El reemplazo de Casandra ya estaba con el precioso René. Los dos ya habían terminado de conversar y comer, por lo que el joven se hallaba satisfecho en ese momento. Ya era casi el medio día, dentro de poco llegarían Jimena y Eduardo.
Rene se levantó de la mesa y se fue hacia su cuarto a buscar con que entretenerse. Por un lado extrañaba mucho los temas escolares, pero por otro, le daba gusto no tener que ir a aprender temas complicados y quedarse en casa usando muchos pañales, puesto que en la escuela ya estaba completamente reprobado en todas las asignaturas. Pero justo en ese momento, como una leona acechando su presa, llegó Valeria detrás suyo con la botella de talco y el tubito de crema para las rozaduras.
─Renito, creo que ya es hora de ponerte tu pañalito, nene, porque me dijeron que después de comer te dan muchas ganas de ensuciarte─. Dijo Valeria.
Era cierto, el joven que aún usaba su pijama a las doce del día sabía que era verdad, por lo que esas sensaciones de liberar las ganas de hacer pipí y popó ya le andaban dando señales.
─Pero es que me da pena contigo, es el primer día y siento raro que me quieras poner eso así como mi madre─. Dijo René, con risitas, poniéndose rojo de las mejillas y mirando al suelo.
─Claro que no debes tener pena conmigo, tu mami me contrató para atenderte en todo, e igual me dijo en breve que el más chico de tus dos hermanos se unirá a esto, así que mi deber es ver que siempre posean lo que es la finalidad de tu castigo, el pañal─. Dijo Valeria, con tono normal.
René sintió la seriedad de su madre ante él, aunque fuese otra persona. Pero en ese instante, las ganas de ser puesto en pañales por esa mujer de la talla de su madre le encendieron fuego en su interior, a lo que luego le dijo:
─Está bien─.
Valeria sonrió y le indicó que siguiera los mismos procesos, por lo que René se fue a acostar en su cama sin retirarse la ropa.
Valeria tomó un pañal de los que había en el cuarto, los que por fortuna eran los del primer día. Puso todo a un lado del joven y procedió a retirarle el pantalón del pijama.
René sintió bonito ser visto por ella en sus piernas, unas tan bonitas en forma y grosor. Seguido Valeria le retiró la playera. Como acto último para pasar a su desnudez, le quitó el calzón de tela, dejándolo desnudo. Valeria vio que el hijo de su amiga tenía un cuerpo tan hermoso, algo digno de cuidar.
─Pero que cosita tan linda, sin nada de bellos, eres tan hermoso en ese estado─. Dijo la mujer, dándole unas caricias al pene del joven.
René no pudo evitar que su pene se le pusiera erecto en un momento repentino. Las caricias rápidas de Valeria le hicieron sentir cosquillas en todo su cuerpo, fueron tan ricas que le dieron ganas de masturbarse.
Valeria vio las manchas de residuos de talco en el miembro del joven, a lo que con una toallita húmeda le retiró la mayor cantidad, sintiendo la fina piel del joven en esa área; y lo mismo hizo con sus pompas cuando el joven por sí mismo levantó sus piernas sobre su pecho, exponiendo todo ante la vista de la mujer. Ella puso las toallitas usadas a un lado y sin más ni más, le puso el nuevo pañal, sin aplicar mucho talco, ya que el cambio llegaría en menos de cuarenta minutos.
Le cubrió el macizo pene a René con la parte frontal del pañal lleno de figuritas bonitas, como si fuera un niño pequeño.
─Listo. ¿Ves que no pasa nada malo? Yo te podré cuidar muy bien todo el tiempo e igual cambiarte. Cuando te ensucies completamente me dices y te cambiaré─. Dijo Valeria.
Rene se puso de pie, disfrutando de las sensaciones del pañal pero sobre todo, de haberse mostrado desnudo ante la amiga de su madre.
Valeria echó las toallitas a la basura y se retiró un momento del cuarto del joven para continuar con sus siguientes labores encargadas en la casa de su amiga. René se mantuvo en su cuarto terminado de pintar el libro que su madre le compró, pues ya faltaban unas pocas hojas para completarlo. Mientras aplicó los últimos detalles en colores, entonces los calambres que siempre le daban cuando hacía uso del pañal por la mañana le llegaron en ese momento, pero más fuertes que las anteriores veces. Se tuvo que parar de la cama porque parecía que todo le iba estallar por dentro, como si sus intestinos fuesen un globo saturado de aire. Sentirse así le hizo recordar cuando se hizo popó en la escuela por llevar el pañal a escondidas de todo el mundo, motivo por el que le sorprendieron y castigaron como estaba ahora. En ese momento, afirmó que su madre y la señora Valeria habían hecho acuerdos para darle cosas en sus comidas, porque cuando sentía que le dolía el estómago de esa forma era porque Cas había echado laxantes en sus platillos. Lo malo era tener que esperar a que las ganas bajaran y tener que mantenerse esperando.
René se mantuvo así por solo dos minutos que le parecieron eternos, sosteniéndose de su cama con la mirada fija, esperando sacar toda la gran bola sucia en el pañal.
Cuando al fin todo estuvo listo, entonces respiró un poco y dejó salir el largo segmento. El joven sintió cómo en sus pompas el pañal dejó de estar adherido a su piel para apartarse y darle lugar a la masa que liberó olores apenas saliendo. El olor a popó llegó a sus narices, pero no se detuvo de pujar, sacando grumos sólidos y aguados cada pocos segundos. Le agradaba hacérselo encima, era como hacerlo en el retrete, pero en lugar que todo cayera hacia el agua, se apretujaba con fuerte olor en sus pompas.
─¡Uff!─. Exclamó René ahí de pie, sin moverse mucho ante su cama, con las manos que apretaban mucho sus sábanas. Terminó de recuperar el aire, y al hacerlo, entonces tocó con su mano derecha toda la curva del pañal entre sus piernas, reconociendo que había hecho mucho más de lo generado en la cena al día anterior. Se sentía bien, pero ahora venía ser cambiado por Valeria.
Los calambres en su cuerpo cesaron por toda la estimulación al defecar, entonces, cuando se puso frío, fue a buscar a su cuidadora. Abrió la puerta y escuchó que ella estaba hablando por teléfono. Por el estilo de saludos y palabras dedujo que era su madre. Así que se mantuvo en el cuarto de pie, sin querer sentarse ni recostarse para evitar que todo saliera por las barreras del pañal en sus entrepiernas.
En breves segundos, se produjo la llegada de Eduardo y Jimena a casa; los dos hermanillos ya sabían de la presencia de Valeria en casa con su hermano mayor, por lo que querían conocerla, pues anteriormente escucharon por su madre las historias de ella cundo fueron compañeras en la escuela. Los dos chicos se bajaron del auto de Diego, y antes que Eduardo se bajara, Diego le habló y le dio una bolsa donde iban unos pañales comprados para él, un encargo de Cas desde la mañana.
─En este mismo día y mañana, haremos los tuyos a tu talla─. Dijo Diego, guiñándole el ojo a su precioso hijito, feliz, como siempre se mostraba. Eduardo los recibió sintiendo pena porque sus vecinos podrían verle con eso en sus manos, pero luego se tranquilizó, pues a eso se dedicaban, a la fabricación de pañales para el mundo entero y en más de cien ocasiones antes de volverse usuarios de los pañales, entraron a su casa con muchas cajas para guardar un rato y llevar a la fábrica.
Los dos hermanos caminaron hacia la entrada con sus mochilas al hombro. Las personas que les veían no pensaban nada acerca de lo que ocurría dentro de casa de los dos niños próximos a ser dentro de poco un par de adolescentes, solamente pensaban que eran una común familia más.
Jimena y Eduardo le dijeron adiós a su padre y se fueron a instalar a sus cuartos para cambiarse de ropa. Eduardo estaba rojo como un tomate, pues su deseo se lo habían hecho realidad, le habían otorgado unos pañales al igual que su hermano mayor. Las mismas emociones de un joven adolescente se estaban produciendo en el hermoso niño, puesto que al caminar, unas vibraciones enteras le llenaban el cuerpo de placer.
Jimena se cambió rápido el uniforme escolar, manteniéndose con su calzón y calcetas, usando para el día un bonito conjunto de bermuda y blusa color blanco. Eduardo se quedó igual, pues no creía que tenía un paquete de pañales en sus manos. Se fueron a conocer a Valeria, y cuando le vieron, le saludaron de beso en su mejilla, reconociendo lo bonita que era al igual que su madre.
─Son tan lindos ustedes dos, nenes, vamos a ver a su hermano mayor, pues tenemos el pendiente de cambiarle su pañalito─. Dijo Valeria a los dos niños.
─Si, te acompañamos─. Dijo Jimena, feliz.
Eduardo afirmó llevando abrazado su paquete de pañales.
Los dos niños subieron las escaleras para ir con René y detrás iba Valeria, quien inspeccionaba al nuevo niño a su cargo al igual que el precioso René.
Valeria llegó al cuarto de René con Jimena y Eduardo. Entraron e inmediatamente sintieron el aroma invadiendo el cuarto, ya ni se sentía el aromatizante a bebé, solamente olía a joven sucio.
─Alguien ya se hizo en su pañal. Vamos… acuéstate en la cama, vamos a limpiar todas esas pompitas tan hermosas que huelen muy mal─. Dijo Valeria.
René les sonrió a sus enanos favoritos, a Jimena que esperaba dispuesta a ayudar con el cambio, con sus ojos enormes que parecían prontos a salírsele y a Eduardo quien sudaba de emoción. Por tanta ocurrencia con cambios de pañales, parecía que el olor concentrado en el cuarto de René era indiferente.
─¡Rana… me compraron pañales!─. Dijo Eduardo.
─Que bien─. Le dijo René, sonriente, sin poder creer el nivel al que había llegado su deseo por usar lo que ellos mismos fabricaban. Seguido caminó con cuidado, sintiendo la acumulación tibia en las entrepiernas y en casi todas sus pompas. Se acostó con cuidado en la cama, afirmando que todo en el interior del pañal parecía estar relleno NO de algodón, sino de plátano hecho papilla.
Extendió un poco sus piernas hacia los lados. Valeria puso todo de nuevo cerca para evitar manchas. Jimena sacó varias capas de toallitas húmedas. Seguido Valeria le abrió las cintas al pañal de René, bajando la parte frontal, revelando todo lo sucio, observando que la pastilla laxante sí que había lavado mucho en el interior del joven, pues la popó ya había sobrepasado hasta sus testículos.
─Vamos a dejar esta preciosura de pene bien limpio y al señor colita sin malos olores bien rápido─. Dijo Valeria.
Así como indicó, comenzó a recibir los trozos de papel higiénico que Jimena le daba y pasar limpiando las pompas de René, igual con sus entrepiernas, pero el joven sentía que el proceso era lento, no era comparado como lo hacía su madre, pero se estaba dejando llevar. Tampoco le era vergonzoso estar desnudo ante sus dos hermanos con todo su pene y pompas sucios, por la rutina desde el inicio de los tiempos con los pañales.
Jimena veía la erección del pene de su hermano mayor, a quien decían por cariño “Rana”, afirmando en su mente: qué grande se les pone a los hombres.
Pasaron las limpiezas en toda la piel sucia de René y por fin, toda la popó estuvo limpia de su cuerpo. Así que el joven fue puesto en crema blanca para las rozaduras en toda la línea de sus pompas, cubriéndole bien su ano; por último, Valeria le puso mucho talco en su pene. Igual el siguiente pañal.
─Gracias─. Dijo René, sonriente, y recibió un beso en la mejilla por Valeria.
─Bien, sigamos con el turno de Lalito, mi amiga me dijo que también vas a usar pañales como Renito─. Dijo Valeria, sonriente.
─Si─. Dijo Eduardo, un poco nervioso.
─Bien, permíteme sacar este pañal de Renito y luego te lo pongo─. Dijo Valeria.
Así como lo dijo, hizo bola el gigantesco pañal que había usado René, dándole la forma que siempre adquirían los de bebés.
Al volver, René se había vestido por sí mismo con la ropa infantil que su madre le dio para vivir de esa forma. No se fue del cuarto pues igual quería presenciar el momento de su querido hermanito.
Valeria abrió el paquete y Eduardo se acostó en la cama. Jimena siguió en su posición de ayudar pasando las cosas, sonriente por ver a sus dos hermanos varones ser desvestidos y verles lo que soñaba con ver a sus amigos en el colegio.
Eduardo se despojó los zapatos negros de su uniforme, y permitió que Valeria le despojara toda la ropa. Al estar con su calzón de tela, uno infantil, sintió rico ese momento, pues las ganas de dejarse manipular por manos extrañas le hicieron sentir un calor en su pelvis. Luego permitió que Valeria le retirara su calzón por las piernas, el que se arrugó en la forma de un 8. Valeria le devolvió la forma a la prenda que tenía manchas de sudor, lo apartó pues ya no le pondría el mismo.
Como lo era normal en una colocación de pañal, primero le limpió un poco sus pompas al chiquillo, retirándole viejas manchas por no asearse bien. Luego le aromatizó su pene con mucho talco. Con Eduardo no sabía cuándo se ensuciaría de pipí y popó, de todos modos puso crema en sus pompas, cubriéndole bien con sus dedos todo el interior de esas curvas bien carnosas.
Terminó con ponerle el pañal que Jimena sacó de la bolsa, abriéndolo bien y ajustándolo bien en su cintura, ubicando el pene de Eduardo hacia abajo para más comodidad al momento de que quisiera orinar. Para Jimena eran muchas dudas de porqué su hermano mayor tenía su miembro erecto y Eduardo no.
Eduardo se levantó con el pañal puesto, el que bien le quedó por ser talla extra jumbo.
─Gracias─. Dijo Eduardo.
─De nada, lindura─. Respondió Valeria.
Jimena se llevó las cosas a su lugar y Valeria le preguntó:
─¿Tú no quieres uno?─.
Jimena negó sonriente.
─Es que a mí me gusta más: ver cuando se los ponen y cambian, ayudar en el proceso─. Dijo Jimena, con voz tierna.
Valeria le sonrió y terminaron de guardar las cosas.
Por todo en ese día, Valeria hizo un poco de comida para comer con los tres chicos. René no comió mucho porque aún estaba un poco satisfecho por lo del medio día, pero le indicó a Valeria que cocinaba delicioso.
Eduardo bien se hizo en el pañal como su ejemplar hermano. Eso fue después de la comida de la tarde, casi antes que sus padres volvieran. El chiquillo caminó con el pañal sucio, y era el mismo que le pusieron.
Valeria le cambió sin la ayuda de Jimena, pues los dos chicos en casa dormían una siesta en sus camas.
Para Valeria no era molestia ver las manchas de popó en las pompas de René y Eduardo, puesto que su profesión era Enfermería y cuidadora, estaba acostumbrada a eso, pero en su interior tenía también una manía por eso, justamente por querer verlo y sentir esas fragancias había elegido esa profesión. Le encantaba que fueran esencias de esos dos chicos tan hermosos… sin duda alguna, era un gran reemplazo para Casandra, quien ya estaba harta de ensuciarse las manos con manchas de popó al limpiarle las pompas a su joven con toallitas húmedas.
Para casi las seis de la tarde, Diego y Casandra llegaron a casa. Bajaron del auto y entraron rápido; reconocieron que había una persona a cargo de la limpieza por los aromas a jabón de piso y todo reluciente.
Saludaron a Valeria quien reposaba su jornada en el sofá, leyendo uno de los libros ahí disponibles.
Le pagaron a Valeria sus horas de trabajo y ella se fue a su casa.
Los tres chicos en casa llegaron con sus padres. Les saludaron bien. René seguía con sus pañales a la vista, sin casi usar pantalón o calzón de tela, pues la vergüenza estaba perdida para sus dos guardianes de la vida. Eduardo si estaba usando su ropa normal, y cuando llegó con su madre, le agradeció con muchos besos el pañal que llevaba bajo su calzón y bermuda de cuadros.
Al final de la instalación, Cas le dio a René una copia del periódico del día, y le dijo:
─Creo que tu pasión se ha vuelto una pandemia. Mira lo que está pasando en tu vieja primaria─.
René no supo qué decir, y sintiéndose curioso, abrió la portada del periódico, y al leer el encabezado y ver las fotos, tuvo recuerdos de su breve niñez en años reales, cuando los pañales eran un sueño de otro mundo totalmente inalcanzable. Leyó poniendo los ojos como de verdadera rana: