domingo, 24 de enero de 2021

El castigo de René 10.2

Cuando llegaron a casa, René salió del auto a prisa, como si se estuviera haciendo en el calzón o en el pañal, pero no era esa sensación la razón por caminar con urgencias, lo de hacerse encima ya había pasado y su mejor amigo de la vida le había visto casi desnudo, con las pompas al aire con algunas manchas de popó. Iba sintiéndose lleno de vergüenza, reconociendo que el tema de los pañales no estaba valiendo la pena para él como algo de castigo, sino que realmente se volvía un martirio por parte de la existencia misma.

Su madre le dejó liberarse un poco la desesperación, por lo que se fue a continuar con las compras del día; si no lo hacía perderían tiempo valioso para esos objetivos. Eduardo y Jimena se fueron con ella en el auto.

René llegó al baño y jaló una de las toallas que estaban en las pequeñas alacenas del lugar. Se desnudó por completo, poniendo su pantalón y su playera sobre el lavabo. Como sabía que estaba un poco limpio por las zonas del pañal, se retiró el calzón de tela que le cubría su intimidad de joven, viendo que la prenda estaba un poco manchada del área de sus pompas y en los elásticos de las entrepiernas, ya que había quedado suciedad que no fue retirada a tiempo. No quería saber si se iba a poner a lavar su calzón para usarlo de nuevo en otro día, o si lo iba a desechar, únicamente terminó de desnudarse retirándose las calcetas y se metió a bañar por un largo tiempo.

 


Momentos después…

 

El agua le ayudó a tranquilizarse un poco, esas ganas de gritar al viento se le fueron disminuyendo.

Cerró todas las llaves y se secó el bonito cuerpo que tenía.

Como no llevó ropa para cambiarse en ese momento, se envolvió un poco la toalla en la cintura, cubriendo su flácido pene. Aunque en su casa todos le conocían los detalles de su piel, no tenía mucho caso que se cubriera de esa forma.

 

 

Una semana después…

 

 

René se mantuvo usando sus pañales por distintos momentos del día. Como ya no quería ponerse a pensar si eran buenos o malos, simplemente cuando llegaba Casandra para ponerle su pañal en la mañana, en la tarde o la noche, no presentaba molestias con ella como las otras veces, sino era más dócil, simplemente se relajaba, permitía que le despojaran la ropa y abría las piernas para que pusieran el talco, la crema y el pañal en su lugar.

Sobre el contacto con Jordi pareciera que no había pasado nada, pero el silencio entre los dos con el celular era evidente. Ese espacio entre los dos, de no decirse nada, era como si se hubiesen peleado, como si un encuentro a golpes se hubiese gestado y ninguno hubiese salido victorioso. Jordi no mandaba mensajes así como antes, en los que cada hora preguntaba algo loco o gracioso o mandaba vídeos de cualquier clase en Youtube. René sabía bien que era por lo que vio, esa imagen de él con las piernas sobre su pecho con sus pompas manchadas de popó sería difícil de asimilar y por supuesto, olvidar. Mucho menos era de verlo por la escuela secundaria por los pasillos o cuando se sentaban a comer en el receso, puesto que ya no iba a la misma escuela, le habían sacado para que estudiara en su nivel secreto. Por lo que ya había perdido esperanzas en que Jordi se animara a hablarle en la vida…

 

Para lo que acomodaron en donde era la escuela secreta de René, todo seguía listo para cuando quisieran llegar los alumnos del instituto Benforth al lugar.

Casandra ya había hecho las primeras reservaciones para los niños que llegaran. Poco a poco se fue viendo que los niños del instituto Benforth que querían seguir usando pañales llegaban al lugar instalado, ingresaban y como si fuese una guardería para bebés o niños mucho más pequeños, rápido se preparaban en sus pañales, se los ponían ellos mismos o si no lo hacían sus propios padres, luego disponían de un gran espacio para pasar una tarde agradable.

René estaba tan impresionado del nivel al que llegó todo eso de los pañales. Ahora los niños que estudiaban en su vieja primaria, llegaban por las tardes en determinadas ocasiones para usar pañales y divertirse en las instalaciones: las jardineras, en el pequeño campo de fútbol o en la alberca. Si por las tardes René no volvía a casa con sus hermanos, los tres se ponían a platicar con algunos niños que se quedaban hasta cerrar a las 9 de la noche. Hablaban sobre películas y temas, incluso de los pañales. Así René y sus hermanos lograron saber cómo fue el suceso en el instituto Benforth, desde que se rompieron las tuberías de los baños hasta la decisión de hacerlos usar pañales durante las clases. Muchos contaban sus historias distintas, los momentos cuando sus profesores no sabían cómo poner un pañal o la forma de limpiarles; también relataban lo gracioso que era cuando uno de los niños se hacía en el pañal y se sentía el aroma en el ambiente.

Eduardo estaba más que encantado con los niños del instituto Benforth, había podido hacer más amigos de su edad que también llevaban pañal bajo la ropa, verlos en sus cambios de pañales cuando se cambiaban allí mismo frente uno del otro. Era divertido para él, hacían competencias de quien cambiaba más rápido el pañal a otro, o si no, quien sacaba el algodón más amarillo al final del día a las 9 de la noche.  

Jimena también conversaba con las pocas niñas a las que hizo sus amigas, le gustaba que otras niñas usaran pañales, sentía una afinidad muy rara por ellas. Algo en su interior le hacía sentir emoción ver el proceso del cambio de pañal a las niñas, cuando les levantaban sus faldas, o bajaban sus pantaloncillos femeninos, sus calzones, su respiración se hacía intensa y tibia. Lo que más le hacía querer estar presente y ayudar así como con sus dos hermanos, era cuando sus amigas estaban desnudas del área del pañal y les limpiaban de lo que fuera que se hubiesen hecho. A pesar del tiempo mirando los cambios de pañales, aún seguía sin ponerse uno a pesar que le invitaban mucho a usarlos.

 

 

F

ue así que un día normal en el que René estaba en su clase con sus hermanos en su escuela secreta, con sus profesores que le enseñaban con maquetas y muchas explicaciones curiosas, sintió que su celular vibró recibiendo varios mensajes. Por la incomodidad que su celular vibraba y vibraba, lo sacó de su bolsa, desbloqueándolo.

René le dijo a su profesor:

─Permítame ver mis mensajes, por favor─.

Si René tuviera ojos de rana así como lo molestaba Eduardo, sí que se le saldrían, pues al ver que era su amigo Jordi, vio:

 

Hey, loco, ¿cómo estás?

Ya casi un mes que no te veo,

ni te mando nada de mensajes jeje…

No te mentiré que eso que vi de ti ese día no fue algo nuevo,

y que no me causó impresión.

Pero he estado pensando todo este tiempo… 

y sabes… ahora que recuerdo, ya comprendo

porqué siempre te ponías rojo como tomate

cuando yo decía algo sobre los “PAÑALES”…

siempre ponías tu cara como un globo a punto de explotar…

Pero no sé, soy yo quien siente pena contigo.

Me gustaría que nos viéramos,

y que platicáramos así como antes…

sin que sientas temor que yo he visto algo…

¿Qué dices?

Amigo…

 

 

René claramente sentía que el estrés de las preguntas que le hacía su profesor del tema de estudio se le iba como agua de las manos, las palabras de Jordi queriendo retomar la amistad eran como un bálsamo que le acariciaron su alma. Sonrió un poco en su rostro, pero en su interior, estaba brincando de alegría.

─Permítame responder, profesor, solo tomará unos dos minutos─. Dijo René, empezando a presionar las teclas de su celular.

El profesor tomó un poco de respiro, pues el perfume de su joven alumno era fuerte, no era un aroma tan común de los chicos de secundaria, sino una fragancia a bebé que provenía de todo el cuerpo del joven.

René le respondió a Jordi con unas palabras:

“Claro, llega hoy a mi casa, pero hasta la tarde, y platicamos un rato”.

 

Después, René se puso a prestar atención a su profesor de nuevo.

 

Tiempo después en ese mismo día, René y sus hermanos ya habían vuelto a casa. Ya habían comido y hecho las pocas tareas que les dejaron. Era casi la noche, Diego y Casandra ya estaban en casa, preparando lo que harían para cenar en la cocina. Justo ahí, tocaron el timbre.

René ya sabía quién era, o quien podría ser. No estaba llevando pañal, quería que todo estuviera tranquilo para cuando Jordi estuviera con él en esa tarde.

Jimena abrió la puerta, sonriendo al ver a Jordi, el distanciado amigo de su hermano.

─Hola, Jimena, ¿está Rana?─.

Como a la niña le gustaba escuchar que a su hermano le dijeran “Rana”, y porque Jordi le caía bien, le sonrió y le dijo que sí estaba su familiar. Le dejó pasar.

René se aproximó a la puerta, con pasos ligeros, como si se tuvieran miedo.

─Hola. Rana, ¿Cómo has estado?─. Dijo Jordi.

─Bien. Vamos a mi cuarto y ahí hablamos─. Dijo René.

Jordi le sonrió y antes de caminar, él le mostró su cordialidad y su confianza, dándole el mismo saludo de siempre, chocando las manos y haciéndose unas señas.

Caminaron hasta donde dormía René.

René no había hecho nada de arreglos en su cuarto, para el nivel de las cosas con su amigo ya no tenía caso esconder algo. Así que sin más ni más, abrió la puerta, permitiendo la vista a su mejor amigo de la vida.

Jordi sonrió enormemente, diciendo:

─Lo sabía, simplemente lo sabía─.

René cerró la puerta y le dijo:

─¿Cómo que lo sabías? ¿A qué te refieres?─.

Los dos se sentaron en la cama, hallándose rodeados de los pocos paquetes de pañales juveniles diseñados a la talla de René, los que ya habían disminuido desde el primer día de los inicios.

Jordi le dijo a su amigo:

─Siempre que te veía, sentía que había algo raro, después que me dijiste que ya no irías a la escuela, me pregunté qué podría estar pasando, y en algunas veces me aproximaba a tu casa, sin tocar ni hablar nada, y veía que salías con tus padres, y en eso apreciaba algo raro en ti, tu cuerpo se veía raro, hasta ese momento no sabía mucho ni nada, pero era deducible. Luego, cuando te veía y decía algo como eso… como los “pañales”, te ponías rojo, como tomate. Luego con tu hermano Eduardo, vi un día que se le notaba mucho el pañal que llevaba bajo la ropa, no sé si lo notaron ustedes mismos, pero sus pompas se veían grandes… y ahí fue cuando lo supe, sin averiguar más ni más, que tú también estabas en eso y quisiste evitarlo que lo supiera. Luego pasó lo de esa vez que te vi en el cambio de pañales allá por el supermercado, perdón por ver mucho de ti, pero no fue planificado todo eso, fue sin querer…

René quedó bien sorprendido de escuchar eso, era como si la verdad que quería ocultar estuviera a la vista de Jordi todo el tiempo, como si el cubrir los pañales con la ropa del diario fuese algo innecesario con él. Su poca incomodidad que sentía hasta ese momento por el que le dijeran las cosas que estaba viviendo, se convirtió en un alivio.

─Ahora yo tengo mucho qué contarte…

Tras decir eso, René comenzó a contarle todo lo que era su castigo con los pañales hasta el momento. Le contó todo, no dejó nada al aire, confiaba en Jordi. Hasta el tiempo de su vida, sin el tema de los pañales, se habían contado casi todo y ninguno de los dos había abierto la boca.

Dilataron mucho tiempo, con el que se emocionaban mucho y para seguir en estilo de una celebración, se fueron a la tienda a comprar golosinas picantes. Comieron conversando todo el tema.

Hasta que les dieron las 11:30 de la noche.

Cas había intervenido para preguntarle a Jordi si se iba a ir a su casa o se quedaría a dormir. A lo que René le invito a quedarse a dormir con él en su cuarto, compartiendo la cama. Jordi aceptó.

De esa forma, toda la casa de René fue cerrada con llave y mientras René y Jordi seguían conversando, Cas fue a ponerle el pañal a Eduardo, quien no traía uno desde la tarde. Eduardo se fue a dormir con su pañal al cuarto donde dormía con Jimena, y para hacerlo más creíble para Jordi, le fue a modelar su protección absorbente. Jordi se reía mucho.

Luego Cas llegó con su hijo mayor.

─Te pongo el pañal para que duermas cuando quieran, yo ya estoy cansada y tengo que levantarme mañana bien temprano, tengo tres reuniones en la fábrica con inversionistas de China─. Dijo Cas, mostrando los utensilios a su joven, quien estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas al lado de su amigo.

─Bien, les doy un momento─. Dijo Jordi.

─Si quieres, puedes ver─. Dijo René.

Jordi dudó varios segundos el hecho si quería ver o no el momento cuando le pusiera el pañal a su mejor amigo. A lo que después de unos quince segundos más, con risas y pena, dijo que sí.

René se recostó ante su madre, tan dócil, permitiendo que ella le desvistiera como siempre. Cas puso el pantalón y la playera casi al lado de Jordi, luego le retiró el calzón a su precioso primer hijo, revelando el pene de René, el que por fortuna y para buena presentación al invitado, estaba bien afeitado.

Jordi se impresionó del pene de su amigo, era la primera vez que veía algo como eso, no el miembro viril de su mejor compañía, sino el proceso de la colocación de un pañal. Vio que a René le pusieron mucho talco en su pene, crema en sus pompas. Por último, el pañal cubriéndolo todo.

Cas guardó todo y se llevó la ropa de su joven. René se mantuvo para esa noche con su playera y su pañal a la vista de Jordi.

─Te quedan bien los pañales─. Dijo Jordi.

─Gracias. Si quieres, puedes usar no. Así ya no te levantas al baño por la noche─. Dijo René, esperando maravillas afirmativas.

─Eh… por ahora no. Estoy bien, lo pensaré más─. Respondió Jordi.

René comprendió eso.

Definitivamente los dos estaban cansados.

Por último en esa noche tomaron agua en la cocina. René se llevó sus dos biberones que le hizo su madre, el que tenía su leche para la noche y el que tenía agua.

Se durmió uno en cada lado de la cama

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...