sábado, 23 de enero de 2021

Un sábado diferente (azotes)

 


UN SÁBADO DIFERENTE


El sábado a la mañana, como mi mamá no trabajaba, aprovechaba para lavar la ropa y poner en ”orden” la casa y a sus ocupantes, es decir,  a mí.

 

Éramos  solo dos en casa: ella y yo, un adolescente en ese momento de 13 años, que estaba en la época del no bañarse demasiado.

 

Me acuerdo que ese sábado, 1 de junio creo, me levanté como todos los sábados, fui a  desayunar a la cocina y mi mamá de dijo que al terminar me vaya a bañar. Yo, como siempre, le dije que iba enseguida  y como trataba de hacer cuando podía entré al baño, abrí las canillas y me senté a leer un rato, luego me lavé la cabeza y los pies , cerré las canillas y salí envuelto en el toallón.

 

Ví que mamá entraba a buscar la ropa para lavar. Al rato me llama al baño y me pregunta dónde estaba mi calzoncillo sucio, así lo lavaba con toda la ropa que había y me di cuenta de mi error. No supe qué contestarle. así que ella se dio cuenta de mi mentira y me dijo que me sacara el toallón. No tuve más remedio que hacerlo y vio que tenía el mismo calzoncillo con que me había levantado; me tomó del brazo y me acercó hacia ella y me preguntó: “¿qué significa esto?”. Me di cuenta que estaba en graves problemas; tratando de inventar alguna excusa sólo atiné a decirle que me lo iba a cambiar a la pieza porque no lo había llevado cuando me iba a bañar.

-Bueno vamos a tu pieza así te cambias- me dijo y yo bajé la cabeza y fui con ella .Al llegar se quedó esperando adentro de mi habitación hasta que me cambiara, pero en el momento que termino de sacarme el calzoncillo me lo arrebata de la mano y lo mira, yo muerto de vergüenza, porque estaba manchado y se veía que era de varios días.

 

Busco el calzoncillo limpio y cuando me lo iba a poner, mi madre me tomó del brazo y sin decir palabra me baja la cabeza y la espalda de manera que quedó mi cola desnuda toda expuesta hacia su cara  y me ordena: “¡Ahora mejor que no te muevas!”. Muerto de vergüenza no supe qué decir y la obedecí; me quedé quieto y en ese momento siento que mi madre me separa las nalgas y mira mi cola, yo trato de levantarme y siento que algo golpea mi cola y me la deja ardiendo. “Te dije que te quedaras quieto!” Y ¡zas! otro golpe. Mi madre comenzó a retarme y me llevó de la oreja otra vez al baño. “Eres un mentiroso, me estuviste engañando. ¿No te da vergüenza tener la cola sucia como si fueras un bebé? Ahora vas a saber lo que es lavarse bien”.

 

En ese momento, me hizo entrar en la tina abrió la canilla me hizo agachar y ante mi sorpresa y vergüenza me lavó la cola ella con sus manos. Pero no terminó todo ahí: cuando terminó de lavar la cola hice amague para salir de la tina pero no me dejó. Me volvió a poner en la posición anterior ,con la cola expuesta  hacia su lado , tomó el cepillo de baño , yo cuando la ví empecé a temblar  y le dije: “no mami, por favor, perdoname. Te prometo bañarme bien todos los días y cambiarme, por favor no me pegues”. Pero ella siguió como si no me escuchara y empezó a pegarme en las nalgas con el cepillo. ¡Cómo dolían esos cepillazos en mi cola! Enseguida comenzaron mis nalgas a dolerme y arder, yo lloraba, suplicaba, pedía por favor que parara. Nunca la había visto tan enojada, ella seguía pausadamente pero sin interrupción, mientras me decía que no tendría que haberla engañado, que soy grande , que confiaba en mí y yo la decepcioné. Lo mas triste es que tenía razón.

 

Me dolían un montón las nalgas, yo empecé a llorar a toda voz  hasta que después de 15 golpes paró  y me dijo que me bañara bien. Abrió las canillas y cuando se templó el agua me puso debajo de ella. Yo la miré y le dije: “gracias mamá. Ahora podés salir del baño, ya no te voy a engañar”. Pero ella me dijo que no se iba a ir, que iba a mirar cómo me bañaba y que no quedara un solo rincón de mi cuerpo sucio, que por mucho tiempo me iba a ver cuando me bañaba. Yo no lo podía creer pero después de los azotes que había recibido, no quise protestar más y comencé a bañarme, tenía cuidado de no olvidarme de nada. Mi mama allí mirándome y yo muerto de vergüenza.

 

Al terminar me acarició la cabeza, me alcanzó el toallón, me ayudó a secarme y envuelto en él me llevó a mi pieza. Al llegar a la habitación me sacó el toallón y me dijo que me acostara en la cama boca abajo. “¿Qué pasa mamá? ¿qué me vas a hacer ahora?”, le dije bastante asustado. Ella trajo un termómetro y siento que me abre las nalgas y mete el termómetro en mi cola, yo no sabía que decir, nunca me había sentido tan avergonzado  y culpable, porque mami estaba muy seria y ella no era así, empecé a entender lo mal que se sentía con mis engaños. Pero yo, adolescente rebelde, le dije de mal modo: “¿qué haces ahora mamá?”

 

Ella dejó el termómetro unos minutos en mi cola, luego lo sacó, sin contestarme me sacó de la cama y me volteó sobre sus piernas y antes que pudiera quejarme empezó a pegarme con su mano en las nalgas, como con el cepillo. Eran en una nalga y la otra, yo desesperado por el dolor volví a suplicarle que dejara de castigarme, que había entendido lo mal que me había portado, pero ella siguió hasta darme por lo menos 25 azotes en cada nalga. Yo lloraba  y gritaba como nunca lo había hecho y ella solo me decía: “Algún día me lo vas a agradecer”.

 

Cuando me soltó me pasé la mano por las nalgas y ella me dijo que de castigo ese sábado no iba a salir a ningún lado y que por ahora me acostara en la cama , sin ropa  y que aún no había terminado conmigo. Quise empezar a protestar porque no me dejaba salir pero me miró y me dijo que no dijera nada o iba a ser peor.

 

Yo no podía creer lo que me estaba pasando, estaba lleno de furia. Pero protestando me quedé acostado un rato. Cuando pasaron unos 10 minutos pensando que ya había pasado todo y que mamá se habría tranquilizado, me vestí y fui al comedor, Prendí los videojuegos y me puse a jugar, a los 5 minutos entra mi mamá y me dice que hacía yo ahí y con la ropa. Yo le dije nada, que ya estaba mejor y que me había levantado porque estaba aburrido. Ella se acercó, se sentó en el sillón al lado mío ,me hizo soltar el jueguito y antes que dijera algo estaba otra vez sobre sus piernas y con la cola desnuda , me dio otros 30 azotes sin parar. Al terminar me sacó el pantalón y el calzoncillo , vi que tomó algo de la mesa , sentí otra vez que me abría las nalgas y me puso 2 supositorios  bien adentro de la cola. Yo llorando y pataleando hasta que me dio otro azote en las nalgas y me quedé quieto.

 

Ese sábado lo terminé desnudo en mi pieza parado en el rincón como 2 horas sin moverme y recibiendo cada tanto alguna nalgada más por moverme o quejarme, la verdad fue un sábado inolvidable, pero en algo tenía razón: aprendí mucho ese día y lo más importantes nunca más salí con la cola o el calzoncillo sucio.

 

Cuando los supositorios hicieron efecto quise salir corriendo al baño pero mi mamá me retuvo y me dijo que me parara en el rincón del comedor. Yo estaba desesperado, tenía muchas ganas de ir al baño pero me quedé quieto en el rincón por 10 minutos más, hasta que mamá me dejó ir al baño pero me espero afuera. Cuando salía, me hizo agachar y volvió a revisar mi cola. Me mandó de nuevo a acostarme sin pantalón ni calzoncillo, y volvió a decirme que no me podía levantar bajo ninguna circunstancia o recibiría mas azotes, pero… con la chinela.

 

Me quedé acostado hasta el mediodía que me dijo que me levantara, pero no me dejó ponerme la ropa. Así que con toda mi humillación y mi cola bastante dolida, me senté en la cocina y comí. Al terminar de comer me volvió a mandar al rincón de la cocina hasta que ella terminara de lavar los platos. Me dijo que me iba a dejar vestirme pero iba a recibir otra tanda de azotes en la cola. Le rogué que no lo haga pero me dijo que me calle o iba a ser peor. Así que me volví hasta donde estaba mi mamá sentada me coloqué en sus piernas y me dio cerca de 40 palmadas mas con la mano; al terminar lloraba como un bebé del dolor de mis nalgas. Me dijo que esperaba que hubiera aprendido la lección y que me podía vestir, pero que por ese día no iba a salir con mis amigos. No dije nada porque estaba tan dolorido que no quise tentarla para que me volviera a pegar.

 

Esta fue mi primera vez en recibir tantas nalgadas pero no sería la última porque “A partir de ahora –me dijo mi mamá- no voy a hablar demasiado. Ante la primera que te vuelvas a mandar, recibirás el castigo merecido”.

 


RUTH, RECIBE UNA AZOTAINA DEL DIRECTOR

—¡Levántate! —Cuando ella se levanta, cruzo la habitación. Mi paso es lento y digno. Me siento en el sofá haciendo que los muelles crujan ru...