La impresión de ver las faldas de azotes sobre la mesa era tan grande, que sus manos no se separaban de sus nalgas, sólo podía pensar en lo que estaba por sucederle.
- Mamá, por favor no, es demasiado vergonzoso, yo me voy a portar mejor lo prometo - dijo Pilar. Y la imagen de la chica de la falda de azotes con la cola toda marcada llegó de inmediato a su mente haciéndole llenar los ojos de lágrimas.
- Nada de eso jovencita, usted cree que puede hacer lo que le da la gana pero hoy se va a dar cuenta de que no es así. Quítese la falda y los calzones y póngase la falda verde.
- Pilar empezó a temblar, las faldas se clasificaban según el grado de castigo. La blanca era sólo para usar la mano con un máximo de 30 nalgadas, la azul clara permitía el uso de cepillo o chancla hasta 35 azotes, la azul oscura, el uso de instrumentos de cuero cortos o palmetas de cuero hasta 40 azotes, la verde permitía el uso de cinturones o correas de castigo (en ingles straps o tawses) hasta 45 azotes, la rosada permitía el uso de palmetas de madera o varas de arboles hasta 50 azotes y la roja el uso de varas de bambú u otras maderas sin límite de azotes. Todos los límites se aplicaban en presencia de padres o cuidadores, de lo contrario no podía excederse de 20 azotes. además una falda más alta cubría todos los instrumentos anteriores.
La falda verde por lo tanto, significaba que había una gran rango de implementos que los adultos podría usar en ella, y yendo con su mama recibiría tantos azotes que en menos de una hora no podría sentarse en una semana.
- Mamá por favor, no me hagas esto - las lagrimas rodaban por las mejillas de Pilar
- Tiene 3 segundos para ponerse la falda, o la voy a llevar desnuda
Pilar sabía que era posible que su mamá cumpliera la amenaza, no era raro en los chicos y chicas hasta los 10 años tener que salir desnudos a la calle para recibir azotainas; no era común más allá de esa edad pero era perfectamente factible, además ir desnuda (aparte de la obvia humillación) significaba carta abierta en instrumentos y numero de azotes incluso si su mama no estaba cerca, no valía la pena el riesgo.
- Uno...
Pilar no podía creer lo que sucedía, sus manos parecían negarse a moverse
- Dos...
Al escuchar el segundo número pareció despertar de repente y rápidamente desabrocho su falda y la dejo caer, quitándose a continuación los calzones y tomando la falda verde.
Una vez puesta, la falda escasamente le cubría la parte delantera de la cadera, tapando sus partes privadas y le dejaba por completo las nalgas desnudas. además, al ser tan delgada si llegaba a agacharse, daría una espectáculo increíble a quien estuviera detrás.
plassssss la nalgada de su papá la tomó completamente por sorpresa haciéndola saltar hacia adelante y cubrirse las nalgas con las manos
ayyyyyyy
Ahora jovencita, vamos al carro, tenemos cosas que ir a comprar.
Pilar obedeció, aunque no se imaginaba que podrían ir a comprar con ella en esa falda. De seguro sería sólo una excusa para hacerla pasear por el centro comercial y recibir tantas nalgadas como se pudiera. Era sabido que muchos adultos iban sólo por la oportunidad de tener una chica o chico sobre las rodillas por unos minutos.
El viaje al centro comercial fue terrible al imaginar ella todo el tiempo lo que le sucedería allí, y como el dolor que ya de por sí sentía en su cola aumentaría inmensamente tan sólo después de unos minutos.
Comenzó a recordar la última vez que había ido con unas amigas por unas sodas al centro comercial, en realidad habían ido a ver si encontraban a alguien conocido en ropa de castigo.
Ese día a ella la había sorprendido la cantidad de chicos y chicas que estaban recibiendo castigos, de todas las edades, razas y de todos los tonos de rojo en la cola. Recién entraron, había una chica de unos diez años, de cabello negro con una falda de azotes rosa, a la que un hombre sujetaba por un brazo mientras le descargaba azotes con una correa terminada en dos puntas en sus pobres nalguitas; la chica trataba de correr en círculo al rededor para esquivar los azotes, sin conseguirlo y lloraba prometiendo portarse bien.
El recuerdo de esa chiquilla, le heló el corazón. Y si papá o mamá decidían azotarla así? se moriría de vergüenza de que la vieran "bailando" al son de una correa o cinturón, pero no creía que pudiera evitarlo.
Al llegar al centro comercial, luego de estacionar, mamá giró en su asiento para decirle
- Bueno María del Pilar, vamos a entrar y usted va a recibir el castigo que se merece, pero si me hace la vida difícil, si no colabora o me desobedece, la voy a desnudar en frente de todos y voy a dejar que la azoten todos los que lleven una vara en la mano entendido?
Un escalofrío recorrió la espalda de pilar, miro a mamá a los ojos y simplemente dijo - Sí señora.
Al bajar del auto, su primer reflejo fue cubrirse las nalgas con las manos, pues el viento la hacía muy consciente de su casi desnudez, sin embargo su papa la tomo del brazo y le dijo.
- Manos a la cabeza jovencita -
Pilar obedeció, entonces sintió como su papa la tomaba del brazo y comenzaba a darle nalgadas mientras la hacia caminar hacia la puerta del centro comercial.
Esto era conocido como la marcha de la vergüenza, solía realizarse en público, especialmente frente a conocidos, para cambiar las actitudes petulantes de los adolescentes, generalmente se realizaba con la castigada completamente desnuda, aunque se utilizaba mucho también con las faldas / shorts de menor severidad.
Para cuando entraron al centro comercial, ella ya iba bailando del dolor en sus nalguitas, saltando hacia adelante con cada nalgada y retorciéndose como tratando de escapar del castigo.
lo primero que vieron fue un chico de unos 15 años inclinado con las manos en las rodillas, con un short de azotes rosado recibiendo unos tablazos de un hombre. Con cada tablazo el chico dejaba escapar un grito y hacia ademán de levantarse aunque no perdía la posición, A juzgar por el color de sus nalgas, ya llevaba algún tiempo ahí. Pilar no pudo evitar pensar, que a pesar del color, el chico tenía un lindo trasero.
Sus padres pararon en una encrucijada de los pasillos del centro comercial.
- Creo que deberíamos ir a la plaza verde dijo mamá -
En los centros comerciales habilitados para jóvenes (los había también donde nadie dentro del rango de edad podía ingresar, para que los adultos pudieran estar tranquilos) había plazas especiales para castigar, cada una con el color de una falda de azotes, de manera que allí los padres pudieran encontrarse e intercambiar dentro del mismo rango. Sin embargo, esto podía hacerse en cualquier lugar y en cualquier momento
Papá estuvo de acuerdo así que comenzaron a dirigirse hacia la plaza. por todos lados había chicos y chicas de diversas edades recibiendo azotes con la mano o con una variedad de instrumentos. En algunos lugares específicos de los pasillos, se podía ver a chicos y chicas con las nalgas al aire y las manos en la cabeza, mirando a la pared mientras sus padres o cuidadores hacían alguna otra cosa. Era la única forma de dejarlos solos sin que nadie mas los azotara.
Al llegar a la plaza verde, todos los chicos y chicas tenían ropa de azotes verdes y se podían ver muchos cinturones, correas de castigo, cepillos e incluso algunas chanclas siendo aplicadas simultáneamente en muchas diferentes colas de distintas edades formas y tamaños.
Cuando entraron a la plaza, papá vio algo y llevó a pilar hasta donde un hombre de piel negra estaba parado, aparentemente esperando.
- ¿Le importaría intercambiar? - le preguntó al hombre. éste miro de arriba abajo a Pilar y con una sonrisa le dijo, - Por supuesto, que trajo? - papá le mostró un cinturón y el hombre le mostró una correa ancha con agujeros.
A partir de allí, papá se llevó a un lado a la chica mientras el hombre se quedaba con pilar.
- Por que la pusieron en la falda de castigo?
- Por escaparme de clase
- Es increíble ustedes como son hoy en día. dese vuelta e inclínese con las manos en las rodillas
Pilar obedeció, a sabiendas del espectáculo que estaba dando en esa posición.
- Separe más las piernas - le dijo el hombre
Pilar lo hizo, y sintió como sus mejillas se ponían de un rojo mas subido del que su cola ya tenía.
El hombre se tomó su tiempo antes de empezar, observando el espectáculo y permitiendo que pilar sintiera el miedo de la anticipación.
De repente, Pilar sintió el primer golpe de la correa CRACKKKKKKKK
Ella nunca había sido azotada con una correa como aquella, y en su cola ya de por sí castigada, el dolor fue como si le hubieran puesto un hierro caliente, el ardor era increíble y su cuerpo, sin poder ella evitarlo se levantó de la posición llevándose las manos a la cola y saltando
NNNNOOOOOOOOOOOOOO, BWAAAAAAAA
- Vuelva a su posición jovencita!!! - fue la orden del hombre que ella se apresuró a obedecer.
Uno tras otro los golpes cayeron en el pobre trasero de Pilar, que estaba llorando y gritando, esforzándose por no levantarse, hasta que el hombre se detuvo.
Ella entonces se levantó de la posición llevando sus manos a su pobre cola adolorida levantando las rodillas alternativamente en el mismo puesto mientras lloraba desconsolada, tratando de alejar el dolor de su cola.
- ¿Como se dice jovencita? - fué la pregunta de su mamá
- Gracias por el castigooooo, respondió pilar mientras trataba de contener el llanto.
Una práctica común, sobre todo con los adolescentes era hacerles agradecer por el castigo, de forma que se le bajaban las actitudes rebeldes.
Entre tanto, papá estaba "atendiendo" a la otra chica. Ésta tenía unos 15 años, de piel negra con una camiseta blanca, unos pechos no tan grandes, pero una cola redonda y parada que ya mostraba las marcas de varias sesiones de castigo ese día.
Él nunca había castigado a una chica negra y tenía curiosidad por ver el resultado. así que inició por la pregunta obvia.
- Quien la puso en falda de castigo?
- Mi tío
- Porque?
-Por robarme el auto para irme de fiesta
El papá de Pilar entonces la tomo del brazo y le asestó algunas nalgadas plass plass plasss
- Esta loca? sabe lo que pudo pasarle? plass plass plasss
- Ella se retorcía en su agarre y solo podía decir SSSSIIIII SEÑOOORRRR
El papá de Pilar la llevó hasta una silla y la hizo reclinarse sobre la misma
- Más vale que no se levante entendido?
- s..si señor - dijo la chica
Él levanto el cinturón y comenzó a descargarle un azote tras otro y tras otro con fuerza mientras veía como el cinturón se le marcaba en las nalgas, dejando marcas blancas, en lugar de rojas, mientras la chica pataleaba y se esforzaba por mantenerse inclinada en la silla gritando por los correazos.
Cuando le permitió levantarse ella lazó las manos a sus nalgas y en el último momento se arrepintió de tocarlas apretó los puños a los lados y sólo pateó el suele con fuerza con una pierna a la vez.
Él la miró sorprendido y fue cuando el otro hombre se acercó y le dijo: -tiene prohibido sobarse so pena de perder la ropa el resto del día.
Eso por supuesto explicaba la reacción de la chica. Mientras pilar seguía haciendo su baile, el empezó a buscar otro posible intercambio.
En ese momento, mamá se presentó con un chico en un short de castigo verde. Cuando Pilar lo vio, sintió como su rostro se ponía incluso más rojo de lo que estaba si eso era posible. Ella no hacía mucho que había empezado a interesarse en los chicos, y este era, con mucho, el más lindo de su clase, y además parecía que ella también le gustaba a él. Ahora estaba viéndola, con la cara llena de lágrimas y bailando en su falda de azotes que, con todo el movimiento no dejaba mucho a la imaginación.
Por supuesto, en ese momento de vergüenza, no pensó en el hecho de que él se encontraba en la misma situación, con sus nalgas coloradas y a punto de ser azotado por la mama de la chica que le gustaba.
Detrás de su mamá, quien traía un cepillo en la mano, venía caminando el papá del chico, un hombre alto, de hombros anchos y grandes manos, que portaba en su mano derecha una chancla con suela de cuero.
Pilar no podía creer que luego de semejante paliza, aún fuera a recibir otra más, su cola no podría recibir más azotes, pensaba ella, y ni pensar en una chancla como esa.
Sin embargo su mamá le dijo al hombre. - Ahí esta ella, por favor proceda - el hombre tomó a pilar del brazo y sin decir nada se sentó en la silla que Papá Había usado con la otra chica y la pus en sus rodillas.
Frente a él se sentó su mamá y puso al chico también en sus rodillas. Casi como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos empezaron la azotaina al tiempo.
El chico, muy a su pesar y con la vergüenza de estar siendo castigado por una mujer, además la mamá de la chica a la que estaba tratando de acercarse, empezó a llorar casi de inmediato. Ya llevaba bastante rato en la plaza y había recibido dos correas, un cinturón y la chancla de su papá, y este cepillo, dolía como un demonio, además, la mamá de Pilar asestaba la mayoría de los azotes en donde las nalgas de unían con las piernas. Así que no pasó mucho antes de que empezara a llorar y patalear como si tuviera 5 años y a suplicar perdón.
Simultáneamente, Pilar estaba sintiendo que su cola se hinchaba conforme la paliza avanzaba, estaba segura de que nunca podría volver a ponerse un pantalón y sentarse estaba fuera de cualquier esperanza, lloraba y pataleaba, tratando de esquivar los azotes. La chancla caía feroz sobre sus pobres nalguitas y parecía que llevaba años allí aunque fueron escasamente un par de minutos.
Al terminar, ambos se levantaron y comenzaron a bailar, Pilar con sus manos agarrando su cola y levantando las rodillas y Andrés (el chico) agarrando sus nalgas con la cadera adelante dando pequeños saltos con ambos pies y girando al rededor. Un espectáculo para no perderse.
- Muy bien, creo que es hora de iniciar las compras - Dijo mamá llevando a Pilar aun llorando por el brazo, cuando comenzaba a calmarse lo suficiente para ver se dio cuenta a donde se dirigían
"Disciplina Total: El mejor sitio para ayudar a controlar los problemas de comportamiento" decía el aviso, era uno de los mayores almacenes especializados en azotes de la ciudad.
Los ojos de pilar comenzaron de nuevo a llenarse de lágrimas