René era un joven de quince años de edad, quien vivía en la ciudad común, en una colonia no tan recurrida, donde siempre reinaba el silencio y la tranquilidad. Él era delgado, con estatura promedio, caucásico, con cabello castaño corto con un peinado de punta. Su vida no era tan popular en todo aspecto; estudiaba el tercero de la secundaria en un colegio privado común, con seis amigos seleccionados quiénes siempre le recurrían a él para conseguir ayuda en cualquiera de los problemas en que se metían.
Tenía dos hermanos, llamados Jimena y Eduardo. La niña tenía diez años, el niño nueve. Eduardo iba en las escuelas que René había dejado en sus tiempos siendo más chico.
Los padres de René se llamaban Diego y Casandra. Ellos llevaban una vida normal como cualquier otra pareja; en sus trabajos como directores y dueños de la empresa tenían que mantener el orden para que no hubiese bajas en la producción y control de calidad, pues ellos tenían una fábrica de pañales para adultos y bebés que exportaba a varios países importantes.
De un lunes para viernes de una común semana para todo el mundo, René había tenido toda una serie de vivencias basadas en decisiones y planificaciones que así como bien se hicieron, así se derrumbaron en su contra. Como el joven había tomado un amor por los pañales que sus padres fabricaban, decidió que tenía que arriesgarse a sacar un paquete de éstos de su misma fábrica un día común.
El gusto por los pañales para René había nacido del momento en que un día a sus seis años, se puso uno que su padre Diego le dio a usar como prueba, un prototipo que querían ver si funcionaba en cuanto a la comodidad y medidas para destinar productos así para niños de seis años. Él había amenazado con hacerse pipí en ese pañal estilo calzón entrenador, pero sus padres le negaron con fuerza usar el único que tenían para una prueba. René no lo hizo, pero las ganas de sentir escurrir sus chorritos de pipí calientita no le dejaron dormir en paz en todo su crecimiento hasta sus quince años, cuando ya se encontraba dispuesto a tomar unos pañales por la fuerza, sacándolos sin ser visto, robándoselos a sí mismo.
Y así lo hizo. La operación fue más que exitosa.
Casandra y Diego sí se percibieron que René había llegado a la fábrica por un paquete al departamento de envoltura, y fue porque un mes atrás habían colocado las primeras cámaras de seguridad en todos los pasillos y departamentos, con los que podían ver todo cuando al final del día revisaban las filmaciones. Pero como sabían que su joven había superado los pañales por naturaleza a los cuatro años y medio, pensaron que el joven los querría para venderlos a alguien por ahí. No le dijeron nada.
René pudo volver a casa con su paquete de diez blancos y azules pañales para adultos, a su talla en mediano, para usar en los momentos y días que pudiese estar solo.
Los usó para hacer pipí y popó en su casa. Igual se los puso para salir cuando iba a la plaza que estaba cerca de su casa; le gustaba comprarse helados y hamburguesas para comer él solito y disfrutar de la cobertura y calidad de sus propios pañales, los que no tenía que comprar, sino robar con mucha suerte. Como era delgado, en sus pompas se le notaban bastante pero no le importaba en lo absoluto. Él afirmaba que los bultos frontales y traseros eran las maravillas de su ser.
Después del día lunes, el martes René usó un pañal para estar en casa, poniéndoselo en el baño, acostado en el área de la regadera. Como por las tardes ya estaban sus hermanos con él viendo películas o jugando videojuegos, se puso doble calzoncillo y una playera larga, que le quedaba grande por ser una regalada por su padre. Así evitaba que se apreciara el bulto por detrás. Por ese día común, únicamente se hizo pipí. Y se lo cambio en el baño por la noche.
El miércoles, fue el día en que sucedió lo que le sería su karma, por querer probar cosas más locas y que le encendieran su ser caliente por tener millones de fantasías eróticas con los pañales con muchos de sus amigos, los que se imaginaba usando pañales como él.
Ese día miércoles se había propuesto ir a la escuela con pañal bajo el uniforme, a pesar que se le notara un poco de igual forma en sus pompas. Sus padres no lo percibieron, pues esa mañana había mentido con que entrarían tarde, no a las 7 como de costumbre, sino a las 9. Y así pudo levantarse sin tanta preocupación. Se preparó su desayuno, tres huevos revueltos con jamón, los que comió con salsa cátsup y plátanos fritos. También bebió un poco de licuado raro que su madre preparó horas antes, los que igual Jimena y Eduardo habían bebido. Después se fue a la escuela con el estómago lleno y el pañal seco bien esponjoso.
En la escuela, apenas una hora de haber llegado, René se mantuvo sentado en su silla del diario, una que se encontraba en los laterales del salón, casi al final. Ahí dibujaba tranquilamente. Como le gustaba mucho pintar, estaba dibujando lo que sería su sueño de cuarto, lleno de pañales en su alrededor y muchos accesorios infantiles. Fue ahí que antes que ingresaran todos sus demás compañeros, que le dieron calambres para ir al baño. Por la victoria de tener pañales y disfrutarlos con toda su vida, se había olvidado de ir al baño de forma normal para retirar las ganas. Pero sabía que lo raro había sido el licuado que su madre había hecho, pues mientras lo bebió, sabía raro. Enseguida guardó todo y sus compañeros tomaron sus sillas. La clase inició y los calambres seguían.
Después de solo diez minutos eternos, René decidió que tenía que evitar una catástrofe, y pidió permiso para salir. Su maestro no le dijo nada. El joven logró alejarse del edificio donde estaba su salón, y llegando en medio de la plaza cívica, no pudo resistir las ganas, eran fuertes, parecía que ya ni podía contenerlo. Y se hizo encima ahí de pie. Comenzar a hacerse popó en el pañal que llevaba bajo el uniforme le obligaba a seguir hasta terminar. René puso en el pañal su gran segmento calientito, el cual le hizo aumentar sus pompas de tamaño. Las ganas de hacer pipí también fluyeron, poniendo amarilla la parte frontal e hinchándola. René calculó que la cantidad bien era lo que había comido el día anterior en sus tres raciones y lo del desayuno. Era un asco mal oliente de estudiante de secundaria.
Para no ser visto, se fue al baño y se encerró un largo rato. Se llevó ahí de pie toda una hora y media, en la que al bajarse el pantalón y el calzón de tela, vio que su pañal estaba totalmente teñido de color café por detrás. Su amigo Jordi le había visto quedarse en medio de la plaza cívica en posiciones raras, por lo que se acercó a donde detectó que su amigo estaba. Jordi era con René su hermano de la misma edad. Ellos dos intimaban mucho, se contaban sus problemas y sus grandes sueños. Sin embargo René nunca le había hablado de su amor por los pañales. Jordi de buena fe llamó a la madre de su amigo, enviando un mensaje indicando que René tenía un problema posiblemente higiénico.
Y Casandra llegó como un rayo a la escuela, un largo rato que René no sintió para nada. Jordi le dio las cosas a Casandra y se retiró de nuevo a las clases, pues le tocaba exponer su tema de tarea. Casandra evidentemente descubrió el hecho de su joven, viéndole lo sucio que se ocultaba bajo su pantalón de uniforme. Ella quería acabarle su bonito rostro a bofetadas, pero se serenó para salir con él de ese dilema, y corroborar lo que en grandes obviedades estaba recordando y entendiendo.
Casandra salió con su joven oloroso a pañal sucio si se le acercaba mucho. René se sentó en el auto, batiéndose aún más la popó que no había sido tan derretida, sino un sólido consistente y largo segmento.
Al llegar a casa, Casandra envió a empujones a René a su cuarto. Sin dejar de seguirlo. En el lugar, ella le desvistió totalmente con mucha rudeza, dejando las prendas del uniforme al lado de sus pies, hasta dejarlo en el pañal que llevaba puesto.
─De manera que si te gustan los pañales, veo que lo has traído desde que eras más chico de edad. Y esto, es la mera verdad de los hechos.
Dijo ella. René no tenía ganas de responder. Por lo que únicamente se sentía manipulable tanto verbal y físicamente.
Casandra le ayudó a salir más del problema en que su joven se metió. Lo mantuvo unos segundos de pie, retirándose para ir por papel higiénico. Luego de tenerlo, puso una toalla en la cama de su joven y le indicó que se acostara. René lo hizo, y como un cambio de pañal normal, Casandra le retiró las cintas, separándole las piernas al chico para tener comodidad para ir limpiando poco a poco. René sabía que si se iba de ahí corriendo así de sucio su madre se enojaría mucho más, por lo que resistiría ser visto desnudo. Y Casandra le bajó la parte frontal del amarillo pañal. La suciedad estaba cubierta en todas sus pompas y se apreciaba la mitad de lo que no se había esparcido en el algodón casi llegando a los testículos de su joven. Ella vio su pene flácido lleno de bellos y toda la suciedad, y así inició a limpiarle con pequeños trozos de papel, desde sus entrepiernas, hasta que poco a poco comenzó por limpiarle sus pompas con las piernas sobre su pecho. René se sentía terrible, avergonzado, pero no negaba que se sentía cómodo el que su madre le limpiase sus pompas, pasando bien los paños secos por los grumos entre sus líneas.
Al final de todo, Casandra permitió que su joven se pusiese de pie, y le ordenó con tono furioso que se fuese a bañar. René se fue caminando vestido únicamente con sus calcetines, con su fino cuerpo reluciente, liberado de suciedades retenidas por el pañal. Su madre puso todos los papeles higiénicos dentro del pañal y seguido lo hizo bolita. Llevándoselo hasta el contenedor que tenían cerca de su entrada del garaje.
René se dio la ducha merecida, lavando mejor su cuerpo con la fibra, al cual únicamente se encargó de dejar bien lleno de olor a jabón, pues ya no salían manchas de suciedad. No podía superar el hecho que su madre le hubiese visto desnudo con toda la disponibilidad, en las posiciones que cambiaban a los bebés y niños pequeños.
Y cuando pasó un largo tiempo, René se mantuvo resguardado en su cuarto, sin salir a comer ni convivir con sus hermanos. Solo se quedó lamentándose haber hecho aquello y sentir amor por los pañales.
Casandra comentó lo sucedido a Diego, quien de igual forma negó las acciones de su joven. Pero como Diego no era tan estricto con ellos, le causó diversión el hecho que su hijo había robado pañales para probarlos en la escuela, y eso le abrió su mente para confirmar que ya tenía a alguien como modelo para los nuevos diseños.
Jimena y Eduardo no podían creer lo que había hecho su hermano. Sabían que René era un poco raro, siempre hacía cosas curiosas y no llamaba mucho la atención, pero ahora sí se había hecho explotar el colmo. Lo que más les causaba duda a Jimena y Eduardo cuando lo hablaban en secreto por la noche, era que ellos dos, igual que René, habían querido probar los pañales que producían, pero por mínima curiosidad, no como amor a los productos.
René se preparó para dormir, poniéndose su pijama y activando la alarma a la hora de siempre. Sintiéndose mal por lo ocurrido.
Al día siguiente, jueves, los tres chicos se levantaron a la hora normal, desayunaron y se fueron a la escuela. Al ir en el auto, René divisó que su madre sí se hallaba molesta, pues por la forma en que le llegó a dejar su uniforme escolar cuando se hallaba vestido en calzoncillos blancos, el estilo de darle su comida y la corta comunicación, hablaba lo mucho de su enojo. Incluso ese día, Eduardo y Jimena recibieron su dinero para la escuela y René no. Él no quería ni decir ni la letra A con ella.
Temas de la escuela, el receso, tareas, la salida, retorno a casa y lo demás de un día ordinario, se cumplió perfectamente. Casandra hablaba bien con Jimena y Eduardo, pero con su joven mayor no le dirigía mucho la palabra, solamente se mantenía distante.
El día viernes pasó exactamente lo mismo. Mientras Casandra se encontraba en su trabajo en ese día, se hallaba pensando lo que su hijo había hecho en la escuela. Revisó bien las cámaras de seguridad cuando quedó grabado el hurto de los pañales, y como ella era una perfecta adivino de gestos y querencias, pudo detallar que su joven veía al paquete de pañales como algo valioso y le salía un brillo de amor en sus ojos. Ella quería seguir investigando más a fondo de lo que su joven se traía entre manos, o lo que estaba siendo un nuevo gusto, como cuando antes él era más chico y ella veía que quería cierto juguete con tanto deseo. Así que decidió pausar los cálculos que ingresos a la empresa que tenía por el día y se fue a su casa, para poder investigar en el momento que sus tres chicos no estaban en ella.
Informó a su esposo y rápidamente retornó en el auto, tomando vías de atajo y evitar el tráfico.
Al estar en casa, se encaminó a la recámara de su hijo mayor. Dentro de ella, vio todo lo que reposaba, sintiendo los aromas del perfume de su joven hijo, y después se puso a revisar su computadora que por fortuna, nunca le ponía contraseña. Ella tenía conocimientos en el internet y podía encontrar las últimas páginas vistas por sus hijos, y al verlas todas con pocos clics, no vio nada malo, todo era música de sus artistas favoritos y los temas de sus tareas escolares. Seguido se fue a sus hojas guardadas, donde había más trabajos y tareas con sellos de sus maestros, con muchos 8´s de calificación. Y al abrir una libreta, una que René había llevado el día miércoles, ella se encontró con un dibujo en una hoja blanca, donde se hallaba un cuarto colorido, rodeado de pañales y una ilustración de al parecer un chico apenas iniciado a dibujar con lápiz, sin color, pero que llevaba uno de los pañales ilustrados. Ahí estaba su respuesta, lo que estaba buscando lo encontró. Ese instinto siempre le daba buenos resultados y le alegraba seguirlo. Se alegró y entonces se le iluminó la mente. Antes de dejar la hoja con la ilustración, le tomó una foto con su celular.
Para asegurarse de no dejar ninguna evidencia más en ese momento en que su radar aún le sonaba, buscó en los rincones más obvios donde su joven hijo ocultaba cosas desde chico, detalles que ella siempre disimulaba no saber ni conocer. Y al abrir el guardarropa, abrió la mochila negra donde olfateaba lo oculto. ¡Y LOTERÍA! Ella vio el paquete de pañales que se había llevado aquel día.
Una gran sonrisa maquiavélica le llegó a su rostro, no era para hacerle maldad a su joven hijo, sino algo con que podría darle castigo por robar y por qué no, darle lo que tanto anhelaba tener en su vida, así como lo había ilustrado en la hoja. Volvió a dejar el paquete de pañales en la mochila y puso todo como estaba. Como si nadie hubiese estado allí. Antes de salir del cuarto, le dio un vistazo a todo, pensándolo unas dos veces más antes de ponerse a planear la decisión. Por un momento afirmó que debía olvidarlo, que lo de su joven hijo era una moda para él, pero cuando recordó el día cuando René estaba más chico, el momento en que quería hacerse pipí en un calzón entrenador y ellos le decían que no, bien tuvo el detonante para todo un amor a futuro. Ya no había más que pensar. Todo era seguro.
Más tarde, cuando todos volvieron a casa. René comió con sus hermanos, quiénes en el fondo querían preguntarle sobre lo que había hecho, pero no se animaban.
Ese día viernes se fue como cualquiera para ellos en esa casa.
AL DÍA SIGUIENTE…
René se levantó temprano para irse a ver la televisión en la sala. Le encantaba levantarse a las 7 de la mañana, y poner sus programas favoritos donde presentaban sus caricaturas favoritas que hacía años no veía. Y así lo hizo en ese sábado.
Casandra de igual forma se levantó temprano. Tendría que ir a recoger a la fábrica unos encargos que había solicitado a sus diseñadores de productos. Con la rapidez adquirida desde joven a cambiarse rápido, quedó lista con unas prendas comunes que le hacían verse bien. Salió de su cuarto, y al ver a su joven a los lejos sentado en la sala, vio lo mucho que disfrutaba sus caricaturas infantiles. Y esas pautas que se repetían y embonaban bien como fichas de rompecabezas le confirmaban todo. Para no perder más tiempo ni hacer esperar más a su pequeño, se fue por los encargos.
Al estar en la fábrica, Casandra tuvo que esperar a que los encargos estuviesen listos, pues los diseñadores que laboraban en el día sábado llegaron tarde, y ella les tuvo que dedicar un rato a llamarles la atención. Por lo que su pedido estuvo listo hasta las dos de la tarde. Ella revisó que estuviesen bien, y luego se fue a comprar unas cosas para preparar en casa la comida del día. Como se sentía de buen humor por iniciar algo nuevo, se dirigió al supermercado y de él se llevó varios artículos que hacían falta y sobre todo los elementos para hacer hamburguesas y papas fritas. Con eso le llevó otra hora.
Después retornó.
René se había quedado en el patio de su casa jugando con Eduardo con la pelota. Los dos disfrutaban de diez tiros cada uno, en los que se demostraban la fuerza que poseían para patear. Jimena los veía jugando en un pequeño corredor del jardín, al lado de la bonita piscina que también gozaban en cualquier momento de sus vidas.
René estaba bastante sudado, sucio de sus rodillas y playera por tanto arrojarse cuando le tocaba cubrir la portería.
De pronto estucharon que su madre volvió. Los tres dejaron de jugar y se aproximaron caminando a la puerta para ir a ayudarle a bajar las cosas del auto. Jimena y Eduardo bien le bromearon a su madre su retraso con todo, a lo que ella les respondió sonriente. Casandra entonces detectó el comportamiento distante de su hijo mayor, y sin borrar su sonrisa le dijo a René:
─¡Renito, mira, te traje una paleta!. Y se la dio en sus manos.
René la recibió, percibiendo los tonos distintos de voz de su madre.
─Gracias.
Casandra les dio una paleta igual a Jimena y Eduardo, de otros sabores. Pero como la paleta de Jimena era sabor menta y la del chiquillo fresa, él se fue detrás de ella queriendo la suya.
Casandra decidió esperar a que terminaran de comer para iniciar con lo que quería hacer. Así que de forma normal, se dispuso a preparar los alimentos con sus tres chicos, a lo que después se sumó su esposo Diego.
Cuando las hamburguesas y papas fritas estuvieron listas, se sentaron a comer tranquilamente. Pusieron una película en la televisión para comer de lo más delicioso.
Con lo que al disfrutar todo eso, dieron las seis y media de la tarde. El día poco a poco se iba poniendo oscuro en ese horario.
Diego de pronto recibió un mensaje en su celular, en el que su esposa le indicaba que ya tenía que comenzar todo. Así que al final de la película, justo cuando acomodaban las sillas de la sala y se llevaban el tazón donde hicieron palomitas, él dijo a Jimena y Eduardo:
─Chicos, acompáñenme a hacer un pendiente.
Jimena y Eduardo no dijeron nada malo. Únicamente se colocaron sus zapatos y salieron con su padre en el auto. René se quedó viéndolos irse, y seguido, su madre volvió a aparecer en el ambiente. Y Casandra le dijo:
─¡Hijo, ven!.
René fue rápido. Los dos se fueron hacia el cuarto donde dormía el joven.
─Siéntate en la cama. Dijo Casandra.
Desde que había pasado lo de la escuela y lo que se llevó para arruinarse el día, René sabía que ese llamado era para hablar de eso.
Casandra se posó frente suyo con los brazos cruzados, y le dijo sin demostrar estar enojada:
─Creo que ya sabes qué vamos a hablar ahora.
René afirmó un poco, aún tenía pena de verle a los ojos. A lo que él le dijo:
─Me imagino que me darás el castigo por haber hecho aquello.
─Así es. Respondió Casandra.
─Bien. Sé que me lo merezco. Fue una estupidez. Lo siento. No lo volveré a hacer. Dijo René.
─No te preocupes. Por eso quiero darte un pequeño castigo que se ligue a que lo disfrutes. Pero claro. Todo va a depender que con el tiempo lo vayas aceptando. Dijo Casandra.
René miraba al suelo, sin entender.
─¿A qué te refieres?.
Casandra le hizo un ademán indicándole que aguardase, y se fue caminando con pasos largos al cuarto de ella, que estaba al lado de donde dormían sus otros dos chiquillos.
René esperó ansioso ahí de pie con las manos que le sudaban cascadas, eructando cada poco el sabor de la hamburguesa y el refresco. Seguido vio volver a su madre con una bolsa negra en las que depositaban basura, donde iban unos artículos dentro. El joven la vio derramar esas cosas sobre su cama. René entonces sintió sus ojos salirse de sus cuencas: vio un paquete de pañales, los que pensó eran para bebés por tener muchos dibujos y una envoltura plástica con más etiquetas, los que daban a relucir una marca nueva, de nombre YUPi´s. Al lado del paquete rodaron una botella de talco grande, una crema anti rozaduras, toallitas húmedas y un aceite corporal. Entonces tuvo la respuesta a su pregunta de a qué se refería. El color caucásico de su piel se tornó roja como tomate.
Seguido Casandra continuó diciendo con su buen tono de voz y su estilo expositor de temas, cuando bien le tocaba hacerlo al hablar de sus nuevos productos a los distribuidores que llegaban a su empresa.
─Me di cuenta de lo que era tu gran deseo, tu mayor anhelo hijo. Y no quise quedarme sin dártelo.
─Pero no quiero tener todo esto. Ya no soy tan chico, ya he crecido. Repuso René.
─¡No!, si eres un pequeño todavía. Lo que pasó en la fábrica eso me dio la pauta, además, me encontré con cierto diario con pocas páginas, en las que un pequeñito revela sus deseos de ser tratado como un niño pequeño. Además de un dibujo más revelador aún. Dijo Casandra.
Entonces René sintió un golpe fuerte en todo lo que era, sus ojos se abrieron como platos y luego los cerró parpadeando fuerte, sabiendo que estaba destruido. Casandra comprobaba que estaba dándole en el punto de su verdad.
─Yo no quiero eso. Es mentira. Dijo él.
─Pues yo veo las cosas bastante claras, esas verdades están escritas en tu diario con tu puño y letra, tienen tanta inspiración, mucha magia, mucho sentido, que le dan esa atmósfera… casi las firmaste. Luego… lo que hiciste tras sacar esos paquetes de la fábrica, y el haberlo usado para irte a la escuela, eso me dice que mi pequeñito quiere salir de la fantasía y vivirlo en la realidad.
René no sabía que decir, a lo que de nuevo repuso:
─Yo no necesito eso, mami.
─Lo decidido, está. Si sabes que vendrá un castigo para ti, lo que anhelas es exactamente lo que voy a hacer contigo. Darte lo que quieres.
─No debiste haber leído mi diario, eso es privado. Comentó el jovencillo, con la mirada baja y tono serio.
Casandra se rio sarcásticamente, luego le dijo:
─De todos modos, aunque no lo hubiese hecho, lo que quieres está claro. Si no me hubiese enterado de lo infantil, entonces te hubiese dado algo relativo, pero está claro, es casi lo mismo.
René ya no dijo nada más, seguido escuchó lo siguiente de su madre.
─Bien, ya las cosas las has ido uniendo, por lo que a partir de este momento, tú ya no tienes quince años de edad, tú tienes cuatro años o los que quieras demostrar, voy a darte una libertad de unos días para que tu lo vayas demostrando. Tu escolaridad ya no será la misma. Todo lo que pidas, tendrá que ser hablado en diferente tono de voz, con pocas palabras. Tu vida ahora estará mucho más bajo mi cuidado y el de tu padre, las cosas que te ordenemos que hagas tendrán su lógica y deberás seguirlas sin opinar. El retrete está suspendido para ti a partir de ahora. Todo esto va a ser un castigo que la familia de esta casa sabrá, pero si te comportas mal, no obedeces en lo más sencillo, pronto muchos lo sabrán y no te va a gustar.
René con un suspiro, le dijo adiós a su vida social en todo sentido. Seguido Casandra repuso:
─Bien, ahora dime, ¿Sientes ganas de ir al baño ahora para cualquier cosa?.
René solo dijo “No” con voz bajita, su garganta estaba cortada hasta para decir esa palabra.
─Bien, acuéstate. Dijo Casandra,
─¿Qué vas a hacer? Preguntó René.
─Ponerte tu pañal, mi amor, como dices que no has ido al baño, creo que tienes ganas. Respondió Casandra, con ternura.
René tragó saliva.
Casandra con su mano empujó al jovencillo hacia atrás, pero él no quiso. Se vieron a los ojos y entonces ella dijo curiosa:
─¿Qué dije de las acciones obvias?, acuéstate mi Renito, no va a pasar nada, solamente mami te va a poner tu pañalito,
Ella abrió la bolsa de esos productos rompiéndola, tomando el primero que sintió.
─Mira, estos son de los que te gustan, en talla mediana, con mucho grosor, color moraditos y celeste, tienen estrellitas amarillas. Que hermosos quedaron, vamos a ponértelo.
Ella siguió empujando al jovencillo para que se acostara boca arriba, pero René se inclinaba lento, poniéndose tenso con sus manos.
─Creo que a Jordi le va a gustar ver unas fotos que yo tome después de ponerte tu pañal en este momento. Repuso Casandra con más ternura.
René entonces se venció, dejándose caer sobre su espalda, bajando los pies. Seguido su madre le sostuvo los zapatos, liberando sus pies de ellos rápidamente. Cuando le empezaron a bajar el cierre y a abrir el botón de su pantalón, se llenó de nerviosismo por sentirse en pesadilla, y su madre le despojó lento el pantaloncillo de tela, dejándolo en un cesto de ropa sucia. Sin quitarle la playera, se la subió hasta su pecho. Al iniciar a querer bajarle el calzón color azul marino con manchas de sudor, el joven levantó sus piernas para evitarlo, pero su madre se lo tiró desde las pompas, deslizándoselo entre las piernas. Ella le devolvió la forma a la prenda dejándola a un lado del joven que yacía expuesto con sus piernas flexionadas hacia los lados en la cama, lleno de vergüenza, con su pene que se volvía flácido rápidamente por la adrenalina y la impotencia.
Casandra vio lo normal en la intimidad de su joven, por lo que supo que después tendría que afeitarle todo su pene y entrepiernas para liberarle de los bellos que cubrían en esas partes. Seguido, con una de las toallitas húmedas, hizo que René sostuviera sus piernas sobre su pecho, ella con su mano izquierda le levantó más las pompas y con la derecha, comenzó con liberar por el momento de restos de sudor en la piel íntima, limpiando sus entrepiernas y su pene. Con esos movimientos delicados y precisos, René no pudo evitar tener una erección en su pene. Lo cual no importó a su madre, ella seguía limpiando con lentitud para molestar con risitas a su joven. Acto seguido, con otra toallita, le limpiaba sus pompas, en sus líneas, liberando restos de suciedad que provocaran sudor molesto en esa zona. Después de usar varias, dejó que el joven bajara sus piernas. Con mucha alegría y emoción, para que su joven viera que todo era en serio, mantenía siempre una sonrisa en su rostro.
─Mira qué bonito color del algodón. Dijo Casandra, mostrando el interior del pañal, en su tono celeste con grandes barreras anti escurrimientos.
Seguido abrió la pequeñita botellita con crema para rozaduras, poniendo un poco en sus dedos, y le levantó de nuevo las piernas, elevando las pompas de su joven. De forma lenta aplicó la crema blanca en la piel, cubriendo bien sus líneas, la cual rápido dejaba salir los aromas a infantil. René sentía frías las manos de su madre, y más por el producto aromatizante. Al final de la crema, el joven bajó sus piernas, viendo que su madre se limpiaba sus dedos de la sustancia blanca con un paño.
Después Casandra abrió la botella con talco, rociando en todo el pene de su joven, frotándolo para esparcirlo bien, sin dejar ningún área de la que cubriría el último elemento. Por lo que por eso se elevaba una nube blanca hacia el techo. Como último paso, Casandra le puso el pañal bajo sus pompas, con firmeza y cuidado, alisando las extremidades, ubicando el pene flácido de René hacia abajo para más comodidad para él. Y cerró con las cuatro cintas, uniendo en la cintura, cuidando que todo estuviese simétrico.
─Que bonito te ves, mi Renito. Dijo ella, sonriente, palmeando para sacudirse el talco que le tenían las manos blancas.
René trató de levantarse, tratando de juntar sus piernas, pero el bulto frontal del pañal era grueso. Se puso de pie ante su madre, tratando de verse en todos los ángulos: sabía que se veía totalmente ridículo. “Tal vez ya no podría amarlos como antes” solía decir el mismo.
─Bien. Por ahora te vas a quedar así con el puro pañal. Como no has hecho pipí ni popó puedes aprovechar estos momentos y yo vendré a cambiarte. No quiero que te trates de aguantar a propósito, porque es malo. Los pañales son tu lugar para liberar tus esfínteres lo más que quieras, pues esos tendremos de sobra. De este que te puse, pedí un gran tiraje para esta semana. Así que ya podemos comenzar bien.
De una de sus bolsas del pantalón, sacó otra pequeña paleta de dulce, y se la dio a su joven quien no paraba de palparse sus pompas y entrepiernas por el grosor del pañal. Ella no aguantó la ternura del momento y le dio un beso en su mejilla.
René recibió la paleta, viendo con rareza a su madre, reconociendo que estaba exagerando.
Casandra acomodó los elementos en el buró que posaba al lado de la cama, y se llevó la ropa sucia de su joven chico.
─¡Ah por cierto. Mañana mismo empezaremos a hacer cambios a tu cuarto. Este look de juvenil se ve tan aburrido. Le daremos un gran retoque apto para ti! Dijo ella, haciendo luego unas muecas tronando dientes en seña para que se comiera la paleta.
Cuando ella se fue, René sentía al dar unos pocos pasos en su cuarto que el pañal sonaba por ser de plástico, como si estuviese cubierto por una bolsa. Sus nervios se le subieron y quería ponerse a tirar todo como berrinche. Pero sabía que le saldría peor esa acción. Y mejor prefirió meditarlo todo comiéndose la paletita color verde. Se sentó en su cama diciéndose a sí mismo: ¿¡¡Maldición… tan pronto acabé así!!?