Fue en una tarde lluviosa de viernes cuando Karen estaba hablando con su vecina, y confiándole secretos desde lo más profundo de su corazón. Al principio le parecio unapropiado, pues solo había invitado a la nueva vecina a la casa como un signo de cortesía, para conocerla y para presentarla al resto del vecindario. Pero mientras miraban las fotos de su hijo Juan cuando era un bebé, despertó un sentimiento muy profundo dentro de ella. Ella no entendía porque había tomado la decisión de trabajar en casa, si su hijo no la iba a necesitar, más bien se sentía como una cocinera, una criada y lavandera, pero nunca como una mamá.
La profesora Joan escuchaba todo esto atentamente. Finalmente pregunto “’¿alguna ves has considerado que la necesidad que sientes de cuidar a tu hijo es porque el aun necesita que alguien lo cuide?”
Karen se quedo atonita mirando a la profesora por unos momentos, porque había dicho un comentario que había estado dando vueltas en la cabeza de Karen por meses, algo que ella de algún modo sentía pero que no había podido sacar de su corazón. Juan acababa de cumplir 13 años. Ella había reprimido sus instintos maternales al máximo por considerarlos egoístas. El muchacho rechazaba todos los intentos de ser consentido o de que su madre mimara. Pero había una actitud en sus rechazos que le resultada misteriosa.
Karen continuó diciéndole a la vecina que tal ves tenía mucha razón en sus comentarios, pero Joan le interrumpió: “tengo el presentimiento de que si tan solo escuchas tus instintos, las cosas van a mejorar mucho con tu hijo” y le guiño el ojo con una sonrisa.
La profesora se despidió, no sin antes acordar hacer planes para salir a cenar juntas un día próximo.
Cuando Juan llegó a casa, un plato de galletas y un jarrito de leche estaban esperándolo en la cocina. Este rito siempre se había repetido en la casa hasta que cumplió los 9 años. Dudó un poco en tomar las galletas con leche, pero tenía hambre. “Gracias” grito, y se fue a sentar frente al televisor, llevándose su bocadillo.
Se fue a acostar un poco temprano para un fin de semana, porque su mamá insistió, diciéndole que tenían muchas cosas que hacer por la mañana. Juan no se quejó, porque se sentía cansado de todas maneras, y se quedo dormido rápidamente.
Esa noche soñó que estaba caminando por un río, y mientras el agua fluía a su alrededor, se sintió feliz, como si esta se estuviera llevando todas sus preocupaciones y problemas.
Se levantó todo mojado y con mucho frío. Esto era algo que nunca le había pasado. Tenía miedo de lo que diría si madre si descubriera que el se había orinado en la cama, y estaba demasiado avergonzado como para averiguarlo. Entonces decidió que lo mejor era esconder la evidencia, “tal ves pueda esconder las sábanas en el closet y lavarlas cuando mamá no este en casa” pero mientras pensaba, todo su plan se vino abajo.
Karen abrió la puerta de el cuarto de su hijo, y encontró un niño al lado de la cama con las pijamas todas orinadas. “s..se me cayó un po..poco de agua en..cima” contesto asustado el niño, pero la verdad era evidente. Comenzó a llorar, no había palabras para explicar su humilación. Ella lo abrazó y trató de tranquilizarlo diciéndole que un pequeño accidente le pasa a cualquiera, que no tenía que preocuparse. Pero este muchacho, que había estado en el umbral de la adolescencia, reclamando independencia, era ahora un niñito que se orinó en la cama, con sus pijamas todas mojadas y necesitaba a su mamita para que le secara las lágrimas y lo hiciera sentirse mejor.
En ese momento Juan se sentía muy debil. Todo lo que podía hacer era sumergir su cabeza en el pecho de su mamá y llorar. “ya ya mi amor, todo va a salir bien, ven, vamos a ponerle algo sequito” le dijo dulcemente.
Juan dejo que su mamá le quitara las pijamas. Habían pasado mucho años desde que ella lo había visto desnudo, pero su privacia y modestia habían sido destrozadas con este accidente. Asi que se quedo quetido mientras su mamá le quitaba los pantalones de la pijama. “manos arriba mi amor” el obedeció dócilmente mientras mami le quitaba la camisa.
La idea de bañarlo le cruzo por la cabeza, pero casi inmediatamente la reprimió. Aun no entendía muy bien porque le había quitado la pijama ella misma, pero es que Juan le pareció tan pequeñito e indefenso, hasta lindo, que ella sintió el poder de arreglar todas las cosas y hacer lo que ella creyera necesario para cuidar a su niño.
“ahora vaya y báñese bien, yo voy a limpiar todo esto. No te preocupes, nadie tiene que saber de un accidente pequeñito”
Y el tema de la cama orinada no se volvió a tocar durante todo el día.
A la hora de acostarse, Juan estaba preocupado, pero seguro de que ya no se volvería a orinar. Esa noche soño que estaba en la casa, cuando sintió ganas de orinar, se levantó y fue al baño, pero la puerta estaba cerrada, lucho y lucho pero no pudo abrirla, no pudo aguantarse más y miró como una mancha húmeda le crecía en los pantalones mientras se orinaba encima, miró hacia arriba y ahí estaba su madre, que lo tomó de la mano y lo llevó hasta su cuarto, solo que ahora este tenía una cuna, una mecedora y una mesa para cambiar pañales, abarrotada de talco para bebés y pañalitos. Despertó por la mañana, y de nuevo se sintió todo mojado y frío. Se había orinado otra ves en la cama, y esta ves era bastante.
Karen sabia que debía ir al cuarto de su hijo esa mañana, y se encontro precisamente con lo que imaginaba; ahí estaba Juan sentado en su muy mojada cama, tratando de no llorar. Ella se sentó junto a el y le frotó la espalda con cariño.
“Te sientes bien mi amor?”
“si si, pero no se que me pasa, no lo hago a proposito”
“yo se, bebé, pero temo que tendremos que ir a ver al doctor, voy a ver si puedo sacar cita para hoy. Bueno, arriba campeón”
Juan se levantó, y una ves dejó que su madre le quitara la ropa, y se fue a bañarse solo.
Karen le quito las sábanas mojadas a la cama, y fue a buscar a su closet. Ahí encontró lo que necesitaba: los protectores de plástico que Juan usaba en la cama cuando era un niñito pequeño. Era lo mejor que podía hacer para proteger el colchón, pensó “solo espero que el estampado de ositos no le moleste mucho”.
Juan se mostraba inquieto y nervioso mientras estaban en la sala de espera de su pediatra. Tenía vergüenza de el hecho de que su madre supiera de sus accidentes por la noche, y no se sentía muy feliz de tener que contárselo también al doctor. Esperaba que de alguna forma se olvidaran que tenía cita, y de esta forma podría irse a casa y guardar su secreto.
Pero la enfermera gritó su nombre, y lo llevarón junto con su mamá al cuarto de examinación. Ahí lo pesaron y midieron. Con su 1.45 metros y 40 kilos era el niño más pequeño de su aula. La enfermera, tratando de alegrarlo un poco, le dijo que había crecido un poco desde su última visita. Pero Juan sabia que el era solo un niño pequeño, con un problema que solo le pasa a los niños pequeños.
La enfermera dejó el cuarto, pidiéndole a Juan que se quitara toda la ropa menos sus calzoncillos. Así lo hizo, y su mamá tomo su ropa, la dobló con cuidado y la puso en una silla cerca de ella. El doctor entró en el cuarto, y por una eternidad (al menos para Juan) el doctor y su mamá discutieron cada uno de sus accidentes. Le era difícil no ponerse rojo de vergüenza mientras su mamá contaba como le había enseñado a ir al baño cuando era bebé, hasta le mencionó el accidente que tuvo durante el paseo de segundo grado de la escuela.
El doctor ordenó algunos examenes, y cuando todo estuvo listo, su mamá le dio otra ves la ropa, y se despidieron, sintiendo que ahora todo el mundo sabía que bebé más grande el era.
Juan estaba determinado a no mojar su cama esa noche. Nada de liquidos después de las 6, y fue al baño justo antes de ir a la cama. Saltó a la cama y de imediato escucho el vergonzoso sonido del protector plastico. Cada vez que se movía en la cama, el sonido le recordaba que estaba acostado sobre una protector de plástico adornado con ositos, diseñado para disminuir los efectos de los accidentes de los bebés que aun no aprenden a ir al baño de noche.
“Juancito, mi amor, levántese”
Juan abrió los ojos lentamente, mientras su mamá le acariciaba los cabellos gentilmente
“tuviste otro accidente” el estaba mojado desde sus rodillas hasta casi su pecho, sus esfuerzos habían sido totalmente inútiles. Estaba condenado, parecía ser, a orinarse todas las noches.
Juan fue al colegio ese día con la seguridad de que el era el único estudiante de sétimo año al que la mamá le quitaba las pijamas orinadas todas las mañanas.
Mientras tanto, en casa, Karen recibió una llamada del consultorio de pediatra
“Dices que empezó a orinarse desde el viernes?” pregunto el doctor incrédulo.
“Si, Juan no hacia eso desde que estaba en el kinder, por qué?”
“el desarrollo neurológico de la vejiga de Juan es tan solo un poco más desarrollada que la de cualquier niñito pre-escolar, no hay ninguna posibilidad de que permanezca seco por toda una noche. Supongo que su vejiga sufrió algún tipo de regresión, pero es la primera ves que oigo de un caso así, tendré que consultar algunos libros, espero que te puedas hacer cargo del problema de la mejor manera”
Karen sabia lo que tenía que hacer. Era necesario dejar de lavar sábanas y pijamas todas las mañanas, y además tenía que asegurarse de que Juan durmiera bien todas las noches. Se sintió mal por Juan, ella sabía muy bien que ya de por si el se sentía muy humillado, pero también sentía que tenía que hacer lo necesario, por el bien de los dos.
Parecia ayer que el era todavía un bebé, el era muy lindo. Y ahora, a pesar de la edad, todavía era lindo. La mamá de uno de los compañeros de clase de Juan había comentado una ves que jovencito Juan se veía en comparación con sus compañeros, y que, a pesar de estar en la escuela secundaria, todavía tenia algo que lo hacia tan lindo y tierno como cualquier otro bebé.
Su aparentemente perpetua cualidad de parecer un niñito haría mucho más fácil cuidarlo de la manera más apropiada, pensó su mamá. De hecho, estaba ansiosa por hacerlo. Esperaba que el pudiera entender por que este paso era necesario, hasta esperaba que el pudiera apreciarlo.
Juan llegó a casa, y encontro a su mamá esperándolo en el sillón “Juan ven, tenemos que hablar” Juan tenía una idea del tema, pero se sentó en el sillón con ella.
Karen abrazo a su hijo, y comenzó a explicarle la situación “el doctor me llamó en la tarde con los resultados de los exámenes que te hicimos. Aún no saben cual es la causa, solo saben que no lo haces a propósito. Tu vejiga no se puede controlar toda la noche, por ahora vas a orinarte en la cama casi todos los días”
Juan comenzó a llorar cuando comprendió todo lo que su mamá le decia, Karen lo abrazo un poco más.
“bueno, mi amor, ,no queremos que te despiertes todas las noches todo orinadito, asi que decide ponerte de nuevo pañales ”
“no no mami no, voy a tratar más, ya no soy un bebé” protesto Juan.
“mira, yo decidí cuando quitarte los pañales, y ahora puedo decidir ponértelos otra vez. Amor, necesitar dormir bien, y yo no puedo lavar sábanas todos los días. Entiendes porque tienes que usar pañal?”
Juan dejó de llorar. Entendió que esto era para su bien. Por un lado sentia mucha vergüenza, pero por otro se sentia muy aliviado. Movio la cabeza para decir que si.
“y vas a dejar que te los ponga mientras resolvemos este problema?”
“si”
“ese es mi niño, vamos, tenemos que ir a la tienda”
Su pequeñito la necesitaba, y Karen estaba feliz de poder cuidarlo. Aunque aun estaba preocupada de que su problema solo fuera un síntoma o una señal de alguna cosa más seria. Pero por ahora, su hijo la necesitaba para ponerse los pañales, y Karen estaba ansiosa de hacerlo, si bueno, se sentía un poco culpable por esto, pero solo quería recuperar a su bebé.
Juan se sintió aliviado al ver que no había mucha gente ese día en el supermercado, lo último que le gustaría era que alguno de sus amigos o conocidos vieran a su mamá comprándole pañales. Llegaron y se estacionaron, luego su mamá cerro las ventanas y se bajó, Juan la siguió lentamente, aún no estaba seguro de querer hacer esto, se sentía un poco avergonzado con toda esta situación. “Tal ves, si no entro, no me compren nada” pensó por un momento, pero estos fueron casi de inmediato interrumpidos cuando su mamá lo tomó de la mano, ella eran sin duda más persistente que el, y no le iba a ser tan fácil escaparse de esta. “vamos, apúrate cielito”.
Y así, de la mano de su mamá, entraron al supermercado y directamente a la sección de pañales, donde había toda una pared repleta, con envolturas multicolores y diseños variados, todos dirigidos a niños chiquitos que aún no habían aprendido a usar el sanitario. Y uno de esos coloridos paquetes era para Juan.
El niño miro petrificado mientras mamá observaba y examinaba cuidadosamente todo el repertorio, queriendo escoger el pañal adecuado, y el más adorable tambien. En ese momento, una idea afloro en la cabeza del niño “hey, ninguno de estos me va a quedar, no hay ninguna posibilidad de que exista un pañal tan grande, estos pañales son para bebés, y yo no soy ningún bebé”.
“estos son perfectos mi amor, pampers tamaño 7, no más pijamas orinadas, estos te van a mantener sequito toda la noche”
Juan se quedo atónito y asombradísimo, hecho un vistazo rápido alrededor para asegurarse de que nadie pudo oír a su mamá. Como es que ella había sido tan indiscreta?
“oh, perdón, creo que no quieres que nadie sepa que estos son para usted, bueno, puedes ir a esperar afuera en el auto mientras los pago”
Al fin, la posibilidad de escaparse de aquella vergonzosa situación. Juan comenzá a caminar rápidamente, tratando de contener las ganas de correr que sentía, porque no quería llamar la atención. Creía que todo el mundo lo estaba mirando, así continuo su camino hasta afuera y corrió al auto, donde se sentó a esperar y se pudo calmar un poco. Pensando un poco en los acontecimientos, reconoció que las palabras de su madre lo habían aliviado un poco, hasta sintió un poco de satisfacción. No era un secreto lo mucho que detestaba levantarse por las mañanas todo mojado y frío, el olor no era muy agradable tampoco, y siendo sincero consigo mismo, empezaba a disfrutar todas las atenciones extras que su madre tenía con el desde que comenzó su problema, crecer era muy difícil y en ocasiones muy estresante, tal ves un pequeño descanso le haría bien.
Karen puso dos paquetes de pañales en el carrito, además de talco para bebés y crema para la pañalitis, luego rodó el carrito hacia una de las cajas para poder pagar. Mientras registraba los productos, la cajera, una joven de aproximadamente la edad de Katy, preguntó:
“ah, tu bebito se quedo en casa?”
“no, esta esperando en el auto” repondió Karen, e inmediatamente se percató de la expresión de asombro de la cajera ante la idea de dejar un bebé de pañales solo en un auto.
“no no, el tiene doce años, ya se que me odiaria oirme decirle esto a alguien, pero es que a comenzado a mojarse en la cama otra ves, y bueno, pensé que estos le mantendrían seco y cómodo y me ayudarían también con la ropa que tengo que lavar cada mañana”
“sabes, a mi me hubiese gustado que los míos mojaran la cama de ves en cuando también, es que crecen tan rápido, y algunas veces quieres chinearlos”
“conozco ese sentimiento, ya se que esto es difícil para mi hijo, pero estos pañales son tan lindos, no puedo esperar a ponérselos!”
La cajera le dio el vuelto y la factura “si yofuera tu, aprovecharía esta oportunidad al máximo”
Por fin, de vuelta en casa, Juan se sentó para ver la TV. Un torrencial aguacero caía afuera, y al parecer iba a persistir por varios días, según los reportes en el noticiero. Hacia frío, entonces Karen fue a la cocina a preparar dos tazas de chocolate caliente. Cuando Juan era pequeñito, su mamá siempre le preparaba chocolate caliente y se sentaba a ver la tele con en noches lluviosas como estas. Su mamá pensó que tal ves practicando de nuevo estas viejas rutinas harían la idea de usar pañales un poco más accesible para su hijo, era su forma de darle permiso de que fuera pequeño otra ves.
Caminó hacia su hijo y le dio la jarra de chocolate “toma, has sido muy valiente durante todo esto, te ganaste un premio”.
“gracias” Juan bebió su chocolate y converso con su madre mientras veían la tele. Todo era muy familiar y confortable, se sentía muy bien volver a aquellos viejos rituales que tanto había extrañado mientras crecía. Su resistencia a la idea de usar pañales empezaba a quebrarse. Muy en el fondo, el sabía que realmente los necesitaba.
Al dar las nuevo, Karen miró su reloj “mira, ya es hora de prepararte para dormir, mi amor” levantó la bolsa del supermercado y llevó a Juan arriba hasta su cuarto.
“siéntate aquí” dijo dándole palmaditas a la cama, Juan le obedeció, y ella le comenzó a desatar los cordones de los zapatos.
“ah mamá, yo puedo desvestirme solo!” se quejó Juan con un tono de indignación en su voz.
“tranquilo amor, ya se que puedes, pero es que siempre duras tanto, y no tengo tiempo de esperarte” mientras hablaba continuó con su trabajo, quitándole a Juan los zapatos, y después las calcetas.
“levanta las manos” cuando Juan lo hizo, tomo su camisa, la levanto por encima de su cabeza y se la quitó. Luego la doblo y la acomodo ordenadamente en el armario.
“acuestate” en su actual situación, Juan no vio razón alguna por la cual oponerse, he izo lo que su mamá le ordeno.
Lo único que podía hacer era quedarse quieto y mirar como su mamá le abría el botón del pantalón, le bajaba el zipper y luego le bajaba los pantalones hasta los tobillos. Después se los quito por completo, los dobló y los guardó al lado de su camisa. Por último su mamá le quito los calzoncillos. Juan se quedó acostado y tan vulnerable como era posible, mientras esperaba a que su mamá le pusiera sus pañales.
De la bolsá salió un tuvo de crema para pañalitis “me pareció ver unas manchas de irritación, mejor lo cuidamos antes de que se ponga mucho peor” dijo su mamá mientras le untaba la crema en la piel. Juan se sobresalto bastante, porque el era hasta hace poco un adolescente, y ahora su mamá le estaba untando crema en el trasero. En cierto modo era relajante, porque el sabía que estaba en manos buenas y amorosas.
Siguió el talco para bebés, el cual fue aplicado deliberadamente en toda el área que pronto cubriría el pañal.
Por último, el paquete de pañales, Juan observaba detenidamente mientras su mamá abría el paquete y sacaba un pañal blanco y perfectamente doblado, el mismo pañal que pronto estaría puesto alrededor de su cintura, el mismo pañal que no había usado desde que era un niño pequeño de unos 2 años.
“levanta un poquito las caderas mi bebé” dijo dulcemente su madre. Juan obedeció nuevamente, y mamá coloco el pañal debajo de el, lo jaló firmemente por en medio de sus piernas, y expertamente aseguró las cintas adhesivas en su lugar, dejando el pañal firmemente colocado alrededor de su hijito adolescente. Le sonrió, y la última idea de resistirse se rompió en su cabeza, se sentía muy bien de ser el bebé de mami. Juan no pudo resistirse y le sonrió también.
“viste, no estuvo tan terrible, verdad?” dijo mamá mientras buscaba unas pijamas en el closet de su hijo. El solo movió su cabeza haciendo un movimiento negativo. Su mamá tomó las pijamas de Tom y Jerry que hacía ya mucho tiempo que su niño no usaba, y gentilmente le ayudó a ponérsela, metiendole las faldas en los pantalones y ajustándole las medias blancas para que sus pies no quedaran descubiertos y fríos.
Hizó que Juan se metiera en la cama y le dio una palmadita en el pañal mientras lo cobijaba.
“te ves muy lindo en pañales”
Juan se puso rojo como un tomate “uh, gracias” y su mamá le dio un besito en la frente.
“que sueñes con los angelitos mi amorcito”
Apagó las luces, y salió cerrando la puerta.
PARTE 4
El ruido del pañal se escuchaba claramente con cada movimiento que Juan hacía. Si tan solo alguno de sus amigos de la escuela se enteraba de esto, se morirá de la vergüenza, pero esa noche la había pasado más relajado y tranquilo que las noches anteriores. Era seguro que se despertaría en la mañana en una cama seca, tibia y limpia, sin importar que se orinara o no, y seguro de que su mama vendría a cambiarlo amorosamente, y se quedo dormido.
En la tenue luz de sol que se colaba por su ventana en la mañana, Juan se fue despertando lentamente, y aún invadido por el recuerdo de las noches anteriores, se apresuro a revisar las sabanas “!están secas¡” se sobresaltó, “al fin, todo se acabo”. Pero luego recordó que su mamá lo mando a dormir en pañales la noche anterior.
Su mamá entró al cuarto “buenos día, vamos a ver como amaneció mi niño” levanto las sabanas y con la mano le reviso los pantalones de la pijama “estas seco” luego le bajo los pantalones un poco para poder revisar el pañal “vaya, te orinaste bastante, bueno, vamos a quitarte ese pañalito todo mojado”
Gentil y dulcemente su mamá le quito toda la pijama, y luego le quito el pañal mojado. Saco una toallita de bebés y le limpio bien toda el área que estaba cubierta por el pañal “ahora si, todo limpio y lindo, no podemos dejar que te roses. Ahora vete a bañar”
Juan se sintió un poco extraño haciéndose cargo de su propia higiene personal en ese momento, pero quería quitarse de encima cualquier señal de olor a bebé. Al fin salió de la ducha y fue a su cuarto, donde encontró que su mamá le había escogido la ropa para el día. Los pantalones cortos y la camisa de pokemon eran un poco infantiles, pensó Juan, pero sabia que tendría que usarlas de todas formas.
La rutina de la escuela pasó a un segundo plano en la mente de Juan, mientras el recordaba todo lo que había pasado en los días anteriores. Había une esperanza. Mientras nadie se enterara podría sobrevivir todas estas cosas que estaban pasándole.
Ya casi era la hora del almuerzo, y su vejiga comenzaba a rogar por ser vaciada.
“puedo aguantarme 15 minutos más” se dijo lleno de coraje, pero la urgencia se hacía más fuerte, estaba a punto de estallar!
Antes de que pudiera levantar la mano, el pipi se le escapo. Desesperada trató de pararlo, pero no podía, y una gran mancha húmeda le crecía en los pantalones y un pequeño charco se formaba alrededor de sus pies. Sus pantalones, sus medias, su camisa, todo estaba mojado.
La profesora noto la cara de preocupación en la cara de Juan
“Juan, que es lo que te parece tan malo de el álgebra?”
“es que yo....”
“oh, pero Juan, ¿te orinaste?”
Juan afirmó con la cabeza, mortificado, y una carcajada estalló en el salón de clases.
La profesora suspiro levemente“ve a la oficina del director, que llamen a alguien para que te recoja”.
Juan salió de la clase, tratando de ignorar los comentarios de todos sus compañeros. Tenía miedo de lo que podía pasar en la oficina.¿tendría que confesar que se orinaba en la cama todas las noches? ¿tendría que revelar que usaba pañales de bebé?
Entro a la oficina y caminó hasta el escritorio, la secretaria estaba haciendo unos papeles
“¿en que te puedo ayudar?” pregunto sin siquiera mirarlo.
“es que yo...” las palabras se le atoraron en la garganta. Tendría que admitir su conducta de niño de preescolar “me orine” tartamudeo “¿podría llamar a mi mamá para que me recoja, por favor?”.
La secretaria levanto la mirada “ah” dijo cambiando su todo de voz como si estuviera hablando un niño mucho más jovencito “por supuesto, siéntate, veremos que podemos hacer”
Juan le dio el número de teléfono a la secretaria
“Buenos días señora, esta es la escuela de Juan. Parece ser que su hijo tuvo un accidente..... no no, el esta bien, quise decir, que se orino en lo pantalones.... si bueno, esto no había pasado antes, pero creo que lo mejor es que venga y lo recoja....bueno perfecto, el estará esperando aquí en la oficina.... adiós. Dijo que ya viene para aca”
una toalla fue colocada sobre una silla y la secretaría hizo que Juan se sentara ahí. Sus ropas mojada se adherían a su piel, como una forma constante de recordarle que acababa de hacer algo que uno podía esperar de un niño de kinder. Y en ese momento, el quería que su mamá llegara como abría querido cualquier niño de 5 años. El solo quería irse a casa, cualquier cosa que su mamá decidiera estaría bien.
Karen se encaminó a la escuela de Juan. Estaba segura de que esto podría pasar en cualquier momento, y estaba preparada para llevarse a su varoncito a casa. Pensaba que la escuela secundaria no era el lugar adecuado para el. Tal ves, por un poco tiempo, sería lo mejor que el se quedara en casa donde ella pudiera cuidarlo.
Su mamá llegó y lo saco de la escuela, llevándolo en auto de vuelta a casa.
“ya se que no es tu culpa mi amor. Vamos a llevarte a casa y voy a dejarte que te limpies, pero tienes que entender que tienes que volver a usar pañales durante el día”.
Ya en casa, Juan se bañó, y se vistió en las ropas que su mamá le había escogido nuevamente. Se fue a la sala para ver un poco de TV, su mamá se sentó con el. Un comercial de pañales pasó. A Juan le dio un poco de vergüenza, las barreras protectoras, la absorbencia, todos estos eran los elementos que mantenían su cama seca por las noches. El comercial también le llamó la atención a Karen; una ves más estaba dentro del grupo de mamás que compran pañales. Este comercial estaba dirigido a ella, una madre preocupada que deseaba mantener a su bebé seco y cómodo.
Más tarde, cerca de las 6, Karen interrumpió el juego de video de su hijo
“¿qué te parece si vamos a comer pizza?”
A Juan le encantó la idea, se puso los zapatos y un abrigo.
Cuando iban saliendo, Karen se detuvo y le dijo a su hijo “¿por qué no vas orinas? No quiero accidentes cuando salgamos”.
Juan se sintió un poco avergonzada de que su mamá le estuviera controlando las veces que debía ir al baño, pero sabia que no era tan mala la idea.
Ya en el restaurante comieron placenteramente y hablaron. Cuando acabaron Karen pagó la cuenta.
“amor, ¿por qué no vas a hacer nines antes de irnos?, te tomaste mucho refresco”.
Juan casi se muere de pensar que tal ves alguien hubiera escuchado a su mamá hablarle así. Estaba seguro de que no tenía que orinar, pero no se iba a poner a discutir con su madre.
Pero la verdad era que si tenia que hacer, y bastante. Se preocupó un poco de que no se hubiera dado cuenta o que no lo hubiera sentido, pero no le comentó a su mamá nada de esto.