La noche tras la de mi sueño interrumpido la pasé bien. Dormí tranquilamente y mojé mi pañal. Pero cuando me desperté la sensación de que necesitaba algo me vino de nuevo. Estaba intranquilo en mi cama cuando entró mi madre. Enseguida me destapó y me tumbó bocarriba en la cama. Normalmente, cuando viene a quitarme el pañal yo me comporto dócilmente porque ansío que me lo quite, pero esa mañana estaba incómodo y me movía más de lo normal.
-¿Qué te pasa, Chris? Te noto inquieto -dijo-. Estate quieto que te quito el pañal enseguida.
Yo me calmé, pues parecía que la ansiedad ya se estaba yendo. Dejé que mi madre me quitase el pañal con el mismo procedimiento que de costumbre: me desabrochó los botoncitos del pijama, me abrió las cintas del pañal, lo extrajo y me limpió.
En ese momento yo iba a incorporarme pero mi madre me aguantó con una mano en el pecho y me dijo:
-Espérate que te tengo que poner otro.
¡¿Otro pañal?! ¡¿De día?! Yo no daba crédito. Había tenido 2 accidentes pero creía que no eran suficientes como para tener que llevar pañales durante el día.
-¿Por qué? -pregunté.
-Porque ayer te hiciste pipí 2 veces -contestó-. Pero no te preocupes. El pañal es solo por si se te escapa. Si tú quieres ir al baño a hacer pipí o caca me lo dices y yo te lo quito.
Dejé que me pusiera de nuevo un pañal. Cuando terminó me levanté de la cama fui al armario a por la ropa. El pañal era tan abultado que no podía cerrar las piernas y me daba unos andares muy patosos, como ya he comentado anteriormente.
-Date prisa en vestirte y en desayunar que me tienes que ayudar a hacer limpieza en el desván -dijo mamá cuando salió por la puerta de mi habitación.
Yo me puse a elegir mi ropa pero me di cuenta de que si no podía ponerme unos pantalones de pijama tampoco iba a poder ponerme unos de andar por casa. Entonces vi un pantalón corto de deporte que tenía el elástico de la cintura roto y que me entraba perfectamente. Me lo puse, satisfecho de mi suerte, y bajé a desayunar.
Me sentía muy raro con un pañal de día. No estaba acostumbrado y me sentía un poco indefenso con él puesto, pero también avergonzado por tener 13 años y tener que estar con un pañal por si se me escapaba el pipí.
Enseguida me reuní con mi madre en el desván. Había amontonado todas cajas viejas a un lado y buscaba cosas en las más nuevas para pasarlo a las viejas. También teníamos que coger todo lo que ya no valiese de los 2 montones de cajas y tirarlo a la basura. Fue una tarea dura que nos llevó casi toda la mañana hasta la hora de comer.
En un momento dado, sentí ganas de hacer pipí. Como no quería hacérmelo en el pañal nada más sentir las ganas le dije a mi madre que me lo quitara para que pudiera ir al baño. Lo hizo tumbándome en el mismo suelo de madera del desván. Fui al baño a hacer pipí y cuando volví ya me estaba esperando con el pañal en la mano para ponérmelo otra vez.
Cuando dieron las 2 de la tarde, mi madre consideró que ya era hora de que nos tomarnos un descanso y comer. Había hecho filetes de cordero y me sirvió 3 en mi plato. Estaba masticando un trozo del último filete y cuando me disponía a tragármelo, me atraganté, me empezó a entrar una tos que creía que me iba a quedar en el sitio. Por más que intentaba tragármelo no podía, me estaba empezando a poner rojo. Mamá se levantó corriendo y me dio golpes en la espalda para ver si lo echaba pero como parecía que no, llegó corriendo y me dio un trago de agua. Al final, y poco a poco, noté como el trozo de carne descendía por mi garganta. Me puse a llorar contra ella del susto que tenía en el cuerpo y enseguida me volvió a venir la sensación de que necesitaba algo. Mi madre me apretó a ella y sollocé contra su pecho. Al final estaba tan nervioso que no probé más bocado y fue ella la que me dio las natillas con una cuchara.
Después de comer volvimos al trabajo. Estuvimos moviendo cajas y sacando cosas de ellas toda la tarde. En un momento dado, mamá estaba sacando cosas de una caja en la que ponía ‘’Chris’’ y extrajo un rinoceronte de peluche. Yo lo reconocí al instante. Era el rinoceronte que me acompañaba a todos sitios cuando yo era pequeño, incluso a dormir. Se llamaba Rhino.
-¡Mira lo que he encontrado, Chris! -dijo mi madre cuando lo sacó.
Me puse muy contento porque no sabía que había sido de él y lo había dado ya por perdido. Hacía tantos años…
-¿Qué quieres que hagamos con él? ¿lo guardamos o lo tiramos?
Le dije que quería guardarlo y ponerlo encima de mi cama, que era su sitio cuando yo no lo tenía entre mis brazos.
Bajé a mi habitación a dejarlo allí, y después de ver lo bien que quedaba sobre la almohada volví arriba a seguir moviendo cajas.
Hubo un momento en que a mi madre se le iba a caer una caja que pesaba mucho y yo corrí todo lo que me permitía el pañal y logré sujetarla.
-¿Puedes aguantarla un poquito más, Chris? Tengo que sacar una cosa -dijo mi madre.
Le contesté que si pero que se diera prisa, que la caja pesaba mucho. En ese momento, me dieron ganas de hacer pipí. No podía bajar al baño porque tenía que estar aguantando la caja así que decidí aguantarme, pero no pude. No había pasado ni un segundo desde que sintiera las ganas de hacer pipí cuando ya me lo estaba haciendo encima, en mi pañal.
Me puse a llorar de nuevo y dejé caer la caja, con que lo que había dentro ya se terminó de romper. Lloraba de pie agarrándome la parte de delante del pañal como si quisiera detener el chorro de pis. Pero no podía. El pipí seguía saliendo y yo llorando. Cuando terminé me dejé caer en el suelo y miré a mamá con ojos llorosos.
-Me he hecho pipí -dije simplemente.
Mi madre ya lo había deducido. Me tomó en brazos y me bajó como pudo hasta mi habitación.
-No llores más Chris, eres un nene grande. ¿Ves cómo llevando un pañal no pasa nada si te haces pipí? ¿Para qué te crees que es si no? Ahora yo te cambio y no pasa nada -decía mientras llegábamos a mi cuarto.
Al entrar me tumbó en la cama y empezó a buscar las cosas necesarias para el cambio. Yo me volví a agarrar el pañal por delante mientras miraba perdidamente al techo. Ni me di cuenta cuando empezó a cambiarme. Me bajó los pantalones y me dejó el pañal al aire. Luego me desabrochó las cintas y me quitó el pañal mojado. Me limpió cuidadosamente y con mucha ternura.
-No te preocupes, Chris. ¿Ves? Ya estas sequito.
Yo sabía que ahora me iba a poner otro pañal pero una parte pequeña de mí cerebro aún creía que no. Esa parte se equivocaba porque mamá me levantó las piernas con una mano y me pasó un pañal limpio por debajo. A continuación, me lo pasó por delante y me lo sujetó muy fuertemente con las cintas. Fue la vez que más seguro me sentí con un pañal. Mamá me subió los pantalones y me bajó de la cama.
-Ahora ya estas mejor, ¿a qué si? -me preguntó.
Yo no pude contener una sonrisa. Me sentía más cómodo con el pañal y se debía de notar en la cara, porque mamá también sonrió y me revolvió el pelo.
En ese momento sonó el timbre y mi madre fue a abrir. Yo me di cuenta de que si alguien entraba en casa me vería en pañales así que tenía que esconderme. Instintivamente cogí a Rhino y me fui a un rincón de detrás de una puerta y me senté a escuchar quién había llamado al timbre. Parecía una amiga de mi madre porque estaban hablando de salir al centro comercial. Al poco oí que las dos entraban en casa y que mamá me llamaba.
-¡Chris, ven aquí! ¡Es la tía Marian y quiere darte un beso!
La tía Marian, menos mal. Aunque tampoco me hacía gracia que me viera llevando pañales de día. Salí de mi escondite abrazando a Rhino y las vi las 2 en el recibidor. Lo primero que hizo mi tía es fijarse en el bulto de mis pantalones.
-¿Es que ahora lleva pañales también de día o se acaba de levantar de la siesta?-preguntó.
-No, que va-dijo mi madre-. Ahora se está haciendo pipí durante el día así que le estoy poniendo pañales.
-¿Y cuándo tiene que hacer caca?
-Cuando tenga que hacer caca viene, le quito el pañal, va al baño y cuando vuelve se lo pongo otra vez -contestó y me miró-. Escucha Chris, tía Marian y yo vamos a acercarnos un rato al centro comercial. Sabes que en su pueblo no hay y siempre viene aquí. Te vas a quedar solo un ratito, ¿vale? Si te haces pipí te esperas a que yo vuelva y te cambio, ¿okey?
Asentí. Ella cogió el bolso y las 2 salieron de casa.
-Adiós, Chris -dijo mi tía ya casi fuera.
Me iba a quedar solo. Sus voces cada vez se estaban oyendo menos.
-¿…Y te vas a volver en coche luego? Qué valor tienes hija, hacerte tantos kilómetros en un día y conduciendo de noche…-decía mi madre.
Luego mi tía le contestó algo que no llegué a oír.
En ese momento me di cuenta de que me había quedado solo en casa por primera vez desde que empecé a llevar pañales de nuevo. Me puse nervioso por si me hacía pipí, pero enseguida me di cuenta de que si no lograba tranquilizarme me haría pis seguro así que decidí pensar en otra cosa. Me di cuenta de que tenía a Rhino entre mis brazos por primera vez en mucho tiempo. Olía mal, tal vez mamá pudiera meterlo en la lavadora. Pero en seguida cambié de opinión. Rhino no había pisado nunca el interior de una lavadora y no iba a empezar ahora. Además, no olía mal, olía a él.
Me fui a mi habitación y me tumbé en la cama con él. Me puse a mirarlo fijamente a la cara recordando todos sus detalles: Sus ojos en blanco sin la pupila negra ahora borrada, su sonrisa grande sin enseñar dientes debajo del cuerno, su descosido por la parte de abajo (eso si le podía decir a mamá que lo cosiera), sus pequeñas orejitas…..No podía contenerme más y le di un abrazo bien fuerte. Había pasado tanto tiempo, Rhino…
En ese momento caí en la cuenta de que si Rhino había estado en una caja del desván, también estarían mis viejos juguetes. Subí todo lo deprisa que me permitía el pañal y empecé a buscarlos por las cajas que tenían mi nombre escrito con rotulador negro. Enseguida los vi. Se me llenó el cuerpo de emoción. Estaban todos: el Spiderman súper articulado, el Buzz Lightyear, el Sr. Patata Suave, los indios y vaqueros, todos. Me bajé la caja entera a mi habitación, los eché sobre las alfombra y me puse a jugar con ellos. Estuve varias horas ahí tirado como si tuviera 10 años menos, con un pañal y jugando a muñecos. De pronto me vinieron ganas de hacer pipí, me tranquilicé y deje que éste se saliera para quedarse en el pañal. En un momento me vi con el pañal mojado y sin nadie que me cambiara. Me entraron nervios y me puse inquieto. Volvió la ansiedad. Necesitaba calmarla y no sabía con qué. Ni siquiera sabía porque me venía. Me intenté tranquilizar, pues era una tontería que llorase ya que no había nadie allí. Pero tenía el pañal mojado, y como ya sabéis, no me gusta nada estar mojado. Me levanté y empecé a andar de un lado para otro. Consideré la idea de cambiarme yo solo, pero no era capaz ni de ponerme el pijama así que mucho menos de cambiarme el pañal.
Me fui al salón a ver la tele y a esperar que mi madre viniera y me cambiara. A la media hora oí que entraba por la puerta.
-¿Dónde estás, Chris? -dijo al entrar.
-En el salón, mamá -contesté.
-¿Qué tal? -preguntó nada más entrar.
-Me he hecho pipí.
-Vaya… ¿Y hace mucho que te lo has hecho?
-2 horas -contesté. Quería que se sintiera mal por haberme dejado solo y que no lo hiciera más así que mentí.
-Aaaay lo siento, Chris -dijo. Y vino corriendo a auparme. Con lo poco que yo pesaba no le resultaba muy costoso-. No volverá a pasar, te lo prometo. Venga, vamos a cambiarte este pañal mojadito que lo estarás deseando.
Me llevó hasta mi cuarto en brazos y al entrar tropezó con los juguetes que se habían quedado por el suelo.
-¡Vaya!-exclamó-. ¿Es qué has vuelto a sacar los juguetes del desván?
Como era una pregunta retórica no me molesté en contestarle. Dejé que me tumbara en la cama, y entonces cogió a Rhino y me lo puso al lado. Ella se sentía mal por haber dejado a su hijo solo y con un pañal puesto y se mostraba muy cariñosa. Yo se lo agradecí, pues aunque no hubiera estado mojado las 2 horas que le había dicho, había estado muy molesto el tiempo que había llevado mi pañal con pipí.
-Venga, ahora te bajo los pantaloncitos -dijo ella al tiempo que lo hacía-, te desabrocho el pañal mojadito -acompañaba cada acto que hacía con una voz llena de ternura- y te limpio, ¿te gusta, a que si? -sonreí-. Ahora cogemos el pañal limpito y te lo ponemos. Y ahora lo sujetamos con las cintas y te volvemos a subir el pantaloncito. ¿Ahora ya estás mejor, verdad?
La verdad es que me sentía mucho mejor. Con mi pañal limpio y con Rhino conmigo. Mamá me bajó de la cama y me llevó a la cocina a cenar.
Ella, o bien porque quería mimarme o porque no quería que me volviera a atragantar, me partió los trozos del filete ella misma y muy pequeños. Luego hizo puré de calabacín, que sabía todo lo que me gustaba. Después de cenar nos pusimos a ver una película y luego me acompañó a mi cuarto a ponerme el pijama y acostarme. Antes me tuvo que volver a cambiarme el pañal, pues durante la película me había vuelto a mojar, pero ahora ya no me ponía tan nervioso como antes. Cuando estuve ya cambiado y con el pijama puesto, mamá cogió a Rhino y lo puso conmigo entre las sábanas.
-No te vayas a dejar a tu amiguito -dijo.
Me dio las buenas noches y salió de mi cuarto. Yo abracé a Rhino, pues hacía ya mucho tiempo que no dormía conmigo y lo echaba de menos. Lo abracé bien fuerte y no tardé en quedarme dormido. Mañana sería otro día.ESCRITO POR