Bajé a la salita para ver la tele con Hugo. Él también llevaba el pañal puesto sin nada por encima. Bajó María y nos hizo una foto con mi móvil que no sabía cómo lo había encontrado y nos dijo: "cómo se os ocurra llevarme la contraria en algún momento puedo publicar esta foto en internet, así que vosotros veréis. Y si os portais muy mal os castigaré severamente." Hugo y yo nos miramos temerosos. Era alucinante que una niña pequeña pudiera controlarme de esa manera. Media hora más tarde nos trajo unos vasos con zumo. Nos obligó a beberlos y no nos quedó otra. El zumo sabía extraño pero no le di más importancia. Un rato después le empezaron a sonar las tripas muy fuerte a Hugo y se empezó a retorcer de dolor con los retortijones. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que su tripa iba a estallar. Le pidió a María que le dejase ir al baño pero esta se lo negó. Hugo aguantaba cómo podía hasta que de repente ví como su pañal se abultaba por detrás y tenía color marrón. El pobre Hugo se puso muy rojo y empezó a llorar. El olor de la caca era muy desagradable y yo no sabía cómo ayudarle.
María entró a la salita al escuchar los sollozos del niño y preguntó: "¿Qué te pasa bebé? ¿Por qué lloras? ¿Quieres más zumo?."
Mi primo que estaba acabando de hacer caca le respondió: "eres una tonta, ¿Por qué no me dejaste ir al baño?"
María: "los bebés no van al baño. Pero todavía no me respondiste, ¿Por qué lloras?".
Hugo: "me hice caca encima, cámbiame ya imbécil".
María se acercó a él, puso su mano en el bulto que hacía el pañal y después miró por la cintura. "Es verdad este niño está muy sucio, hay que cambiarlo. Pero como se portó mal y me insultó, ahora va a recibir un castigo". María cogió al niño por el brazo, lo puso a cuatro patas y le empezó a azotar el culete con un tablón de madera. Así fue que Hugo empezó a llorar más fuerte y la caca se le empezó a esparcir por toda la entrepierna. Al terminar, María se llevó a Hugo al baño para cambiarlo y bañarlo puesto que estaba lleno de caca. Yo viví toda aquella escena con terror viendo lo que era capaz de hacer mi prima. Así que decidí tener mucho cuidado para no ser castigado. Más tarde María bajó del baño con Hugo de la mano ya limpio y con un nuevo pañal. Le dejó en la salita y María fue a la cocina a calentar la comida que nos había dejado mi tía preparada. Nos llamó para que fuéramos a comer y nos sentamos. De repente María sacó, no se de dónde, dos baberos. Uno azul y otro rosa. "Encontré los baberos que usábamos de pequeños Hugo y yo y os los voy a poner para que no ensucies vuestra ropa que sois unos cochinos." A Hugo le puso el suyo, uno azul con su nombre bordado y a mi me puso el rosa que ponía 'Maria' bordado y unas princesitas estampadas. Me sentía muy infantil sentado en la silla desnudo de cintura para abajo (solo el pañal) y con un babero de princesitas rosa. Nos los ató al cuello y nos trajo la comida. Era papilla. Nos había hecho una papilla y ella se iba a comer lo que había preparado mi tía. Hugo empezó a comer porque estaba más acostumbrado a este tipo de comida pero yo no quería, me daba asco. Me negué a comer y ella dijo: "Te tienes que comer la papilla sí o sí. No valen excusas". Yo no quería y crucé los brazos. "Bueno, tú lo has querido. Te voy a dar de comer yo, haber si aprendes. Si no abres la boca y comes te castigaré, sabes que tengo unas fotos tuyas muy interesantes. Ahí viene el avioncitooo". No me quedó otra, no quería que publicase esas fotos. Me empezó a meter cucharadas de papilla en la boca diciendo las típicas frases que se le dicen a un bebé. Ella me ensuciaba aposta los morros para parecer todo un niño pequeño. Cuando acabé el plato yo estaba muy lleno pero ella, como castigo, me lo volvió a llenar. Yo le supliqué que no me diera más, que estaba lleno pero no me hizo caso. Siguió atiborrandome de papilla y cada poco me hacía beber agua. Yo estaba algo mareado y con muchas ganas de vomitar, ya no podía más. "Venga, esta última cucharada y ya terminas". Yo comí como pude esa última cucharada, estaba muy lleno. Recogió el plato y me limpió la boca con una toallita. Yo me levanté y no podía caminar, fui al sofá y me tiré allí quedándome dormido.
Me desperté sobresaltado. Seguía en el sofá pero no llevaba camiseta. Además noté algo raro. Miré hacia mi pañal y estaba muy húmedo e hinchado. Me había hecho mucho pipí durmiendo. Me dio mucha vergüenza y justo cuando me disponía a levantarme para quitarme ese pañal apareció María: "Por fin te despertaste! Vaya siesta que te has echado. Voy a revisar tu pañal, no vaya ser que te mojaras." Ella ya sabía que estaba mojado puesto que el pañal amarillo se vea desde lejos pero le gustaba humillarme. Se acercó, manoseó mi pañal por fuera: " uf, cuanto pipí, menos mal que llevabas pañal si no hubieras hecho un desastre. ¿Caquita tienes? Déjame mirar." Hizo darme la vuelta y despegó el pañal sudado de mi espalda por detrás y miró mi culete. "No caca no tienes, me preocupa porque no no has hecho. ¿No tendré yo un niñito estreñido verdad?." Yo no hice caso a sus palabras. Me tomó de la mano y me llevó a la habitación. Me dijo que me pusiera a cuatro patas encima de la cama y que no me moviera. Yo no tenía ni idea de lo que pretendía hacer pero no quería llevarle la contraria. "Bueno, como veo que el bebé tiene problemas para hacer caca, le voy a ayudar". Entonces, me bajó un poco el pañal dejando mi culete en pompa al aire y la pirulina colgando. Noté como me echaba algo frío y viscoso en el ano y de repente sentí un dolor muy agudo y doloroso. Me metió un supositorio de golpe en el ano que me dolió muchísimo e inevitablemente empecé a llorar como un bebé. Cuando ya lo había metido, me subió el pañal y me dio unos cariñosos cachetes en las nalgas. Me dio la mano para que me levantara y me dijo: "ya está bebé, lo te preocupes, ya pasó. Ahora en poco tiempo ya podrás liberar tu estómago". Le pregunté si me podía quitar ese pañal lleno de pipí pero me dijo que como pronto lo ensuciaria de caca que me lo dejaba puesto. Así fue. Bajé a la salita y al poco tiempo mi estómago empezó a hacer ruidos extraños. Sabía que no podría usar el baño así que subí a mi habitación para tener más intimidad pero María apareció de repente. Le pedí que me dejara hacer caca solo pero ella me respondió: " cómo voy a dejarte solo, si eres un bebé". Intenté ignorarla y me senté en la cama a esperar. Aguanté lo más que pude pero empecé a Sentir como la caca un bajando y ya empezaba a asomar. Así que me bajé de la cama y me puse de cuclillas en el suelo para más comodidad. María mientras tanto veía como un niño de 14 años estaba agachado solamente con un pañal y con la cara muy roja, apretando para poder liberar su estómago. Empecé a empujar fuerte y salió la caca de golpe . Salió mucha caca, nunca antes había sacado tanta. La masa caliente y pegajosa se fue acumulando en el pañal formando un gran bulto. Seguía saliendo, más y más y no paraba. Ya estaba cansado de empujar y de estar en esa posición pero es que seguía saliendo. Fue tanta que noté como me subía hacia la pirulina y también hacia la espalda, no me podía imaginar el estropicio que tenía ahí dentro. Cuando parecía que estaba acabando me fui incorporando y del esfuerzo me empezó a salir un chorrito de pipí que se mezcló con la caca. Salió tanto pipí que el pañal no aguantó más y empezó a correr por mi pierna formando un pequeño charco. María me miraba con una sonrisa. Yo estaba muy avergonzado. Al acabar de hacer pipí, me puse completamente de pie y noté el pañal como me colgaba de todo el peso. Estaba muy lleno y yo muy sucio. Entonces miré a María para pedirle con la mirada que me cambiara. Ella me cogió de la mano y me llevó al baño directamente. Me tumbó en el suelo y cogió toallitas. Al tumbarme en el suelo la caca se esparció aún más saliéndose del pañal por la espalda y el pipí se salió también. Me dijo que pusiera las piernas dobladas y entonces me quitó las cintas y levantó el pañal dejando ver todo el estropicio. La pirulina y los huevitos estaban marrones y salía un olor nauseabundo. Ella sacó como pudo el pañal y limpió superficialmente toda la entrepierna. Cuando estuve algo más limpio, llenó la bañera y me metió allí para lavarme entero. Me enjabonó bien mi culete y cuando llegó a la pirulina, la frotó bien e incluso me retrajo un poco el prepucio hacia atrás para lavarla bien. Yo me moría de vergüenza porque además la tenía erecta. La volvió a colocar bien y me frotó los huevitos. Me secó y me llevó a la habitación para ponerme crema, talco y otro pañal después de que me bajara la erección y poder poner mi pirulina hacia abajo. Fue una tarde de lo más tranquila hasta que llegó mi tía que preparó la cena y nos fuimos a dormir.