domingo, 24 de enero de 2021

El castigo de René 7






René se había mantenido usando sus pañales para ese momento del día. Su madre Casandra había pegado el dibujo que hizo su joven en el refrigerador y Diego, Eduardo y Jimena lo vieron, encontrando divertido que el jovencillo mayor de la casa había vuelto a pintar ilustraciones en grandes folios.
Fue al día siguiente, que de forma normal, como algo rutinario, Eduardo y Jimena se fueron a la escuela siendo llevados por Diego en el auto.
Cuando Cas estuvo lista con sus pantalones de trabajo y una playera normal, fue a ver a su joven dormir en su cuarto para cambiarle el pañal como lo hacía siempre.
René estaba medio dormido, había soñado puras cosas incoherentes que casi no daban a lo preciso que era su castigo en su vida, como el hecho que en sus sueños se vio a sí mismo usando los pañales y en otra escena, se vio usando ropa interior, le daban ganas de mojarse creyendo que era pañales pero luego resultaron pantalones. Eso le hizo abrir los ojos llenos de incomodidad puesto que reconocía que los pañales ya formaban parte de sus complementos de vestimenta y no tendrían que faltarle.
Se quedó sentado en la cama, observando todo su cuarto medio oscuro, al igual que el lugar en su clóset donde debería estar su ropa para la escuela, pero como ya no estaba en posición de ir a la secundaria de forma normal, su madre ya no lo estaba despertando desde el inicio del castigo. A la escuela ahora se iba Jimena y Eduardo. Sintió sed y se puso de pie, sin dejar de llevar el pañal que le habían puesto para la noche, éste mismo estaba seco, aún olía rico, a talcos, a la crema que le tallaron en la piel de sus pompas. Caminó descalzo hacia donde ahora tenía una mesita con una jarra con agua, su madre se la había puesto por si le daba sed en la noche; era algo bueno, puesto que la ventaja de ser castigado teniendo que vivir como un niño era tener otras cosas que antes ni le daban de broma. Se sirvió un poco, empezando a beber casi toda el agua.
Eso le activó las ganas de orinar y de liberar los intestinos, a lo que sintiéndose con las energías de ser limpiado por su madre como todo un niñito, sonrió un poco y comenzó a pujar poco a poco.
Puso el vaso en el mueble y retornó caminando a la cama, para mantenerse recostado con las piernas. Se quedó quieto por unos segundos y al sentir que la gran masa calientita bajaba por sus canales hacia su libertad, entonces cedió a que saliera. Como siempre, las pequeñas líneas que se dibujaban en sus pompas se borraron, quedándose en esa área seca y blanca del pañal una carga sólida, que rápido liberó olores y le llegaron a su nariz. El jovencillo se sintió el más afortunado de hacerlo en sus pañales, era algo hermoso hacerse popó ahí de pie, poniéndolo todo en el pañal como si cayera en el inodoro, pero no, se quedaba casi presionada contra la piel de sus hermosas pompas.
Al terminar de hacerse, tomó un poco de aire, y eso le permitió sentir el clima fresco de su ciudad a esas horas de la mañana, las que penetraban hasta su cuarto. Pensaba en sus amigos, en sus compañeras del salón, ya iban días que no iba a la escuela, eran tareas que no había entregado y por supuesto, ya estaba reprobado en todas las materias. Se sentó un poco en su cama, apreciando que la bola de popó se hacía plana en sus pompas, como una plastilina presionada con las manos. Justo allí entró su madre, llena de acción y la vista hacia todos lados:      
─¿Cómo durmió mi Renito? ¿Hay algún pañalito sucio que cambiar? ─La alta mujer caminó hacia su joven, quien le veía con los ojos llenos de pena, puesto que cuando se encontraba sucio de las dos cosas, al joven le era difícil verla a los ojos─. ¡Sí! Huele a pañal sucio, mi Renito se ha hecho como todo un niñito en el pañal al despertarse. Bien, vamos a limpiar al señor colita.
René se llenó de emoción por ser limpiado. A pesar que le molestaban los mimos de su madre al tratarse de ser limpiado, no negaba que estar sucio de ambas cosas era algo excitante. Así que se recostó más en su cama, con el pañal un poco manchado de pipi por la parte frontal, pues no se había mojado mucho.
Cas reunió los elementos y luego, abrió las cintas, bajándolas hacia los lados; luego hizo lo mismo con la parte frontal, viendo que el pene de su joven se mostró como siempre, un poco húmedo, con las manchas de talco que parecían harina revuelta, flácido-macizo en su tamaño y la mancha sucia batiendo sus pompas.
Con ir sacando trozos de papel higiénico y varias toallitas húmedas para el aseo de su joven, ella afirmaba que no tenía que estar haciendo esas cosas con su hijo a esa edad, por momentos se sentía “fastidiada” de tener que estar limpiándole las partes íntimas a su jovencillo y terminar con algunas manchitas de popó en sus manos, puesto que era algo que ninguna de sus amigas hacía con sus hijos; pero se aferraba a que lo que buscaron como remedio rindiera sus efectos en corregirlo. Así que luego, inició a limpiarle las entrepiernas, liberando esas manchas que no eran tan abundantes por ahora, a pesar de verse una masa casi plana bajo las pompas y los testículos del chico.
René levantó sus pompas sobre su pecho lo más que pudo, exponiendo la suciedad con mayoría, mientras su madre retiraba los restos más grandes. Al final, las bajó, y sentía las manos de su adulta madre limpiarle sus testículos los que movía como si cortara cabello, con firmeza y cuidado.
Al terminar de dejar a su chico limpio, le dejó vestido con un calzón de tela normal, el que era bastante infantil, con muchas figuritas. Igual le dejó con una bermuda de cuadros y una camiseta.
─Bien, ya sabes tus rutinas del día, mientras te hago tu desayuno, tú toma tus útiles de casa y quédate pintando. Quiero muchos dibujos iluminados por esta mañana─. Dijo Cas.
─Si, mami─. Dijo René.
Casandra le vio caminar a su chico, afirmando que se veía bien en ese estilo de ropa, mucho mejor que sus prendas de un solo color que lo que hacía era solo darle aspecto de chico de barrio.
Ella se fue sonriente a preparar la comida de su joven, llevándose el pañal hecho bola. Igual seguía viendo la remodelación del lugar que ocuparía como la nueva escuela privada de su hijo, aquella sede que estaban limpiando.



HORAS MÁS TARDE…





René se había sentido más que aburrido. Su madre ya le había puesto el pañal cuando se encontraba en la sala, puesto que igual ahí habían dejado elementos para cambios. El joven se encontraba con el pañal a la vista y vestido con su playera.  
Ya era la hora de llegada de sus hermanos y lo supo bien por el ruido del auto de Diego, quien se aproximaba a casa.
Cuando se estacionaron, Eduardo bajó del auto siendo perseguido por su hermana Jimena, quien le estaba diciendo:
─¡Ya deja mi paleta, no te la comas toda!─.
La niña le dio un pequeño golpe con su garrafón, y el chiquillo de su estatura y similar a su físico terminó por comerse la paleta helada. Por último le dio el palito de madera a la niña.
─¡Eres un tarado!─. Gruñó Jimena, pateando el palito, empujando a su hermanillo.
─¡Ya solo era una bolita de nieve, no era nada, no seas llorona!─. Dijo Eduardo al ver que su padre se acercaba con las llaves de la casa.
Los tres ingresaron a la casa, los dos niños caminaron con sus mochilas, observando a su hermano mayor sentado en la mesa, ocupado en un libro que su madre le había dado a leer.
Eduardo y Jimena vieron que René llevaba su pañal como siempre, pero no dijeron nada y se fueron a cambiar el uniforme.
Diego saludó a su joven primer hijo y luego se fue con su esposa.




HORAS DESPUÉS…




Todos en casa de René comieron. Apenas habían terminado y se hallaban viendo la televisión.
Eduardo no se había reído de su hermano mayor por ver que su madre le seguía dando en la boca, a lo que René respondía con facilidad y ya no se oponía como en los primeros días. Ahora se sentía raro, algo en su interior le causaba una furia que no podía explicar, o simplemente le hacía pensar que debería ser él quien debía estar siendo alimentado de esa forma, pero no quería profundizar en eso.
La vida para Jimena y Eduardo era la misma de siempre, todos los días llegaban y se cambiaban, hacían sus tareas, se daban una ducha y luego hacían sus tareas. También conversaban con su hermano mayor sobre otras cosas, como películas, algunos libros que estaban de moda y que planificaban comprar. A pesar de tenerlo enfrente de él con el pañal puesto, Eduardo siempre trataba de distraer su mente profundizando en lo que decía quien hablase, no quería dirigir la mirada hacia el pañal de su hermano ni al momento en que se iba a bañar. Eduardo sentía que el ver que su madre le daba un baño a su hermano y a él no le provocaban grandes enojos, como si el valor hacia él se estuviera perdiendo. Pero aún más, las sensaciones y dudas hacia los pañales ya le estaban invadiendo la mente, cada noche, día, momento en familia y todo le provocaba un tormento y lluvia interminable de sensaciones que le decían que era mejor usar pañal que un calzón de tela de un solo color. Y así bien se lo aguantó por varios días.




UN MES DESPUÉS…










René siguió siendo atendido por su madre en cualquier momento, siendo cambiado de pañales con pipí cuando estaba llenos que casi le mojaban la ropa o con popó, en dos veces al día diarios.
Cas ya sentía el peso de la rutina, pero los hechos que hizo realidad eran tan grandes para ella misma que sentía en su interior que no podía ponerle fin. ¿Qué haría con todos los accesorios que puso en el cuarto de su hijo mayor?


En uno de esos días habituales, a la una y media del día, Diego y Casandra dejaron a sus dos chicos en casa, ellos tenían que atender unas reuniones en la empresa, al igual hablar con una persona que sustituyera las labores de Cas para que pudiese descansar de todo lo que ya no podía ponerle fin; Diego solo se reía de ella.
René no había salido por ese día para nada, esperó a sus padres en casa jugando con algunos juguetes a los que ya se había habituado, igual había pintado mucho y hecho algunas formas con plastilina. Seguido vio que sus hermanos entraron a casa, Jimena tomó ruta hacia su cuarto con su mochila al hombro y Eduardo llegó ante él con la mirada decidida. Entonces Eduardo llegó y le dijo desesperado a su hermano mayor, como sediento:
─¡¡Rana, Rana, ya no resisto más, por favor, ahora que ya no están papá y mamá, antes que vengan, ponme un pañal!!─.
René se echó una risa, puso las plastilinas con formas de pelotitas al lado de una que parecía ser el hombre araña, y le dijo a su hermanillo:
─¿Qué cosa? ¿Qué has dicho? ¿Quieres usar pañales como yo?─.
─¡¡Sí… si… quiero usar pañales como tú… pero no quisiera decírselo a mamá, pues ya ves como es, cómo se puso cuando supo lo que hiciste. Todos estos días no he sabido cómo pedirle que me ponga uno!!─. Respondió Eduardo.
─Pues si quieres… pero a ver cómo te va. Pero mis pañales te quedarán súper grandes, son talla mediano y tú eres talla menor─. Dijo René.
─Pues entonces uno de bebés, pero de talla extra jumbo─. Dijo el joven.
─Si, ¿tienes uno?─. Repuso Eduardo.
─Esa es tu mala suerte, al menos tengo muchos medianos, pero talla bebés en etapas superiores, no─. Dijo René.
En ese momento llegó Jimena, mirando a su hermano cuate con ojos de duda:
─¿Escuché bien? … ¿quieres usar pañales como René?─. Preguntó ella.
Eduardo por  todas las ganas contenidas, sus deseos y fantasías tan grandes que le provocaban cosquillas en las entrepiernas, le respondió sin tapujos:
─¡¡Sí… pero no hay a mi talla!!─.
─Hey pero ahora que me acuerdo, una de mis muñecas tiene un pañal talla grande, uno de los que mamá me dio para ellas cuando se los pedí hace tiempo. Si quieres te lo doy─. Dijo Jimena, sonriente, sin pena alguna, dispuesta a ayudar a su chiquillo que se comió su paleta.
Eduardo sintió que el corazón se le salía. Entonces los tres se fueron hacia el cuarto de Jimena, el que igual era de Eduardo.
La niña tomó una de sus muñecas grandes, la que parecía una niña de cinco años. Le alzó la falda y reveló el pañal que traía puesto.
─El pañal es reciente, pero no sé si las cintas aún pegan bien─. Comentó ella.
Le dio el juguete a su hermanillo y Eduardo le despojó con cuidado el pañal, el que era grande y ya estaba un poco estirado de los elásticos en la entrepierna.
─Rana… ¿me lo pones?─. Preguntó a René.
─Sí… acuéstate─.
Ese momento fue tan lleno de emoción para Eduardo, que únicamente lleno de felicidad y con el instante resuelto, como algo de vida o muerte, se sentó en la cama y se acostó, permitiendo que su hermano mayor quien ya usaba pañales desde hacía un mes y días, le pusiera el suyo.
René le abrió el cinturón a su hermanillo; seguido del botón del pantalón escolar, el que era color negro. Luego le bajó el cierre, deslizando hasta los tobillos toda esa prenda.
Eduardo usaba calzón igual que su hermano, ninguno de los dos usaba bóxer, esas prendas las odiaban. Seguido, René le despojó el calzón ajustado a su hermano, el que en sí le quedaba ya un poco pequeño.
Eduardo se quedó desnudo de la cintura para abajo, con su pene que aún no podía tomar consistencias macizas.
René le levantó las pompas y le puso el pañal abierto bajo de ellas, el que antes había usado la muñeca. Le bajó las piernas y antes de subir, llegó Jimena con el talco. Ella alcanzó a ver la desnudez de su hermano, lo cual no le sorprendió mucho, puesto que a diario se cambiaban en el cuarto. René le echó talco al pene de Eduardo. El chiquillo sentía grandes cosquillas, eran ricas y afirmaba que se sentía como un pescado en la harina. René le subió el pañal y le pegó con las cintas, las que por suerte, tenían buen pegamento.
─Listo─. Dijo René.
Eduardo se puso de pie, observándose el frente entre sus piernas, lo que antes cubría su calzón de tela, ahora lo cubría un seco pañal de los que ellos fabricaban para bebés.
─Gracias… gracias… a los dos… es que ya era un maldito tormento y trauma esto… desde que comenzaste tú a usarlos y que mamá te cambiaba y eso, esas ganas igual me llegaron, me estaba volviendo loco─. Agradeció Eduardo, mientras se palpaba entre las piernas y sus pompas.
─¿Y qué vas a hacer cuando se dé cuenta?─. Repuso René.
─No lo sé, pero trataré que no pase. No quiero acabar tanto así como tú, solo quiero ir intentando hacerme pipí y luego, pues… popó, igual ya me había hartado de ir al baño─. Respondió Eduardo. Seguido se subió solamente su calzón. El pantalón escolar igual se lo quitó para llevarlo a la ropa sucia.
─A ver qué tal te va, yo ya me di por vencido, traté de esconderlo lo más que pude de ustedes y mira como acabé─. Comentó René.
El joven se sentía feliz de tener un aliado más en su vida con pañales, le había gustado ponerle el pañal a Eduardo, era como algo igual soñado en sus momentos de descanso y sus fantasías. Tanto así que sus ganas de mojarse en el pañal se dieron, Jimena vio eso, ahora ella dudaba de qué se sentía el calor de la pipí acumulada en la parte frontal del pañal…

RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...