domingo, 6 de marzo de 2022

Vida de Chris - Epílogo





Una semana más tarde



Estoy aquí, en el parque de juegos que mami me ha comprado y que ha puesto en el salón. Es mejor jugar aquí que en mi habitación; el suelo es más blandito y estoy más cómodo.
Llevo ya una semana durmiendo en la cuna. Me he acostumbrado a ella y a todas las demás cosas de bebé. De hecho, ya soy completamente un bebé. Soy totalmente dependiente de mami. Ella es la que me levanta, la que me acuesta, la que me baña, la que me cambia, la que me da el bibe y la comida y la que me lleva en brazos a los sitios, pues ya he dejado de andar. Ahora voy a gatas todo el tiempo. A veces, mami me llama desde una punta de una parte de la casa, y yo voy a gateando hacia ella lo más deprisa que puedo, con mi enorme pañal abultado y haciendo ruido, y cuando llegó hasta donde está ella, me coge y me levanta en peso y dice ‘Que bebé tan bueno tengo’.
Yo estoy muy contento con mi nueva vida, al principio siempre me mostraba receptivo a las nuevas cosas de bebé que mami introducía en mi vida, pero siempre me iban viniendo bien.
Menos la leche que me recetó la Dra.Elisa. No había servido para nada y mami se había deshecho de ella y comprado una para bebés, aunque me la seguía dando en el biberón.
También había instalado una trona en la mesa y ahora me sentaba en ella a la hora de comer. Me ponía encima, me ataba con los enganches que llevaba para que no me cayera, y bajaba la mesita de plástico. Encima de la trona me sentía muy contento, y dejaba tranquilamente que mami me diera las comidas.
Yo tampoco hablaba, solo balbuceaba. Me pasaba todo el día en silencio a no ser que tuviera que balbucear para pedirle algo a mami o cuando lloraba por cualquier cosa. Era un completo bebé. Pero yo no era casi consciente de ello. Era consciente de muy pocas cosas, mi vida se resumía en pasármelo bien jugando con Rhino y los juguetes nuevos que mami me había comprado y que estaban en el parquecito conmigo. Cuando yo no estaba comiendo, durmiendo o jugando con mami, siempre estaba en el parquecito. A no ser que me estuvieran cambiando el pañal. Un bebecito, eso es lo que era. El bebecito de mami. Dependiente de ella, o de otra persona, para todo. No podía valerme por mí mismo para nada.
Como he dicho antes, estaba jugando en mi parquecito. Estaba mojado pero seguía jugando. A no ser que me hiciera caca, no lloraba llamando a mami para que me cambiara. Iba vestido únicamente con una camiseta y un pañal.
Mami entró en el salón. Se acercó hasta el parquecito y me sacó. Yo balbuceé molesto, pues estaba jugando con mis juguetitos. Mami me levantó y me olió el pañal para ver si llevaba caca, pero no tenía. También había parado de preguntarme si estaba mojado, pues ahora me había puesto unas horas para el cambio de pañal y siempre me lo cambiaba en ese momento, a no ser que tuviera caca, porque lloraba muy fuerte para que viniera y me cambiara. De todas formas, era la hora del cambio y mami me llevó a mi habitación. Me tumbó en el cambiador y empezó a cambiarme: me desabrochó las cintas, extrajo el pañal, me limpió y me volvió a poner otro. Yo sonreí, contento de estar cambiado. Mami entonces trajo un peto y me lo puso, primero una piernecita y luego la otra, con mucha delicadeza, como siempre. Después de abrochó los botoncitos de los tirantes y me puso unos calcetines del pato Donald y unos zapatitos parecidos a los de bebés que me había comprado. Me levantó en peso y me llevó escaleras abajo hacia la cochera.
-Chris -me dijo-, te he comprado una cosita para sacarte a pasear que te va a gustar.
Me dejó en el suelo al llegar a la cochera, yo no aguanté de pie y me caí, me quedé sentado sobre él.
Mami fue hasta donde había un bulto tapado con una de mis viejas sábanas de cama y lo destapó. Lo que había dentro era un carrito de bebés pero más grande. No era una silla de ruedas, no. Era un carrito de bebés. Una silleta. Estaba envuelta en un plástico transparente.
-¿Te gusta, Chris? -me dijo-. Es para pasearte y no tener que ir contigo cargado en brazos por la calle. Me ha costado mucho conseguirla, pues ya no las hacen tan grandes. Pero llamé a la compañía; les conté mi problema; bueno, nuestro problema; y me mandaron ésta ayer.
Yo estaba sorprendido, pero no decía nada. Era una silleta para bebés. Por un segundo, se me pasó por mi cabeza la idea de que era absurdo que eso fuera para mí, pero desapareció al instante y apenas fui consciente de ella.
-¡Venga, vamos a probarla! -exclamó mami.
Se puso a desenvolverla del plástico y enseguida la silleta desprendió un olor a nuevo. Mami me levantó del suelo, me dio unos cachetes para limpiarme el culito de haber estado sentado en el suelo y me subió encima. Me ató con las correas que llevaba para que no me cayese, que eran parecidas a las de la trona, y bajó un palo horizontal que se quedó en frente de mí como si fuera el sitio donde agarrarse en una montaña rusa.
De pronto, me di cuenta que no tenía a Rhino conmigo. Balbuceé y me agité inquieto en la silleta. Mami enseguida supo lo que quería y fue arriba a buscarlo. Yo mire la silleta como pude, pues al estar ya atado no me podía mover mucho y pensé en lo que la gente de la calle pensaría al ver a un niño de 13 años con pañal, chupete, un peluche y en un carrito. Me quedé haciendo chup chup hasta que mami volvió, con Rhino y la bolsa que llevaba dentro los pañales y las cosas para cambiarme. Puso a Rhino en mis brazos y la bolsa en la parte de atrás, colgada de las asas para empujar el carrito.
Me llevó hasta la puerta de la cochera; yo sentí como mami empujaba la silleta y puse a Rhino en mí regazo.
Mami abrió la puerta y salimos al mundo exterior.


FIN

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...