intentado engañarte – murmuré temblando y pasando saliva para tratar de deshacer el nudo de garganta que me impedía hablar con claridad. – No es cierto que cuando te das la vuelta yo me comporto mal, papito. Yo... bueno... es que...
- ¡Es que, nada, María Teresa! ¡Dime ahora que si además de la directora hubiera estado yo presente te hubieras comportado de la misma manera! – bajé la cabeza avergonzada. Papá tenía razón, cuando él no me miraba o cuando yo creía que él no tenía manera de saber lo que yo estaba haciendo, me transformaba en otra persona, actuaba con soberbia, con rebeldía y orgullo, actitudes que ni de broma exhibía ante mi padre. Si él hubiera estado presente, aun cuando no hubiera sido él quien me lo ordenara, sino la misma maestra bruja, yo hubiera lustrado mis zapatos sin chistar. No podía alegar nada a mi favor, así es que mejor guardé silencio.
- ¡Contéstame! ¿Te hubieras portado así?
- No, papá – respondí llorando
- ¿Y crees que te he educado sólo para que te portes bien cuando yo estoy vigilándote? ¿No se supone que si eres educada lo debes ser siempre? ¿Qué debes actuar bien porque estás convencida que así debe ser? ¿O acaso me he equivocado tanto en tu educación que lo único que te importa es evitar el castigo?
- No, no papito, claro que no… es que… yo… - Callé ¿qué podía decir? No tenía justificación ni escapatoria, el llorar y suplicar no servirían de nada, bien lo sabía yo, así es que más valía someterme y recibir el castigo. El se dio cuenta de que yo no diría nada más, así es que tomó la silla de su escritorio y la puso en el centro del despacho.

- Acércate- me ordenó. Yo obedecí lentamente, ya había empezado a llorar por la vergüenza y el temor. Me tomó del brazo y suavemente me hizo tumbarme sobre sus rodillas. Lo dejé hacer, tenía mucho miedo, yo bien sabía que los azotes con el cepillo de madera eran de por sí muy dolorosos, pero hacía ya seis meses o más que yo no recibía una sola nalgada, pensé que quizá estaría desacostumbrada y me dolería más.

Me levantó la falda hasta la cintura y enseguida me escalofrió sentir su mano tibia que se introducía por debajo de mis bragas y las deslizaba hasta mis rodillas. Cerré los ojos. Me puso su fuerte mano sobre la cintura para sostenerme y comenzó el castigo. Con el primer golpe solté el sollozo y me estremecí de dolor. Aquello sí que dolía, ya no me acordaba cuánto, era un ardor como de quemada e inmediatamente un hormigueo en la piel que se ponía caliente y muy sensible. Al décimo golpe empecé a gritar, a patalear y a suplicar que se detuviera, aunque yo bien sabía que era. Me agitaba retorciéndome de dolor y en un vano intento de liberarme y salir corriendo, aunque debo confesar que si hubiera logrado soltarme no hubiera tenido el valor para huir, sino que quizá me hubiera enderezado, sólo para suplicar una disculpa y me hubiera vuelto a poner en posición para que mi castigo continuara, con el riesgo de recibir algunos azotes extra por el atrevimiento.
- ¡Ya no, papito! ¡Ya no! ¡Te lo ruego, papito! ¡Ya no me pegues, por favor! ¡No volveré a hacerlo! ¡Me portaré muy bien! ¡Por favor! ¡Ay! ¡Por favor! ¡No tan fuerte, papito! ¡Por favor!

Papá continuaba regañándome duramente, repitiendo una y otra vez lo que ya me había dicho antes y asegurándome que volvería a azotarme tantas veces como fuera necesario hasta que yo aprendiera a comportarme.
Cuando por fin papá terminó de castigarme, yo me quedé aún inclinada sobre sus rodillas, sollozando y sobándome el trasero, pero el roce de mi mano me causaba más dolor que alivio, por lo que dejé de hacerlo. Deseaba echarme a correr y poner mi ardiente trasero en agua fría, pero obviamente no me atrevía a moverme hasta no recibir la autorización de mi padre. El mismo me ayudó a levantarme me extendió un pañuelo desechable y yo lo agradecí en un murmullo y me sequé lágrimas y mocos.

-Ahora párate en ese rincón – me ordenó señalando la esquina de su despacho que mi hermanos y yo llamábamos “el paredón” – Estarás ahí castigada con el trasero desnudo, a ver si así reflexionas y sientes algo de vergüenza por tu comportamiento.
- Si, papá – respondí obedeciendo muy avergonzada y llorando sin parar.
- No te muevas de ahí hasta que yo venga por ti.
- Sí, papito.

No sé cuánto tiempo estuve ahí, me pareció una eternidad. Pero cuando papá volvió a buscarme, me tomó de los hombros, me hizo dar la vuelta y me acunó en sus brazos cariñosamente. Yo solté todo el llanto y lo besé mimosa mientras prometía portarme bien en adelante. Y juro que era sincera, bueno.... ¡al menos hasta la otra!

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...